LOS BRICS+: ¿UNA ALTERNATIVA?

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«Lo acontecido con los progresismos latinoamericanos debe servirnos de referencia: los cambios a medias, no son cambios»

¿Qué son y dónde van los BRICS+? ante la cerrazón -escribe Marcelo Colussi – una mínima luz puede verse, deformada y amplificadamente, como el sol más brillante. Sin dudas: puro efecto ilusorio. En otros términos: vemos lo que queremos ver, “inventamos” la historia que necesitamos (…).

    Por MARCELO COLUSSI PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

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 Tras la caída de la Unión Soviética y el consecuente enfriamiento de los ideales socialistas, más los largos años de infames políticas neoliberales que empobrecieron y debilitaron categóricamente a los ya empobrecidos históricos, el campo popular hoy se muestra muy golpeado.

     No puede decirse que eso sea una derrota estratégica, que las luchas de clases salieron de la historia y que el sistema capitalista se erige triunfal sin contradicciones que le hagan sombras. Muy por el contrario, sus insalvables contradicciones -las irreconciliables luchas de clases- continúan siendo su motor dinamizador.

     Eso, y no puede ser de otra manera, ahí está al rojo vivo.

      “¡Por supuesto que hay lucha de clases! Pero por suerte yo pertenezco a la clase que va ganando esa guerra”, dijo el multimillonario financista Warren Buffett.

        Sucede que el aturdimiento que sufrió la izquierda y todo el campo popular fue tan grande en estos años, que la derecha tomó la iniciativa, mostrando -como dijo la implacable neoliberal Margaret Thatcher– que “no hay alternativaO capitalismo… ¡o capitalismo! Hasta llegamos a creérnoslo por un momento, y los discursos posmodernos se enseñorearon. Pero por cierto ¡hay alternativas! Los ideales socialistas no están terminados. Para muestra, véase por ejemplo lo que está sucediendo hoy en el Sahel, en África.

       Ante esa desazón que cundió globalmente, con proyectos fondomonetaristas por casi toda la faz del planeta y un Estados Unidos agigantado como única voz dominante, las ideas de transformación social quedaron hechas temporalmente a un lado. Ante ello, la aparición de los tibios “progresismos” que fueron surgiendo en Latinoamérica a inicios del siglo XXI, abrieron esperanzas. Después de las sangrientas dictaduras que enlutaron dramáticamente a todos los países de la región, cuando parecía que hablar de socialismo era algo de milenios ya superados -eso nos intentaron hacer creer, al menos- la aparición de Hugo Chávez en Venezuela con la Revolución Bolivariana alentó expectativas.

      Ahora, andando el tiempo, vemos que esos progresismos -gobiernos de centro-izquierda tibios– no pudieron -(no quisieron, no supieron…, es más correcto quedarnos con el no pudieron) superar el capitalismo.

     Esto demuestra palmariamente que el cambio de sistema económico-social, y por tanto político, no se puede dar nunca en procesos de elección dentro de los marcos de la democracia parlamentaria tradicional. Sobran ejemplos al respecto, de mandatarios demasiado “osados” que se acercaron mucho a la línea roja que pone la clase dominante: Juan D. Perón, João Goulart, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Jacobo Arbenz, Omar Torrijos, J.B. Aristide, etc.

    Cuando estos mandatarios pretenden ir más allá de lo que el capital tolera, son quitados a patadas. O con guerra jurídica (lawfare) hoy día. Esta forma política-administrativa de estas democracias es un contrasentido, pues esa llamada “democracia” no es más que la presentación legal, en el ámbito político, que encuentra la explotación capitalista. De esa manera, las luchas de clase quedan enmascaradas con esa circunstancia de aparente “voluntad popular” expresada en las urnas, que obvia lo más importante de la dinámica social: la explotación. Así, todos somos ciudadanos “iguales” ante la ley. Sin dudas, está muy bien armada la mentira.

       Lo cierto es que, con el proceso iniciado en Venezuela, más la conjunción de economías proveedoras de materias primas en alza (petróleo, alimentos -carnes, cereales-, minerales varios) a partir del portentoso despertar comprador de China a inicios del siglo XXI, todos esos países pasaron por momentos de “progresismo”: gobiernos con talante social y billeteras colmadas.

     Ahí estuvieron Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Ecuador, Paraguay. Y luego una segunda ronda de progresismos con México, Colombia, Honduras, Chile. Ninguno de esos planteos cambió radicalmente la situación de explotación de las grandes masas trabajadoras. Se consiguieron, eso sí, algunas interesantes reformas. En otros términos, se repartió un poco más equitativamente la riqueza nacional, que nunca cambió de manos, pero que llegó -así sea con políticas clientelares- a más amplias mayorías.

