
Los partidos comunistas europeos, que habían liderado la resistencia contra el nazismo, fueron marginados de la vida politica como condición sine qua non para recibir la ayuda estadounidense.»
En medio de las actuales disputas entre las élites europeas y los grandes capitales estadounidenses, es fundamental recordar cómo se forjó la subordinación económica del Viejo Continente a Washington. Tras la Segunda Guerra Mundial, el Plan Marshall fue presentado como un acto de «generosidad», pero en realidad no fue mas allá que un estudiado proyecto que garantizó la hegemonía USA en el planeta. ¿Cómo lo lograron?
POR MANUEL MEDINA(*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La disputa por mercados, el control de los recursos estratégicos y el dominio de las economías globales han llevado a una creciente fricción entre la burguesía del Viejo Continente y las élites financieras de Wall Street y Silicon Valley.
Estados Unidos, que durante décadas ha mantenido una posición de referencia dominante para Europa, enfrenta ahora una resistencia cada vez mayor por parte de sus socios tradicionales.
En este contexto de lucha por el dominio de parcelas en la hegemonía mundial, parece pertinente recordar de qué forma se entretejieron los mimbres de la permanente subordinación económica y política de Europa a EE.UU. después de la II Guerra Mundial.
El Plan Marshall, que durante décadas fuera presentado a los pueblos europeos como un acto de generosidad, en realidad, no pasó de ser una estrategia cuidadosamente diseñada para consolidar el dominio estadounidense sobre el sector occidental de un continente maltrecho por los desastres provocados por la guerra. Este programa no solo sirvió para impedir el avance de las organizaciones comunistas, sino que también permitió a Washington asegurarse mercados y afianzar su control sobre la economía global.
EL MITO DEL PLAN MARSHALL: ¿GENEROSIDAD O ESTRATEGIA?
La narrativa oficial sobre el Programa de Recuperación Europea, conocido como Plan Marshall, nos dice que Estados Unidos, preocupado por el sufrimiento de los europeos tras la guerra, decidió brindarles desinteresadamente ayuda financiera para su reconstrucción. No obstante, una mirada más profunda sobre aquel acuerdo revela que detrás de aquella supuesta solidaridad solo había una serie de intereses económicos y políticos que consolidaron el liderazgo estadounidense en el mundo capitalista.
En 1948, cuando se implementó el Plan Marshall, Europa estaba devastada. Las infraestructuras estaban en gran parte destruidas, la producción industrial era mínima y millones de personas vivían en condiciones precarias. La reconstrucción era necesaria, pero EE.UU. no ofreció su ayuda de forma altruista: la condicionó a que los países beneficiarios de la misma adoptaran políticas económicas alineadas con los intereses de Washington.
LA UNIÓN SOVIÉTICA Y LOS PARTIDOS COMUNISTAS: UNA AMENAZA PARA EE.UU.
Uno de los factores que más preocupaban a la clase dirigente norteamericana de aquellos días, era el prestigio alcanzado por la Unión Soviética entre los pueblos europeos. Tras haber soportado el mayor peso de la guerra, con 27 millones de muertos, la URSS emergió como una superpotencia que contaba con un enorme reconocimiento entre los pueblos europeos.
Además, los Partidos Comunistas en Europa Occidental gozaban de un amplio respaldo popular, especialmente en Francia, Italia y Grecia. En muchos casos, no solo eran organizaciones políticas con una gran base militante, sino que habían liderado la resistencia armada contra la ocupación nazi. Esto los convertía en una alternativa real de poder, lo que representaba una amenaza directa para EE.UU. y su modelo capitalista.
Por otro lado, las élites tradicionales europeas estaban profundamente desacreditadas. Muchas de ellas habían colaborado con los regímenes fascistas, lo que debilitó su legitimidad ante las masas populares. La posibilidad de que el comunismo lograra extenderse en Europa Occidental era real y representaba un peligro para los intereses del gran capital estadounidense.
