«Te felicito con motivo de la Victoria, querida. Espera, ¡pronto estaré contigo!», escribió el soldado soviético Valentín Syrtsylin a su esposa Zina en una carta enviada desde Berlín en mayo de 1945, en la que compartió la emoción que se vivió en la capital de la Alemania nazi después de su capitulación.
«El 7 de mayo, a las seis y media de la tarde, centenares de explosiones de proyectiles antiaéreos centellearon sobre Berlín, cientos de cohetes se dispararon hacia el cielo para anunciar la victoria a todo el mundo. (…) Fue aquí, en Berlín, donde se decidió el destino de la guerra. Es nuestro orgullo eterno que nosotros, y nadie más, fuimos los primeros en entrar», escribió.
Fue aquí, en Berlín, donde se decidió el destino de la guerra
Esta y otras cartas enviadas desde el frente por millones de soldados soviéticos a sus familias son un emotivo recordatorio tanto de los horrores de la guerra como de la gran hazaña y el gran sacrificio del pueblo soviético. Valentín sobrevivió a esta guerra y fue uno de los que pudieron volver a ver a sus seres queridos, una suerte que no tuvieron los más de 26 millones de soviéticos que perdieron la vida en el campo de batalla.
Estas cartas eran el único medio por el que muchas personas podían recibir noticias de sus familiares en el frente y cada línea tenía mucha importancia.
«Solo quería informarles de que estoy vivo, porque sé cuánta alegría habrá en este día en mi tierra natal y al mismo tiempo cuántas lágrimas. Solo sé cuán dolorosos serán los días para aquellos que esperan una carta de su ser querido», escribió Alexéi Zelenski a sus padres el 9 de mayo de 1945 desde Austria.
¡Después de todo, estoy vivo! Quiero gritar muy fuerte: «¡Estoy vivo!» ¿Entienden la magnitud de esta palabra?
«Ha llegado el día esperado, con el que soñaban millones de personas. No pueden imaginar la profundidad total de la alegría que estamos experimentando aquí y que estoy experimentando yo. ¡Después de todo, estoy vivo! Quiero gritar muy fuerte: ‘¡Estoy vivo!’ ¿Entienden la magnitud de esta palabra? (…) Todos mis sueños están en este momento allí, cerca de ustedes, en mi tierra natal», escribió Alexéi.
El soldado Konstantín Vólkov no pudo reunirse con su familia ni celebrar la gran victoria. Murió en 1943 en la batalla de Kursk dos semanas después de enviar su última carta a su esposa Liza y sus cuatro hijos a una aldea en la región de Nizhni Nóvgorod (entonces Gorki).
Pero a pesar de esto, nosotros, los sobrevivientes, continuamos luchando contra el enemigo, lo golpeamos sin piedad y avanzamos
«Perdónenme por esta carta tan breve e incómoda. La escribo en unas condiciones en las que es imposible no confundirme, porque ahora sobre nosotros reina el caos absoluto: explosiones que hacen saltar la tierra por los aires junto con las llamas, convirtiéndola en polvo, con pólvora quemada, levantando partes o pedazos de víctimas y todo lo demás. A veces a 10 metros no se puede reconocer a un amigo. Así pasa nuestra vida (…) Pero a pesar de esto, nosotros, los sobrevivientes, continuamos luchando contra el enemigo, lo golpeamos sin piedad y avanzamos», escribió Konstantín, de la 53.ª brigada de rifles motorizados.
La batalla de Kursk, en la que perdió la vida Konstantín, es considerada como la mayor batalla de tanques de la historia y significó el final de la última ofensiva de la Alemania nazi en tierras soviéticas, además de marcar un punto de inflexión en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Recuerdos del pasado
Es con mucha ternura que la moscovita Kristina Kopýtina recuerda a su abuelo, al que la guerra le hizo pasar hambre, sufrimiento y los momentos más difíciles de su vida.
«El abuelo era mi mejor amigo en la época preescolar: alto, fuerte, con ojos azules, rizos grises y muy buen corazón», comparte Kristina, de 28 años, que dice que a su abuelo no le gustaba hablar sobre su infancia, que transcurrió en una aldea bielorrusa. Cuando llegó la guerra, junto con su madre y su hermana tenía que sobrevivir buscando comida y esperando a su padre, que se fue para nunca volver.
Cada 9 de mayo, mi abuelo encendía la radio, miraba por la ventana y lloraba
«Es lo más triste y grandioso que sé sobre el abuelo: que nunca dejó de esperar a su padre. El 9 de mayo de cada año, el abuelo encendía la radio, miraba por la ventana y lloraba cuando sonaba la canción de las grullas [una popular canción soviética sobre la guerra]. Creo que ese día finalmente se reunía con él», cuenta.
Kristina compartió su historia, tan parecida a miles de otras historias de familias de la antigua URSS afectadas por la Gran Guerra Patria, la guerra «sagrada», en el marco del proyecto especial de RT #PáginasDeLaVictoria en redes sociales. Este año, las celebraciones se trasladan principalmente al formato en línea, incluida la acción Regimiento Inmortal, que anualmente conmemora a los héroes de la guerra en decenas de ciudades de países de la antigua URSS y del resto del mundo.
«Es muy difícil explicar qué significa la guerra para mí. Para mí, antes que nada, es la historia de mi familia. Da miedo y hasta cierto punto es inimaginable, es difícil para mí pensarlo y darme cuenta de que todo esto realmente sucedió», relata Anastasía Kazachkova, estudiante de la Escuela de Diseño de una universidad moscovita, que participó en el proyecto especial con ilustraciones y retratos para las historias compartidas en las redes.
El pueblo ruso hará cualquier cosa para evitar una guerra
La memoria de estos terribles acontecimientos históricos debe permanecer para recordar a la humanidad cuánto sufrimiento puede traer una guerra y para hacer que la vida y la paz que tenemos ahora cuesten cada gota de la sangre derramada en el campo de batalla.
Para su libro ‘Diario ruso’, publicado en 1948, el escritor estadounidense John Steinbeck tuvo una conversación con el crítico literario y cinematográfico soviético, y veterano de la Segunda Guerra Mundial, Alexandr Karagánov. Steinbeck le preguntó «si el pueblo ruso, o una parte de él, o alguien en el Gobierno ruso, quiere una guerra».
«Aquí puedo decir muy tajantemente: ni el pueblo ruso, ni ninguna parte de él, ni parte del Gobierno ruso, quiere una guerra. Además, el pueblo ruso hará cualquier cosa para evitar una guerra. De eso estoy seguro», fue la respuesta del veterano.
Y así lo dice la letra de una canción del año 1961, escrita por el poeta soviético Yevgueni Yevtushenko: «¿Quieren los rusos una guerra? Pregúntalo al silencio sobre los campos, abedules y álamos. Pregúntales a esos soldados que yacen debajo de los abedules y deja que sus hijos te digan si los rusos quieren una guerra».