
Sectores progresistas y de izquierda repiten errores del pasado y malogran la esperanza de la conformación de un frente que cambie el rumbo del país
Los episodios históricos más relevantes que ha vivido nuestro país nos han confirmado cómo actúa cada clase social y sus partidos políticos, la ineluctable vinculación nacional a la situación mundial, la magnitud de la injerencia extranjera en los asuntos internos y graves peligros para la soberanía nacional.
En 1994 vimos a los conservadores, a la burguesía burocrática, la oligarquía financiera y los terratenientes, agrupados tanto en el Partido Reformista como en la Unión Nacionalista, tomar la bandera del nacionalismo para tratar de prolongar en el poder a la camarilla burocrático-militar neotrujillista y al viejo régimen burgués-terrateniente.
En 1996, a la tecnocracia pequeño-burguesa agrupada en el PLD, aliada a esa misma camarilla neotrujillista y cometiendo el crimen histórico de justificar la autocracia como sistema de gobierno y los negocios del Estado para enriquecer a una minoría con la finalidad de la acumulación originaria de capital.
En tanto que en las elecciones de 2020 pudimos contemplar a un importante sector de la izquierda, que se supone debe representar (¿o no?) los intereses de los trabajadores de la ciudad y el campo y los campesinos pobres, las capas medias y los intelectuales progresistas, correr tras la coyuntura liberal, rechazando nuestro vehemente llamado de asumir una plataforma política propia, consignas políticas que reflejaran el interés de las clases y capas que representamos y a la preparación de una larga batalla hacia el poder político.
A consecuencia de todo esto, se reeligió todo lo anterior, con un gobierno que responde abiertamente a los intereses del gran capital, al imperialismo y a la reacción mundial, que aplica una política económica neoliberal en detrimento del aparato productivo nacional, cuando se pudo conformar un polo alternativo revolucionario con capacidad de romper el bipartidismo y forzar a una segunda vuelta donde se hubiesen podido alcanzar importantes conquistas a favor de las grandes mayorías.
De nuevo, en las pasadas elecciones (2024) se repite la misma historia, los sectores conservadores distribuidos en diferentes bandos (gobierno y oposición) se disputan la conducción de las cosas públicas, en tanto la izquierda y los sectores progresistas nueva vez muestran incapacidad para ponerse de acuerdo en la conformación de un gran frente electoral o de mayor alcance, capaz de por lo menos sembrarse en el imaginario político del electorado dominicano, para que en el 2028, fuésemos, si no la segunda, la tercera fuerza política del país.
Pero las organizaciones del litoral progresista y de izquierda de mayor importancia electoral, atacadas nueva vez por el virus alianza de derecha, prefirieron una vez más pactar con los enemigos del pueblo, sepultando esta posibilidad.
