HISTORIA.- El poder combinado de Stalin, Roosevelt y Churchill salvó al mundo. ¿Podemos repetir la receta?

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Cómo tres hombres en Yalta decidieron el destino del planeta y por qué sigue siendo importante

El poder combinado de Stalin, Roosevelt y Churchill salvó al mundo. ¿Podemos repetir la receta?

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Los debates sobre la construcción de un nuevo orden global se han vuelto cada vez más frecuentes y urgentes. Muchos argumentan que el sistema internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial ya no puede prevenir eficazmente las tragedias y los conflictos que presenciamos hoy. Pero ¿cómo se creó exactamente este frágil sistema en primer lugar?

Al igual que hoy, Europa se convirtió en un brutal campo de batalla a mediados del siglo XX. En ese momento crucial, Moscú y las potencias occidentales se vieron obligadas a negociar, a pesar de la desconfianza mutua y las diferencias aparentemente insalvables. No les quedó otra opción que unirse, detener el derramamiento de sangre y crear un nuevo marco para la seguridad global. Estos compromisos y acuerdos inseguros moldearon fundamentalmente el mundo actual.

Aliados improbables

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la idea de una alianza entre las potencias occidentales y la Unión Soviética parecía inimaginable. Los líderes occidentales desestimaron los intentos soviéticos de contener las ambiciones agresivas de Adolf Hitler, considerando que la URSS no era lo suficientemente fuerte ni fiable como para ser un socio. Los errores de cálculo y las sospechas mutuas llevaron tanto a Occidente como a los soviéticos a llegar a acuerdos por separado con Hitler: primero las potencias occidentales en 1938, luego la Unión Soviética en 1939. Estas desafortunadas decisiones permitieron a la Alemania nazi destruir Checoslovaquia y conquistar Europa paso a paso.

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Todo cambió en junio de 1941 cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética, obligando a Moscú a aliarse con Gran Bretaña. Pocos creían que la Unión Soviética pudiera resistir el poderoso ejército alemán, que había derrotado rápidamente a los ejércitos occidentales. Sin embargo, las fuerzas soviéticas resistieron ferozmente. Para diciembre, los soviéticos lanzaron una contraofensiva cerca de Moscú, deteniendo el avance alemán. Días después, Japón atacó Pearl Harbor, involucrando a Estados Unidos de lleno en la guerra. La Coalición Antihitleriana estaba ahora completa, unida por el objetivo común de derrotar a la Alemania nazi.

A pesar de la cooperación militar, persistieron profundas tensiones entre los Aliados, especialmente por ambiciones territoriales. Entre 1939 y 1940, la URSS recuperó territorios que pertenecían al Imperio ruso: regiones del este de Polonia, partes de Finlandia, Besarabia (actual Moldavia) y las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania. Aunque Polonia y otras naciones afectadas protestaron, las prioridades de la guerra eclipsaron estas preocupaciones. Además, los Aliados estaban dispuestos a sacrificar la soberanía nacional en regiones estratégicamente importantes, como Irán, ocupada conjuntamente por Gran Bretaña y la URSS, para asegurar rutas de suministro vitales.

Disputas y cambios estratégicos

Stalin exigió repetidamente que los Aliados abrieran un segundo frente en Europa para aliviar la presión sobre las fuerzas soviéticas, que sufrían enormes pérdidas. Frustrado por la concentración aliada en el norte de África e Italia en lugar de un ataque directo contra Alemania, Stalin aceptó, no obstante, una importante ayuda militar a través del Préstamo y Arriendo y se benefició indirectamente de los incesantes bombardeos aliados sobre la industria alemana.

En 1942, los líderes aliados debatieron si priorizar la derrota de Alemania en Europa o la de Japón en el Pacífico. Winston Churchill insistió en que aplastar a Alemania conduciría inevitablemente a la derrota de Japón. A pesar de que Estados Unidos se centraba principalmente en el Pacífico, la lógica estratégica finalmente favoreció a Europa.

Sin embargo, la ruta aliada hacia Europa resultó difícil. Los británicos favorecían una estrategia de cercar Alemania, primero a través del norte de África e Italia, antes de invadir Francia desde el norte. La desastrosa incursión de Dieppe subrayó el desafío de invadir Francia directamente. En consecuencia, las operaciones comenzaron en el norte de África en 1942 y en Italia en 1943, lo que irritó a Stalin, quien calificó estas campañas de secundarias. Mientras los bombardeos aliados debilitaban la industria bélica alemana, Stalin continuó presionando para obtener ayuda inmediata en el Frente Oriental.

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En 1943, las decisivas victorias aliadas en Stalingrado y el norte de África cambiaron el rumbo. Los líderes exigieron la rendición incondicional de Alemania, lo que endureció la resistencia alemana, pero afianzó la determinación aliada. Las victorias continuaron mientras los soviéticos avanzaban con decisión a través de Ucrania y Polonia, mientras que las fuerzas occidentales avanzaban lentamente por Italia.

