EXEQUIAS POR LA CLASE OBRERA : UN DECESO SIN AUTOPSIA

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«Mientras algunos se preguntan si los obreros aún existen, miles de millones de ellos en todo el mundo, se levantan cada mañana para trabajar por sueldos de miseria»

Durante los últimos años se nos ha repetido que la clase trabajadora ha ido desapareciendo en las sociedades occidentales desarrolladas, que, en realidad, ya se ha esfumado, que quedó atrás con las antiguallas de los siglos XIX y XX. Ni que decir tiene que tan rotunda aseveración ha logrado provocar un gran impacto, incluso en partidos y sindicatos que blasonaban de ostentar su representación de esa clase social. No pocos de ellos se apresuraron rápidamente a cambiar de nombre y de programa ante las «nuevas realidades sociales». Pero, ¿qué es lo que nos ponen de manifiesto los datos? En este artículo, nuestro colaborador Manuel Medina incursiona en el fenómeno y nos proporciona un diagnóstico.

 POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

     En el curso de las dos últimas décadas, ha sido frecuente que desde los medios de comunicación, las editoriales de prensa e, incluso, desde las portavocías de partidos y sindicatos reformistas se apresuraran a exhibirnos una suerte de acta de defunción social“la clase obrera ha desaparecido”, nos repiten como si de un mantra se tratara.

      «Ya no estamos en los tiempos de los obreros de mono azul y fábricas humeantes», -nos dejan caer con un cierto tono de regocijada maledicencia.  «Ahora todo el mundo quiere ser clase media, emprendedor o influencer«.

    No faltan siquiera destacados personajes de la política nacional, el presidente Pedro Sánchez, sin ir más lejos-, que han llegado hasta rebautizarla con la pomposa denominación de «clase media trabajadora».  

    De acuerdo con la narrativa de esta historieta, los cambios que se han producido en el trabajo, la tecnología, y el consumo habrían disuelto a ese sujeto histórico que, según muchos mantenemos, no solo constituye el motor de las transformaciones sociales, sino que, además, en la medida que el capitalismo se desarrolla, está dando más señales de vida que nunca.  Aunque ahora presenten nuevas caras, nuevos oficios y nuevos tipos de luchas.

  LA HIPÓTESIS DE LA DESAPARICIÓN: ¿QUÉ SE DICE EXACTAMENTE?

     Conviene precisar, no obstante, que la idea de que «la clase obrera ya no existe» no es, ni mucho menos, una novedad. Comenzó a tomar fuerza allá por los años 80 y 90 del siglo pasado, justo cuando el neoliberalismo se imponía arrasadoramente como modelo global.

   Las «reconversiones industriales» en Europa, el cierre de fábricas, la automatización y la expansión del sector servicios fueron utilizados como “pruebas constatables» de que los proletarios se habían esfumado de las sociedades desarrolladas. Era una verdad ampliamente aceptada por los sociólogos del sistema que el «enemigo principal» del establishment se había disuelto entre los call centers, las oficinas, los supermercados y los trabajos autónomos sin un patrón visible.

    Y no solo se ha tratado de un «feliz» diagnóstico para quienes gozosamente así lo anunciaban. La hipótesis venía acompañada, por si fuera poco, por  una conclusión política clave:

          «Si ya no hay clase obrera, tampoco existe ya un sujeto revolucionario». La historia, pues, ha concluido con el último modo de producción: el capitalista . 

     Y entonces, ¿cuáles grupos serían los encargados de impulsar ahora los cambios sociales? Y era aquí, justamente, donde, aparecían las nuevas figuras estelares: el precariado, los movimientos identitarios, los sectores medios ilustrados…

     De manera que muerto el perro se acababa también la rabia. Y con ello también la vieja idea de la «lucha de clases» quedaba totalmente desactivada, congelada, sepultada, como si de una vieja antigualla del siglo XIX se tratara.

LA RESPUESTA: LA CLASE OBRERA NO MURIÓ, CAMBIÓ DE FORMA

    El peso de la realidad, sin embargo, resulta invariablemente demoledor. Nos bastaría con observar quiénes son hoy los que producen la riqueza, quiénes están haciendo funcionar el mundo, para que nos tropecemos de bruces nuevamente con una clase trabajadora más numerosamás diversa y más global que nunca antes en la Historia.

