
NUEVA SECUENCIA DE SPIDER-MAN: ¿UN SEGUNDO MÁS CERCA DEL FIN DEL MUNDO?
En 2022, fui invitada a participar en un proyecto de libro que reunió a científicos de renombre de todo el mundo para abordar un tema que ya parecía de urgencia crítica: la gestión del orden nuclear. En este contexto, organizamos varios debates en línea. Como una de las pocas participantes de la periferia global (o europea), me atreví a preguntar: ¿Qué orden? ¿Dónde ven ustedes orden con las armas más letales del planeta? Mi postura era radical (como de costumbre): no necesitamos gestionar las armas nucleares, sino aplicar la resolución de la ONU para su abolición. Algunos de mis colegas occidentales parecieron sorprendidos, aunque estoy segura de que ninguna de estas buenas personas aprueba el Armagedón nuclear. Pero cuando llegó el momento de evaluar nuestros capítulos, uno de los editores se mostró inflexible en su postura de que yo no debía aparecer en el libro. No le gustaba mi tono y mi estilo (sea lo que sea eso). El segundo editor elogió el texto, pero él no tenía el control del presupuesto. Así, el libro se llenó de los sospechosos habituales de la academia occidental o de aquellos educados en universidades occidentales. Esta pequeña anécdota revela cómo se tratan las voces que hablan desde los márgenes.
Una de mis tesis –destinada a dar la voz de alarma “desde abajo”, desde nosotros, los comunes mortales y los activistas– era que el mundo se estaba deslizando hacia un escenario impensable, plasmado en el subtítulo: Ave César, morituri te salutant! (César, encarnado en el sistema de guerra basado en la violencia, todos estamos condenados a muerte). Aquí aludía principalmente a las llamadas democracias occidentales, consciente de que Occidente está en declive, en una profunda crisis moral, política y económica.
Recordemos que esto fue, al inicio, lo que Moscú denominó una “operación militar especial”, y que ahora es llamada, abiertamente, guerra. Cuando se pregunta qué tipo de guerra, las respuestas incluyen asimétrica, híbrida y/o por poder. Pero desde el 1 de junio de 2025, tras un ataque masivo contra objetivos nucleares estratégicos en el interior del territorio ruso, han surgido rumores sobre una Tercera Guerra Mundial y el desencadenamiento de un conflicto atómico. La operación, cuyo nombre en clave era “Spiderweb” (Telaraña), fue supuestamente planeada durante un año y medio (lo que llevó a Trump a insistir de nuevo en que era idea de Biden; sin embargo, su silencio es revelador). Aún se desconoce mucho sobre la participación de la OTAN en el cruce de lo que todas las potencias nucleares consideran una línea roja, una operación impensable incluso durante la Guerra Fría. Dos cosas están claras: en primer lugar, el héroe de esta historia no es Spider-Man (Zelensky). No se trata de David derrotando a Goliat; todo el mundo sabe que éste no es más que un deplorable peón en la guerra proxy de Occidente. En segundo lugar, el papel de este Spider-Man está calculado para objetivos limitados: provocar al “Oso” para que tome medidas de represalia que confirmen la narrativa occidental de “Putin = Hitler” (difundida por las empresas de relaciones públicas y los medios de comunicación durante años).
Tras los aplausos iniciales a la valiente y pequeña Ucrania que humilló a la gran Rusia, mientras participaba simultáneamente en (aparentes) conversaciones de paz, ahora se está calculando el daño causado a Rusia y se están analizando las posibles respuestas. Aunque el Kremlin no está contento con otro fracaso defensivo, los efectos del ataque son simbólicos. Se trata de un ensayo para futuros enfrentamientos entre potencias nucleares. Incluso las recientes escaramuzas entre India y Pakistán se analizan ahora desde esta perspectiva. Aquí no hay estrategia: cualquiera que piense que hay ganadores en una guerra nuclear está engañado.