EL PLAN MARSHALL COMO MECANISMO DE CONTROL
El Plan Marshall no fue solo un programa de reconstrucción, sino una estrategia geopolítica diseñada para mantener a Europa Occidental bajo la órbita de Washington. EE.UU. destinó 13.300 millones de dólares a 16 países europeos, pero estos fondos no se entregaron sin condiciones.
Los países que aceptaban la ayuda debían:
– Alinear su política exterior con la de EE.UU.
– Abrir sus mercados a los productos y empresas estadounidenses.
– Excluir a los comunistas de sus gobiernos.
El Plan Marshall permitió a EE.UU. imponer un modelo económico favorable a sus intereses, evitando que Europa explorara otras alternativas, como un modelo de desarrollo basado en la planificación estatal y la cooperación con la URSS.
UN NEGOCIO REDONDO PARA EE.UU.
Lejos de ser un gesto desinteresado, el Plan Marshall benefició enormemente a la economía estadounidense. La mayoría del dinero destinado a Europa se gastó en productos, maquinaria y tecnología fabricados en EE.UU., lo que impulsó la industria y el empleo en suelo estadounidense.
Además, permitió a Washington consolidar a Europa como una suerte de mercado cautivo, asegurando que las economías europeas dependieran de sus importaciones y de sus inversiones. Al mismo tiempo, el dólar se convirtió en la moneda hegemónica, debilitando cualquier posibilidad de autonomía económica en la región.
HOLLYWOOD: EL ARMA PROPAGANDÍSTICA DEL PLAN MARSHALL
El Plan Marshall no solo sirvió para dominar la economía europea, sino también para moldear su imaginario colectivo. Uno de los acuerdos implícitos de este Plan establecía que los países europeos beneficiarios del mismo, debían reservar una cuota obligatoria de exhibición de películas de Hollywood en sus cines.
Este requisito no era una simple cuestión de entretenimiento, sino una herramienta clave en la guerra cultural. A través del cine, EE.UU. reescribió, por ejemplo, la historia de la Segunda Guerra Mundial, transmitiendo la idea de que fue su intervención la que derrotó al nazismo, minimizando así el papel crucial de la URSS y la aportación de los movimientos de resistencia europeos.
En las pantallas europeas comenzaron a proliferar películas en las que los soldados estadounidenses aparecían como los principales vencedores de la guerra, desplazando de la memoria colectiva la enorme contribución de la Unión Soviética y de los partisanos comunistas. Esta estrategia de manipulación histórica, combinada con la ayuda económica, sirvió para legitimar el dominio de EE.UU. sobre Europa Occidental.
LA DIVISIÓN DE EUROPA Y EL INICIO DE LA GUERRA FRÍA
El Plan Marshall no solo frenó el avance del comunismo en Europa Occidental, sino que también profundizó la división del continente. La URSS y los países del Este rechazaron la ayuda, entendiendo que aceptarla significaba quedar bajo la influencia política y económica de Washington. En respuesta, Moscú impulsó su propio sistema de cooperación, el COMECON, basado en la planificación centralizada y la autarquía.
Con la implementación del Plan Marshall, EE.UU. garantizó que Europa Occidental permaneciera en el bloque capitalista. En 1949, este proceso culminó con la creación de la OTAN, una alianza militar que consolidó el liderazgo de Washington sobre sus «aliados» europeos.
UNA LECCIÓN PARA EL PRESENTE
El Plan Marshall no fue un «acto de generosidad«, sino una estrategia de dominación económica y política que garantizó la hegemonía de EE.UU. en Europa. Bajo la apariencia de la reconstrucción, Washington estableció las bases de un modelo de dependencia que aún hoy, ochenta años después, continúa limitando la autonomía de los pueblos europeos.
Las tensiones actuales entre las clases dominantes de EE.UU. y Europa son un reflejo de las contradicciones del capitalismo global. La burguesía europea, que durante décadas aceptó el liderazgo de Washington, busca ahora un mayor margen en sus relaciones en un mundo multipolar donde ya EEUU no constituye la obligada referencia en un mundo capitalista en el que otras grandes potencias con la misma orientación ideológica, se disputan con ferocidad el dominio de los mercados .
(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia.