Darío Adanti: “El peronismo existe porque fracasaron la izquierda y los liberales”

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Jesús Fernández Úbeda /  Darío AdantiFotos: Jeosm

Darío Adanti: “El peronismo existe porque fracasaron la izquierda y los liberales”

Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) hizo un máster autodidacta en peronismo cuando, ya viviend

Darío Adanti (Buenos Aires, 1971) hizo un máster autodidacta en peronismo cuando, ya viviendo en la Madre Patria, una legión de españoles, después de recurrir al chiste del perro argento que ladra “este, ¡guau!”, le preguntaba qué narices era “eso del peronismo, que sólo lo entendéis vosotros”. Hace quince años, publicó con Rapa Carballo un fanzine llamado Los viernes peronistas, en el que participaron firmas de ambas orillas del Atlántico, y hace unos meses, después de una sobremesa sevillana inundada con manzanilla –no me refiero a la infusión–, aceptó el desafío de intentar explicar a los soberanos de Felipe VI semejante —presunto— quilombo político. Lo ha conseguido en un ensayo estupendo, El peronismo explicado a los españoles (Athenaica, 2024), en el que, maridando rigor y humor, se remonta a la expedición de Pedro de Mendoza y a los primeros porteños que, terriblemente hambrientos, recurrieron al canibalismo —“Me gusta pensar que aquí empezó la tradición del asado argentino”, dice el autor—; demuestra cómo un virreinato español pasó a depender del Imperio británico, y aborda cómo, en un ecosistema inestable, esquizofrénico y sangrientos, surge “un general pacifista, algo así como un león herbívoro”, o sea, Perón, un tío hábil que entendió la importancia y la rentabilidad del identitarismo y sin el que no se puede entender la historia de la Argentina. Conversamos con el escritor, humorista y dibujante sobre su primer libro que no es una novela gráfica.

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—Empecemos con un chiste popular —lo cuenta hasta el papa Francisco— de la Argentina que dice, más o menos, que cuando Dios creó el mundo y repartió sus riquezas, muchos le reprocharon que colmara al país con petróleo, minerales, etcétera: “¿Por qué le has dado todo a Argentina?”. Respuesta del Altísimo: “Bueno, también puse a los argentinos”.

—Me encanta ese chiste, soy muy fan (risas).

—¿Qué dice ese chiste de la Argentina y de los argentinos?

«La mejor palabra que nos define es quilombo. Somos un quilombo»

—La mejor palabra que nos define es “quilombo”. Somos un quilombo. Lo cierto es que si la naturaleza te ha dado petróleo, litio, minerales o campo, lo más probable es que sean colonia de algún otro. En realidad, los grandes imperios, como el inglés, se aprovecharon de la independencia de los virreinatos del Imperio español, venido a menos, invadido por Francia, para financiar la independencia pero, después, quedárselos como colonia. Realmente, teníamos todo eso, pero eran las élites las que ganaban dinero vendiéndoselo muy barato a la industria inglesa, que luego nos lo vendía manufactorado más caro. Por otro lado, somos un quilombo porque somos una mezcla de gallegos, italianos, árabes, judíos…

—Parafraseando al Nobel ex de la Preysler, ¿en qué momento se jodió la Argentina?

—Nació jodida. Somos un país que ha tenido unas élites absolutamente antipatriotas. Mira que las élites suelen ser antipatriotas, pero en nuestro caso era descarado. Tan descarado que se formó un nacionalismo elitista que pretendía ser colonia de Inglaterra, y un nacionalismo popular, que es el que viene a representar Perón, pero que venía de antes, que quería independizarse de Inglaterra. Hubo una guerra civil de cincuenta años. El historiador Felipe Pigna dice que es la más larga de Occidente en los tiempos modernos. Y esa guerra entre las élites de la ciudad y el campo y la provincia tenía que ver con que el sentir de la provincia era que se habían independizado de la Corona española, pero ahora Buenos Aires los trataba igual o peor. Esa batalla ha hecho que Argentina siempre sea el quilombo.