       Las esperanzas de cambios profundos no se materializaron, simple y llanamente porque esos procesos no podían hacerlo. De todos modos, el hecho que se volviera a hablar de “pueblo” -aunque ya no de clases sociales– pareció un avance fenomenal. Conducta humana totalmente comprensible: a la persona que torturan a diario, el día en que ello no suceda puede parecerle un paraíso. Estamos ahí ante un complejo mecanismo psicológico, una suerte de compensación ilusoria, un oasis en el desierto, un espejismo. Necesitamos ver y creer lo que no hay, pero que imaginariamente está. Ante la desolación, la aparición de una mínima cuota de esperanza se agiganta y puede verse maravillosa -aunque no lo sea, claro está-.

       Hoy, ya con un par de décadas transcurridas, puede apreciarse claramente que estos progresismos habidos en Latinoamérica no pudieron ir muy lejos: el sistema los pudo diluir, fagocitándolos, y las tibias reformas no pasaron de eso: tibias reformas bienintencionadas no revolucionarias. Varios de sus líderes, a partir de amañadas y perversas prácticas judiciales, terminaron en la cárcel, como un ejemplo de lo que la derecha no perdona.

     Si el uruguayo Pepe Mujica fue tan aplaudido por la prensa capitalista es porque su presidencia no pasó de algo “políticamente correcto”, pero sin incidencia transformadora real. Si hubiera propuesto lo mismo que levantaba décadas atrás cuando era un militante del movimiento guerrillero Tupamaros armas en mano, no hubiera durado más de una semana. Sucede que el campo popular y las izquierdas han estado tan golpeadas -y siguen estándolo-— que para muchos esos tibios progresismos por vía democrática se pudieron ver como un avance. ¿Esto mismo podrá decirse hoy de los BRICS+?

    Este heterogéneo grupo abre expectativas. Sin dudas, es complejo, enrevesado si se quiere; conviven allí planteos socialistas (China, Cuba, Vietnam) con Estados donde rige la Sharía -la ley islámica, tremendamente machista- (Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, algunos estados de la India), economías pequeñas (Malasia, Cuba, Tailandia) con otras gigantescas (China -que aporta el 60% de todo el bloque-India, Brasil, Rusia), indefensos en términos militares junto a enormes potencias bélicas como Rusia o China. ¿Qué son y hacia dónde van hoy los BRICS ampliados?

      No se puede dejar de considerar que este bloque, conformado en la actualidad por 21 países (los 5 originales más otros que se fueron sumando) con una lista de otros 19 interesados que podrían llegar a sumarse orgánicamente pronto, (Azerbaiyán, Bahréin, Burkina Faso, Camboya, Chad, Colombia, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Honduras, Kuwait, Laos, Marruecos, México, Myanmar, Nicaragua, Pakistán, Palestina, Nigeria y Venezuela) representa el 40,4% del PBI mundial (medido en paridad de poder adquisitivo) y el 51% de la población planetaria, teniendo en su haber la mitad de la producción global de petróleo.

     Sin dudas, su peso específico va creciendo. De hecho, la zona del mundo donde se está registrando el mayor crecimiento económico es en el área BRICS+, con una tasa promedio de alrededor del 5% anual (India la más alta, con el 7%), mientras el G7 se va mostrando cada vez más estancado, con marcada inflación y recesión en algunos casos (Alemania y Francia ya, y posiblemente Estados Unidos hacia fin de este año). El “progreso” está dejando de tener aspecto blanco, rubio, de ojos celestes y hablando en inglés.

        La intención declarada de este grupo emergente es económica, buscando el reemplazo del dólar como moneda más fuerte a nivel internacional, sustituyéndolo por otras (cesta ampliada de divisas: yuan, rublo, rupia, etc.). Quizá marche hacia acuerdos también políticos (¿militares en un futuro?). Por lo pronto, está generando un nuevo sistema financiero internacional -ya tiene una alternativa para el sistema SWIFT-, tratando de desligarse de los organismos crediticios del capitalismo occidental: Fondo Monetario Internacional -FMI- y Banco Mundial (brazos operativos de la banca privada, básicamente la estadounidense).

    En esa línea se inscribe el Nuevo Banco de Desarrollo -NDB, por sus siglas en inglés-, con sede en Shangai (China). A diferencia de las instituciones que responden al G7, este banco “solidario” no impone condiciones políticas a sus créditos, priorizando áreas como energías renovables, acceso al agua potable, transporte y tecnologías.

