
Los economistas Milton Friedman (izquierda) y James Tobin (derecha). (Bettmann / Hulton Archive a través de Getty Images)
Una entrevista con Thomas Palley
En 1967, Milton Friedman lanzó una contrarrevolución en la economía que derribó la teoría keynesiana de la inflación. Tres años más tarde, el economista James Tobin publicó una contundente refutación teórica, que quedó prácticamente olvidada para la corriente económica dominante.
Entrevista realizada por Seth Ackerman
Milton Friedman revolucionó la macroeconomía con su discurso de 1967 ante la Asociación Americana de Economía (AEA), que presidía, en el que presentó por primera vez la teoría de la llamada tasa natural de desempleo. Ese discurso, que desempeñó un papel fundamental en el descrédito del keynesianismo que prevalecía en el pensamiento económico liberal de la posguerra, sigue siendo uno de los documentos más citados de toda la economía.
Mucho menos recordada es la refutación de las ideas de Friedman por parte de otro futuro premio Nobel de Economía en otro discurso como presidente de la AEA, cuatro años más tarde: James Tobin, de la Universidad de Yale. La teoría de la inflación de Tobin planteaba la posibilidad de una vía alternativa para la economía y la política macroeconómica, pero muy raramente recibió el mismo reconocimiento o interés académico.
Seth Ackerman, de Jacobin, habló con Thomas Palley, coeditor de Review of Keynesian Economics y exdirector adjunto de políticas públicas de la AFL-CIO, sobre la importancia actual de la teoría de la inflación de Tobin y sobre por qué la cuestión de la inflación sigue desconcertando tanto a la corriente dominante de la economía como a la izquierda.
SA
Siempre fuiste crítico de la ortodoxia económica. Hace unas semanas entrevisté a James Forder, autor de un libro que me gusta mucho —seguro que lo conoces— titulado Macroeconomics and the Phillips Curve Myth (Macroeconomía y el mito de la curva de Phillips).
En ese libro desmonta como un mito la historia que se cuenta sobre la inflación en los años sesenta y setenta, cuando se plantea que una profesión económica miope y dominada por el keynesianismo sustentaba una visión muy ingenua de la inflación y no entendía la importancia de las expectativas inflacionistas a la hora de determinarla, lo que se tradujo en un descontrol inflacionario. Lo que me parece interesante es que la visión supuestamente «ingenua» que se dice que estaba tan extendida en los años sesenta no es tan diferente, en sus conclusiones, de la tuya.
A lo largo de los años, desarrollaste una base teórica para la idea de que existe una relación potencialmente estable entre desempleo e inflación que los responsables políticos pueden aprovechar. En otras palabras, pueden optar por una inflación algo más alta y un desempleo algo más bajo o pueden optar por el tipo de política contrario, y cualquiera de las dos opciones puede ser una elección política estable.
Me gustaría preguntarte sobre esas ideas, pero primero quisiera conocer tu opinión sobre lo que dice actualmente el establishment económico sobre la inflación y por qué no estás de acuerdo con ello.
TP
Bueno, lo primero que hay que señalar sobre la inflación es que hay muchos tipos diferentes. Todos ellos tienen lógicas y efectos diferentes, y eso es algo que no se enseña en los libros de texto, pero que debería enseñarse. También es algo que los economistas no entienden realmente, o al menos no enfatizan lo suficiente.
Yo distingo entre seis tipos principales de inflación. Uno es la inflación por demanda, la historia de «demasiado dinero persiguiendo muy pocos bienes», que es la forma más sencilla de explicarlo.
Una segunda forma es la inflación por conflicto, que es el conflicto entre el capital y el trabajo por la distribución de los ingresos.
Una tercera es la inflación por el lado de la oferta, que se refiere a las crisis mundiales de los precios de las materias primas. El ejemplo clásico es la crisis del petróleo de la OPEP en la década de 1970.
Una cuarta forma es de la inflación importada, que se produce cuando la inflación es causada por la depreciación del tipo de cambio y el aumento del precio de las importaciones, y supongo que, en la medida en que nuestra inflación actual es una inflación de la cadena de suministro, podría interpretarse como parte de esta categoría.