—Demos una vuelta por el anteperonismo, el preperonismo y el protoperonismo. ¿Cómo es eso de que el origen de la Mano de Dios se halla en el siglo XIX?

«De alguna manera, estaba la fantasía de que, con la independencia, iban a crear una república próspera e igualitaria»

—Tiene que ver con lo que te digo: las élites vendieron todo el país al Imperio británico. El primer banco de la nación, fundado a finales del siglo XIX, se hizo con capital británico. Y los ferrocarriles, y las grandes estancias donde se creaban corderos, etcétera, y los frigoríficos, y las máquinas de empaquetar… Entonces, los grandes terratenientes locales lo único que hacían era cobrar un porcentaje de todo el negocio que hacían los ingleses a cambio de que la mano de obra estuviera tirada de precio. Para eso, el 90% del país tenía que ser semiesclavo. Con lo cual, el 90% del país se crió con odio a lo británico, con odio al inglés, porque representaba el poder que le hacía morirse de hambre. De alguna manera, estaba la fantasía de que, con la independencia, iban a crear una república próspera e igualitaria, y que lo que hizo que no fuera así fueran las élites y el Imperio británico. De ahí el odio a los ingleses… y el gran amor, porque los Rolling Stones son tan importantes como Perón y Evita (risas). De hecho, yo creo que Keith Richards es peronista para Argentina.

—Hábleme de la importancia del alambrado.

—Eso me fascinó. Lo cuenta Borges, que dice que, en realidad, el gaucho se acabó con el alambrado. El gaucho no era el trabajador rural, como creemos ahora. No era un peón rural con traje folclórico. El gaucho-gaucho era mestizo, vivía en el límite entre la colonia y los indígenas. Era nómada, vivía arriba del caballo. Lo contrataban para arriar vacas un día; otro, para ahuyentar a los indígenas, o se sumaba a los indígenas para luchar contra un pueblo… A medida que pusieron alambrado los terratenientes, le dejaron sin territorio. Además, fue traicionado por el propio Estado argentino. Mejor dicho, por los criollos: las guerrillas montoneras originales eran de gauchos, que luchaban en los montes contra los ejércitos realistas, españoles a las órdenes de franceses, porque el rey era Pepe Botella. Los usaron prometiéndoles que iba a haber un reparto igualitario de las tierras. Con la independencia, los arrinconan a los lugares más pobres, más secos, menos productivos, y los persiguen con el ejército para obligarlos a alistarse a la fuerza. Y cuando viene el alambrado, el gaucho desaparece, queda como personaje mítico.

—Hablemos de los Lugones. Qué personajazos.

«Soy superfan de Leopoldo Lugones padre, uno de los primeros escritores de literatura fantástica y de terror en castellano»

—Soy superfan de Leopoldo Lugones padre, uno de los primeros escritores de literatura fantástica y de terror en castellano. Era una rareza, sobre todo, viniendo del Nuevo Mundo, de la América hispánica. Lugones era de las grandes familias y, en esa época, las ovejas negras de las grandes familias de criollos primero se vieron fascinados con el anarquismo, después con el socialismo, pero, a medida que fueron creciendo, se volvían nacionalistas y de derechas. Él se volvió muy conservador a nivel moral y, claro, se enamoró de una chavala muy, muy joven, cuando era un señor muy mayor. Y su propio hijo, que era un psicópata, lo persiguió. Tanto le deprimió, que Leopoldo Lugones, en un gesto muy romántico de su generación, se mató en el delta del Tigre, en unas escalinatas, creo, del Casino del Tigre. Y unos años más tarde se suicidó también su hijo.

—Polo Lugones. Un pieza.

