
“El gasto militar alcanza las cotas mas altas de la postguerra mundial. Mientras, se desmantelan las condiciones de vida de millones de franceses”
Francia ha anunciado un incremento histórico de su presupuesto en defensa mientras prepara el mayor ajuste social desde la posguerra. Esta aparente contradicción no es una anomalía ni una reacción improvisada, sino la expresión coherente de un nuevo patrón de gobierno que privilegia la lógica del control y la rentabilidad sobre el bienestar social. A continuación, analizamos cómo se articulan estos recortes y qué papel cumplen dentro de la transformación del Estado contemporáneo.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
El Estado francés acaba de lanzar un nuevo ciclo de gasto militar que supera la insólita cifra de los 400.000 millones de euros.
El argumento que se esgrime es muy claro y sin ambages: reforzar las capacidades de defensa ante un entorno internacional considerado “inestable” y “amenazante”.
Sin embargo, el verdadero impacto del anuncio no se mide en blindados ni en bases aéreas, sino en hospitales cerrados, escuelas degradadas y subsidios recortados.
«Los recortes no son un accidente del sistema, son su nueva forma de gobierno.”
El mismo gobierno que aumentó el salario de los militares, congeló la contratación en sanidad pública y anunció recortes por más de 40.000 millones de euros en servicios sociales.
El resultado, pues, es doble: por un lado, se fortalece el aparato de control; por el otro, se debilita la red que protege a las clases populares de la inseguridad económica.

Este viraje no responde, ni mucho menos, a una urgencia bélica. Más bien, forma parte de una estrategia más profunda que se repite en distintos países: el debilitamiento sistemático del Estado social y el fortalecimiento de su función represiva y militar.
DE LOS DERECHOS SOCIALES A LA GESTIÓN DEL MALESTAR
Los recortes anunciados afectan a pilares básicos de la vida cotidiana de los franceses.
-En educación, se prevé una reducción de personal y el cierre de centros rurales;
-En salud, la racionalización del gasto implica menos camas, menos médicos y menos atención gratuita. Las ayudas a la vivienda también sufrirán recortes, al igual que las prestaciones por desempleo.
Estas medidas son justificadas como “ajustes necesarios” para asegurar la “sostenibilidad presupuestaria”. Pero detrás del discurso contable, se esconde una decisión política: convertir el gasto social en una carga, y el gasto militar en una inversión.
Esta inversión no se mide en términos de defensa externa, sino en capacidad interna de vigilancia, contención y disuasión. Es decir, el ejército y los aparatos de seguridad no solo se preparan para conflictos geopolíticos: también están siendo preparados para gestionar las tensiones sociales derivadas del deterioro de las condiciones de vida.
EL ESTADO COMO APARATO DE SEGURIDAD ANTE EL DESORDEN ECONÓMICO
Aquí es donde entra en juego la interpretación que ofrece el libro de próxima aparición, El «Gran Reajuste». Según la perspectiva que en el mismo se traza, lo que estamos presenciando no es una respuesta circunstancial, sino una transformación estructural del papel del Estado dentro del capitalismo contemporáneo.
Durante décadas, el Estado tuvo una doble función: sostener la acumulación de capital y asegurar cierta estabilidad social a través de derechos y servicios. Sin embargo, esa fórmula ha entrado en crisis.
La globalización, la financiarización de la economía y la pérdida de legitimidad de las élites tradicionales han dejado al Estado con una única función viable: garantizar el orden.
La inversión masiva en defensa no es, por tanto, un lujo, sino una necesidad funcional. No se trata de proteger a la población, sino de proteger al sistema frente a la población. Cuando los derechos dejan de ser sostenibles bajo la lógica del beneficio, la única manera de evitar un futuro estallido social es multiplicar los dispositivos de control.
DE LA COHESIÓN A LA CONTENCIÓN: EL NUEVO ROSTRO DEL ESTADO
Francia es un ejemplo especialmente claro de esta transición. La vieja idea de una “República social”, donde el Estado aseguraba un mínimo común para todos, se descompone a gran velocidad. Pero esta descomposición no es desordenada ni espontánea. Está siendo cuidadosamente dirigida.
Los recortes en educación y salud, por ejemplo, no son un daño colateral, sino una reconfiguración deliberada de las prioridades. Lo que está en juego no es solo cuánto se gasta, sino en qué se gasta. Se transfiere poder y presupuesto desde las estructuras que promovían integración hacia las que garantizan control: cárceles, policías, fuerzas armadas, tecnología de vigilancia, fronteras.
En este sentido, el rearme francés no puede entenderse como un proyecto militar tradicional. Es un proyecto político de blindaje, que redefine la seguridad no como protección frente a amenazas externas, sino como inmunidad frente a las consecuencias internas del malestar social.
“El gasto militar crece mientras se desmantelan las condiciones de vida de millones.”
CUANDO EL ENEMIGO ESTÁ DENTRO: LA SEGURIDAD COMO PARADIGMA
El discurso de la “seguridad” se ha convertido en el nuevo paradigma de gobierno. Lo que antes se formulaba en términos de justicia, derechos o equidad, hoy se traduce en términos de riesgo, peligro y excepcionalidad. Ya no se pregunta qué necesita la población, sino qué puede representar una amenaza para la estabilidad del sistema.
En ese marco, las protestas sociales no son expresiones legítimas de desacuerdo, sino “perturbaciones del orden”. Y quienes exigen condiciones de vida dignas no son ciudadanos con derechos, sino posibles focos de conflicto.
Por eso, el Estado ya no se presenta como supuesto garante del bienestar, sino como escudo frente al caos. Ese caos es precisamente el que generan las propias políticas que se aplican: desempleo, desigualdad, precariedad. Pero el Estado ya no intenta resolver esas causas. Su función es gestionarlas. Y para eso necesita armas, drones, represión y propaganda.
UNA SOCIEDAD PROTEGIDA DE SÍ MISMA
Lo que ocurre hoy en Francia, y que veremos repetido en otras muchas geografías, no es un giro accidental, sino un reajuste de fondo. El Estado deja atrás su rostro protector y muestra su verdadera función: asegurar el orden necesario para que el sistema económico continúe reproduciéndose, aunque eso implique abandonar a millones de personas a su suerte.
Los recortes sociales no son solo una cuestión de presupuesto: son la expresión de una decisión política y moral. Se está construyendo un modelo donde la vida vale menos que la estabilidad, donde el conflicto se previene no con justicia, sino con fuerza, y donde la pobreza se trata como un riesgo, no como un problema.
El nuevo Estado no se ocupa de garantizar derechos, sino de blindarse frente a quienes los reclaman. La guerra ya no es solo contra un hipotético enemigo exterior. La guerra es interior. Y se libra, todos los días, contra quienes todavía creen que merecen una vida digna.
https://canarias-semanal.org/art/37767/francia-rearma-su-presupuesto-y-desarma-sus-derechos-sociales