Mao Zedong INTERVENCIONES EN EL FORO DE YENAN SOBRE ARTE Y LITERATURA (II)

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III

 

    Puesto que ha quedado ya claro que nuestro arte y nuestra literatura son para las grandes masas del pueblo, podemos pasar a discutir un problema de relaciones internas del Partido: las relaciones entre el trabajo del Partido en el arte y la literatura y el trabajo del Partido en su conjunto, así como un problema de relaciones externas del Partido: las relaciones entre el trabajo del Partido en el arte y la literatura y el trabajo en este terreno de los no militantes, es decir, el problema del frente único en los círculos artísticos y literarios.

    Comencemos por el primer problema. En el mundo actual, toda cultura, todo arte y literatura pertenecen a una clase determinada y están subordinados a una línea política determinada. No existe, en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política o sea independiente de ella. El arte y la literatura proletarios son parte de la causa de la revolución proletaria en su conjunto; son, como decía Lenin, «ruedecilla y tornillo»[9] del mecanismo general de la revolución. Por lo tanto, el trabajo del Partido en el arte y la literatura ocupa una posición definida y precisa en el conjunto de su labor revolucionaria, y está subordinado a las tareas revolucionarias establecidas por el Partido para un determinado período revolucionario. Oponerse a esta subordinación conducirá, de seguro, al dualismo o al pluralismo, es decir, en su esencia, a lo que quería Trotski: «en la política: marxista, en el arte: burgués». No estamos de acuerdo en exagerar la importancia del arte y la literatura, pero tampoco convenimos en subestimarla. El arte y la literatura están subordinados a la política, pero, a su vez, ejercen una gran influencia sobre ésta. El arte y la literatura revolucionarios forman parte de la causa revolucionaria en su conjunto, son ruedecilla y tornillo de ella, y en comparación con otras partes más importantes, son, naturalmente, secundarios, menos significativos y menos urgentes, a pesar de lo cual son ruedecilla y tornillo indispensables del mecanismo general, parte indispensable de la causa de la revolución en su totalidad. Si no hubiera arte y literatura ni siquiera en su sentido más amplio y elemental, el movimiento revolucionario no podría avanzar ni triunfar. Es incorrecto no comprender esto.

 Además, al decir que el arte y la literatura están subordinados a la política, nos referimos a la política de clase, a la política de masas, no a la política de un reducido número de supuestos políticos. La política, ya sea revolucionaria o contrarrevolucionaria, constituye la lucha de una clase contra otra, y no la actividad de unos cuantos individuos. Las luchas revolucionarias en los frentes ideológico y artístico tienen que subordinarse a la lucha política, porque sólo a través de la política pueden expresarse en forma concentrada las necesidades de la clase y de las masas. Los políticos revolucionarios, especialistas en política que conocen la ciencia o el arte de la política revolucionaria, no son otra cosa que los líderes de millones de políticos — las masas –, y su tarea consiste en recoger las opiniones de estos políticos y, después de destilarlas, devolverlas a las masas, para que éstas las hagan suyas y las lleven a la práctica; no son los supuestos políticos, de tipo aristocrático, que trabajan a puertas cerradas, presumen de sabios y anuncian: «Esta es la única firma seria, y no tiene sucursales.» Tal es la diferencia de principio entre los políticos proletarios y los decadentes políticos burgueses. Precisamente por esto, puede existir completa unidad entre el carácter político de nuestro arte y nuestra literatura, y su veracidad. Es un error desconocer este punto y rebajar a la política y a los políticos del proletariado.

