HISTORIA.- LAS BRUJAS Y CONTROL SOCIAL: UNA HISTORIA DE REPRESIÓN Y PODER

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“¿Por qué las brujas fueron siempre mujeres? El oscuro legado de la caza de brujas

La caza de brujas fue algo más que superstición. Fue un engranaje del poder para reprimir a los rebeldes, a los que se permitían pensar por su cuenta y, en especial, a las mujeres. Hoy, las hogueras han desaparecido, pero las persecuciones permanecen bajo nuevas formas.

POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

    La figura de la bruja ha estado envuelta históricamente en una narrativa de miedo y poder a lo largo de la historia. Lejos de ser una simple superstición, la caza de brujas fue una herramienta del control social, empleada por los poderes del Estado y la Iglesia para afianzar su dominio sobre la sociedad.

    Detrás de los procesos inquisitoriales, las hogueras y las torturas se esconde un entramado que revela cómo el miedo a lo diferente, especialmente hacia las mujeres, sirvió para reforzar estructuras de poder que aun en nuestros días siguen resonando.

LA CAZA DE BRUJAS: UNA ALIANZA ENTRE EL ESTADO Y LA IGLESIA

    Desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII, miles de personas fueron condenadas a la hoguera o sometidas a torturas bajo la acusación de brujería. Aunque el fenómeno fue global, Europa fue el epicentro de este oscuro capítulo de la historia. La Iglesia Católica desempeñó un papel fundamental en esta persecución, institucionalizando el miedo a través de la Inquisición.

      El Malleus Maleficarum (El Martillo de las Brujas), un manual de caza de brujas escrito por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger,  dos inquisidores dominicos del siglo XV, se convirtió en una guía fundamental para la persecución de brujas en Europa.

    En sus páginas se detallaban con toda suerte de macabros detalles los métodos de interrogación y tortura que validaban acusaciones infundadas y legitimaban la violencia contra los señalados. Las autoridades estatales, por su parte, complementaron esta cruzada con leyes que promovían la persecución, presentando la brujería como una amenaza al orden social.

El «Malleus Maleficarum» (El martillo de los brujos) fue un manual aprobado en 1484 por una bula papal de Inocencio VIII para legitimar juicios y torturas contra acusados de brujería. Profundamente misógino, sostenía que las mujeres, por su «debilidad» física y moral, eran más propensas a ser instrumentos del Diablo. Fue ampliamente adoptado en Europa, justificando torturas y ejecuciones durante siglos bajo el pretexto de combatir la brujería.

       El propósito no consistía únicamente proteger la fe cristiana como se pretextaba, sino sobre todo mantener una sociedad homogénea donde cualquier diferencia podía ser vista como peligrosa. La caza de brujas sirvió para disciplinar a la población, fomentando el miedo colectivo y asegurando que nadie se desviara de las normas establecidas.

EL PROPÓSITO DEL MIEDO: CONTROL SOCIAL Y DISIDENCIA REPRIMIDA

     La persecución de las brujas no surgió únicamente de la superstición, sino que tuvo un propósito político y social. En un mundo gobernado por el poder eclesiástico y estatal, las brujas representaban una disidencia implícita. Aquellas mujeres que poseían conocimientos sobre plantas medicinales, que vivían solas o que simplemente no se ajustaban a los roles tradicionales, eran percibidas como una amenaza. No solo curaban con hierbas, usurpando funciones médicas, sino que también ofrecían soluciones inmediatas a problemas cotidianos, en contraposición al discurso religioso que prometía recompensas en la otra vida.

    El poder, tanto civil como religioso, necesitaba reforzar su autoridad castigando a quienes se salían de la norma. La bruja, como figura ambigua y marginal, ofrecía la posibilidad de un chivo expiatorio perfecto. Torturar y quemar a este tipo de mujeres no solo reafirmaba el dominio de las instituciones, tanto religiosas como políticas, sino que también enviaba un mensaje claro al conjunto de la sociedad: cualquier desviación del orden establecido podía ser castigada con la muerte.

¿POR QUÉ BRUJAS Y NO BRUJOS? LA MISOGINIA EN LA PERSECUCIÓN

     Aunque hubo hombres que también fueron acusados de brujería, el 80% de las víctimas fueron mujeres. Esto no fue casualidad. La caza de brujas estuvo profundamente enraizada en una visión patriarcal que veía a las mujeres como seres débilessusceptibles al pecado y más proclives a caer bajo la influencia del Diablo. La misoginia quedó plasmada tanto en la literatura como en el arte: desde las desdentadas y monstruosas brujas de Goya hasta los relatos de la Celestina, las representaciones siempre estuvieron cargadas de profundo desprecio.

