
¿Podrá la industria armamentística salvar al capitalismo de su propia crisis?
El rearme europeo, lejos de garantizar la seguridad, se ha convertido en la última burbuja del capitalismo financiero. Fondos de inversión, corporaciones militares y élites políticas se enriquecen mientras el proletariado carga con los costes de un modelo basado en la destrucción.
POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
El colosal rearme de Europa no es simplemente una reacción militar a amenazas externas: es la evidencia más palpable de cómo el capitalismo financiero, en plena crisis estructural, utiliza la guerra y el gasto militar como herramientas de supervivencia.
¿Por qué? Tal y como ya habían advertido en su tiempo Rosa Luxemburgo, Michał Kalecki, Paul Baran y Paul Sweezy, la guerra no es una excepción dentro del sistema capitalista, sino su función esencial cuando el capital privado ya no puede asegurar beneficios crecientes por otras vías.
Hoy, lo que observamos en Europa es la puesta en práctica de estas lecciones históricas: un capitalismo que, sin nuevas burbujas especulativas ni alternativas industriales sólidas, se apoya desesperadamente en la industria de la destrucción.
«La guerra funciona como válvula de escape del capitalismo, mientras las clases trabajadoras pagan el precio.»
LA FINANCIARIZACIÓN DEL CONFLICTO: EL CAPITALISMO EN ESTADO DE GUERRA
La financiarización de la economía no es un fenómeno nuevo, pero sí ha alcanzado cotas inéditas en las últimas décadas.
Las grandes gestoras de fondos como BlackRock, Vanguard o State Street, que manejan decenas de billones de dólares, se han convertido en actores centrales del complejo militar-industrial global. Controlan importantes participaciones en gigantes de la defensa como Lockheed Martin, Boeing, RTX y Rheinmetall. Estas inversiones se ven directamente beneficiadas por cada euro y cada dólar que los gobiernos desvían hacia el rearme.
Por ejemplo, la alemana Rheinmetall, fabricante del tanque Leopard, ha visto cómo el precio de sus acciones se duplicaba en los últimos meses gracias a los planes de rearme de Alemania y la UE. Europa, que ya supera el gasto militar de la también capitalista Rusia, se ha comprometido a inyectar 800.000 millones de euros adicionales en la industria de la defensa, reforzando así los beneficios de estos actores financieros.
Este fenómeno confirma que la actual carrera armamentista no es una simple cuestión de «seguridad nacional». Es una operación financiera planificada, que alimenta burbujas especulativas como lo hizo la burbuja tecnológica o la de las subprimes, y cuyos beneficios están privatizados, mientras que las pérdidas —económicas y sociales— las asume el conjunto de la sociedad.
«El rearme europeo es una estrategia para salvar al capitalismo financiero, no para proteger a la ciudadanía.»
LAS HERRAMIENTAS DE PERSUASIÓN: DEL MIEDO A LA GUERRA PSICOLÓGICA
Para mantener este flujo constante de recursos hacia la industria de la guerra, las élites económicas y políticas se apoyan en sofisticadas herramientas de persuasión.
La primera es la propaganda directa: gobiernos y medios de comunicación amplifican la percepción de amenazas externas (Rusia, China, Irán, los BRICS), presentando el rearme como una necesidad ineludible. Así, justifican el gasto descomunal que se desvía de áreas como la sanidad, la educación o la vivienda hacia la maquinaria militar.
La segunda herramienta es el lobbying. Las grandes corporaciones armamentistas invierten millones en influir sobre las decisiones políticas que les benefician. En Estados Unidos, este lobby de la guerra ha moldeado la política exterior durante décadas. En Europa, la estrategia no es diferente: las empresas del sector presionan para garantizar contratos multimillonarios, mientras los fondos de inversión refuerzan su poder en los consejos de administración.
La tercera es la manipulación emocional: la industria mediática alimenta una narrativa de urgencia y miedo constante. El discurso del «enemigo a las puertas» se convierte en la excusa perfecta para mantener en marcha la economía de guerra. Como señalaran Baran y Sweezy, este enfoque permite absorber el excedente económico sin que el gasto se traduzca en mejoras para la clase trabajadora, manteniendo la disciplina social e impidiendo que las masas se organicen.
UN CÍRCULO VICIOSO AUTORREFORZADO
Este modelo económico basado en el militarismo no es sostenible, pero sí altamente rentable a corto plazo para las élites financieras. Las crisis internacionales se convierten en oportunidades para especular con las acciones de las empresas armamentísticas, cuyos valores se disparan en cuanto se anuncia un nuevo conflicto o un aumento del presupuesto militar.
A la vez, este ciclo se retroalimenta: la financiación pública impulsa el crecimiento de estas empresas, que luego dedican parte de sus beneficios a reforzar la propaganda y el lobbying, asegurándose nuevos contratos y perpetuando la espiral de gasto militar.
Como explicara en su día Michał Kalecki, los capitalistas no solo buscan beneficios inmediatos: también persiguen la estabilidad política y la disciplina en los lugares de trabajo.
El gasto en armamento cumple perfectamente este doble objetivo. Por un lado, genera demanda económica que mantiene activos sectores industriales enteros. Por otro, evita que el gasto público se dirija hacia la satisfacción de las necesidades sociales.
«La guerra funciona como válvula de escape del capitalismo, mientras las clases trabajadoras pagan el precio.»
LAS CONSECUENCIAS PARA LOS ASALARIADOS Y PARA EL CONJUNTO DE LA SOCIEDAD
Mientras los señores de la guerra engrosan sus fortunas, las consecuencias para la mayoría de la población son devastadoras. Los recortes en servicios públicos, la precarización del empleo y la privatización de recursos esenciales son efectos directos de este modelo. Los Estados endeudados para financiar el rearme tendrán que recortar aún más el gasto social, perpetuando la desigualdad y desmantelando lo que queda del que un día llamaran «Estado del Bienestar».
Además, esta estrategia profundiza la fragmentación política dentro de Europa. Las diferencias en la capacidad de los Estados para asumir la deuda militar generarán nuevas tensiones, favoreciendo a los países económicamente más fuertes (como Alemania) y debilitando aún más a los ya endeudados (como Italia o Francia). Este desequilibrio prepara el terreno para un nuevo ciclo de dominación imperialista dentro del propio continente.
La Europa del siglo XXI está repitiendo, casi al pie de la letra, las dinámicas que Rosa Luxemburgo, Kalecki, Baran y Sweezy supieron identificar en el siglo pasado. La financiarización del conflicto, la manipulación ideológica y la mercantilización de la guerra no son desviaciones del sistema, sino el corazón mismo del capitalismo financiero contemporáneo.
La militarización no solo enriquece a una minoría parasitaria; también sirve para consolidar un orden social profundamente desigual, en el que la guerra no es la excepción, sino la norma.
Para romper este ciclo, será necesario que los asalariados recuperen su capacidad de organización y resistencia, desafiando no solo la explotación económica, sino también la lógica destructiva del capitalismo de guerra.
ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS
- https://observatoriocrisis.com
- Ara.cat: La industria bélica se frota las manos con el gran rearme de Europa
- Cadena SER: Las guerras aumentan las ganancias de las grandes empresas de armas
- IDDigitalSchool: Lobby de las armas en EEUU
- Wikipedia: Guerra psicológica
- Huffington Post: La amenaza de guerra engorda a los fabricantes de armas