REBELIÓN SOCIAL CONTRA LA OTAN Y LA UE: ¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO EN RUMANÍA?

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¿Es la OTAN una amenaza para la paz en Rumanía? ¿Es Georgescu, el líder de la rebelión social del domingo, un revolucionario?

Desde su adhesión a la OTAN y la UE, Rumanía ha sido testigo de una pérdida constante de su soberanía. Ahora, con más de 100,000 personas protestando en las calles, el pueblo rumano envía un mensaje claro: no quieren ser carne de cañón en las guerras ajenas. Este artículo analiza las raíces del descontento y las posibles implicaciones de esta crisis.

POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
 

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     El domingo 12 de enero, más de 100,000 rumanos se echaron a las calles de Bucarest manifestandose  frente al Tribunal Constitucional en protesta por la anulación de las elecciones presidenciales, donde el candidato soberanista Călin Georgescu lideraba con una ventaja arrolladora sobre el resto de los candidatos.

  La decisión, que fue explícitamente respaldada por la Unión Europea, se justificó bajo acusaciones de injerencia rusa, lo que muchos consideran un pretexto para mantener en el poder al presidente pro-OTAN Klaus Iohannis.

    Los manifestantes denunciaron la intervención extranjera y exigieron la reanudación de las elecciones, cuestionando la influencia de la OTAN y la UE sobre Rumanía. Las protestas reflejan un creciente rechazo popular hacia el control occidental.

LA OTAN Y LA PÉRDIDA DE SOBERANÍA DE RUMANÍA

        Desde su adhesión a la OTAN y la Unión Europea, Rumanía ha visto cómo su soberanía ha sido erosionada de manera progresiva. A pesar de no estar preparada, su incorporación a la OTAN fue acelerada debido a su posición geoestratégica clave, una ventaja crucial para los intereses militares de Estados Unidos y sus aliados.

     Sin embargo, lejos de traer estabilidad, esta relación ha generado tensiones internas y externas que han culminado en masivas protestas populares. Con al menos 100.000 personas en las calles, los rumanos han enviado un mensaje claro: no quieren ser peones en las estrategias militares de Occidente ni sacrificarse en conflictos que no perciben como propios.

      La adhesión de Rumanía a la OTAN fue presentada como una oportunidad para garantizar su seguridad y desarrollo económico. Sin embargo, el establecimiento de infraestructuras militares como el llamado «escudo de defensa antimisiles» en Deveselu ha despertado serias preocupaciones. Aunque se argumenta que estas instalaciones son defensivas, su capacidad para alojar misiles ofensivos mediante el sistema Mk 41 VLS ha convertido a Rumanía en una plataforma de ataque potencial contra Rusia. Esto, en lugar de garantizar la paz, ha puesto al país en la mira de posibles represalias militares, aumentando también la inseguridad regional.

     Para el Kremlin, este «escudo» no es más que una provocación disfrazada. Desde hace años, Rusia denuncia que estas iniciativas de la OTAN no buscan la estabilidad, sino la consolidación de una estrategia agresiva que persigue cercar militarmente al país. En este contexto, Rumanía se ha convertido en una pieza clave para los intereses de Estados Unidos y la OTAN, incluso si ello implica sacrificar los intereses de la población rumana.

MANIPULACIÓN POLÍTICA Y DESCONTENTO POPULAR

     El creciente rechazo a la ocupación militar y política de la OTAN y la UE se ha hecho evidente en las elecciones rumanas. En diciembre, el candidato soberanista Călin Georgescu lideraba las encuestas con una ventaja significativa frente a sus rivales, presentándose como una voz crítica contra la subordinación de Rumanía a Occidente. Sin embargo, en un giro alarmante, las instituciones alineadas con la UE decidieron anular rápidamente los resultados electorales, alegando presunta «injerencia rusa».

     La decisión de los burócratas europeos fue percibida por muchos como un ataque directo a la democracia rumana. Georgescu, quien propone restaurar la soberanía económica y política del país, fue blanco de una intensa campaña de difamación, calificándolo de «extremista de derecha» «populista prorruso», dos calificativos que en la medida que entre los países de la UE crece el desafecto a las políticas «comunitarias», los medios de comunicación europeos se han encargado  de convertirlos en monedas de uso común. 

     A pesar de tipo de tácticas, el pueblo rumano  salió masivamente a las calles el domingo 12 de Enero,   exigiendo la reanudación de las elecciones y rechazando la prolongación del mandato del presidente pro-OTAN Klaus Iohannis.

