¿HACIA EL FASCISMO, HACIA LA GUERRA NUCLEAR O HACIA EL SOCIALISMO?

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¿Es el renacimiento del fascismo la respuesta del capitalismo a su propia crisis?

El mundo está en una encrucijada histórica. Entre el resurgir de políticas autoritarias, el tambaleo del orden hegemónico occidental y la amenaza real de una guerra atómica, se dibujan -advierte Marcelo Colussi- escenarios que ponen en juego el destino mismo de la humanidad (…).

Por MARCELO COLUSSI PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

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    El escenario mundial está hoy más complicado que nunca. El proceso de globalización -que, en realidad, comenzó con la llegada de los europeos al continente americano a fines del siglo XV, pero que alcanzó su punto máximo con las políticas globalizadoras del neoliberalismo de las pasadas décadas- no tiene retorno; hoy día, hasta la más remota aldea de cualquier punto del planeta está integrada en este mercado-sistema-red comunicacional mundial, del que nada ni nadie puede estar ausente. Eso ha tornado la dinámica político-social mucho más compleja que años atrás. ¿Quién manda en el mundo? ¿Quién es el propietario de las megaempresas que encontramos hasta en esa remota aldea? (muy probablemente allí habrá un cartel de Coca-Cola, o de Marlboro, y quien la atiende usará un teléfono celular inteligente, quizá marca Nokia; y cuando enferma, si no recibe hierbas de la medicina tradicional, tomará algún medicamento de Pfizer). ¿Quiénes son los “buenos” y quiénes los “malos” en la actual película? Durante la Guerra Fría las cosas parecían estar más claramente dibujadas; hoy, no tanto.

   Está claro que sigue habiendo explotadores y explotados en términos económicos: eso no ha variado desde que existe, con la agricultura, propiedad privada (“el primer robo de la historia”, según el anarquista francés Joseph Proudhon). La cuestión es que ahora las cosas están más complejas de analizar, y por tanto, de cambiar. Los megacapitales que mueven el mundo, como diría Marx, “no tienen patria”. Los fondos de inversión, por ejemplo, se trasladan a velocidad vertiginosa de un punto del planeta a otro, y solo algunos, una pequeña élite -nunca se sabe exactamente quién- es el propietario de ellos (¿quién se beneficia realmente de Coca-Cola, de Nokia o de Pfizer?).

    Una oligarquía financiera internacional, en general del norte -rubia y de ojos celestes- se aprovecha de ello, además de grandes empresas productoras. La noción de un “patrón” bien vestido que asiste todos los días a controlar su fábrica quedó largamente en la historia. Pero sigue estando claro, más allá de la composición del capital, que hay dueños y, en oposición, una enorme masa trabajadora. Eso no ha variado. Masa trabajadora que ya no sabe bien lo que es un trabajo fijo, que desconoce -cada vez más- las prestaciones laborales: seguros de salud, de desempleo, jubilaciones, vacaciones pagas-. La situación de explotación no cambia, pero sí la forma en que se va realizando (o profundizando, mejor dicho, hoy en día).

    En la actualidad la robotización, al menos en el mundo capitalista, en vez de ser un beneficio para la gran mayoría de la humanidad, solo sirve para beneficiar a unas pocas grandes empresas. Las tecnologías digitales, si bien abren infinitas posibilidades positivas (por ejemplo, leer estas líneas en cualquier parte del globo), sirven básicamente como mecanismo de control social. El mundo se complejizó de tal manera que en este momento un texto de la extraordinaria profundidad como los de Marx, escrito en el siglo XIX, si bien no ha perdido vigencia, debe ser actualizado para ayudar a entender -y actuar- en esta inmensamente compleja realidad político-social del siglo XXI. Hay infinidad de nuevas problemáticas que reclaman respuestas novedosas: la catástrofe ambiental (eufemísticamente llamada “cambio climático”), la capacidad destructiva de los actuales armamentos, la edificación de un mundo del Norte próspero y un Sur empobrecido tan tajantemente separados, la distancia sideral entre un lado y el otro con años (décadas) de diferencia en sus desarrollos, la aparición de nuevos frentes de lucha como, por ejemplo, la crítica al patriarcado, una presencia omnímoda de los medios masivos de comunicación -potenciados más aún por el internet- que moldean las conciencias en forma cada vez más profunda (ya se habla de “neuroarmas”), una cultura de la virtualidad que está redefiniendo la modalidad de la vida (teletrabajo, sexo virtual, educación virtual, consultas médicas a distancia, etc.), la explosión de la diversidad sexual y nuevas formas de familia (¿se puede concebir una reproducción cada vez más en términos de inseminación artificial?, cada vez la gente se casa menos, y cada vez se congelan más óvulos), trabajadores nómadas digitales que no tienen lugar fijo de residencia (por tanto, que no están sindicalizados. ¿Existen los sindicatos todavía?), posibilidad -ya muy cercana- de salir y vivir fuera del planeta, y un etcétera que abre interrogantes, a veces inquietantes.