    Examinemos ahora la cuestión del frente único en los círculos artísticos y literarios. Corno el arte y la literatura están subordinados a la política y como el primer problema, el fundamental, de la actual política de China es la resistencia al Japón, los artistas y escritores del Partido deben, ante todo, unirse en torno al problema de la resistencia con todos los artistas y escritores que no pertenecen al Partido (desde sus simpatizantes y los artistas y escritores pequeñoburgueses, hasta todos aquellos artistas y escritores de la burguesía y de la clase terrateniente que aprueban la resistencia al Japón). En segundo lugar, debemos unirnos con ellos sobre la cuestión de la democracia; como una parte de los artistas y escritores antijaponeses no están de acuerdo con nosotros en esta cuestión, el alcance de la unidad será inevitablemente un poco más limitado. En tercer lugar, tenemos que unirnos con ellos sobre cuestiones propias del campo artístico y literario, las referentes a la técnica y al estilo en el arte; como somos partidarios del realismo socialista, que una parte de ellos no aprueba, el alcance de la unidad se reducirá aún más. Mientras sobre unas cuestiones existe unidad, en torno a otras hay lucha y crítica. Las cuestiones están separadas y, a la vez, ligadas entre sí, y por eso, incluso en las que engendran la unidad, tales como la resistencia al Japón, hay también lucha y crítica. En un frente único, son políticas erróneas la sola unidad sin lucha o la simple lucha sin unidad, como el capitulacionismo y el seguidismo de derecha o el exclusivismo y el sectarismo de «izquierda», practicados en el pasado por algunos camaradas. Esto es cierto tanto en política como en arte.

    Los artistas y escritores pequeñoburgueses constituyen en China una fuerza importante entre las diferentes fuerzas del frente único en los círculos artísticos y literarios. Existen muchos defectos en sus ideas y en sus obras, pero relativamente están inclinados a la revolución y cerca del pueblo trabajador. Por eso, es una tarea de particular importancia ayudarles a superar sus defectos y ganarlos para el frente que sirve al pueblo trabajador.
 

IV

    Uno de los principales métodos de lucha en el mundo del arte y la literatura es la crítica artística y literaria. Hay que desarrollar esta crítica; como nuestros camaradas han señalado con acierto, nuestra labor a este respecto ha sido realmente insuficiente. La crítica artística y literaria constituye un problema complejo y requiere muchos estudios especiales. Aquí sólo voy a insistir en el problema básico: los criterios en la crítica. Además, expondré brevemente mis opiniones sobre ciertos problemas particulares planteados por algunos camaradas y sobre algunos puntos de vista incorrectos.

    En la crítica artística y literaria existen dos criterios: el político y el artístico. Según el criterio político, es bueno todo lo que favorece la unidad y la resistencia al Japón, estimula a las masas a proceder con una sola voluntad o se opone al retroceso e impulsa el progreso; en cambio, es malo todo cuanto daña la unidad y la resistencia al Japón, fomenta entre las masas disensiones y discordias o se opone al progreso y arrastra a la gente hacia atrás. ¿En qué basarnos para distinguir lo bueno de lo malo, en el móvil (deseo subjetivo) o en el efecto (práctica social)? Los idealistas dan valor al móvil y desconocen el efecto, mientras los materialistas mecanicistas dan valor al efecto y desconocen el móvil; en oposición a ambos, nosotros, materialistas dialécticos, sostenemos la unidad del móvil y el efecto. El móvil de servir a las masas es inseparable del efecto de ganarse su aprobación, y los dos deben estar unidos. El móvil de servir a un individuo o a un pequeño grupo no es bueno, y tampoco lo es el móvil de servir a las masas cuando su efecto no es ganar su aprobación y beneficiarlas. Al examinar el deseo subjetivo de un autor, es decir, si su móvil es justo y bueno, no juzgamos por sus declaraciones, sino por el efecto que sus actividades (principalmente sus obras) tienen sobre las masas en la sociedad. La práctica social y su efecto son el criterio para juzgar el deseo subjetivo o móvil. Rechazamos el sectarismo en nuestra crítica artística y literaria y, ateniéndonos al principio general de unidad para la resistencia al Japón, debemos permitir la existencia de obras artísticas y literarias con diversas actitudes políticas. Pero al mismo tiempo, en la crítica tenemos que mantenernos con firmeza en nuestra posición de principio, y criticar y refutar severamente todas las obras artísticas y literarias que contengan puntos de vista antinacionales, anticientíficos, antipopulares o anticomunistas, porque el móvil y el efecto de esas llamadas obras artísticas y literarias es te buenas todas las obras que poseen una calidad artística más o menos alta, y malas o relativamente malas las que tienen una calidad artística más o menos baja. Claro que para hacer esta diferenciación también hay que considerar el efecto social. Casi no hay artista o escritor que no estime bellas sus propias obras, y nuestra crítica ha de permitir la libre competición de las más variadas obras artísticas; pero también es del todo necesario criticarlas correctamente según los criterios de la ciencia del arte, de manera que el arte de un nivel inferior se eleve poco a poco a otro más alto, y que el arte que no satisface las demandas de la lucha de las grandes masas se transforme en un arte que las satisfaga.

