EDUCACIÓN.- Miriam Campos Leirós: “No podemos esperar que el alumnado sea una persona colaboradora cuando en la escuela se le ha enseñado a competir”

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La maestra acaba de publicar Educación ecosocial. La respuesta a los retos del siglo XXI (2024, Tébar Flores), 140 páginas en las que hace un repaso rápido sobre qué es la educación ecosocial y cómo ponerla en práctica en las aulas con facilidad.

Pablo Gutiérrez de Álamo

Miriam Campos Leirós no necesita presentación. Es maestra de primaria aunque ahora mismo se encuentra dedicada al INTEF y, cuando tiene tiempo, al voluntariado en el colectivo Teachers For Future Spain. Este nació hace algunos años al calor de las movilizaciones de Fridays for Future, comenzadas en cierta medida por Greta Thumberg

¿Qué es la educación ecosocial a la que le dedicas el libro?

La educación ecosocial sería una evolución, por decirlo de alguna manera, de la educación ambiental. Esta tenía un sentido más conservacionista de la naturaleza, de los espacios naturales, de las especies. Y la educación ecosocial tiene más en cuenta a las personas y atiende a los cambios sociales. El cuidado del medio ambiente no puede existir si no hay un cuidado entre las personas y un cambio en la mentalidad. Se trata de poner la vida en el centro teniendo en cuenta que como sociedades tenemos que hacer ese cambio para que los ecosistemas existan, pero sobre todo, un cambio hacia el buen trato entre las personas.

El aspecto conservacionista ya sea del medio ambiente o de las especies, etc., no tiene ningún sentido si las personas no tienen una amplitud de miras en todos los aspectos que pueden suponerhacia la diversidad, y cuando hablo de diversidad no digo solo biodiversidad, hablo de diversidad de las personas en cuanto a género, raza, en cuanto a cómo se sienten, etc. Inclusión en todos los sentidos.

Que haya actitudes de cambio social para cuidar y generar ciudadanía implica un cambio social y tiene que ver con la biodiversidad y con el cuidado de la vida, como decía antes.

En el libro hablas del yoísmo, de la sociedad individualista y de la necesidad de cooperación. ¿Por qué es importante esta cooperación o enseñar a cooperar en las escuelas para la educación ecosocial?

El individualismo lo vemos socialmente, tristemente, quizás más que nunca. Se puso de moda con la pandemia; podías tomarte una caña independientemente del número de personas a las que pudieras contagiar.

Esa idea se extendió socialmente a través de los políticos y todo el mundo pensó que esa libertad individual estaba por encima de la grupal.

Si queremos tener sociedades que piensen en ciudadanía, en colaboración y cooperación, tenemos que introducir estas herramientas y estas enseñanzas en la escuela. Debemos enseñar a cooperar y a participar, porque no podemos esperar que el alumnado, con enseñanza obligatoria hasta los 16 años, que a los 18 se incorpora a la vida adulta, sea una persona colaboradora y que trabaje en sociedad, cuando en la escuela se le ha enseñado a competir.

Siempre se pregunta quién es el mejor en esto o lo otro, y no se enseña tanto a trabajar en grupo, a aceptar otros puntos de vista, a debatir con respeto, a tener esa amplitud de miras hacia la diversidad. Educamos siempre en la competencia, pero luego pedimos ciudadanía colaboradora. Es un oxímoron, ¿no?

Hay que enseñar a colaborar y a aceptar las diferencias y cuestiones como humildad: “Tú tienes más razón que yo y en este caso me tengo que callar” y no “a ver quién grita más”. Habrá que enseñarlo en la escuela, en la enseñanza obligatoria.

Durante mi vida como maestra siempre renunciaba a concursos que daban premios individuales y, especialmente, si eran materiales. Hacía excepciones si los premios ofrecían una experiencia, más que algo material. Renunciar es posible, y más en un momento en que las empresas han irrumpido en las aulas promocionando sus productos y usan a la infancia para hacer publicidad, que saben, además, que va a llegar a las casas porque el alumno o alumna va a llevar el merchandising que le den bajo una falsa máscara de educativo.


Si queremos enseñar a vivir en sociedad tenemos que educar para esa cooperación que necesitamos

Eso por una parte. Luego, las metodologías están ahí, el aprendizaje cooperativo no lo he inventado yo. Es verdad que es una metodología mucho más laboriosa y que, a veces, con ratios altas no es fácil de llevar a cabo. Pero si queremos enseñar a vivir en sociedad tenemos que educar para esa cooperación que necesitamos. Hay que cambiar la metodología y no podemos seguir educando en el siglo XXI con esas clases magistrales y con un sistema de enseñanza que se ideó prácticamente en la revolución industrial y cuyo único objetivo era preparar a los trabajadores para incorporarse al mundo laboral de la producción.

Tenemos una sociedad mucho más diversa, somos mucha más población en el mundo, tenemos herramientas para estar al día, pero que conllevan otros peligros. No podemos seguir educando como cuando íbamos a las fábricas, con todo el respeto del mundo.