    No es este un recurso lacrimógeno a la nostalgia, ni al romanticismo. Se trata de hechos. Hoy, la clase obrera incluye en su seno a millones de personas que trabajan en almacenes logísticos, cadenas de montaje robotizadasplataformas digitalescadenas de comida rápidaempresas de limpiezatransporteservicios sanitariosagricultura intensiva… Y muchas de ellas en condiciones aún más precarias que las que jamás vivieron antes sus padres o sus abuelos.

   En la actualidad, la mayor parte de la población mundial trabaja vendiéndoles sus patrones su fuerza de trabajo, muchas veces a cambio de salarios miserablessin derechos y con jornadas extenuantes.

   Lo que ha cambiado en la clase trabajadora de nuestros días no es su lugar en la pirámide productiva, sino la imagen que tenemos de ella. Ya no es solo el obrero industrial del siglo pasado. Ahora es también la trabajadora migrante de cuidados, el repartidor en bicicleta o el operario de Amazon.

¿CUÁL ES EL ORIGEN DE ESTA IDEA?: UNA ESTRATEGIA IDEOLÓGICA EN TODA REGLA

      Entonces, si la clase obrera no ha desaparecido y la base de la pirámide social es más amplia que nunca antes, ¿por qué hay tantos que persisten en mantener lo contrario?

   Es justo esta interrogante la que hace irrumpir la dimensión ideológica del asunto. La hipótesis de la desaparición de la clase trabajadora no es neutra ni inocente: responde a un intento deliberado de intentar borrar del mapa al sujeto realmente peligroso para el orden establecido.

     A finales del siglo XX, cuando los movimientos obreros vivían crisis profundas y los partidos comunistas occidentales se desmerengaban  tras la caída de la Unión Soviética, surgió una intensa ofensiva teórica desde Universidadesmedios de comunicación y think tanks.

   Se trataba de crear una suerte de nuevo sentido común, en el que el conflicto de clases pasaba a ser una cosa del pasado y, por tanto, ese fenómeno propio de todas las sociedades divididas en clases sociales, perdería su carácter de motor de la Historia.   

    Este relato fue útil para justificar la desmovilización, para la promoción de políticas neoliberales y para quebrar y debilitar a sindicatos y partidos de izquierda que ya habían dado previas muestras de su opción por prácticas y concepciones reformistas y socialdemócratas.  Y preciso es reconocer que en no pocos casos lo lograron. 

LOS DATOS DESMIENTEN LA HISTORIETA

    Frente a ese mito de la desaparición de la clase obrera, la realidad de los datos nos hablan alto y claro. A inicios del siglo XXI más del 50% de la población mundial activa estaba empleada en sectores típicamente obrerosmanufactura, construcción, transporte, servicios operativos. Y esa proporción crece si incluimos a quienes trabajan en condiciones informales, pero bajo relaciones de explotación.

     Además, el proceso de globalización económica que se ha producido en el último decenio no solo no ha reducido cuantitativamente las filas de la clase obrera, sino que además la ha expandido exponencialmente. La deslocalización industrial arrastró a millones y millones de personas en Asia, América Latina y África a integrarse en sistemas de producción capitalistas. Hoy hay obreros en Vietnam cosiendo ropa para Europa, en Bangladesh montando componentes electrónicos para EE.UU., en México ensamblando autos para Alemania.

  Muy lejos de desaparecer, lo que ha ocurrido con la clase obrera  es que esta se ha mundializado.  Y con ella, también han crecido las resistencias anticapitalistas, pero ahora no solo ubicadas en países industrializados de Occidente, sino también en el resto del planeta: huelgas, movimientos sindicales, protestas en plataformas, sindicatos independientes y hasta nuevas formas de organización en redes digitales.

EFECTOS POLÍTICOS: LA IZQUIERDA SIN SU MOTOR

     Aceptar el mantra de que la clase obrera había desaparecido ha tenido, no obstante, consecuencias devastadoras para los movimientos políticos de izquierda.