—Era un psicópata. Como celador de un orfanato público, lo acusaron de haber violado a huerfanitos. Iba a ir preso y su padre salvó a su hijo. No contento con eso, hizo escuela y terminó siendo jefe de comisarios en la dictadura de Uriburu. Lo que hizo Polito Lugones fue utilizar un elemento que había llegado al campo, la última tecnología en cuanto a vacas: la picana, un elemento eléctrico para picar a las vacas y que fueran al matadero. Se le ocurrió usarlo en los interrogatorios policiales contra los anarquistas, los socialistas y los comunistas. Y ese elemento nos acompañó hasta la dictadura militar de Videla. Es curioso que lo había sacado del mundo de la vaca en un país famoso por su carne y por su vaca. Hay una metáfora siniestra de fondo.

—Queda Pirí, la hija de Polito.

—Fue una gran intelectual, traductora, poeta, editora, amiga de Rodolfo Walsh, y se hizo montonera, de izquierda peronista. Creo que era de las Fuerzas Armadas Peronistas, que acabaron uniéndose a Montoneros. Terminó secuestrada por el gobierno de Videla y torturada con la picana, el mismo elemento que su padre había impuesto para torturar cuatro décadas antes. Dicen quienes sobrevivieron en el campo de concentración que, mientras a ella la torturaban, se reía de los torturadores y les decía: “Esto no es torturar. Torturar era lo que hacía mi padre”.

—Perón, sobre él mismo: “Soy un general pacifista, algo así como un león herbívoro”. Qué tío tan interesante. Por lo que cuenta, no era ningún patán.

«Perón era un animal político de la hostia»

—Qué va. Era un político superhábil, el mayor animal político que tuvo la Argentina. Antes lo odiaba, porque yo no soy peronista, aunque sí que me caen simpáticas cierta izquierda peronista y cierta épica del nacionalismo peronista. Pero el peronismo se entiende porque es un nacionalismo, pero es un nacionalismo popular no elitista. Un nacionalismo abierto a la inmigración, y eso es raro. Perón logró esa especie de signo identitario abierto de “la Argentina será lo que nosotros queramos”. Es maravilloso crear esa cosa abierta. Ya te digo, le tenía manía Perón, y me caían mejor los pobres, los villeros, los de la hinchada de Boca, los que se tiran del puente cuando se gana el Mundial, y me cae bien Evita, cumpliendo con el tópico de que a la izquierda le cae mejor Evita. Pero estudiando realmente a Perón durante los últimos treinta años que vivo en España, que es cuando me empecé a interesar por el peronismo porque los españoles me preguntaban, empecé a darme cuenta de que era un animal político de la hostia. Si no ha habido guerra civil en Argentina, ha sido por la capacidad de este tío de moderar a los polos opuestos, intentando concentrar bajo su propia ala a los polos opuestos y bajarlos. De hecho, cuando a él lo golpean, él se va, y tú lo puedes analizar como una cobardía; yo, sin embargo, lo veo como lo que él dijo: “Si me quedo, va a haber una guerra civil. Prefiero irme y que haya piedad con los míos”.

—Cuenta que hizo mucho por los liberales y, sin embargo, los liberales lo detestan.

—No sé qué pasa con el liberalismo en Argentina: odian al peronismo, pero no se dan cuenta de que si existe el peronismo existe es porque fracasaron la izquierda y los liberales. La izquierda argentina siempre fue elitista. Nunca entendió que el negro villero no quería dar la vida por la revolución, sino romperse el culo trabajando y tener un nivel de vida digno. Que no es espontáneamente marxista-materialista-anticapitalista. Lo han demostrado el reguetón o el trap: cuando los pibes de chabolas hacen dinero con su arte, quieren una buena casa, no la revolución mundial. Perón les decía: “Podés tener un nivel de vida digno sin agarrar las armas. No tenés que dar la vida por nadie. Podés rezarle a tu Virgen…”. El tipo era anticomunista, lo hizo para evitar una revolución, que, en el fondo, significa una guerra, un enfrentamiento armado en la sociedad, y para preservar el capital. Lo mismo que Keynes: decía que todos sus ajustes económicos al capitalismo eran para preservar al capital y hacerlo más humano. Sólo que eso en Argentina resultó comunista, cuando Perón era anticomunista, para los que se decían liberales. Por su parte, como fue militar y nacionalista, para la izquierda resultó ser un nazi fascista. ¿Pero cómo se entiende un nazi fascista que sea nieto de indígenas y que acepte negros, indios e inmigrantes? Claro que se fascinó por Mussolini, pero también Churchill y nadie dice que fuera fascista. También se dice: “Traía nazis a la Argentina”, pero también fue de los primeros en aceptar la creación del Estado de Israel, y Golda Meir le agradeció a Evita toda la ayuda.

