EDUCACIÓN.- El Día del Maestro y la urgencia del socialismo para salvar la educación y la vida

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El Día del Maestro y la urgencia del socialismo para salvar la educación y la vida 1

Se me pidió escribir un artículo por el Día del Maestro. Me quedé pensando: ¿cómo se celebra a quien está siendo empujado sistemáticamente al borde del colapso? Recordé algunas lecturas recientes, y entendí que hablar hoy del maestro es hablar no de vocaciones románticas, sino de trabajadores duramente golpeados por un sistema que los superexplota, los agota y luego los desecha.

Una de esas lecturas que hice hablaba del desplome de la natalidad en Colombia: según datos del DANE, entre enero y octubre de 2024, la natalidad en el país disminuyó un 14,5 % en comparación con el mismo período del año anterior. La Cepal —institución funcional al orden capitalista imperialista— confirma que es una tendencia regional: América Latina pasó de una la tasa global de fecundidad de 6 hijos por mujer (en 1960); a 2,1 en el 2015. Es decir: el país ya está por debajo del nivel de reemplazo generacional. Según un nuevo estudio de la Universidad de Shizuoka, Japón, publicado en la revista científica PLOS One, ni siquiera una tasa de 2,1 hijos por mujer es suficiente para evitar el colapso poblacional; esta debería ser, al menos, de 2,7.

Esa baja tasa de natalidad es vista como una amenaza en el actual sistema educativo público; pues, desde las Secretarías de Educación se aprovecha la baja matrícula para «liberar» docentes, moverlos arbitrariamente de sedes o instituciones educativas, y justificar la lógica de hacinamiento en las aulas. Cuando lo que habría que reconocer es que las actuales condiciones de crianza —marcadas por la desatención, la fragmentación del vínculo con las familias, y el daño en la atención y la memoria causado por el uso masivo de dispositivos electrónicos— exigen exactamente lo contrario: aulas con menos estudiantes para poder garantizar una educación personalizada, humana y efectiva. Por eso, para el magisterio y para el pueblo trabajador, la baja natalidad no es un problema: es una oportunidad para dignificar el acto educativo, no una excusa para precarizarlo aún más como pretende el Estado burgués.

A los que sí les alarma la baja natalidad es a la burguesía, pues desde sus intereses de parásita clase explotadora piensan: ¿quién cotizará pensiones y salud para que el capital financiero siga engordando?, ¿quién trabajará en sus fábricas para seguirles garantizando sus elevadas cuotas de ganancia? Por eso despliegan una ofensiva ideológica para culpar a las mujeres que «no quieren tener hijos», sin señalar jamás el verdadero problema: vivir bajo el capitalismo ya es absolutamente insoportable. De allí que, la gente actualmente no tiene hijos porque no puede sostenerlos en medio de la incertidumbre económica, la carestía de la vida, el agotamiento constante, la falta de tiempo para criarlos con presencia y cuidado, y porque vivimos en una podrida sociedad capitalista atravesada por la violencia, la inseguridad y el abuso sistemático contra las infancias y las adolescencias. Y si criar se hace inviable, ¿cómo es enseñar?

Hoy, el maestro es un trabajador en crisis permanente. Los docentes reportan altos niveles de estrés debido a la sobrecarga administrativa, la violencia escolar, la falta de apoyo interinstitucional y los bajos salarios. Según la Unesco las tasas mundiales de abandono entre docentes de primaria casi se duplicaron, pasando del 4,6 % en 2015 al 9 % en 2022. El agotamiento emocional, la falta de reconocimiento y las condiciones laborales precarias —como aulas sobrepobladas— estallan a los docentes.

Por otro lado, según el organismo imperialista OCDE, los docentes de educación primaria en Colombia imparten 940 horas de clase directa al año, cifra significativamente superior a la de países con mejores índices de bienestar docente como: Alemania (691 horas), Finlandia (673 horas) y Grecia (661 horas). Esto implica que un docente colombiano trabaja entre 250 y 280 horas más al año solo en docencia directa, sin contar tareas administrativas, planeación, o atención a padres y estudiantes.

Como si no fuera suficiente, también está la cantidad de estudiantes (30, 40, 45 en el aula), muchos de los cuales presentan problemas de salud mental en aumento: en Colombia, según Unicef, el 44,7 % de los niños y niñas sufren afectaciones en su salud mental; los datos de Medicina Legal mostraron que en 2023 hubo 230 suicidios de niños, niñas y adolescentes. A esto se suman los problemas de salud física, como la desnutrición. Solo en el año 2024, la Procuraduría registró 21.867 casos de enfermedades asociadas a la desnutrición en niños y niñas de todo el país, de sobrepeso (35 % de los estudiantes, ENSIN, 2021), y enfermedades prevenibles no tratadas como problemas visuales o auditivos, que afectan directamente su aprendizaje. Asimismo, está la pobreza que empuja a más de 311.000 niños, niñas y adolescentes en Colombia a combinar el estudio con el trabajo o, en muchos casos, a abandonar la escuela para generar ingresos (DANE, Mercado laboral – Trabajo infantil, oct-dic 2024).