LAS PROTESTAS: UNA LUCHA POR LA SOBERANÍA

     Ese domingo, las protestas alcanzaron su punto álgido cuando más de 100,000 personas se congregaron frente al Tribunal Constitucional de Rumanía. Bajo consignas contra la «ocupación» de la OTAN y la UE, los manifestantes exigieron el respeto a los resultados electorales y denunciaron la corrupción de las élites políticas aliadas con Bruselas. Incluso figuras políticas rivales de Georgescu, como George Simion, líder de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), se han sumado al rechazo al control ejercido por instituciones extranjeras.

     Las manifestaciones también han reflejado el hartazgo de la población frente a los problemas estructurales agravados por la subordinación de Rumanía a Occidente: pobreza, emigración masiva y la destrucción de la producción nacionaa favor de las importaciones. Esta combinación de factores ha llevado a muchos rumanos a cuestionar los beneficios reales de la pertenencia a la OTAN y la UE, especialmente cuando su país parece estar siendo preparado para ser el siguiente campo de batalla en las tensiones entre Occidente y Rusia.

CALIN GEORGESCU: ¿UN LÍDER REVOLUCIONARIO?

     Georgescu se ha posicionado como un líder que desafía   las políticas de la OTAN y la UE. Entre sus propuestas, destaca la retirada del «escudo de defensa antimisiles» en Deveselu, al que califica como «una vergüenza diplomática más orientada a la confrontación que a la paz». Además, ha prometido acabar con la participación de Rumanía en las políticas beligerantes de la OTAN, incluyendo su implicación en el conflicto en Ucrania, y priorizar las necesidades del pueblo rumano sobre los intereses extranjeros.

     Desde una perspectiva económica, Georgescu aboga por recuperar la soberanía productiva del país, combatiendo las políticas que han favorecido las importaciones en detrimento de la industria local. Estas medidas buscan frenar la emigración masiva, revitalizar la economía y abordar los problemas demográficos que han afectado a Rumanía durante décadas.

    Sin embargo, no todo el monte es orégano. Aunque Georgescu critica la subordinación de Rumanía a la OTAN, la UE y el Complejo Militar-Industrial de Estados Unidos, su programa no ataca ni de lejos las raíces capitalistas de la desigualdad de su país. Ni tampoco propone un cambio hacia un sistema económico más justo.  Sus propuestas no van más allá de una mera reforma económica dentro de los marcos del sistema capitalista, en el que continuarán perpetuándose las mismas dinámicas de explotación y desigualdad, incluso si Rumanía logrará cierto grado de independencia política.   Georgescu dice abogar por revitalizar la producción nacional y combatir la dependencia de las importaciones. No obstante, resulta también crucial preguntarse qué clases sociales serán las que se beneficiarán del proyecto que abandera este líder político rumano.

    Finalmente, aunque Calin Georgescu ha manifestado rechazar el imperialismo occidental, no está claro que haya adoptado también una postura crítica hacia otras potencias, como Rusia o China, que igualmente están operando bajo intereses capitalistas y pueden ejercer influencia en países pequeños como Rumanía

EL DESAFIO GEOESTRATÉGICO RUMANO

     Sin embargo, ante el desafío geoestratégico que en el marco de las tensiones interimperialistas está representando la figura de Georgescu, la respuesta de las instituciones alineadas con Occidente ha sido contundente: la anulación inmediata de las elecciones y la prolongación del mandato de Iohannis hasta mayo de 2025. Con ello buscan ganar tiempo para consolidar un gobierno más favorable a los intereses de la OTAN. Esto es un reflejo de la prioridad que Bruselas y Washington están otorgando al mantenimiento del control político y militar sobre Rumanía, incluso si ello implicara ignorar la voluntad popular.

    La estrategia incluye igualmente un fuerte aparato de propaganda para justificar sus acciones. Desde acusaciones de «injerencia rusa» hasta la censura de medios críticos, las élites occidentales han utilizado todas las herramientas a su disposición para mantener su hegemonía en la región. Sin embargo, el descontento popular demuestra que estas tácticas tienen un límite y que el pueblo rumano no parece estar muy dispuesto a aceptar pasivamente la pérdida de su soberanía.

  Para muchos rumanos, la subordinación a las instituciones europeas no ha traído los beneficios prometidos, sino una creciente dependencia, inseguridad y empobrecimiento. Las protestas masivas demuestran que existe una fuerte resistencia popular contra este tipo de  dinámicas, marcando un punto de inflexión en la relación entre Rumanía y Occidente.

     Mientras las élites alineadas con la OTAN y la UE continúan ignorando las demandas populares, los rumanos han dejado claro que no quieren ser carne de cañón en las guerras ajenas. Su lucha por la soberanía podría inspirar a otros países de la región a replantearse su papel en la geopolítica global.

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