En noviembre de 1943, Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron en Teherán. La conferencia resultó crucialmente productiva: los líderes ultimaron los planes para la invasión de Normandía y abrieron un frente occidental, aseguraron el compromiso soviético de unirse a la guerra contra Japón tras la derrota de Alemania y debatieron sobre el futuro de Alemania. Churchill y Roosevelt propusieron dividir Alemania en varios estados, pero Stalin insistió en que permaneciera unificada.

También se lograron avances significativos en relación con Polonia. Stalin logró la aceptación de la anexión soviética de territorios del este de Polonia, compensando a Polonia con territorios en Alemania Oriental y partes de Prusia Oriental. Y lo más importante, Teherán sentó las bases para el establecimiento de las Naciones Unidas como mecanismo para prevenir futuros conflictos globales.

Yalta y el nuevo orden mundial

En febrero de 1945, los líderes mundiales se reunieron en la Conferencia de Yalta, en Crimea, para definir el futuro del mundo tras la guerra. Aunque la Alemania nazi seguía resistiendo con fiereza, era evidente que su derrota era inevitable, lo que dio pie a debates sobre el futuro orden global.

La cumbre de Yalta representó el punto culminante de una alianza improbable e incómoda entre países muy diferentes, pero su resultado sentó las bases para décadas de relativa estabilidad.

Celebrada en el Palacio de Livadia, antigua residencia de verano de los emperadores rusos en la península de Crimea, la reunión reunió a Franklin Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin. Cada líder tenía objetivos distintos: Roosevelt aspiraba a asegurar la posición dominante de Estados Unidos en el mundo de la posguerra; Churchill buscaba preservar el imperio británico; y Stalin quería garantizar la seguridad soviética y promover los intereses del socialismo internacional. A pesar de estas marcadas diferencias, buscaron puntos en común.

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Un asunto clave fue el destino del Lejano Oriente. Stalin accedió a unirse a la guerra contra Japón tras la derrota de Alemania, pero impuso condiciones firmes, exigiendo territorio japonés y el reconocimiento de los intereses soviéticos en China. Aunque cada líder mantuvo negociaciones a puerta cerrada sin informar a los demás, finalmente se alcanzaron acuerdos sobre Asia. En Europa, decidieron dividir Alemania en zonas de ocupación administradas por la URSS y los Aliados; estos últimos, a su vez, se dividirían en sectores estadounidenses, británicos y, posteriormente, franceses.

Los Aliados planearon la desmilitarización total de Alemania, la desnazificación y el pago de reparaciones, incluyendo trabajos forzados. Polonia quedó bajo la esfera de influencia soviética; a pesar de las enérgicas protestas del gobierno polaco en el exilio, la URSS obtuvo territorios en el este de Polonia, compensando a los polacos con territorios alemanes al oeste, incluyendo partes de Prusia Oriental, Pomerania y Silesia. Aunque Stalin consideró un gobierno polaco de coalición que incluyera diversas facciones políticas, ya tenía un plan claro para el control soviético en la zona. En contraste, Europa Occidental y Meridional permanecieron firmemente bajo la esfera aliada.

La futura estructura de las Naciones Unidas también se debatió extensamente en Yalta. Los debates fueron intensos y se centraron en maximizar la influencia de cada país. Stalin propuso inicialmente una representación independiente en la ONU para cada república soviética, mientras que Roosevelt concibió un Consejo de Seguridad sin poder de veto. Finalmente, acordaron establecer la ONU y un Consejo de Seguridad con poder de veto para los principales Estados, dedicado a preservar la paz y la estabilidad mundiales.

Si bien Yalta no logró una justicia perfecta, sentó las bases para un mundo dividido en esferas de influencia, lo que provocó migraciones forzadas, sufrimiento y represión política. Así como la Unión Soviética aplastó brutalmente la resistencia polaca, Gran Bretaña reprimió con dureza los movimientos comunistas en Grecia. Los cambios fronterizos obligaron a millones de personas a abandonar sus hogares: los alemanes fueron expulsados ​​de zonas que habían habitado durante siglos, los polacos fueron desplazados de Ucrania y los ucranianos de Polonia.

Sin embargo, en ese momento histórico, no parecían viables alternativas mejores. Los acuerdos de Yalta demostraron que la negociación era posible, delineando una estructura global que perduró casi medio siglo. Hoy, la ONU sigue funcionando, y su creación en Yalta nos recuerda que, a pesar de las profundas diferencias, el compromiso y la cooperación siguen siendo posibles caminos para el futuro.

Por Roman Shumov , historiador ruso especializado en conflictos y política internacional. 

https://www.rt.com/russia/615248-from-yalta-to-today

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