“Superman” de James Gunn agrada, pero no es la mejor versión del personaje

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Juan Manuel González  /  cineJames Gunn

“Superman” de James Gunn agrada, pero no es la mejor versión del personaje

En cierto modo, la postura de James Gunn sobre el Superman de Zack Snyder, la anterior iteración del personaje de Joe Shuster, Jerry Siegel y la editorial DC, se vio claramente en el film de terror Brightburn, aquí titulado El Hijo (2019), donde un muchacho extraterrestre revelaba poderes y una personalidad asesina en una granja afín a la “oficiosa” de Smallville. El destino ha querido que, cambio de jefatura de estudio mediante, Gunn acabase metido en el “reboot” menos agradecido con sus propios fichajes, y agradable con el espectador, que la cultura popular reciente recuerda. Lo que Warner y Gunn, convertido ahora en nueva cabeza de los estudios DC, han planificado con Superman tiene mucho de enmienda previa a la totalidad, por mucho que el propio mundo del cómic acostumbre a lidiar con dos universos o historias paralelas. Si el hombre de acero de Cavill y Snyder era más taciturno y distinguido, lo que Gunn ha pergeñado con la nueva Superman es un héroe más cercano, humano e incluso bienhumorado, divertidamente torpe. Algunos de los conflictos de la humanidad de las entregas previas permanecen, pero filtrados por la sensibilidad “Pulp” de su director y guionista, que los pone en boca de los personajes en la secuencia de la falsa entrevista en el apartamento de la pareja Lane/Kent.

Pero, como señalábamos, si El Hijo ya solicitaba prestados los postulados visuales y temáticos de El Hombre de Acero para llevarlos a su extremo, la aquí presente Superman pretende ante todo aligerar carga a la vez que —en una de sus contradicciones internas— levantar un nuevo universo paralelo. Gunn comienza la película como si de una secuela se tratase, revelando una mordacidad y energía narrativa heredada en realidad del cómic: con apenas un par de cartelas similares al “storytelling” de un tebeo conocemos al nuevo Superman (David Corenswet, lo mejor del film) en plena acción, derrotado por primera vez por un nuevo enemigo. Lo que sigue da por sentado que el espectador conoce la doble identidad de Clark Kent, su romance con Lois Lane (Rachel Brosnahan) y los hechos de la vida cotidiana del personaje, rodeado de metahumanos como él. Una sabia decisión que permite a Gunn presentar un film que no supera las dos horas y que va rápido, muy rápido.

«Uno puede criticar el juego pero no el jugador, por mucho que en esta ocasión el propio Gunn esté muy implicado en la citada jugada como piloto creativo no solo de la película, sino del propio estudio»

Pero tanta urgencia también se cobra sus peajes, y la nueva Superman da la impresión de ser una película cocinada deprisa y corriendo. Gunn es un creador inteligente, un buen trabajador del pulp capaz de moverse sin cortapisas morales y artísticas por una mitología tan extensa sin pedir asilo ni perdón, pero el espectador consciente de la maniobra no puede pasar por alto que en el agradable aroma “cartoon” del film (se ha señalado, con razón, que el film se asemeja a un capítulo doble de la célebre serie animada de Bruce Timm) hay una maniobra de escape de todas las aristas incómodas planteadas, industrial y temáticamente, por el anterior universo DC. Que el film llegue a los mismos planteamientos que Snyder por otra vía, una apta para todos los públicos y el paladar general, no se produce por otra razón más que la operación de “rebranding” más forzada de la narrativa popular reciente, por la necesidad de ponérselo fácil a ese fan desquiciado por la oscuridad de un personaje que debe representar todo lo bueno a cualquier precio, sin preguntas que enturbien el entretenimiento pop, incluso evocar —de nuevo— la memoria de Christopher Reeve a través del tema musical de John Williams.

Y eso es lo que Gunn sirve diligentemente, y hay que reconocerlo, con notable conocimiento de causa. Uno puede criticar el juego pero no el jugador, por mucho que en esta ocasión el propio Gunn esté muy implicado en la citada jugada como piloto creativo no solo de la película, sino del propio estudio. Hemos dicho que David Corenswet está excelente, con una cualidad cómica que se asemeja al Brendan Fraser de sus primeros tiempos (físicamente) privilegiados, que su química con Rachel Brosnahan es notable (pese a ello, el film carece del romanticismo del original de Donner, que en ciertas ocasiones tiene la desvergüenza de evocar) y que no pocos de esos detalles y momentos de verdadero sentimiento delatan un verdadero entendimiento del personaje.

Es una lástima, eso sí, la poca excelencia cinematográfica en aspectos determinantes, desde la discretísima banda sonora (pasamos de obras cumbre de Hans Zimmer y John Williams a una cosa estándar y anecdótica de John Murphy y David Fleming) hasta los efectos visuales, simplemente del montón. Que el film parezca evocar el conflicto entre palestinos e israelíes es menos determinante que el aire totalmente cotidiano que Gunn imprime al personaje, al que trata con una confianza y cercanía nunca vistas, perfectamente expresivo en su (falta de) conflicto interno. Son pros y contras de un largometraje que trata de contentar a todos, cosa que probablemente consiga porque así está el panorama, pero que deja con un sabor agridulce por su carácter menor.

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