¿Cómo podemos afrontar la ansiedad que se produce en muchas personas ante la situación del medio ambiente?

Yo creo que la única manera de vencer ciertas ansiedades es pasar de la preocupación a la acción. La preocupación no se va a ir, pero cuando sabes que, en la medida en que puedes contribuir a que algo mejore o que no siga evolucionando, eso te hace sentir bien o te reconforta en alguna medida.

Sobre la juventud y la adolescencia caen muchos dedos acusadores pero creo que ellos están en un momento social en el que es muy difícil ser adolescente, ¿no?

Y veo que en algunos casos, la juventud está renunciando a la fast fashion, por ejemplo, o utilizan el transporte público. Toman medidas aunque es verdad que, a lo mejor, no se puede ver tanto. Pero conozco muchísimos casos de gente que ha optado por comer menos carne, por ejemplo; apuestan por la sostenibilidad, usan dispositivos de segunda mano y luchan contra la obsolescencia programada.

Evidentemente, una sola persona no va a cambiar el mundo, pero hay un montón de gente luchando contra ese sistema.

¿Cómo entiendes tú el libro, es tu granito de arena en la lucha ecosocial?

Cuando me contactó la editorial no había pensado en escribir un libro así que me tuve que parar y pensar ¿qué libro quieres hacer, qué libro quieres escribir? Y me pareció que lo oportuno, y esa fue mi intención, era que fuera práctico y manejable para esa parte de la sociedad que tiene cierta sensibilidad pero no sabe por dónde empezar. A quien, a lo mejor, la terminología científica del IPCC le resulta muy ardua, pero quieren saber qué está pasando, qué es todo esto y cómo pueden contribuir. Que creen que, a lo mejor, echar el plástico al contenedor amarillo es suficiente o no entienden qué pasa con el coche híbrido, que es uno de los ejemplos que pongo. El híbrido es bueno o el híbrido es malo, o qué pasa con las placas solares.

Traté de hacer un libro que fuera fácil para la población en general, la gente que está sensibilizada, como digo, y que no sabe por dónde empezar. Trato varios temas, para que se vea que la educación ambiental tiene muchos aspectos, que hay muchas áreas de la vida en las que podemos hacer cosas. Soy maestra y no podía evitar focalizarlo hacia el profesorado y hacia las familias, hacia la comunidad educativa.

En el libro das mucha información y al mismo tiempo comentas prácticas que se pueden llevar a cabo en las aulas, ¿Todo puede hacerse?

Eso que comentas, de reseñar todas las fuentes, para mí era fundamental en una sociedad de la desinformación. No me he inventado nada, esto está referenciado. Todo lo que pongo en el libro, excepto lo que menciono del espacio de intercambio de saberes, que es una idea que tengo y que me encantaría que se materializara en todos los municipios de España, todo lo demás lo he hecho yo en algún momento de mi vida laboral en el aula. No hago propuestas desde el púlpito que ya se verá si pueden hacerse o no. No, se han realizado en algún momento. Yo, como maestra de trinchera, las he llevado a cabo. Yo no tengo ningún talento especial que no tenga otra persona que se dedique a la docencia. Es ponerle ganas y tener conocimiento. Doy mis ideas y cómo las llevé a cabo para que otras personas puedan emplearlas, una especie de aprendizaje entre iguales, entre docentes.


Que en un examen pongan qué es sano y qué no lo es, y que después los veas comer compulsivamente bollería, no tiene mucho sentido

Es verdad que tienes la ventaja de ser maestra y haber estado en el aula mucho tiempo. Pero a mí me suena complicadísimo.

Bueno, nadie dijo que fuera fácil, pero es que tampoco Freinet lo hizo fácil. Cuando hacía sus paseos pedagógicos lo tomaban por un loco, ¿no? Qué iban a emprender los niños en el monte si tenían que estar haciendo fichas o el pizarrín.

Lo que no tiene mucho sentido es explicar al alumnado qué es el cambio climático y permitir que los centros educativos sigan teniendo las calefacciones con combustibles fósiles o que tengamos patios de cemento y no reverdifiquemos o recuperemos zonas verdes. Un oxímoron como el que ocurre en las cafeterías de los institutos en los que se les enseña la pirámide nutricional, les decimos lo que es bueno y luego, en los recreos, se consume todo tipo de bollería industrial. Esto ocurre delante de nuestras narices y no es aprendizaje competencial.

Es verdad que, como docentes, tenemos un rango de acción limitado, pero también es porque no somos capaces de educar en comunidad educativa. Si le damos esta información a las familias y trabajamos en colaboración, podríamos cambiar ciertos hábitos.

Que en un examen pongan qué es sano y qué no lo es, y que después los veas comer compulsivamente bollería, no tiene mucho sentido. Esto pasa en otros ámbitos. Explicamos qué es el cambio climático, qué podemos hacer, pero luego, en el centro, no nos preocupamos de apagar luces, de cambiar la forma en que se calientan o se refrigeran los centros, de tener zonas de sombra, techumbres vegetales… Son cosas mucho más fáciles de hacer de lo que parece.