Y la situación es aún más preocupante cuando se habla de inclusión educativa: el 79 % de los estudiantes con discapacidad registrados en el Sistema Integrado de Matrícula aún no cuenta con certificación del Registro de Localización y Caracterización (RLCPD), lo que dificulta una adecuada asignación de recursos. Aunque se supone que se asigna un 20 % adicional de financiación para atender esta población, la Contraloría ha advertido que estos fondos no se estarían utilizando de manera efectiva debido, en gran parte, a barreras de infraestructura. A esto se agregan las barreras para estudiantes migrantes, indígenas o afrodescendientes: la falta de materiales en lenguas propias, docentes no capacitados en pedagogías étnicas, el racismo estructural y la exclusión, etc.

Todas estas dificultades recaen sobre los hombros del docente, sin asistentes, sin herramientas tecnológicas, sin acompañamiento psicosocial ni interinstitucional, con salarios indignos. Todo ello hace que el resultado en educación sea devastador: Colombia ocupa los peores puestos en las homogeneizadoras pruebas PISA, y no es porque falte compromiso, como pretenden hacer ver quienes quieren privatizar la educación a través de bonos escolares —tal como ya lo hicieron con la salud— sino porque lo que sobra son las condiciones infrahumanas que hacen casi imposible enseñar y aprender en las escuelas y los colegios colombianos.

Frente a esta alarmante realidad del sistema educativo colombiano, lo que necesitamos no son las políticas privatizadoras que cacarean los congresistas más reaccionarios, lo que necesitamos es lucha y marchar hacia el socialismo.

Necesitamos el socialismo como un sistema que no pone la ganancia por encima de la vida y la educación; que reconoce en la educación no una mercancía, sino como un derecho y un deber social, un proyecto colectivo de humanidad.

Necesitamos el socialismo para tener una educación que deje de formar para el capital y pase a formar para la emancipación; que integre el trabajo manual, el pensamiento científico, el arte y la historia desde una perspectiva de las clases trabajadoras.

Necesitamos el socialismo para tener instituciones educativas con menos estudiantes por aula, con materiales suficientes, con equipos interdisciplinarios de salud y bienestar, con infraestructura digna, con alimentación escolar de calidad, con tiempo y condiciones reales para enseñar y aprender.

Necesitamos el socialismo para integrar escuelas con centros médicos, que atiendan de inmediato las dificultades de salud física o mental que afectan el aprendizaje, sin depender de EPS que solo mercantilizan el dolor y la muerte.

Necesitamos el socialismo para que la formación no dependa solo de un aula: para que bibliotecas, centros culturales y deportivos, escuelas de arte, jardines botánicos, museos, teatros, etc. estén abiertos todo el año, con programación permanente, con salarios dignos para sus trabajadores, que también son educadores.

Necesitamos el socialismo para que la educación no encierre al estudiante en un aula, sino que lo vincule con la realidad productiva y social de su país, un país que cuente con que las calles sean seguras para que los niños y los jóvenes puedan moverse por sus ciudades y campos y aprehenderlos.

Necesitamos el socialismo para que el arte y los artistas formen parte de la vida cotidiana de las escuelas, ayudando a las infancias y las juventudes a encontrar su talento y ponerlo al servicio del pueblo.

Necesitamos el socialismo para que podamos tener una educación impartida en lenguas y culturas propias, sin imponer solo idiomas y saberes «globales».

Necesitamos el socialismo para que los docentes puedan trabajar con dignidad, que se invierta masivamente en su formación y sus condiciones de trabajo; y que los niños y jóvenes puedan crecer con sentido, sin cargar desde la infancia la resignación de un mundo que solo los quiere para enriquecer el capital.

Por todo esto, en este Día del Maestro, no basta con conmemorar: es necesario levantar la voz y organizar la lucha. Llamamos a los docentes a hacer de esta prensa una tribuna de denuncia y agitación, un instrumento para visibilizar las condiciones infrahumanas en que se enseña y se aprende en Colombia. Convocamos a que se impulsen Asambleas Populares donde se definan las reivindicaciones concretas e inmediatas que deben tomarse como bandera de lucha en las calles: por una educación gratuita, de calidad y al servicio de los intereses del pueblo trabajador.

Es también momento de reestructurar los sindicatos, instrumentos de lucha de los trabajadores de la educación; de crear una nueva federación que no solo actúe como herramienta de defensa real de los derechos del magisterio, sino también de unidad con padres, madres, estudiantes y trabajadores del sector educativo. Necesitamos una federación que no sea correa de transmisión del régimen burgués, sino parte activa de la transformación revolucionaria del sistema educativo.

Y más allá de eso, reafirmamos que no hay solución real sin socialismo, y que no hay socialismo sin un partido revolucionario. Por eso, llamamos a los maestros a organizarse políticamente, a formar parte de la restauración del Partido del proletariado en Colombia, dispositivo estratégico indispensable para dirigir y consolidar la lucha por la conquista del poder y por una educación verdaderamente liberadora al servicio de la emancipación del pueblo.

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