    Existiendo un criterio político y un criterio artístico, ¿cuál es la relación entre ellos? La política no equivale al arte, ni una concepción general del mundo equivale a un método de creación y crítica artísticas. No sólo negamos que haya un criterio político abstracto y absolutamente invariable, sino que haya un criterio artístico abstracto y absolutamente invariable; en toda sociedad de clases, cada clase tiene sus propios criterios político y artístico. Pero todas las clases, en todas las sociedades de clases, siempre colocan el criterio político en el primer lugar y el artístico en el segundo. La burguesía rechaza siempre las obras del arte y la literatura proletarias, por muy grandes que sean sus méritos artísticos. El proletariado, a su vez, debe examinar, en primer término, la actitud hacia el pueblo de las obras artísticas y literarias de las épocas pasadas y si tienen una significación progresista en la historia, y de este modo adoptar una actitud diferenciada hacia ellas. Algunas obras, radicalmente reaccionarias desde el punto de vista político, pueden tener al mismo tiempo cierta calidad artística. Cuanto más reaccionario sea el contenido de una obra y cuanto más elevada su calidad artística, tanto más puede envenenar al pueblo, y mayor razón existe para rechazarla. La característica común del arte y la literatura de todas las clases explotadoras en su período de decadencia, es la contradicción entre su contenido político reaccionario y su forma artística. Lo que exigimos es la unidad de la política y cl arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grado posible de perfección de la forma artística. Por progresista que sea en lo político, una obra de arte que no tenga valor artístico, carecerá de fuerza. Por eso nos oponemos, tanto a las obras artísticas con puntos de vista políticos erróneos, como a la creación de obras al «estilo de cartel y consigna», obras acertadas en su punto de vista político pero carentes de fuerza artística. En el problema del arte y la literatura, tenemos que sostener una lucha en dos frentes.

    Estas dos tendencias existen en la mente de numerosos camaradas. Ya que muchos camaradas tienden a descuidar el aspecto artístico, hay que prestar atención a elevar su nivel artístico. Pero, a mi ver, el aspecto político constituye, en el presente, el problema más grave. Hay camaradas que carecen de conocimientos políticos elementales, y por consiguiente tienen toda suerte de ideas confusas. Permítanme citar algunos ejemplos sacados de Yenán.

    «La teoría de la naturaleza humana.» ¿Existe una cosa llamada naturaleza humana? Claro que existe. Pero sólo hay naturaleza humana en concreto, y no en abstracto. En una sociedad de clases, únicamente hay naturaleza humana clasista, y no existe naturaleza humana más allá de las clases. Nosotros somos partidarios de la naturaleza humana del proletariado y de las grandes masas populares, mientras la clase terrateniente y la burguesía están por la naturaleza humana de sus propias clases, sólo que no lo dicen, y la presentan como la única naturaleza humana que existe. La naturaleza humana pregonada por ciertos intelectuales pequeñoburgueses está también divorciada o en contra de las grandes masas populares; lo que ellos llaman naturaleza humana no es, en esencia, más que individualismo burgués, y por lo tanto, a sus ojos, la naturaleza humana proletaria es incompatible con la «naturaleza humana». Así es como se presenta «la teoría de la naturaleza humana» que propugnan hoy algunos en Yenán como base para su llamada teoría del arte y la literatura. Esta teoría es enteramente errónea.