La quinta es lo que yo denomino inflación alta. A menudo se la asocia con grandes déficits presupuestarios y con una política disfuncional en la que un gobierno necesita financiación, pero no es capaz de recaudar los fondos necesarios mediante una fiscalidad adecuada, por lo que recurre a los déficits presupuestarios, lo que genera inflación.
Por último, la sexta forma es la hiperinflación, que es un fenómeno poco frecuente. Suele estar asociada a guerras en las que se destruyó la oferta de la economía, o a estados fallidos o gobiernos cleptocráticos que destruyeron las condiciones para hacer negocios.
La curva de Phillips trata sobre la inflación impulsada por la demanda. Las controversias planteadas por Milton Friedman se referían a la curva de Phillips, lo que significa que se refieren a la inflación impulsada por la demanda.
La historia ortodoxa que se cuenta hoy en día es que existe una relación negativa temporal y de corto plazo entre el desempleo y la inflación o, al menos, que la economía genera un patrón de resultados de corto plazo que se asemeja a dicha relación. Pero si los responsables políticos intentan explotar esa compensación, esta se desmoronará y se verán obligados a volver a lo que se denomina la tasa natural de desempleo, solo que ahora con una tasa de inflación más alta que antes y sin reducción del desempleo.
Básicamente, esa visión es el legado de Milton Friedman. Aunque soy crítico de ella, sigo pensando que fue una contribución importante. Él se centró en las cuestiones que estaban en juego: cómo se fijan los salarios, cuál es el papel de las expectativas de inflación y si existe una compensación sistemática entre la inflación y el desempleo que pueda servir de base para las políticas, especialmente las monetarias. Hizo un gran servicio al enmarcar el debate. El problema es que creo que Friedman se posicionó en el lado equivocado de ese argumento.
SA
¿Cómo es eso?
TP
Bueno, creo que existe algo así como una curva de Phillips sistemática. Y si James Forder cree que no existe, no estoy de acuerdo con él. Ahora bien, soy consciente del argumento de Forder de que Friedman recurrió a una retórica falaz. Pero el desafío de Friedman era básicamente razonable. ¿Por qué digo eso? Bueno, si nos remontamos a principios de la década de 1960, existía la creencia generalizada de que había una relación sistemática entre la inflación y el desempleo que la política podía aprovechar. La gente creía en la «curva de Phillips estructural». Friedman cuestionó la existencia a largo plazo de esa relación utilizando una teoría económica muy convencional.
Ahora bien, también dijo que los economistas se habían olvidado de las expectativas de inflación. Y ahí es donde entra en juego el argumento falaz, porque los economistas eran muy conscientes de las expectativas de inflación y también sabían que las expectativas podían alterar la curva de Phillips. Esto queda muy claro en el famoso artículo de 1960 de Paul Samuelson y Robert Solow. Si lo leéis, veréis que hablan de la importancia de las expectativas de inflación y de cómo su cambio acabaría afectando a la posición de la curva de Phillips.
Dicho esto, los economistas no habían analizado a fondo la lógica y las implicaciones de esto, y eso es lo que hizo Friedman. Así pues, repito, Friedman demostró que, cuando se utilizaba la teoría convencional y se añadían las expectativas de inflación, tomándolas en serio, la curva de Phillips se disolvía lentamente si los responsables políticos intentaban aprovecharla. En lugar de conseguir un menor desempleo con una mayor inflación, al final solo se conseguía una mayor inflación y el desempleo volvía a su llamada tasa natural de manera independiente.
SA
Parece que lo que estás diciendo es que, si se cree en una relación estable a largo plazo entre el desempleo y la inflación, eso no implica necesariamente que no se comprenda el papel de las expectativas de inflación. Mientras que Forder quizá da demasiado fácilmente la impresión de que una cosa implica automáticamente la otra.
TP
Sí. El trabajo de Friedman supuso una auténtica revolución: los economistas creían que existía una relación que podía aprovecharse en las políticas, y por eso sus afirmaciones fueron tan controvertidas. Mi interpretación de Friedman es que exageró al afirmar que los economistas desconocían las expectativas de inflación, pero, por otro lado, y esto es lo importante, demostró que si se utilizaba la teoría económica convencional sobre cómo se fijan los salarios, no se obtenía la curva de Phillips con la que trabajaban los economistas.