          Todo esto, sin ningún lugar a dudas, constituye el intento de una nueva arquitectura global, oponiéndose a la hasta hoy abrumadora hegemonía estadounidense y, secundariamente, europea -ahora en franca decadencia, rastrera vasalla de Washington-. De ese modo busca abrir un mundo más allá del unipolarismo estadounidense, propiciando la multipolaridad. Pero dentro del grupo no deja de haber contradicciones: China e India con problemas fronterizos; Brasil -por absolutos intereses económicos de su propia burguesía dominante representada para el caso por el presidente Lula– oponiéndose al ingreso de Venezuelaprincipal reserva mundial de petróleoArabia Saudita y Argentina -manejadas por una casa real teocrática y un presidente de ultraderecha respectivamente- que se salen del bloque y terminan alineándose con la Casa Blanca. Obviamente no es un grupo monolítico; en todo caso, está en proceso de consolidación, presentando aun muchas dudas, muchas aristas no resueltas.

      Sus planteos económicos no son socialistas. Allí no se habla de lucha de clases ni de revolución de la clase trabajadora, con expropiaciones a los propietarios actuales (empresarios, banqueros, terratenientes). Se habla, en todo caso, de mecanismos más solidarios, de un “ganar-ganar” para todos, sin cuestionar la esencia del capitalismo, de una integración/cooperación Sur-Sur, quedando la duda: ¿integración de las élites o de los pueblos? ¿Cómo se hace eso concretamente, con países que no son socialistas, de izquierda, con gobiernos que gobiernas para sus clases dominantes, donde la gente común no decide nada? ¿Cómo se integran ahí efectivamente los pueblos, los ciudadanos de a pie, más allá de las declaraciones bienintencionadas?

       Para algunos analistas, como el nicaragüense Augusto Zamora, con un optimismo desbordante (¿quizá ingenuidad?) en este nuevo planteo

     “Se tratará de un nuevo modelo de sociedad internacional en el que la influencia no será negativa, sino que adquirirá la forma de cooperación y entendimiento. Se trata de la que se daría, por ejemplo, entre China e India o se podría dar entre Europa y Rusia, una vez que se disipe la pesadilla estadounidense. [De ese modo] se podrá desarrollar este otro mundo, ya con otras reglas y sin estar planteándose, como se plantea Estados Unidos, mantener su hegemonía a punta de cañonazos y bajo amenazas, coacciones y sanciones.

     Para otros, como el italiano Antonio Castronovi, hablando con un lenguaje de izquierda queriendo ver allí un posible camino hacia la revolución de la masa trabajadora,

     “El multipolarismo es más bien la verdadera revolución en curso de nuestra era que marcará el destino del mundo venidero, y de cuyo resultado dependerá la posibilidad de que se reabra una nueva perspectiva socialista.

      Como vemos, la aparición del bloque no deja de movernos, de abrir interrogantes, amores y temores. Por su parte, el controvertido pensador ruso Aleksandr Duguin, en algún momento asesor de Putin, pudo decir que

       “Los BRICS deben dejar de ser un foro educado de declaraciones, y convertirse en lo que debieron ser desde el principio: un eje de corrección, un escudo del sur, el martillo del futuro, la columna vertebral de la resistencia global. Si Occidente libra una guerra híbrida, la respuesta debe ser una insurrección híbrida: política, económica, cultural y militar.

       ¿Qué son y dónde van los BRICS+ entonces? Insistimos en lo dicho más arriba: ante la cerrazón, una mínima luz puede verse, deformada y amplificadamente, como el sol más brillante. Sin dudas: puro efecto ilusorio. En otros términos: vemos lo que queremos ver“inventamos” la historia que necesitamos.

    Cuando cayeron las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001 –¿autogolpe preparado?-, al igual que cuando en estos días fue penetrada la supuestamente imbatible Cúpula de Hierro de Israel por los misiles iraníes, mucha gente en el mundo festejó alegre:

      el Amo invulnerable era tocado en su fibra más íntima (“Se le tocaron los huevos al toro”, usando un lenguaje popular).

       Eso no significa inmediatamente un cambio real, pero refuerza esperanzas, anhelos de transformación, enciende pasiones. O, al menos, se siente que no está todo perdido, que sigue habiendo resistencia (que se le puede hacer algo al toro). Ahora bien: el surgimiento de los BRICS+ y su propuesta de multipolaridad es algo novedoso que, sin dudas, inaugura nuevos escenarios, abre esperanzas, ilusiona. ¿Esperanzas de izquierda? Allí debe ponerse la pregunta.

       Para las grandes mayorías populares del mundo, para quienes vivimos como asalariados a partir de nuestro trabajo explotado por el sistema, para quienes tienen severos problemas para pagar las cuentas y llegar a fin de mes, o peor aún, para quienes no saben si al día siguiente podrán comer (“En el Primer Mundo se discute sobre la calidad de vida; en el Tercer Mundo, sobre su posibilidad”), este nuevo esquema no es, al menos en principio, una propuesta superadora. Por supuesto, dada la complejidad del mundo actual y su marcha hacia una derecha cada vez más radical, donde parece que la guerra es siempre una vía de escape ante sus crisis, este bloque desdolarizado invita a reflexionar. Para la derecha occidental es un problema; de ahí que, desde su inicio, los BRICS fueron torpedeados.

