
A Estados Unidos las presiones le funcionan bien. Trump había amagado con volver a apoderarse del Canal de Panmamá porque -según decía- había acabado en manos de China y ahora un consorcio de inversores encabezado por BlackRock ha comprado la mayoría de las acciones en los dos puertos del Canal pertenecientes a Hutchison, una empresa domiciliada en Hong Kong.
El precio para recuperar la arteria oceánica ha sido de 22.800 millones de dólares.
La gestión de los 89 kilómetros del Canal de Panamá es propiedad de Panamá, pero hay dos puertos a la entrada y a la salida, los de Balboa (en el Océano Pacífico) y Cristóbal (en el Atlántico), que hasta ahora estaban gestionados por Hutchison.
En tiempos de guerra, los puertos podrían ser utilizados por los chinos, se había lamentado Marco Rubio, el secretario de Estado estadounidense. En los tiempos que corren hay que pensar más en la guerra que en los mercados, los negocios y los contratos.
El gobierno de Panamá, que es poco más que una sucursal de Estados Unidos ha quedado aliviado por la venta, porque aún recuerdan la invasión militar de 1989, que es un tabú en el país centroamericano.
El fondo buitre Global Infrastructure Partners, ahora propiedad de BlackRock y Terminal Investment, el grupo MSC, adquiere el 90 por cien de Panamá Ports, la empresa que opera los puertos de Balboa y Cristóbal.
Además, la empresa china ha vendido otros 43 puertos en 23 países distintos del mundo, por lo que ha ganado una fortuna (19.000 millones de dólares) y esta mañana sus acciones en la bolsa de Hong Kong se dispararon un 23 por cien.
Con Trump los asuntos estratégicos, militares y políticos, como el Canal de Panamá, se van a reconvertir en suculentos negocios para unos y para otros. Meros contratos privados.
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