EL GOBIERNO ALEMÁN CONVIERTE EN DELITO PROTESTAR CONTRA EL REARME

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¿Qué hay detrás del negocio armamentista alemán?

En medio de una ola de rearme sin precedentes, Alemania ha comenzado a prohibir protestas pacíficas contra su industria militar. Activistas, juristas y ciudadanos denuncian una deriva autoritaria. ¿Qué se esconde detrás de esta represión?

POR HANSI QUEDNAU PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

    Desde hace años, el gobierno de Alemania viene apostando por una militarización acelerada. Pero ahora pretende también  silenciar a quienes se oponen a ella.

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      Hace unas pocas fechas, un grupo de manifestantes quiso alzar la voz contra el rearme y la expansión militar. Planeaban protestar pacíficamente frente a la fábrica de armamento Rheinmetall, una de las mayores productoras de armas de Europa.

    Pero el Estado alemán decidió prohibirles hablar. Literalmente. La ciudad de Kassel vetó la acampada del movimiento Rheinmetall Entwaffnen (“Desarmar Rheinmetall”), y otras ciudades como Colonia o Düsseldorf siguieron el mismo ejemplo: se desplegaron antidisturbios, se disolvieron concentraciones y se detuvo a activistas. ¿La razón? Según las autoridades, estas protestas podrían «alterar el orden público».

     Pero ¿qué orden se defiende cuando se prohíbe cuestionar el negocio de la guerra?

EL NEGOCIO DEL REARME EN ALEMANIA

      Desde el inicio de la guerra en Ucrania, Alemania ha multiplicado su gasto militar. En solo dos años, ha pasado de invertir 50.000 millones a más de 100.000 millones de euros en defensa. El canciller Olaf Scholz lo llamó «el cambio de época». Y, efectivamente, lo es: no solo por el dinero, sino por el giro ideológico.

   La empresa Rheinmetall se ha convertido en el símbolo de esta nueva etapa. No solo fabrica tanques y municiones, sino que ahora se autodenomina como “motor de la soberanía europea”. Sus acciones en bolsa se dispararon, mientras los conflictos se intensifican en Europa del Este, África y Oriente Medio. El Estado alemán no solo le compra armas, sino que la protege: cuando hay protestas frente a sus instalaciones, las fuerzas de seguridad intervienen, no para defender el derecho a manifestarse, sino para asegurar el funcionamiento de la industria armamentística.

CUANDO PROTESTAR ES “PELIGROSO”

     Los portavoces del movimiento “Rheinmetall Entwaffnen” explicaron que su objetivo era claro: denunciar cómo el rearme, lejos de ser una respuesta defensiva, responde a intereses económicos concretosque priorizan los beneficios sobre las vidas humanas.

    Planeaban ocupar el espacio público, debatir, informar, acampar y hacer acciones no violentas. Pero el Estado respondió con represión: identificaciones masivas, amenazas, vigilancia previa e incluso prohibiciones preventivas de reuniones que ni siquiera se habían concretado.

     Este tipo de medidas recuerda a otros momentos oscuros de la historia alemana. No se trata de exagerar ni de comparar directamente, pero sí de preguntarse: ¿qué tipo de democracia es aquella que silencia al que se opone al negocio de matar?

 

¿DÓNDE QUEDA LA «LIBERTAD DE EXPRESIÓN»?

     Irónicamente, mientras Alemania dice defender la libertad y los derechos humanos en Ucrania, impide que sus propios ciudadanos critiquen la industria de la guerra. Muchos juristas han señalado que estas prohibiciones podrían ser ilegales. Ya desde  2021, el movimiento ya había sido blanco de ataques legales, pero un tribunal administrativo les dio la razón: protestar contra las armas era un derecho constitucional. Ahora, sin embargo, las autoridades locales parecen ignorar esa jurisprudencia.

     Como explican desde el diario Junge Welt, esta represión se produce en un contexto de endurecimiento generalizado: los servicios de inteligencia han ampliado la vigilancia de colectivos pacifistas, los sindicatos que se posicionan contra la guerra sufren presiones, y los medios más críticos son etiquetados como “radicales”.

   No se trata solo de censurar una protesta concreta, sino de enviar un mensaje: quien cuestione el militarismo, será vigilado, reprimido o excluido.

 

   DETRÁS DE LA MILITARIZACIÓN: UNA LÓGICA DE CLASE

    Para entender este giro autoritario no basta con hablar de “seguridad nacional”. Es fundamental mirar a quién beneficia esta política. Mientras millones de alemanes enfrentan inflación, escasez de vivienda y precariedad laboral, el Estado destina miles de millones a blindar a empresas que obtienen ganancias vendiendo armas. Esta transferencia de recursos públicos hacia manos privadas se presenta como «defensa», pero en realidad refleja una lógica profunda: la de un sistema económico que necesita de la guerra —o su amenaza— para sostener sus tasas de ganancia.

     No es casual que quienes cuestionan esta lógica sean quienes más sufren la represión. Al prohibir las protestas antimilitaristas, el Estado no solo defiende “el orden público”, sino la estabilidad de un sistema que convierte la guerra en un negocio rentable. Como dijo un manifestante en Colonia:

“Cuando las bombas traen beneficios, hablar de paz se vuelve subversivo”.

UNA PREGUNTA ABIERTA

     Lo que está ocurriendo en Alemania plantea un dilema más amplio. ¿Es posible defender la democracia silenciando a quienes se oponen a la guerra? ¿Se puede proteger la libertad mientras se reprimen las voces que exigen paz y justicia social?

    Lejos de tratarse de un episodio aislado, esta ola represiva refleja una tendencia global: en tiempos de crisis, los gobiernos apuestan por más armas, más vigilancia y menos derechos. Frente a ello, quienes alzan la voz por la paz no solo desafían a una industria, sino a todo un sistema que necesita el conflicto para sobrevivir.

FUENTES CONSULTADAS:

Junge Welt (www.jungewelt.de)
Der Freitag (www.freitag.de)
ND Aktuell (www.nd-aktuell.de)
Movimiento Rheinmetall Entwaffnen (https://rheinmetallentwaffnen.noblogs.org/)
Tribunal Administrativo de Hesse (fallo sobre protestas 2021)

https://canarias-semanal.org/art/38397/el-gobierno-aleman-convierte-en-delito-protestar-contra-el-rearme

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