     De hecho, ahora se está cursando una tremenda guerra contra uno de sus países miembros: Irán, fuera de la que continúa abierta contra Rusia a partir de Ucrania. Se podría especular que todo este movimiento: empantanar a Rusia con una guerra interminable en su frontera -forzándola quizá a utilizar armas nucleares tácticas, con lo que se justifica un ataque a gran escala contra el país-, golpear un país tan importante para la Nueva Ruta de la Seda como Irán, buscar terminar también empantanando a China con el tema de Taiwán en un conflicto que recordaría lo de Ucrania como Estado-títere y una guerra por delegación, todo esto es una movida del imperialismo estadounidense, secundado por la OTAN, para no perder la hegemonía mundial, destruyendo la posibilidad de un bloque anti-dólar.

       Para la izquierda ¿puede ser un camino? Para Cuba, Nicaragua o Venezuela -si es que logra entrar pese al veto de Brasil- pueden ser un madero salvador en este momento de sus historias, agobiados por el imperialismo norteamericano. Para pequeños y empobrecidos países como Burkina Faso, Chad, Honduras o Myanmar, pueden resultar una oportunidad de crecimiento. La cuestión es ¿quién se beneficiará básicamente del mismo, sus élites o su población de a pie?

       Para China es una posibilidad de seguir expandiéndose por el mundo como superpotencia: ¿una sutil forma de “imperialismo”? Aclaremos que China no es imperialista; no, al menos, en la forma de los imperialismos clásicos: no invade, no despliega fuerzas armadas fuera de su territorio, no chantajea. Obviamente todas estas son interrogantes que habrá que ir aclarando.

      “Puede resultar humanamente comprensible que la barbarie provocada en el planeta a partir de la desaparición de la URSS, con agresiones militares y económicas brutales en contra de países como Irak, Libia, Siria, Somalia, Yemen, Venezuela o Cuba, en el cortísimo tiempo histórico de solo tres décadas, haya logrado infundir tanto pavor hacia el mundo “unipolar” comandado por los Estados Unidos y sus aliados, que ello empuje a personas y a pueblos enteros a refugiarse en espejismos supuestamente protectores.

     Por otro lado, también resulta comprensible que los países del llamado “Sur Global” traten de aprovechar la emergencia de nuevas potencias mundiales para intentar aliviar el avasallador dominio -económico, militar y político- que hasta ahora venía ejerciendo sobre ellos la gran potencia del Norte. Aunque nunca, en cualquier caso, las oportunidades que brindan los acontecimientos circunstanciales deberían nublar la visión objetiva de la realidad” razona acertadamente el español Manuel Medina.

       Ante lo cerrado que se ve el mundo para el campo popular, para las transformaciones que necesitan los pueblos sojuzgados, para las izquierdas, la idea de los BRICS+ puede sonar bien: es un nuevo camino que, en principio, no se muestra tan áspero como el que impusieron las potencias capitalistas -colonialistas e imperialistas-.

      De todos modos, como todo está confuso, vale lo dicho por la argentina María Esther Vera:

   “¿Qué garantía tenemos de que no nos encontraremos con un nuevo expansionismo capitalista, distinto al de Estados Unidos, pero expansionismo al fin, impulsado por la nueva superpotencia de China con su complejo socialismo de mercado, que es, más bien, un capitalismo de Estado?”.

       La pregunta es válida, pues lo que inaugura este bloque no está aún completamente claro de hacia dónde podrá llevarnos. De todos modos no está de más recordar que el problema de los enormes sufrimientos que padece hoy muy buena parte de la humanidad no se debe a la “maldad congénita” del imperialismo estadounidense, no importando el presidente de turno -así como ayer fue el colonialismo europeo- sino al sistema que lo posibilita: el capitalismo.

       ¿Qué hacer entonces? ¿Qué posición tomar ante los BRICS+? ¿Beneficio de la duda? Tal vez es muy prematuro para decidir con total seguridad. Dado el mundo actual, ¿verlos como “lo menos malo” que nos puede pasar como pueblo llano? De todos modos, lo acontecido con los progresismos latinoamericanos debe servirnos de referencia: los cambios a medias, en definitiva, no son cambios.

    Cerremos con palabras de Rosa Luxemburgo, pertinentes para la ocasión:

    “No se puede mantener el “justo medio” en ninguna revolución. La ley de su naturaleza exige una decisión rápida: o la locomotora avanza a todo vapor hasta la cima de la montaña de la historia, o cae arrastrada por su propio peso nuevamente al punto de partida. Y arrollará en su caída a aquellos que quieren, con sus débiles fuerzas, mantenerla a mitad de camino, arrojándolos al abismo”.

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