A PROPÓSITO DE LA TEORÍA DE ELIMINACIÓN DE LOS VIEJOS QUE NO PRODUCEN POR NEOLIBERALES. Federico Engels sobre Malthus

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Federico Engels

Nota V.O. : Federico Engels en su obra maestra “La situación de la clase obrera en Inglaterra” hizo un extenso análisis del pensamiento burgués y su economía política, entre otros temas hablo sobre el malthusianismo.

Veamos un pequeño fragmento de lo que nos decía sobre esta teoría reaccionaria:

“…Sin embargo la más brutal declaración de guerra de la burguesía al proletariado es la Teoría multhusiana de la población y la nueva ley de pobres que se inspira en ella directamente.  Ya nos hemos referido varias veces a la teoría de Malthus. Resumamos una vez más su conclusión esencial: la tierra se halla constantemente superpoblada, y por consecuencia es funesto que reinen la miseria, la penuria, la pobreza y la inmoralidad. El sino perpetuo de la humanidad es existir en número demasiado grande y hallarse por consiguiente dividida en diferentes clases; unas según él, son más o menos ricas, formadas y morales y otras más o menos pobres, miserables, ignorantes e inmorales. De donde se sigue, desde el punto de vista práctico -y estas conclusiones es el propio Malthus quien las saca-, que la beneficencia y los fondos de ayuda no son sino contrasentidos puesto que sólo sirven para hacer que sobreviva y se multiplique la población sobrante cuya competencia pesa sobre el salario de la otra fracción de la población, que es asimismo absurdo de parte de la administración de la Asistencia el dar empleo a los pobres -ya que sólo puede consumirse una cantidad determinada de productos fabricados- porque esa política de la industria de la Asistencia Pública provoca la desocupación en la industria privada. Por tanto, la cuestión no es alimentar a la población excedente, sino limitarla tanto como sea posible de una manera o de otra. En algunas fórmulas secas Malthus declara que el derecho a la existencia, hasta entonces reconocido a cada hombre en el mundo, es un absurdo. Él cita las palabras de un poeta: el pobre viene a la mesa de la Naturaleza preparado para el festín y no halla ningún cubierto para él -y añade- y la Naturaleza le ordena irse (she bids him to be gone) “pues él no preguntó a la sociedad, antes de nacer, si ella lo deseaba.” Esta teoría ahora es la preferida de todo burgués inglés auténtico y es muy natural, porqué representa para él el recostadero más agradable y también porque contiene mucho de cierto en las condiciones actuales: Si por tanto no se trata ya de explotar a la “población supernumeraria”, de transformarla en población utilizable, sino simplemente dejar que la gente se muera de hambre lo más apaciblemente posible y de impedir al mismo tiempo que traiga demasiados niños al mundo; es una bagatela natural -suponiendo que la población excedente tome conciencia de su propia superfluidad y halle cierto gusto en morir de hambre. Pero a pesar de los esfuerzos más tenaces de la burguesía humanitaria por inculcar esas verdades a los obreros, no parece que actualmente tenga posibilidad alguna de éxito. Los proletarios se han puesto por el contrario a la cabeza; ellos, con sus manos laboriosas, son precisamente los indispensables, y los ricos señores capitalistas, que no hacen nada, son los verdaderamente superfluos.