Así que demostró que esa visión macroeconómica era inconsistente con la propia teoría que la sustentaba. Y la lógica es muy simple. La teoría convencional dice que los salarios se fijan para equilibrar el mercado laboral y garantizar el pleno empleo. Si se sigue esa lógica, si la política intenta estimular en exceso la economía más allá del punto de pleno empleo, los salarios simplemente subirán más rápido para restablecer el equilibrio, y se volverá a la tasa natural de desempleo, pero ahora con una inflación persistentemente más alta. No creo que los economistas hubieran realmente atado todos los cabos.
Aquí es donde Friedman tiene suerte. En 1967, plantea este argumento sobre la disolución de la curva de Phillips. Y entonces, de repente, empieza a disolverse. La curva de Phillips que la gente había estado observando a principios de la década de 1960, que era una curva muy bonita que parecía ofrecer algunas compensaciones políticas muy aceptables, de repente empezó a disolverse: empezó a hacerse más pronunciada y a moverse.
Y una de las razones fue sin duda el inicio de las expectativas de inflación. Pero también hubo otras razones. Y por eso hice esos comentarios sobre los diferentes tipos de inflación. Por ejemplo, se desencadenó un conflicto por la distribución de los ingresos. La década de 1960 y principios de la de 1970 fueron un periodo de creciente conflicto entre el capital y el trabajo por la participación en los beneficios.
Y luego, a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, se produjo un auge de los precios de las materias primas, seguido de las enormes crisis del precio del petróleo de la OPEP. Esas crisis de suministros también tuvieron el efecto de amplificar el conflicto de la inflación.
En esas circunstancias, la curva de Phillips se disolvió esencialmente, porque la inflación estaba determinada por muchos factores. Y esa disolución se tomó como prueba de que Friedman tenía razón.
Ahora bien, aquí está el giro. Según mi interpretación, los economistas aceptaron de buen grado la idea de que Friedman tenía razón. Y hay una razón para ello. Friedman había basado su argumento en la teoría convencional. Y los economistas no se dedican a cuestionar la teoría convencional. De hecho, ocurre exactamente lo contrario. Se dedican a defender la teoría convencional.
La curva de Phillips siempre fue una relación empírica observada, una relación ajustada estadísticamente. El reto siempre fue proporcionar una explicación teórica de esa relación observada. Friedman demostró que la teoría económica no tenía una explicación que respaldara una compensación política y que, por lo tanto, era necesaria una nueva teoría. La izquierda tampoco tenía una teoría, aunque quería creer que la compensación existía. Todo lo que tenía la izquierda era una teoría conflictiva de la inflación. Y ahí es donde entra James Tobin.
SA
Correcto. ¿Cuál fue la intervención de Tobin en el debate sobre la inflación?
TP
Tobin fue el único economista que abordó el problema y buscó realmente una nueva explicación teórica. Y debo decir que yo era estudiante de posgrado en Yale y asistí a su clase de macroeconomía, y que su trabajo influyó profundamente en mi propio pensamiento.
La idea básica de Tobin es que debemos pensar en la economía como si estuviera formada por muchos sectores, o lo que se podría considerar como muchas pequeñas economías que se agrupan en una economía nacional. Cada sector se ve afectado por perturbaciones aleatorias. La demanda y el gasto se desplazan entre estos sectores. Y esto ocurre constantemente. En cualquier momento, algunos sectores están en pleno empleo y otros por debajo del pleno empleo.
Tobin se dio cuenta de que la inflación podría ser una forma de ayudar a la economía a reequilibrarse más rápidamente. Esta es la visión que expone muy claramente en su discurso presidencial de la AEA en 1971.
El problema es que los sectores por debajo del pleno empleo tienen dificultades para reequilibrarse, porque hay resistencia a los recortes salariales, y por muy buenas razones. Escribí algo sobre esto. En primer lugar, los empleadores siempre buscan recortar los salarios, independientemente de las condiciones. Es una pieza fundamental de la estructura del capitalismo. Entonces, ¿cómo se puede confiar en un empleador que dice: «Tengo que recortar los salarios porque la situación empresarial es mala»? ¿Cómo va a poder creerle un trabajador? El empleo es una relación muy conflictiva y, como resultado, es difícil imponer recortes salariales, incluso si son necesarios. En segundo lugar, los trabajadores son deudores. Por ejemplo, la mayoría de nosotros tenemos hipotecas, por lo que los recortes salariales aumentan la carga de la deuda y, por esa razón, se resistirán.