    La idea de una revolución socialista en un solo país, salvo una gran superpotencia -como eventualmente podrían ser hoy solo China, que ya la hizo y la está profundizando, y Rusia, que ya la hizo y ahora la revirtió- se ve muy compleja, por el grado de interdependencia que existe con los grandes centros de poder capitalista, que deciden la vida planetaria en términos económicos, tecnológicos y militares. ¿Puede concebirse un proceso revolucionario exitoso, que se mantenga en el tiempo y se pueda profundizar, en países como, por ejemplo, Haití, Senegal, Myanmar, o incluso uno desarrollado europeo? La pregunta implica una respuesta complicada, más bien tendiente al no. Recordemos los infinitos mecanismo de que disponen los megacapitales para imponerse y marcar el ritmo.

    Lo que está claro es que Estados Unidos, como gran potencia hegemónica, lentamente está cayendo. Para evitar su caída apelará a cualquier cosa: ¿guerra comercial que desembocará en guerra militar finalmente? Y el sistema capitalista en su conjunto, fundamentalmente las potencias del Norte, están trabadas, sin terminar de superar plenamente la crisis del 2008, con crecimientos económicos pequeños: de alrededor del 1%, o menos, muchas ya en recesión. El principal crecimiento está dándose en el área BRICS+, que busca la desdolarización, con una India que muestra índices de gran pujanza (crecimiento del 6%) y muchas naciones que, sin ser socialistas, buscan nuevas perspectivas de comercio no regidas solo por la noción de lucro (léase: comercio más solidario).

   Ante la crisis, vemos varios escenarios. Uno, que ya ha comenzado, es el retorno de posiciones fascistas, distintas a las de un siglo atrás y con nuevas características, pero en sustancia no muy diferentes: disciplinamiento de las clases subalternas, regímenes autoritarios, evitación a toda costa de los estallidos sociales. Muchos países europeos, algunos latinoamericanos y la gran potencia estadounidense ya caminan por esa senda, con posiciones ultra conservadoras, xenofóbicas, patriarcales, con motosierras en la mano y haciendo recordar hogueras inquisitoriales de vieja data (y con un asesor presidencial como Elon Musk que saluda con el símbolo nazi).

   Igual que ocurrió hace un siglo, las ideologías fascistas desembocan siempre en procesos de exclusión de algún chivo expiatorio (ayer judíos, ¿hoy inmigrantes?), militarizando en extremo las sociedades, todo lo cual deriva hacia el uso de la violencia, de la fuerza bruta. Hoy estamos viendo procesos de derechización y aumento de la represión (pensemos en el furioso ataque a la marcha de los jubilados en Argentina, por ejemplo), o fuerzas armadas custodiando cada vez más celosamente las fronteras. Los gastos bélicos y policiales suben sin parar: ¿preámbulo de algo? Ese, por supuesto, es un escenario aterrorizador para el campo popular, pues recuerda que luego vienen los campos de concentración.

