
¿Por qué crecen los autoritarismos mientras se habla de libertad? ¿Quién se beneficia del desorden global?
El relato de un mundo ordenado y predecible se desvanece por momento. En su lugar, emergen conflictos, revueltas y un profundo descontento. ¿Qué es lo que se esconde detrás del «fin de las certezas»?
POR MARTÍN ÁLVAREZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, se nos enseñó que el mundo avanzaba hacia un horizonte más o menos estable. Nos contaron que tras la caída del Muro de Berlín, con el fin de las grandes utopías del siglo XX, llegaba una era de consensos. De que la democracia liberal y la economía de mercado se impondrían como el modelo universal.
Pero aquí estamos, en medio del caos y sin novia, rodeados de conflictos y descomposición. Y hay una idea que no para de repetirse: ya no hay certezas. Pero, ¿realmente alguna vez las hubo?
Este es un tiempo de contradicciones. No porque el mundo haya enloquecido de pronto, sino porque el sistema que lo sostiene está mostrando sus límites de forma cada vez más visible. Lo que parecía sólido –el crecimiento económico, las alianzas políticas, las instituciones internacionales– ahora se tambalea. Y es que no estamos ante un fenómeno coyuntural, sino ante el agotamiento de un modelo que lleva décadas alimentando desigualdades, saqueando recursos y promoviendo guerras con una máscara de orden y progreso.
LAS GUERRAS NUEVAS, LAS MENTIRAS DE SIEMPRE
Uno de los rasgos más marcados de esta época es la forma en que se reconfigura el conflicto global. Ya no hablamos solo de guerras convencionales entre Estados. Lo que predomina es una lógica de intervención, cambio de régimen y desestabilización, muchas veces camuflada bajo el discurso de los “derechos humanos” o la “democracia”. El resultado suele ser el mismo: países devastados, poblaciones desplazadas y una economía de guerra que sigue beneficiando a los mismos de siempre.
«El sistema que prometía estabilidad está colapsando bajo el peso de sus propias contradicciones»
El mundo unipolar surgido tras la Guerra Fría empieza a resquebrajarse. Surgen potencias emergentes que cuestionan el dominio tradicional de Estados Unidos y Europa, y lo hacen en medio de una pugna feroz por recursos estratégicos, mercados y rutas comerciales. La lucha por la hegemonía se disfraza con narrativas morales, pero en el fondo responde a las leyes implacables de la competencia capitalista.
Un ejemplo claro es la manipulación del lenguaje político. Las potencias se presentan como defensoras de un “orden internacional basado en reglas”, mientras desatan sanciones, bloqueos o guerras por intereses propios. Y lo más grave es que logran instalar esas mentiras como si se tratan de verdades, incluso dentro de sociedades que terminan normalizando la injusticia como parte de lo cotidiano.
DEMOCRACIA SIN DEMÓCRATAS
Mientras se bombardea en nombre de la libertad, en casa se recortan derechos en nombre de la seguridad. La vigilancia digital, la criminalización de la protesta, la concentración mediática y el debilitamiento de las formas de participación efectiva son síntomas de una democracia que, en realidad, funciona como una fachada. Se vota, sí, pero muchas veces entre opciones que no representan ningún cambio de fondo.
El crecimiento de la extrema derecha no es un accidente. Es parte de una reacción global contra los efectos del modelo neoliberal: desempleo, precariedad, desarraigo y frustración. Y es en ese vacío donde florecen discursos autoritarios que prometen orden, identidad y castigo. Lo que no dicen es que ese orden siempre se impone contra los sectores más vulnerables, que esa identidad excluye, y que el castigo solo perpetúa la lógica del miedo.
LOS MOVIMIENTOS QUE NO SE RESIGNAN
Pero incluso en medio del desconcierto, hay señales de esperanza. En distintas partes del mundo, los pueblos se organizan y luchan. Desde las revueltas juveniles en las ciudades hasta las resistencias indígenas en defensa del territorio, pasando por nuevas formas de organización comunitaria, sindical o barrial, lo que emerge es una fuerza que todavía no parece haber dicho su última palabra.
Estos movimientos no tienen siempre una forma definida, ni una ideología unificada. Pero comparten algo fundamental: la convicción de que el sistema actual no tiene salida, y de que solo desde abajo, desde lo común, desde lo colectivo, se puede imaginar otro futuro.
NO HAY CERTIDUMBRES, PERO HAY CAMINOS
Es cierto que vivimos un tiempo donde las certezas se han desmoronado. Pero no es menos cierto que esas certezas estaban construidas sobre mentiras convenientes. Lo que estamos viendo hoy es el resultado de una larga historia de contradicciones acumuladas que el sistema ya no puede contener. El reto no es aferrarse al pasado ni buscar soluciones mágicas, sino reconocer que hay que empezar de nuevo, con otras prioridades.
Porque cuando todo se tambalea, no queda otra que pensar desde los márgenes. Y en los márgenes, lo que crece no son certezas, pero sí posibilidades.
https://canarias-semanal.org/art/37288/guerras-crisis-y-resistencias-un-planeta-que-ya-no-obedece