Con alumnos de sexto de primaria hice una auditoría escolar en la que pedimos al Ayuntamiento los recibos de la luz y tratamos de que bajasen. Conseguimos que nos facilitasen la información. Era un momento en que fluctuaban mucho los precios de la luz, así que fuimos estudiando los voltajes, y como era muy difícil el cambio de tipo de energía, lo que nos propusimos fue reducir el consumo. Estuvimos más pendientes de apagar luces cuando hubiese luz natural, de cerrar ventanas cuando estuviese la calefacción encendida, de tomar medidas realmente muy sencillas y que condujesen a esa bajada de consumo. Esto empujó otras acciones, como un estudio de cómo refrigerar las aulas en verano cuando hace tanto calor. A veces es simplemente dar con el clic de ese cerebro que luego los estudiantes van haciendo la bola de nieve más grande, son quienes te dicen, “profe, podríamos hacer esto y podríamos hacerlo otro”. Así que sí, se puede, claro que se puede.

En los centros educativos hay un montón de solistas y muy pocas orquestas

¿Cómo de importante es meterte en el bolsillo al equipo directivo para hacer según qué cosas?

Contar con el equipo educativo es fundamental para hacer cambios y materializarlos, sobre todo en el funcionamiento del centro. Pero, por ejemplo, en el proyecto Recreo Residuo Cero, un programa de Teachers for Future Spain, permitimos participar como centro o a título individual.

Es muy importante contar con esa colaboración, pero también te digo una cosa, si tienes la colaboración del equipo directivo y no la colaboración del claustro, también es muy difícil. Si no cambiamos la mentalidad y empezamos a trabajar como equipo, es muy complicado.

Y lo digo en el libro también, en los centros educativos hay un montón de solistas y muy pocas orquestas. Siempre se dice que los centros son el reflejo de la sociedad. El cambio tiene que empezar a visualizarse ahí.

¿Y cuál es el papel de la administración en poner en marcha ciertos cambios?

Ya sean municipales o autonómicas, es importante llegar a ellas, pero también lo es asumir que hay ciertos cargos que los ocupan personas que no tienen toda la competencia que debieran. Esto es muy atrevido, pero todos conocemos a alguna persona en la Administración que está por el motivo que sea y no llevan a cabo las acciones necesarias. O que lo hacen de una manera, digamos, muy vendible, con un grupo escolar, porque queda muy bonito realizar una plantación de árboles, pero luego no fructifica ninguno porque nadie hace un seguimiento de esas plantaciones.

Un curso de alfabetización ecológica o de alfabetización ambiental le vendría muy bien a la sociedad en general, empezando por las administraciones, claro que sí.

En los últimos días, hemos visto la llegada de Trump a la presidencia de EEUU con su discurso negacionista. O el inicio del juicio en este mismo país contra Greenpeace que puede llevarles al cierre. En un momento tan complicado, ¿Cómo ves el futuro más inmediato?

A lo mejor yo tengo este halo de optimismo, pero fíjate que frente a todo esto, veo que Tesla ha bajado mucho en ventas, que en Inglaterra se están vendiendo en torno a 2.000 pegatinas diarias que los dueños y dueñas de Teslas ponen en sus coches, y que dicen: “Compré este coche antes de saber que Elon Musk era imbécil”. Veo un montón de gente movilizándose, paradas de autobús que visten las marquesinas hablando del swasticarcar. (hace unos días aparecieron algunos anuncios en las paradas de autobús de Londres en los que podía leerse: “Goes from 0 to 1939 in 3 seconds. Tesla The Swasticar”, de 0 a 1939 en 3 segundo, Tesla, el esvasticoche -juego de palabras con fastestcar, el coche más rápido-).


Hay que poner el foco en toda la gente que es capaz de movilizarse y organizarse

Recupero la fe en la sociedad y me doy cuenta de que cuando nos organizamos somos capaces de hacer cosas increíbles. Lo vimos en la pandemia, cómo fueron las asociaciones de vecinos las que se organizaron para dar alimentos de manera urgente y atender. Lo vimos en la DANA, los primeros en responder fueron los vecinos y las vecinas de los pueblos que habían padecido mayor sufrimiento. Y ahora vemos cómo, otra vez, la sociedad se está organizando para dar una respuesta muy rápida y contundente.

Prefiero quedarme con esta parte, porque malos de la película siempre han existido, ¿no? Pero quizá hay que poner el foco en toda la gente que es capaz de movilizarse y organizarse y la respuesta social siempre es muy contundente.

Lo que pasa es que a veces parece que tenemos que llegar al límite para reaccionar. Tampoco es fácil reaccionar en este mundo de consumismo a todos los niveles, de ocio, de redes sociales, de plataformas digitales para ver series a la carta.

Muchos estamos en la dormidera, pero cuando pensaba que estábamos más en la dormidera y más adoctrinados, resulta que ha surgido este despertar y me quedo con ese 45% de pérdidas de Tesla.

Pablo Gutiérrez de Álamo

Periodista especializado en educación. Director de El Diario de la Educación. Antes en Periódico Escuela

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