    «El punto de partida fundamental para el arte y la literatura es el amor, el amor de la humanidad.» Es cierto que el amor puede servir de punto de partida, pero existe otro punto de partida, que es el fundamental. El amor es un concepto, un producto de la práctica objetiva. En esencia, no partimos de conceptos, sino de la práctica objetiva. Nuestros artistas y escritores que provienen de la intelectualidad aman al proletariado porque la sociedad les ha hecho sentir que tienen con él un destino común. Y nosotros odiamos al imperialismo japonés porque nos oprime. En el mundo no existe en absoluto amor ni odio que no tenga su causa. En cuanto al «amor de la humanidad», no ha habido un amor tal que todo lo abarque desde que la humanidad se dividió en clases. A todas las clases dominantes del pasado les gustaba predicar este amor, y también a muchos de los pretendidos santos y sabios, pero nadie lo ha llevado nunca verdaderamente a la práctica por la sencilla y simple razón de que es impracticable en una sociedad de clases. Nacerá el verdadero amor de la humanidad, nacerá cuando hayan sido eliminadas las clases en todo el mundo. Las clases han dividido la sociedad en muchos grupos antagónicos; después de la eliminación de las clases, vendrá el amor de toda la humanidad, pero éste todavía no existe. No podemos amar a nuestros enemigos ni los males sociales; nuestro propósito es eliminar a unos y otros. Esto es de sentido común; ¿puede haber entre nuestros artistas y escritores quienes todavía no lo comprendan?

    «Las obras artísticas y literarias siempre han descrito la claridad y las tinieblas con igual énfasis, mitad y mitad.» Esta afirmación contiene muchas ideas confusas. El arte y la literatura no han procedido siempre así. Muchos escritores pequeñoburgueses nunca han logrado encontrar la claridad. Sus obras revelan únicamente las tinieblas y reciben el nombre de «literatura de denuncia»; algunas simplemente han asumido como misión exclusiva la prédica del pesimismo y la misantropía. Por el contrario, la literatura soviética del período de la construcción socialista retrata principalmente la claridad. También describe defectos en el trabajo y personajes negativos, pero sólo como contraste para hacer resaltar la claridad del cuadro en su conjunto y no en la proporción de «mitad y mitad». Los artistas y escritores de la burguesía en el período reaccionario de esta clase retratan a las masas revolucionarias como malhechores, y se describen a sí mismos como santos, con lo cual intervienen la claridad y las tinieblas. Sólo los artistas y escritores verdaderamente revolucionarios pueden resolver correctamente el problema de qué se debe ensalzar y qué denunciar. Es preciso denunciar a todas las fuerzas tenebrosas que perjudican a las masas populares, y ensalzar todas las luchas revolucionarias de éstas: he aquí la tarea fundamental de los artistas y escritores revolucionarios.

    «La misión del arte y la literatura siempre ha sido denunciar.» Esta afirmación, como la anterior, proviene de la falta de conocimientos de la ciencia de la historia. El arte y la literatura, como hemos explicado más arriba, nunca se han limitado a denunciar. Para los artistas y escritores revolucionarios, el objeto de denuncia sólo pueden ser los agresores, explotadores y opresores, y su nefanda influencia sobre el pueblo, y nunca las masas populares. Las masas populares también tienen defectos, que deben ser superados por medio de la crítica y la autocrítica en el seno del pueblo, y esta crítica y autocrítica representan también una de las tareas más importantes del arte y la literatura. Pero esto no debe considerarse como «denunciar al pueblo». Respecto al pueblo, el problema reside fundamentalmente en educarlo y elevar su nivel. Sólo los artistas y escritores contrarrevolucionarios pintan al pueblo como «tontos de nacimiento» y a las masas revolucionarias como «despóticos malhechores».

    «Estamos aún en el período de las prosas satíricas, y el estilo de Lu Sin todavía es necesario.» Lu Sin vivía bajo la dominación de las fuerzas tenebrosas y estaba privado de la libertad de palabra y por eso tenía toda la razón al batallar valiéndose de esas prosas, llenas de sátira quemante e ironía glacial. Nosotros también tenemos que ridiculizar mordazmente al fascismo, a la reacción china y a todo lo que perjudique al pueblo, pero en la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia y en las bases de apoyo antijaponesas tras las líneas enemigas, donde se otorga plena democracia y libertad a los artistas y escritores revolucionarios y se priva de ellas sólo a los contrarrevolucionarios, el estilo de las prosas satíricas no debe ser simplemente igual al de Lu Sin. Podemos gritar a voz en cuello y no tenemos necesidad de recurrir a expresiones veladas o indirectas, difíciles de captar para las grandes masas populares. Al referirse al pueblo, y no a los enemigos de éste, incluso el Lu Sin del «período de las prosas satíricas» jamás ridiculizaba ni atacaba al pueblo revolucionario ni al partido revolucionario, y el estilo de las prosas satíricas dedicadas al pueblo era completamente distinto al de las dirigidas contra el enemigo. Es necesario criticar los defectos del pueblo, como ya hemos dicho, pero al hacerlo, debemos adoptar verdaderamente su posición y hablar llenos del ardiente deseo de protegerlo y educarlo. Tratar a los camaradas como a enemigos es pasarse a la posición del enemigo. ¿Quiere decir esto que vamos a abolir la sátira? No, la sátira siempre es necesaria. Pero existen varias clases de sátira: sátira hacia nuestros enemigos, sátira hacia nuestros aliados y sátira hacia nuestras propias filas, cada una de las cuales supone una actitud distinta. No estamos en contra de la sátira en general, pero debemos descartar su abuso.