El secreto está en aumentar la demanda en todos los ámbitos. Eso restaura el pleno empleo en los sectores que tienen desempleo, pero provoca inflación en los sectores que ya están en pleno empleo. Y ahí es donde empieza a surgir la posibilidad de una compensación. Cuanta más demanda se genere, más sectores estarán en pleno empleo y más rápida será la inflación, pero también habrá menos sectores con desempleo, ya que se habrán ajustado más rápidamente para volver al pleno empleo.
SA
Pero entonces la pregunta obvia es: ¿por qué no se cumpliría en ese momento la teoría de Friedman sobre las expectativas de inflación? La gente ve precios más altos, eso se incorpora a las negociaciones salariales y la inflación sigue acelerándose.
TP
Bueno, eso es exactamente así. Tobin nunca supo muy bien cómo responder a eso. Y yo diría que esa es mi pequeña contribución aquí. Lo que se puede decir es que, en los sectores con desempleo, los trabajadores saben perfectamente cuál es la tasa de inflación. No se dejan engañar. Pueden abrir un periódico, ver la televisión y conocer la tasa de inflación. Pero si estás en un sector deprimido, puedes decidir conformarte con un aumento salarial ligeramente inferior. No se te compensará totalmente por la inflación y, por lo tanto, sufrirás una pequeña reducción salarial en relación con el resto de la economía. Mientras tanto, los sectores con pleno empleo incorporarán plenamente las expectativas de inflación.
La clave está en reconocer que el grado en que los sectores incorporan la inflación esperada en sus acuerdos salariales dependerá de las condiciones locales. Las expectativas de inflación se transmiten menos en los sectores deprimidos y se transmiten plenamente en los sectores con pleno empleo.
Una forma de ilustrarlo es con la metáfora de los ascensores y las escaleras mecánicas. Los economistas convencionales consideran que los mercados laborales son como ascensores. Se produce una perturbación en el mercado laboral local. En el periodo siguiente, el mercado laboral local reajusta los salarios y vuelve rápidamente al pleno empleo. Así, el mercado laboral es como un ascensor. Un ascensor vuelve a subir rápidamente hasta el pleno empleo: un ajuste rápido.
La visión implícita de Tobin es que los mercados laborales son como escaleras mecánicas. Se produce una perturbación y el mercado laboral local se ajusta lentamente hasta alcanzar el pleno empleo. Un crecimiento más rápido de la demanda es una forma de acelerar la escalera mecánica para llegar antes al pleno empleo. Pero el costo a pagar es la inflación en aquellos mercados laborales que ya se encuentran en pleno empleo.
Por supuesto, para la teoría económica, la cuestión es identificar con precisión ese argumento y demostrar cómo funciona, que es donde entra en juego la modelización técnica y todo se complica. Eso llevó tiempo, y es parte de la tragedia. Tobin fue muy rápido en 1971 al contrarrestar el argumento de Friedman en su discurso presidencial. Pero el argumento preciso y la modelización formal llevaron mucho más tiempo. Y para entonces, la profesión económica había avanzado y no estaba dispuesta a escuchar.
SA
¿Has conseguido hasta ahora que otros economistas se interesen por este tipo de programa de investigación?
TP
No, no les interesa mi argumento en particular, pero sí recogieron un argumento relacionado de George Akerlof y sus coautores.
Una cosa que diré al respecto es que es una gran lástima que los progresistas nunca hayan aceptado realmente a Tobin y su visión de la economía. Porque si se adopta mi enfoque, según el cual deben existir diferentes teorías de la inflación para describir sus diferentes tipos, esto llena un vacío en el pensamiento de los progresistas. Proporciona una explicación de la curva de Phillips, en la que creen la mayoría de los progresistas, pero para la que carecen de explicación.