Muchos creen que Zelensky (al igual que a comienzos de 2022) sigue bajo la influencia directa de Gran Bretaña. Pero, ¿qué hay de la nueva Administración estadounidense que supuestamente procura la paz? ¿El secretario de Defensa vio la operación en directo mientras picaba algo, quizá le acompañaban su colega, el secretario de Estado Marco Rubio, y el presidente Trump? Es una pregunta retórica, por supuesto. Más revelador aún: el habitualmente ruidoso Trump está callado como la noche, sin tuits en mayúsculas ni memes adolescentes. Desde el principio, la capacidad de Trump como pacificador ha sido increíble: una parte en conflicto no puede mediar. Si me hubiera equivocado, Trump y Putin –y no Lavrov y Rubio– estarían ahora negociando su supervivencia, no cortesías.
Si la operación “Telaraña” estaba planeada desde hacía tiempo, su lanzamiento en vísperas de la reanudación de las conversaciones de Estambul, junto con el intento de asesinato de Putin y dos atentados terroristas contra infraestructuras civiles, indica una intención clara de intensificar la guerra, no de ponerle fin. O, al menos, de controlarla… Otra pregunta legítima: ¿Por qué Spider-Man no utilizó estos drones asesinos para defender a su país, en lugar de seguir a sus mentores, que le encargaron provocar a una superpotencia en su propio territorio (hasta llegar al lejano Amur)? En la antigua Yugoslavia vimos muchos ejemplos de guerras proxy sacrificiales de este tipo. A Zelensky no le importa “el último ucraniano”, sino “el último hombre (occidental)”, aunque la tesis de Fukuyama haya sido objeto de burlas durante mucho tiempo.
El orden nuclear mundial sobre el que escribí anteriormente está ahora desmantelado. Con el ataque respaldado por Occidente contra aviones visiblemente estacionados (destinados a tranquilizar a Occidente en virtud del tratado bilateral START), la confianza se ha perdido. Moscú no es la única que ha aprendido esta lección: la única regla es que no hay reglas. Todos los órdenes –internacional, económico, comercial, incluso nuclear – están en ruinas. La última vez que lo comprobé, el Reloj del Juicio Final marcaba “98 segundos para la medianoche”. Aunque el arsenal de Rusia sigue siendo enorme (contrariamente a la propaganda occidental), el “tabú nuclear” –la idea de que nadie atacaría primero– ha quedado ahora en evidencia como un disparate.
El resultado parece presagiado, como el arma de Chéjov: si un arma aparece en el primer acto, se utilizará en el tercero. Es evidente que Trump sigue creyendo que su “cúpula dorada” puede proteger a los Estados Unidos de un ataque nuclear, aunque no está claro cuándo o cómo va a hacer realidad este hermoso sueño. Por ahora, el destino del mundo está en manos de Putin, quien, afortunadamente, no es un pistolero del salvaje oeste que dispara a la primera, segunda o tercera provocación. Pero esto no puede durar para siempre, por mucho que se calme o se racionalice. Lleva mucho tiempo bajo la presión de los partidarios de la línea dura, que exigen un “pequeño ataque nuclear táctico” contra Ucrania y ahora se vanaglorian diciendo “¡se lo dije!”. La posición de Putin es ambigua: si no responde, está perdido, y si lo hace de forma visible, también.
Y no lo olvidemos: la próxima cumbre de la OTAN prometerá su pleno apoyo a Ucrania, robará a los ciudadanos de los Estados miembros con el pretexto del “peligro absoluto” (un peligro que ellos mismos han creado), mientras que la UE toma nota de “cómo convertirse en la OTAN”. Es obvio que Occidente está cavando su propia tumba con el militarismo, pero ¿el resto del mundo se quedará mirando en silencio cómo arde Roma, dejando que el fuego se propague? Se hicieron cálculos similares cuando crecía el ejército de Hitler, pero aquella era una época sin un orden nuclear mundial.
Fuente: Globetrotter