—Era pragmático.

—Justo. “Si a Argentina le sirven estos nazis porque van a traer alta tecnología, que vengan los nazis; si le sirve Israel, porque le puede vender trigo, que venga Israel”. Después de todo, lo mismo que hizo Perón con los nazis lo hicieron EEUU, Inglaterra y la URSS, y nadie les criticó. Veo que con Perón hay una especial inquina con cosas que son de la política, de la realpolitik. Perón era un pragmático de la realpolitik de verdad. Y quienes fracasaron realmente fueron los liberales y los de izquierdas.

—Después de Perón, los peronistas se multiplican y diversifican como la descendencia de Abraham.

—Eso da para otro libro. Es fascinante. El populismo, no entendido como demagogia, es una forma, como dice Laclau, de articular mayorías no a través de algo ideológico, sino de algo identitario y simbólico. En el caso de Perón, era la patria peronista, “la Argentina que todos soñamos”. Cuanto más ambiguo e identitario sea tu frente, a más gente diferente vas a poder sumar, a derecha y a izquierda.

—Ahí está la clave: el peronismo es un movimiento. Una autopista con muchos carriles.

«El peronismo quedó instalado porque lo persiguieron con tanto ahínco que sucedió lo que con el cristianismo»

—Exacto. Perón intentaba mantener el equilibrio de todos los carriles. Hay que entender que en un país que tenía los huevos agarrados por el imperialismo británico, la única manera de independizarse del imperialismo británico era hacer una coalición. Una coalición que incluía a una derecha nacionalista y antiimperialista y a una izquierda antiimperialista. Dijeron: “Nos unimos y nos quitamos de encima a Inglaterra; después ya veremos lo que hacemos”. Es lo que acá pasó con el procés: ¿qué hacían las CUP y ERC con Puigdemont? Si se hubieran independizado de España, salvando que ellos no son un país del Tercer Mundo, subyugados por el imperio, sino que eran parte del imperio, hubiera pasado lo que con la Triple A cuando vuelve Perón en el 73: Junts o Alianza Catalana harían grupos como la Triple A para matar a los de la CUP y a los de ERC. Una vez que se sacaron de encima a España, les molestan para su plan de nación. También lo que tiene es que el peronismo quedó instalado porque lo persiguieron con tanto ahínco, que sucedió lo que con el cristianismo: cuanto más persigues un movimiento…

—Puedes fortalecerlo.

—Mucha gente a la que no le gustaba Perón empatizó con ellos: durante más de veinte años, si tú eras peronista, ibas preso, te mataban, te fusilaban. Entonces, muchos pensaban: “El viejo puto militar nacionalista me la sopla, pero con esta gente, a la que le pegan cuatro tiros por peronistas, tengo empatía”. Luego, lo que sucede en democracia es que se convierten en una marca blanca identitaria de acceso al poder. Saben que, agitando esa bandera, entre el 40 y el 60% de la población te va a votar. No importan tus políticas. Y eso implica crear un Estado con clientelismo, corrupción, etcétera…, pero eso no sólo lo hace el peronismo.

—Vamos acabando, Darío. Usted no es peronista. ¿Un no peronista puede no ser antiperonista?