   La guerra comercial que inicia Trump está buscando hacer retornar la industria estadounidense que migró al exterior (buscando condiciones más leoninas de explotación en el Tercer Mundo) hacia el propio territorio. “Hacer grande a Estados Unidos de nuevo”, es la consigna. Pero la forma en que se planteó esta política está trayendo más problemas que soluciones. “Ya ha afirmado que bajará sustancialmente los aranceles a China una vez que sus «amigos» empresarios le apretaron las tuercas y le dijeron que con China no podían y que iba a provocar una catástrofe en la economía estadounidense. En mi opinión, ha visto que retar al gigante asiático y a todos los demás, solo iba a servir para que más y más países se acercaran a China. Es decir, que la transición hacia un escenario como China como hegemón principal se acelerase. Lo de EUA como potencia mundial ha acabado. Poco a poco tendrá que conformarse con que China la desbanque. Quizás Giovanni Arrighi tuviera razón y por vez primera en la historia, ante un cambio de hegemonía, por la profunda imbricación en el mercado mundial de todos los países, nos salvemos de una gran guerra”, concluye Jon Illescas. Es un escenario posible, donde vamos hacia un mundo multipolar, con un área desdolarizada en el que se van formando bloques económico-políticos: los BRICS+, capitalismo occidental sin tanta relevancia mundial con un Estados Unidos alicaído y una Unión Europea sumisa a los dictados de Washington, periferia que quedará ligada a algunos de estos bloques.

   Pero también cabe la posibilidad de un planteamiento mucho más belicoso. Es sabido que una guerra atómica total significa el fin de toda forma de vida en el planeta. Nadie la quiere, sin dudas; pero en las afiebradas perspectivas de algunos tomadores de decisiones de los capitales que hasta hoy fueron hegemónicos existe la idea de una guerra nuclear limitada, como forma “heroica” de no perder su sitial de privilegio. Por lo pronto, según una filtración, en una reunión del grupo Bilderbeg -amos del mundo que sesionan a puerta cerrada con un hermetismo total- se supo que un punto de agenda era la “gobernabilidad global post guerra nuclear”. No es de sorprenderse que esa hipótesis esté presente y manejada por algunos. Como dato que complementa esto, sabemos que tanto en Europa como en Estados Unidos se han disparado las recomendaciones ante explosiones atómicas (qué hacer y cómo resguardarse) así como la venta de refugios contra el apocalipsis de una guerra nuclear. De acuerdo a una investigación de la consultora BlueWeave Consulting -con sede en Noida, Uttar Pradesh (India)-, el público estadounidense gastó 137 millones de dólares en 2023 en la construcción de estos bunkers. ¿Será ese nuestro destino? Al mismo tiempo, de acuerdo a una investigación del periódico estadounidense Financial Times, a partir de imágenes satelitales que lo demuestran, la República Popular China estría construyendo un monumental complejo militar cerca de su ciudad capital, la “Ciudad Militar de Pekín”, de 1,500 hectáreas de extensión -es decir: diez veces más grande que el Pentágono- destinado a albergar el alto mando de sus fuerzas armadas en caso de un (¿cada vez más cercano?) enfrentamiento nuclear.

   La perspectiva de propuestas socialistas, como otro escenario posible, no parece la más cercana. China, con un planteo de su singular “socialismo de mercado”, ha obtenido grandes éxitos, pasando a ser una superpotencia dominante. De todos modos, ese modelo muy difícilmente es replicable. ¿Podrían, retomando el ejemplo anterior, Haití, Senegal o Myanmar repetir el modelo? Vietnam, en cercanía de China, lo está haciendo. Cuba, en el patio trasero de Estados Unidos y bloqueada, lo encuentra muy difícil. La perspectiva socialista no parece estar creciendo en este momento. El campo popular, que sigue explotado, excluido de los beneficios de ese fabuloso desarrollo que posibilitan las ciencias y tecnologías actuales, no deja de protestar ante las injusticias. De todos modos, hoy no se vislumbran caminos claros para salir de esa situación. La vía socialista, que no está muerta, hoy sufre de parálisis. ¿Se la podrá reactivar? Por supuesto, eso implica un enorme trabajo de puesta al día con todas estas nuevas aristas que moldean el mundo actual. Pero ¿no vale la pena intentarlo? ¿O estaremos condenados al exterminio total?

https://canarias-semanal.org/art/37372/hacia-el-fascismo-hacia-la-guerra-nuclear-o-hacia-el-socialismo

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