    Las curanderas y parteras fueron objetivos frecuentes de estas persecuciones. En un entorno rural, donde la medicina institucionalizada no llegaba, estas mujeres desempeñaban roles vitales para sus respectivas comunidades. Sin embargo, sus conocimientos y su capacidad para sanar las convertían en sospechosas. A los ojos de la Iglesia, estas mujeres no solo representaban una competencia, sino también un desafío a su monopolio sobre la salud espiritual y física.

    Además, la bruja era vista como una figura que encarnaba una sexualidad descontrolada. En una sociedad profundamente influenciada por la moral cristiana, que condenaba el sexo como algo repugnantemente pecaminoso, esta representación reforzaba el rechazo hacia las mujeres que escapaban del control masculino.

TESTIMONIOS DEL HORROR

   Entre los numerosos casos documentados, destaca el de las mujeres de Zugarramurdi, un pequeño pueblo en Navarra. En 1610, un grupo de mujeres fue acusado de participar en aquelarres firmar pactos con el Diablo. Tras ser sometidas a torturas por la Inquisición, varias de ellas fueron condenadas a la hoguera. Este juicio fue uno de los últimos autos de fe realizados en Europa, y revela cómo las autoridades manipulaban el miedo y las supersticiones para justificar su violencia.

    Otro caso trágico es el de María Vizcarreta, una comadrona aragonesa del siglo XVII que fue acusada de brujería tras atender varios partos exitosos en su aldea. Su conocimiento médico, visto como algo sobrenatural, provocó su captura y posterior ejecución en 1651.

   Estos testimonios, y muchos otros similares, evidencian cómo la caza de brujas fue una estrategia para reprimir por una parte, la autonomía femenina y consolidar el control social, por otra.

    La persecución de personas acusadas de brujería en Europa, especialmente entre los siglos XV y XVII, resultó en la ejecución de decenas de miles de individuos, predominantemente mujeres. Las estimaciones varían, pero se calcula que entre 60,000 y 70.000 personas fueron ejecutadas por brujería en Europa durante este período. 

    En España, sin embargo, la situación fue notablemente diferente. Según diversos estudios, la Inquisición española condenó a la hoguera por brujería a 59 mujeres en los aproximadamente 125,000 procesos que llevó a cabo entre los siglos XVI y XIX. Este número es notoriamente  menor en comparación con otros países europeos. Por ejemplo, en Alemania se estima que fueron sacrificadas alrededor de 50.000 personas acusadas de brujería, y en Suiza, unas 4.000.

   LAS BRUJAS MODERNAS: EL LEGADO DEL MIEDO

     Aunque las hogueras de la Inquisición son cosa del pasado, las persecuciones de lo diferente persisten en formas más sutiles. Hoy, las «brujas» son las personas marginadas por la sociedad: mujeres que luchan por la igualdadminorías que desafían la hegemonía cultural o cualquier tipo de individuo o individuos que sobre todo de manera organizada, se atrevan a cuestionar el statu quo.

     La bruja contemporánea es un símbolo de resistencia, pero también un recordatorio de las profundas raíces del miedo y la intolerancia en nuestras sociedades. Muchos de los inquisidores modernos ya no llevan hábitos, pero sus estrategias son similaresmarginalizar, señalar y castigar a quienes no encajan en las normas sociales.

     La caza de brujas, pues, no fue solo un episodio histórico, sino también un reflejo de cómo el miedo puede ser instrumentalizado para mantener el poder. La alianza entre la Iglesia y el Estado convirtió a mujeres inocentes en víctimas de un sistema opresivo que no toleraba la diferencia.

    Al entender este fenómeno, no solo arrojamos luz sobre las injusticias del pasado, sino que igualmente identificamos los mecanismos de control que siguen operando hoy.

     Pero, aunque cambien las formas, la bruja sigue entre nosotros, resistiendo al fuego de la intolerancia.

Fuentes consultadas:

(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia

https://canarias-semanal.org/art/37353/las-brujas-y-control-social-una-historia-de-represion-y-poder

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