    «No soy dado a la alabanza y el elogio; las obras de los que ensalzan la claridad no son necesariamente grandes, y las obras de los que pintan las tinieblas no son forzosamente insignificantes.» Si usted es un artista o escritor burgués, no ensalzará al proletariado sino a la burguesía, y si es un artista o escritor proletario, no ensalzará a la burguesía sino al proletariado y al pueblo trabajador; ha de ser lo uno o lo otro. Las obras de los que ensalzan la claridad de la burguesía no son necesariamente grandes, ni las de los que pintan sus tinieblas son forzosamente insignificantes; las obras de los que ensalzan la claridad del proletariado no carecen inevitablemente de grandeza, mientras que las de los que pintan las llamadas «tinieblas» del proletariado son, de seguro, insignificantes. ¿No son éstos hechos que registra la historia del arte y la literatura? ¿Por qué no hemos de ensalzar al pueblo, creador de la historia de la humanidad? ¿Por qué no hemos de ensalzar al proletariado, al Partido Comunista, a la nueva democracia y al socialismo? Existe también un tipo de personas que no sienten entusiasmo por la causa del pueblo y adoptan la actitud del espectador indiferente ante la lucha y la victoria del proletariado y su vanguardia; lo que les interesa y nunca se cansarán de elogiar no es otra cosa que su propia persona y quizá algunos sujetos más de su pequeña camarilla. Semejantes individualistas pequeñoburgueses no desean, naturalmente, alabar las hazañas y virtudes del pueblo revolucionario ni estimular su valor en la lucha y su confianza en la victoria. Sujetos así no son más que carcomas en las filas revolucionarias, y en verdad, el pueblo revolucionario no necesita de semejantes «cantores».

    «No es cuestión de posición; mi posición es acertada, mis intenciones son buenas y todo lo comprendo bien, pero no logro expresarme y por eso el resultado es malo.» Ya he hablado acerca del punto de vista materialista dialéctico sobre el móvil y el efecto. Ahora quisiera preguntar: ¿No es la cuestión del efecto una cuestión de posición? Una persona que actúa sólo según su móvil sin que le importe el efecto, es como un médico que se limita a extender recetas sin preocuparse de cuántos pacientes mueren por culpa suya, o como un partido político que se limita a formular declaraciones sin preocuparse de que sean llevadas a la práctica. Cabe preguntar: ¿Es acertada tal posición? ¿Son buenas tales intenciones? Claro que es posible equivocarse, incluso si se tiene en cuenta de antemano el efecto de una acción determinada, pero, ¿son buenas las intenciones si se insiste en actuar de la misma manera cuando los hechos han probado que el efecto es nocivo? Al juzgar a un partido político o a un médico, debemos tener en cuenta la práctica y el efecto; lo mismo tenemos que hacer al juzgar a un escritor. Quién está animado por una intención realmente buena tiene que tomar en consideración el efecto, resumir sus experiencias y estudiar los métodos o, como se dice en el trabajo de creación, la técnica de expresión. Quien tiene una intención realmente buena debe criticar con toda sinceridad las deficiencias y errores de su propio trabajo, y estar resuelto a corregirlos. Es así como los comunistas aplican el método de la autocrítica. Esta es la única posición acertada. Y sólo mediante el proceso de una práctica seria y responsable se puede comprender paso a paso cuál es la posición acertada y hacerla suya gradualmente. Si uno, en vez de avanzar en esta dirección en la práctica, se considera infalible y afirma que «todo lo comprende bien», en realidad no habrá comprendido nada.

