En la República Dominicana es con lo que nos coge: cuando nos da por hablar de un tema no lo soltamos hasta que lo explotamos o, en algunas ocasiones, nos explota en las manos.
¿Sucederá lo mismo con las tierras raras esas que -de tan “extrañas”- todo el mundo quiere festinar? ¿Se convertirá la Sierra de Bahoruco es un botín a discutir, vender y destrozar para luego abandonar?
Cuando vemos países como los Estados Unidos interesarse en algo hay que ponerse mosca. La historia de este país se ha escrito a golpe de colonizaciones, abusos e invasiones de grandes potencias que nos han saqueado una y otra vez mientras nosotros, con orgullo, elevamos un discurso patrio de desarrollo que no nos trae demasiada bonanza (al pueblo, que a los políticos es otra historia).
Las tierras raras, como apuntó el expresidente Leonel Fernández, deben gestionarse de manera adecuada, con medidas de transparencia y un marco regulatorio que ofrezca garantías reales para su exploración y posterior explotación sin que se afecte el ecosistema.
Ojalá que cualquier proyecto que se piense desarrollar cuente con el aval de expertos nacionales y extranjeros y no se trate de una nueva estafa que tenga mucho de ilusión y poco de realidad.