Pero como los ricos poseen todavía el poder, los proletarios tienen que admitir por fuerza que la ley los declara a ellos realmente superfluos -aun cuando no quieran admitirlo con agrado. Eso es lo que se ha producido en la nueva ley de pobres. La antigua ley, basada en una disposición del año 1601 (43rd of Elisabeth) partía también ingenuamente del principio de que es obligación de la comunidad velar por la subsistencia de los pobres. Quien se hallaba sin trabajo era socorrido, y a la larga el pobre consideró justo que la comunidad tuviera la obligación de protegerlo contra el hambre. Él exigía su asignación semanal como un derecho y no como un favor, y la burguesía terminó por estimar eso un poco excesivo. En 1833, en el preciso momento en que ascendió al poder gracias a la ley de Reforma y en que simultáneamente el pauperismo de los distritos rurales había alcanzado su mayor extensión, ella emprendió inmediatamente la modificación de la ley de pobres desde su propio punto de vista. Se nombró una comisión que investigó la administración de los fondos de la ley de pobres y descubrió un sinnúmero de abusos. Se comprobó que toda la clase obrera de la región plana era muy pobre y dependía entera o parcialmente del Fondo de pobres, porque cuando el salario caía muy bajo, el Fondo entregaba a los pobres una suma adicional; se comprobó que este sistema que socorría al desocupado, sostenía al obrero y padre de familia numerosa, obligaba al padre de hijos naturales a pagar una pensión alimenticia y reconocía de manera general que la pobreza tenía necesidad de protección, que dicho sistema por tanto arruinaba al país,

“que era un obstáculo a la industria, una recompensa a los matrimonios desatinados, una incitación al crecimiento de la población, y que impedía que un aumento de población ejerciera su influencia sobre los salarios; que en tal caso se trataba de una institución nacional tendiente a desalentar a los obreros valiosos y honestos y a proteger a los perezosos, los viciosos y los informales, que destruía los vínculos familiares, ponía sistemáticamente obstáculos a la acumulación de capitales; destruía el capital existente y arruinaba a los contribuyentes; además, la cláusula de las pensiones alimenticias ofrecía un incentivo para procrear hijos naturales.” (Términos del informe de los comisionados de la ley de pobres).

Desde luego, esta descripción de los efectos de la antigua ley de pobres es, en conjunto, exacta; las asignaciones favorecen la pereza y el incremento de la población “superflua”. En las condiciones sociales actuales, está claro que el pobre se ve obligado a ser egoísta y que, cuando puede elegir y vive tan bien de una manera como de otra, prefiere no hacer nada en vez de trabajar. Pero la única conclusión que se puede sacar de ello es que las condiciones sociales no valen nada y no que -como han estimado los comisionados malthusianos- hay que tratar la pobreza como un delito, según la teoría de la intimidación.

Pero esos sabios malthusianos estaban de tal manera convencidos de la infabilidad de su teoría, que no vacilaron un solo instante en lanzar a los pobres sobre el lecho de Procusto de sus ideas y tratarlos, según éstas, con la más repugnante dureza. Convencidos, como Malthus y los demás partidarios de la libre competencia, de que lo mejor sería dejar que cada quien se ocupe de sus asuntos, que se aplicara el laissez faire (dejad hacer) naturalmente, ellos hubieran preferido abrogar enteramente la ley de pobres. Pero como no tenían ni el valor ni la autoridad necesaria para ello, propusieron una ley lo más malthusiana posible, todavía más bárbara que el laissez faire, porque ella obra activamente, mientras que éste permanece pasivo. Hemos visto que Malthus hace de la pobreza, o más exactamente de la falta de trabajo, bajo el nombre de “superfluo”, un delito que la sociedad debe castigar con la muerte por hambre. Pero los comisionados no fueron enteramente tan bárbaros; morir de hambre, brutal y directamente resulta, incluso para un comisionado de la ley de pobres, algo demasiado horrible. Bueno, dicen ellos, ustedes los pobres tienen el derecho de existir, pero solamente de existir; no tienen el de multiplicarse ni el de vivir humanamente. Ustedes son una plaga nacional, y si no podemos eliminarlos inmediatamente como a cualquier azote nacional, es preciso que sepan a pesar de todo que son un azote, que deben ser mantenidos a raya e incapacitados para producir otros “‘superfluas”, ya sea directamente, ya sea induciéndolos a la pereza y la desocupación. Van a vivir, pero únicamente para servir de ejemplo destinado a poner en guardia a todos aquellos que pudieran tener alguna ocasión de convertirse igualmente en superfluos…”

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