    «Llamarnos a estudiar el marxismo es repetir el error del método materialista dialéctico de creación, y perjudicará el impulso creador.» Estudiamos marxismo con el fin de aplicar el punto de vista del materialismo dialéctico y del materialismo histórico en la observación del mundo, de la sociedad, del arte y la literatura, y no con el fin de escribir disertaciones filosóficas en nuestras obras artísticas y literarias. El marxismo sólo puede abarcar, pero no reemplazar el realismo en la creación artística y literaria, igual que sólo puede abarcar, pero no sustituir las teorías atómica y electrónica en la física. Las fórmulas dogmáticas, vacías y secas, destruyen el impulso creador; pero no sólo eso, sino que también, y en primer término, destruyen el marxismo. El «marxismo» dogmático no es marxismo sino antimarxismo. Entonces, ¿no destruye el marxismo al impulso creador? Sí, ciertamente destruirá los impulsos creadores feudales, burgueses, pequeñoburgueses, liberales, individualistas, nihilistas, del arte por el arte, aristocráticos, decadentes, pesimistas, así como todo otro impulso creador ajeno a las masas populares y al proletariado. En lo que concierne a los artistas y escritores proletarios, ¿no deben ser destruidos semejantes impulsos? Yo creo que sí; tienen que ser destruidos totalmente, y a medida que sean destruidos, podrá edificarse lo nuevo.
 

V

    ¿Qué revela el hecho de que los problemas arriba mencionados existan en nuestros círculos artísticos y literarios de Yenán? Revela que en este campo subsisten en serias proporciones estilos de trabajo erróneos, y que entre nuestros camaradas hay aún muchos defectos tales como idealismo, dogmatismo, ilusiones, palabrería, desdén hacia la práctica y divorcio de las masas, todo lo cual requiere una efectiva y seria campaña de rectificación.

    Muchos de nuestros camaradas continúan sin distinguir muy claramente entre el proletariado y la pequeña burguesía. Muchos miembros del Partido se han incorporado a él en el plano organizativo, pero ideológicamente no lo han hecho del todo o incluso no lo han hecho en absoluto. Los que no se han incorporado al Partido ideológicamente conservan aún en sus cabezas mucha basura de las clases explotadoras y no tienen la más ligera noción de lo que es la ideología proletaria, el comunismo y el Partido. Piensan: ¿Ideología proletaria? ¡La misma cosa de siempre! No tienen idea de que adquirirla no es nada fácil. Algunos jamás olerán a comunista en toda su vida y acabarán marchándose del Partido. Por lo tanto, aunque la mayoría en nuestro Partido y nuestras filas es pura, debemos emprender una concienzuda labor de consolidación tanto en el terreno ideológico como en el organizativo para conducir el movimiento revolucionario a un desarrollo más vigoroso y a una victoria más rápida. A fin de lograr la consolidación organizativa, se requiere primero la consolidación ideológica, esto es, la lucha de la ideología proletaria contra las no proletarias. En los círculos artísticos y literarios de Yenán ya ha comenzado una lucha ideológica, lo que era muy necesario. Los intelectuales de origen pequeñoburgués siempre se obstinan por todos los medios, incluidos los artísticos y literarios, en manifestarse, difundir sus propias opiniones y exigir que el Partido y el mundo se remodelen a su propia imagen. En tales circunstancias, nuestro deber es gritarles: «Camaradas», ¡eso no funciona! El proletariado no puede adaptarse a ustedes; someterse a la voluntad de ustedes sería, en realidad, someterse a la de los grandes terratenientes y la gran burguesía y poner en peligro de muerte al Partido y al país. Entonces, ¿a la voluntad de quién debemos someternos? Sólo podemos transformar el Partido y el mundo a imagen de la vanguardia proletaria. Esperarnos que nuestros camaradas de los círculos artísticos y literarios comprendan la importancia de esta gran controversia y participen activamente en esta lucha, de manera que cada camarada sea sano ideológicamente y que nuestras filas, en su conjunto, lleguen a estar verdaderamente unidas y consolidadas en lo ideológico y organizativo.

