TRUMP LANZA SU PROPIO MÓVIL “MADE IN USA”, PERO… FABRICADO EN CHINA

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Cuando el «Make America Great Again» es ensamblado en Asia.

Con el habitual tono grandilocuente y una fuerte carga simbólica, Donald Trump ha presentado el T1, un smartphone que promete ser «orgullosamente americano». Sin embargo, bajo los brillos dorados y la bandera de EE.UU. se esconde una realidad menos patriótica: el dispositivo está fabricado en China por una empresa asiática, y apenas se diferencia de un modelo ya existente. Más que un avance tecnológico, el T1 es una operación de marketing identitario.

   POR VICTORIA MARTÍNEZ, DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

      En su afán por convertir su nombre en una marca omnipresenteDonald Trump ha dado un nuevo paso con la presentación de su propio smartphone, el “T1”, un dispositivo que mezcla el nacionalismo comercial con una estrategia de marketing tan vistosa como cuestionable.

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     El anuncio del teléfono, bajo el sello de su nueva operadora «Trump Mobile», llega acompañado de promesas de fabricación nacional, pero rápidamente se ha visto envuelto en una polémica que revela una contradicción flagrante: el terminal se produce, en realidad, en China.

 

Un teléfono dorado con bandera incorporada

      El T1 se presenta con un diseño ostentosodorados por todas partes, la bandera estadounidense y el omnipresente lema “Make America Great Again”. Con un precio de salida de 500 dólares, Trump busca repetir la fórmula de merchandising con la que ya ha comercializado gorras, café, toallas o palos de golf.

     En este caso, la estrategia es similar: apelar al orgullo nacionalista de sus seguidores para vender un producto cuya principal característica no son sus prestaciones técnicas, sino el simbolismo político que lo rodea.

Especificaciones que importan poco

    Aunque se anuncian características como pantalla de 6,8 pulgadas, sistema Android 15 y una cámara de 50 megapíxeles, lo cierto es que los detalles técnicos parecen secundarios. Apenas se ha ofrecido información concreta sobre el hardware del dispositivo, y los datos publicados hasta ahora son difusos o directamente sospechosos. Lo que importa no es tanto el rendimiento del terminal como su capacidad para consolidar el culto a la marca Trump.

 

¿»Made in USA»? Solo en apariencia

       Uno de los pilares promocionales del T1 es su supuesto carácter “made in USA”No solo diseñado, sino –según los promotores del dispositivo– íntegramente fabricado en Estados Unidos. Sin embargo, esta afirmación ha sido rápidamente desmontada. La mayoría de los componentes, como la pantalla Amoled o el procesador, no se fabrican en suelo estadounidense, lo que ya sembraba dudas.

    Pero lo más revelador ha sido la rápida identificación del dispositivo original: el T1 es, en realidad, una versión ligeramente maquillada del REVVL 7 Pro 5G de T-Mobile, fabricado por la empresa china Wingtech, propiedad de Luxshare.

      El ensamblaje, la producción y la tecnología detrás del T1 son completamente foráneos. Al parecer, lo único realizado en Estados Unidos sería el cambio de logotipo, la capa de pintura dorada y la incorporación de algunos elementos visuales patrióticos.

    Todo ello para justificar una subida de precio que lo lleva a duplicar el coste del modelo original, que se vende por menos de 250 dólares.

Una operación de imagen más que de tecnología

     Esta no es la primera vez que se intenta vender un producto extranjero como si fuera local. En España, aún se recuerda el caso del fallido “Zetta”, un supuesto “smartphone extremeño” que resultó ser un modelo de Xiaomi con pegatinas encima. La diferencia es que los responsables de aquel engaño no ocupaban ningún cargo público. En el caso de Trump, se trata del expresidente de la primera potencia mundial, una figura política que no ha dudado en utilizar su imagen y sus eslóganes para lucrarse en múltiples frentes.

     La contradicción entre el discurso ultranacionalista de Trump y la fabricación china del teléfono pone en evidencia una estrategia común en el marketing político populista: apelar a símbolos identitarios mientras se actúa de forma opuesta en la práctica. En este caso, el “patriotismo de mercado” se limita a una capa superficial de pintura dorada y a la explotación emocional del consumidor.

¿Se venderá?

    Queda por ver si el T1 llegará efectivamente a los mercados o si se convertirá en otro de los muchos experimentos fallidos de la galaxia Trump. El historial del expresidente está lleno de iniciativas que han terminado en grandes fiascos comerciales, desde universidades hasta marcas de agua mineral. Su fama de cambiar de opinión y abandonar proyectos a medio camino también alimenta el escepticismo.

     No obstante, la verdad es que no se puede subestimar la capacidad de Trump para movilizar a sus seguidores y convertir cualquier producto en un símbolo de pertenencia política. Para muchos de sus simpatizantes, comprar el T1 no será una decisión tecnológica, sino una declaración ideológica.

 

El smartphone como bandera

     El lanzamiento del T1 no debe analizarse desde la óptica de la innovación o la competitividad en el sector móvil, sino como un producto propagandístico. No se trata de ofrecer un buen teléfono, sino de vender una identidad, una pertenencia, una causa. Y, como ocurre con tantos objetos simbólicos, su valor no reside en su utilidad real, sino en lo que representa.

      La paradoja de que un producto tan abiertamente nacionalista sea en realidad un “remarcado” chino ilustra hasta qué punto el marketing político puede convertirse en un simulacro.

    Lo que Trump ha puesto en venta no es un móvil de última generación, sino un símbolo dorado de su discurso: vacío de contenido, pero lleno de eslóganes.

https://canarias-semanal.org/art/37916/trump-lanza-su-propio-movil-made-in-usa-pero-fabricado-en-china

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