«Tiene que haber más Žižek que Laclau, una unión entre liberales e izquierdas»

—No soy antiperonista. Me fastidian los grandes liderazgos, no me llenan los identitarismos, pero entiendo que en el pragmatismo de la política sudamericana, por ejemplo, para enfrentarte con unas políticas como las de Trump, necesitas una clave populista. Necesitas un apoyo de una gran mayoría muy heterogénea: no todos van a pensar lo mismo que tú, pero sólo generas esas mayorías a través de lo identitario. Lo malo es que creas una polarización y eso no tiene salida. Esa polarización hace que, en el lado contrario, nazca otro personaje populista igual de fuerte y luego no salgas de ahí. Creo que hay que rescatar la clave de clase. Tiene que haber más Žižek que Laclau, una unión entre liberales e izquierdas. La democracia liberal, que no es ideal, pero puedes fiscalizar el poder, está en peligro. La están destruyendo milmillonarios. Nunca estuvo tan claro el tema de la clase. Y se están cargando el planeta.

—Lo más parecido al peronismo que hoy tenemos en España es…

—El PSOE. No digo “peronismo” como insulto.

—Sino como aglutinador de masas.

—Hay gente como Bono o Felipe González, que son de centro-derecha, a gente que son de una izquierda-izquierda, con un líder que hubiera pactado con el centro-derecha de Ciudadanos y que al final lo hizo con Podemos. Creo que Podemos, Sumar y Más País quisieron jugar la carta populista, pero ellos tienen un problema: primero, que son los burgueses; segundo, que la gran clave está en el nacionalismo. El nacionalismo espontáneo y futbolero de la Argentina permite articular a gente de derechas y de izquierdas. En España, no puedes jugar la carta nacionalista para poder unir en una coalición que nos convenga a todos para imponer medidas ante poderes fácticos más grandes, primero, porque cuarenta años de franquismo han hecho que la etiqueta nacional se la haya quedado la derecha y que a la izquierda le cueste mucho defenderla; segundo, porque los nacionalismos catalanes y vascos hacen muy difícil que la izquierda pueda defender la etiqueta nacional. Sin la etiqueta nacional, ¿qué otra etiqueta identitaria te puede hacer unirte a derechas, izquierdas, centros…? Como no sea la tortilla de patatas…

—Para finalizar, señor Adanti, ¿estamos en un mundo nuevo? ¿El génesis de este mundo nuevo es la victoria de Milei en la Argentina?

—No se me había ocurrido… Rodrigo Fresán, que es muy amigo, hace muchos años, me lo dijo con Menem: “Ves, Darío, que en Argentina estamos adelantados? El apocalipsis empezó primero aquí” (risas). Pasan cosas muy parecidas a las del siglo pasado: venimos de guerras muy desgastantes, como las guerras contra Iraq, Afganistán o el ISIS, y de una pandemia global.

—Porque entonces hubo una gripe española…

«Para mí, la clave está en la crisis global-sistémica del cambio climático. Si seguimos creciendo así, se va todo a tomar por culo»

—Hay un libro buenísimo, El jinete pálido, del 2015. Es de una periodista inglesa, Laura Spinney, que se dedicó a investigar cómo había cambiado el mundo la gripe española. No hay un enemigo claro en una pandemia global. Y te cuenta, por ejemplo, que el apartheid comenzó después de la gripe española. El combo Primera Guerra Mundial/gripe española hizo que subiera Mussolini en Italia, que después subiera Hitler, hubo un grado tremendo de desconfianza, en el sentido de que éramos la hostia, pero un virus nos podía machacar… Ahora, está pasando algo similar. Para mí, la clave está en la crisis global-sistémica del cambio climático. Si seguimos creciendo así, se va todo a tomar por culo. La gente dice: “La IA va a cambiar el mundo”. ¡Si una dana te va a inundar donde tienes los discos duros! La gente no se da cuenta de que la crisis climática es que hay un grado más de calor: es que hay un caos climático tal que no podemos planificar nuestras vida con certeza. Que, de pronto, tenemos una Filomena un mes. Eso ha hecho que los multimillonarios estén tomando el poder, porque ellos son tecno-optimistas, creen que habrá un milagro tecnológico que nos va a salvar, y no quieren parar de producir. Y nosotros no queremos dejar de consumir tampoco…

Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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