    Como resultado de su confusión ideológica, muchos de nuestros camaradas no son muy capaces de hacer una distinción adecuada entre las bases de apoyo revolucionarias y las regiones dominadas por el Kuomintang, lo cual les ha conducido a cometer muchos errores. Numerosos camaradas llegaron aquí desde los cuchitriles de Shanghai[10]; al llegar de esos cuchitriles a las bases de apoyo revolucionarias, no sólo se han trasladado de un lugar a otro sino también de una época histórica a otra. Una corresponde a una sociedad semifeudal y semicolonial bajo el dominio de los grandes terratenientes y la gran burguesía, y la otra, a una sociedad revolucionaria de nueva democracia bajo la dirección del proletariado. Llegar a las bases de apoyo revolucionarias significa entrar en una época sin precedentes en la milenaria historia de China, una época en que las grandes masas populares ejercen el Poder. Tanto la gente que nos rodea, como el público al que se dirige nuestra propaganda son enteramente diferentes. La época pasada se ha ido para no volver. Por eso tenemos que unirnos a las nuevas masas sin ninguna vacilación. Si, a pesar de vivir entre las nuevas masas, algunos camaradas, como dije en mi primera intervención, aún «carecen dé conocimiento profundo y comprensión» y siguen siendo «héroes sin escenario donde realizar sus proezas», entonces se encontrarán con dificultades no sólo cuando vayan a las aldeas, sino también aquí mismo, en Yenán. Algunos camaradas piensan: «Lo mejor que puedo hacer es seguir escribiendo para los lectores de la Gran Retaguardia[11]; es un trabajo que conozco bien y que tiene importancia nacional.» Esta idea es completamente errónea. La Gran Retaguardia también cambia, y los lectores de allá no necesitan que los autores de las bases de apoyo revolucionarias les cuenten las historias aburridas de siempre; esperan que les hablen de los nuevos hombres y del mundo nuevo. Por lo tanto, cuanto más una obra esté escrita para las masas de las bases de apoyo revolucionarias, tanto mayor será su importancia nacional. La novela de Alejandro Fadéiev La derrota [12] sólo relata las acciones de una pequeña guerrilla, y no fue creada para satisfacer el gusto de los lectores del mundo viejo; no obstante, tuvo una influencia mundial, o por lo menos, como todos saben, un inmenso efecto en nuestro país. China marcha hacia adelante, no hacia atrás, y son las bases de apoyo revolucionarias, y no cualquier región atrasada, retrógrada, las que la dirigen en su avance. En el curso de la campaña de rectificación, los camaradas tienen ante todo que llegar a comprender este problema fundamental.

    Puesto que es necesario integrarse con la nueva época, la época de las masas, hay que solucionar radicalmente el problema de la relación entre el individuo y las masas. Deben ser nuestro lema estos versos de Lu Sin: 

Fiero el ceño, desafío fríamente al mandarín que me señala
[con el dedo,
Humillando la frente, cual manso buey sirvo gustoso al niño. [13]

    Al decir «mandarín» alude a nuestros enemigos, a quienes nunca nos someteremos, por feroces que sean. Al decir «niño» se refiere al proletariado y a las grandes masas populares. Todos los comunistas, todos los revolucionarios, todos los artistas y escritores revolucionarios deben seguir el ejemplo de Lu Sin y ser «bueyes» para el proletariado y las grandes masas populares, sirviéndoles con toda devoción hasta el día de su muerte. Para unirse con las masas y servirlas, los intelectuales tienen que pasar por un proceso de conocimiento mutuo con ellas. Este proceso puede implicar, e implica ineludiblemente, muchos sufrimientos y fricciones, pero si ustedes están decididos a ello, podrán alcanzar este propósito.

    Cuanto hoy he dicho, se refiere tan sólo a los problemas de la orientación fundamental de nuestro movimiento artístico y literario, pero existen muchos otros problemas específicos que exigen un estudio ulterior. Estoy convencido de que los camaradas aquí presentes están decididos a seguir esta orientación. Creo que, en el curso de la campaña de rectificación y en el largo período de estudio y trabajo que les espera, ustedes serán capaces de transformarse y transformar sus obras, de crear muchas obras excelentes que tendrán calurosa acogida entre las masas populares, y de llevar el movimiento artístico y literario en las bases de apoyo revolucionarias y en todo el país a una nueva y luminosa etapa.
 