Sin embargo, los progresistas de los años setenta y ochenta no se unieron a Tobin. En mi opinión, hay dos razones para ello. Una es que Tobin era bastante convencional en su pensamiento sobre algunos aspectos de la teoría económica, especialmente en cuanto a distribución de la renta. Creía en la teoría neoclásica de la productividad marginal de la distribución de la renta —en la que yo no creo, por cierto—, lo que contribuyó a la desconfianza y el rechazo de Tobin por parte de la izquierda. La segunda razón es que la izquierda insiste en considerar toda la inflación en las economías desarrolladas como inflación conflictiva. La izquierda tiende a no apreciar los diferentes tipos de inflación, y eso también es motivo de diferencia entre mis colegas progresistas y yo.
SA
¿Cómo ves la situación actual de la inflación?
TP
Si hubiera estado en la Reserva Federal en 2022, también habría votado a favor de subir las tasas de interés. En mi opinión, no era solo la inflación la que justificaba una subida de tasas. Una razón aún más importante eran las burbujas de los precios de los activos y la inflación de los precios de la vivienda. Las burbujas de los precios de los activos terminan en estallidos, y la inflación de los precios de los activos constituye una forma muy injusta de distribuir los frutos de la actividad económica. No es una buena forma de gestionar una economía, y no es buena para las familias trabajadoras.
He trabajado en Washington durante más de veinticinco años y nunca conocí a ningún progresista que haya defendido la subida de las tasas de interés. Creo que puede deberse a que los progresistas siempre consideran a la inflación como una inflación conflictiva, lo que los lleva a oponerse a la subida de tasas. En una inflación conflictiva, subir las tasas es ponerse tácitamente del lado de los empresarios. Por el contrario, tengo en mente muchas teorías sobre la inflación, y una de ellas es la teoría de la curva de Phillips de Tobin. Teniendo esto en cuenta, estoy mucho más abierto a la posibilidad de que sea necesario aumentar los tipos de interés para frenar el exceso de demanda. Creo que eso es relevante en las condiciones actuales, junto con el problema de la burbuja de los precios de los activos.
SA
Sin embargo, también abogas por un objetivo de inflación más alto.
TP
Sí. Es posible que necesitemos frenar la inflación y que también necesitemos un objetivo de inflación más alto. No son cosas incompatibles. En mi trabajo, hablo de la «curva de Phillips invertida», que genera una tasa de inflación óptima que yo denomino tasa de inflación con desempleo mínimo o MURI (por sus siglas en inglés), es decir, la tasa de inflación que permite alcanzar una tasa de desempleo mínima. Creo que ese es el objetivo que debe perseguir la política. Y yo diría que se sitúa entre el 3 % y el 6 %. Es un rango bastante amplio, pero podemos tomar un punto medio, digamos entre el 4 % y el 5 %.
Si se empuja la inflación por encima del 5 %, es muy probable que la curva de Phillips comience a curvarse hacia atrás y se pierdan algunos de los beneficios de la inflación. El nivel exacto es algo que solo se puede averiguar mediante la experimentación. Pero hace mucho tiempo escribí un breve artículo empírico en el que básicamente intentaba argumentar esto. Lo que descubrí fue que la duración de los periodos de desempleo disminuía con el aumento de la inflación, lo que demuestra que el efecto escalera funciona. Si la inflación acelera la escalera, los periodos de desempleo serán más cortos porque se llega más rápido a la cima.
Una de las ironías del momento es que, en mi opinión, estamos en el punto óptimo de inflación, pero estamos tratando de empujarlo por debajo de ese punto.
SA
Entonces, tus opiniones pueden haber coincidido con las de Larry Summers en algún momento anterior, pero en este momento, en el que él realmente quiere ver un mercado laboral mucho más flexible, es donde te alejas de él.
TP
Sí, exactamente. Por desgracia, a menudo me encuentro entre dos aguas en estas cuestiones. Creo que Larry Summers tenía razón en la necesidad de ponerse en marcha y subir los tipos de interés, aunque también por razones adicionales a las que dio en su momento. Pero ahora corre el peligro de equivocarse al ir demasiado lejos.
Por el contrario, los progresistas se equivocaron al oponerse a las subidas de los tipos de interés en 2022. Pero en algún momento tendrán razón si la Reserva Federal persiste en subir las tasas, y debo decir que, con un 5 %, empiezo a sentir cierta inquietud. En este momento, hay buenas razones para hacer una pausa en las subidas de las tasas.
Sobre el entrevistador
Seth Ackerman es editor de Jacobin.