   Cuando la izquierda dejó de mirar hacia el mundo del trabajo, comenzó a perder definitivamente su brújulaPartidos Comunistas con un largo y heroico historial, comenzaron a reconvertir rápidamente sus programas, sustituyéndolos por una retórica “ciudadanista” y vacía, centrada en «el individuo», en «la gestión» y el «buen gobierno». 

      Fueron aquellos tiempos en los que se empezó a hablar más de «sociedad civil» que de “clases”. Más de “derechos individuales”, que de condiciones materiales y «derechos colectivos».

     Los sindicatos, por su parte, se replegaron a sus sedes burocráticas institucionalizadas, convirtiéndose en eficaces gestores e intermediarios entre la patronal y sus propios afiliados. No pocos de ellos terminaron aceptando el relato paradójico de que «los obreros eran cosa del pasado».

    Dejaron de organizar a los trabajadores precarios, a los jóvenes o a los migrantes. Se convirtieron en gestores de convenios para una minoría estable, en lugar de ser estructuras e instrumentos de lucha y de combate social para el conjunto de los explotados.

      Paralelamente, no pocos movimientos identitarios, ecologistas o feministas, carentes de una base común que los conectara con el lugar que cada uno ocupa en las relaciones de producción, terminaron fragmentándose y una buena parte de ellos, integrándose plenamente en el sistema.

     Ciertamente que la clase obrera no lo es todo, pero sin ella no hay cambio estructural posible. Porque es la única clase social que posee el poder real del que no dispone ningún otro grupo social:  parar la producción y, también,  de reorganizarla.

VOLVER A MIRAR HACIA ABAJO

    Parece evidente, que no se puede transformar el mundo sin contar con la clase que lo hace funcionar. Ignorar a la clase trabajadora –o darla por desaparecida– equivale a renunciar a cualquier proyecto serio de transformación social. Por eso, hoy la tarea urgente es doble: por un lado, recuperar la centralidad del trabajo como categoría política; por otro, aprender a mirar al nuevo proletariado, con sus rostros múltiples y sus luchas invisibles.

    Esto nos obliga a dejar de lado los clichés. La clase obrera no es solo blanca, masculina, sindicalizada y con mono azul. Hoy es también migrante, femenina, morena, negra, joven y precarizada. Y no siempre se organiza en sindicatos tradicionales, pero sigue siendo la clase que lo produce todo: alimentos, electricidad, ropa, viviendas, transporte, tecnología, cuidados.

¿Y AHORA QUÉ? REDESCUBRIR LA CLASE COMO SUJETO COLECTIVO

      Este redescubrimiento no es solo teórico. Tiene implicaciones muy concretas. Para los partidos de la izquierda significa volver a tener una política de clase, es decir, una estrategia que parta de las necesidades, los conflictos y los intereses de quienes viven de su trabajo. Para los sindicatos, debe significar abrirse a los nuevos sectores laborales, repensar sus formas organizativas y volver a ser estructuras de combate y de lucha que históricamente habían sido.

     Y para quienes militan en cualquier área progresista, implica también entender que todas las luchas –feministas, antirracistas, ambientalistas– podrán fortalecerse solo si se articulan con las del mundo del trabajo. Porque la dominación del capital no solo se sostiene con ideas, sino sobre todo con la explotación cotidiana del trabajo humano.

     La hipótesis de la desaparición de la clase obrera ha sido, en el fondo, un deseo frustrado: el intenso deseo de los poderosos de que su mayor amenaza desapareciera. Pero como tantas veces en la historia, la realidad se obstina en no seguir el guion preestablecido. Lejos de haberse desvanecido, la clase obrera está ahí, más diversa y mundializada que nunca, esperando el momento para volver a ser protagonista.

  Y quienes quieran cambiar el mundo no pueden seguir ignorándola.

(*) MANUEL MEDINA es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia

FUENTES CONSULTADAS

    Karl Marx, Escritos sobre materialismo histórico, Alianza Editorial, selección de César Rendueles, 2012.

    Diccionario Marxista (https://diccionario.marxismo.school)

     Peter Mertens, La clase obrera en la era de las empresas transnacionales, 

    Fundamentos de sociología marxista, Sigmund Bauman.

    La ideología alemana, Marx y Engels.

https://canarias-semanal.org/art/38152/exequias-por-la-clase-obrera-un-deceso-sin-autopsia

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