 

NOTAS
 

[1]Véase V. I. Lenin, «La organización del Partido y la literatura del Partido», obra en la que al analizar las características de la literatura proletaria, dice:

«Será una literatura libre, porque no han de ser el afán de lucro y el arribismo, sino la idea del socialismo y la simpatía por los trabajadores las que incorporen a sus filas nuevas fuerzas. Será una literatura libre, porque servirá no a damiselas hastiadas de todo, no a los ‘diez mil de arriba’, cargados de aburrimiento y de grasa, sino a millones y decenas de millones de trabajadores, que son la flor y nata del país su fuerza, su futuro. Será una literatura libre que fecundará la última palabra del pensamiento revolucionario de la humanidad con la experiencia y el trabajo vivo del proletariado socialista, una literatura que establecerá una constante acción recíproca entre la experiencia del pasado (el socialismo científico, culminación del desarrollo del socialismo desde sus formas primitivas, utópicas) y la experiencia del presente (la lucha actual de los camaradas obreros).»   [pág. 74]

[2]Miembro del contrarrevolucionario Partido Socialista Nacional. Propagó durante largo tiempo las ideas de la burguesía reaccionaria de los Estados Unidos sobre arte y literatura, se opuso obstinadamente a la revolución y denigró el arte y la literatura revolucionarios.    [pág. 74]

[3]Chou Tsuo-yen y Chang Tsi-ping capitularon ante los invasores japoneses después de que éstos ocuparon Pekín y Shanghai en 1937.    [pág. 75]

[4]Véase «Mi opinión sobre la Unión dé Escritores de Izquierda», colección «‘Dos corazones», Obras Completar de Lu Sin, t. IV.    [pág. 78]

[5]Véase «Muerte», «Apéndice» de «Ultima colección de las prosas satíricas escritas en el cuchitril Chiechie», Obras Completas de Lu Sin, t. VI.    [pág. 80]

[6]Opereta popular china, con sólo dos personajes, un vaquerito y una joven aldeana, cuyo contenido se expresa por medio de preguntas y respuestas entre los dos. En los primeros días de la Guerra de Resistencia, esta forma, con letra nueva, fue utilizada para hacer la propaganda antijaponesa y alcanzó en su tiempo gran popularidad.    [pág. 82]

[7]En chino, son caracteres sencillos de pocos trazos, que se solían enseñar en las primeras lecciones de las viejas cartillas de lectura para escuelas primarias.    [pág. 82]

[8]Canciones del reino de Chu (siglo III a.n.e.). La música de «Canción de los pobres rústicos» era inferior a la dé «La blanca nieve primaveral». En «Respuestas de Sung Yu al rey de Chu», recopilado en Antología literaria, se dice que cuando un cantor entonaba en la capital de Chu «La blanca nieve primaveral», sólo unas pocas decenas de personas la coreaban, pero cuando cantaba «Canción de los pobres rústicos», lo hacían miles.    [pág. 84]

[9]Véase V. I. Lenin, «La organización del Partido y la literatura del Partido», obra en la que dice: «La literatura debe ser parte de la causa general del proletariado, debe ser `ruedecilla y tornillo’ del único y gran mecanismo socialdemócrata, puesto en movimiento por toda la vanguardia consciente de toda la clase obrera.»    [pág. 85]

[10]En aquellos tiempos, en Shanghai, la mayoría de los artistas, escritores, intelectuales y empleados subalternos, con escasos recursos, vivían en cuchitriles.    [pág. 95]

[11]Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, la gente llamaba Gran Retaguardia a los vastos territorios del Sudoeste y Noroeste de China, no ocupados

pág. 98

por los invasores japoneses y que se encontraban bajo la dominación del Kuomintang, para distinguirlos de la Pequeña Retaguardia, nombre que se daba a las bases de apoyo antijaponesas situadas tras las líneas enemigas y dirigidas por el Partido Comunista.    [pág. 95]

[12]Esta novela, del célebre escritor soviético Alejandro Fadéiev, publicada en 1927, relata la lucha sostenida, durante la guerra civil de la Unión Soviética, por una guerrilla de obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios de Siberia contra los bandidos contrarrevolucionarios. Esta novela fue traducida al chino por Lu Sin.    [pág. 96]

[13]Véase «Burlándome de mí mismo», «Recopilación fuera de toda recopilación», Obras Completas de Lu Sin, t. VII.    [pág. 96]

 

 

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