LA «AGENDA 2030»: UN PROYECTO DELIBERADAMENTE TRAMPOSO

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La Agenda 2030 es presentada en los foros internacionales como si constituyera la llave maestra del futuro de la humanidad, ¿Lo es realmente?

La Agenda 2030 se presenta como un «horizonte esperanzador» para combatir la pobreza, la desigualdad y la degradación ambiental. Sin embargo, tras su apariencia neutral y consensuada, persisten exactamente las mismas lógicas del sistema que se encargan de generan la desigualdad y la injusticia social . Este análisis crítico ofrece una mirada más allá del discurso oficial, evidenciando cómo estas metas globales no cuestionan ni de lejos el orden económico dominante.

POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

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      La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible tiene sus orígenes en el amplio consenso internacional gestado en el seno de las Naciones Unidas, particularmente a partir de la experiencia con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000-2015).

    Tras constatar avances desiguales, los Estados miembros de la ONU iniciaron un proceso de consultas y negociaciones que se extendió por varios años, involucrando a gobiernos, sectores de la empresa privada, organizaciones no gubernamentales e instituciones académicas.

        Esta iniciativa culminó en septiembre de 2015, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó un documento titulado “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. El compromiso fue suscrito por los 193 países miembros de la ONU, abarcando desde potencias económicas como Estados Unidos, China, Alemania o Japón, hasta naciones con economías emergentes y países en vías de desarrollo.

      Fueron especialmente activos en esta iniciativa los miembros del G7, la Unión Europea, el bloque de países de América Latina y el Caribe, y las naciones africanas, todos con distintas prioridades, pero con un aparente único objetivo: acabar con la pobreza.

I. LA AGENDA 2030: UNA CARETA DE UNIVERSALISMO DESIGUAL
 

     La Agenda 2030 es reiteradamente presentada en los escenarios internacionales como si constituyera la llave maestra para resolver los grandes problemas contemporáneos: pobreza, desigualdad, degradación ambiental y crisis sanitarias.

       Sin embargo, tras su aparente neutralidad blindada por  grandes consensos, esconde la misma lógica que ha configurado el orden social actual. Lejos de quebrar las estructuras que generan desigualdad, las reproduce bajo la ilusión de un futuro compartido.

    Según advertía Karl Marx, la historia de la humanidad es la historia de la lucha entre clases sociales, y la Agenda 2030, lejos de alterar ese tipo de relaciones de poder, se limita a encubrirlas con un lenguaje técnico y amable.

II. EL “DESARROLLO SOSTENIBLE” COMO PALABRA VACÍA

      Ahora bien, ¿Hasta qué punto estas metas tan loables cuestionan las raíces de la desigualdad global?

     ¿Están realmente diseñadas para reconfigurar la distribución de la riqueza o se limitan a gestionar la pobreza?

     ¿Podrán estas iniciativas de alcance universal transformar las relaciones de poder que subyacen en el sistema económico internacional?

      ¿Lograrán las propuestas medioambientales trascender el simple maquillaje verde y limitar la explotación desenfrenada de los recursos naturales?

      ¿Serán las promesas de inclusión y equidad más que un susurro en medio del estruendo de los mercados financieros? 

      El concepto de “desarrollo sostenible” es tan elástico que puede servir para múltiples agendas sin por ello transformar las raíces de las desigualdades. Mientras las promesas de erradicar la pobreza y la marginación se multiplican, se soslaya el análisis sobre la propiedad de los medios de producción, la concentración de la riqueza o la dinámica sistémica que consolida las asimetrías existentes.

      Rosa Luxemburgo, en su obra sobre la acumulación del capital, sostenía que el sistema no busca el bienestar de la mayoría, sino la reproducción constante de la ganancia. La llamada sostenibilidad, en este contexto, no busca superar las brechas estructurales, sino aligerar los síntomas del mismo orden.

      David Harvey, el conocido geógrafo, ha insistido en que las soluciones tecnocráticas no pueden revertir la lógica interna del sistema que fragmenta y marginaliza. Sin abordar la raíz, no se hace otra cosa que consolidar un escenario donde las corporaciones continúan concentrando el poder, mientras se repite el mantra de la “sostenibilidad” para aplacar conciencias.

III. EL SECTOR PRIVADO COMO PALADÍN DEL FUTURO


         La Agenda 2030 promueve alianzas público-privadas presentadas como inevitables para financiar las metas globales. Sin embargo, no cuestiona el rol histórico del capital corporativo en la generación de desigualdad.  Antonio Gramsci, en su análisis sobre la hegemonía, señaló que el orden dominante se sostiene no solo por la fuerza, sino por la capacidad de presentar sus intereses como los intereses de todos.

     Las multinacionales, al amparo de la Agenda  2030, aparentan ser actores responsables, mientras mantienen el control de mercados, recursos y tecnologías. El gran capital define las prioridades y despoja a los pueblos de su capacidad de trazar otros caminos.

      Esta lógica se camufla bajo la promesa de inversión, empleo y competitividad, ignorando que detrás de cada cifra de negocio se encuentran relaciones sociales marcadas por la explotación y la precariedad.

    IV. DESIGUALDAD Y PODER: UN SISTEMA SIN TRANSFORMACIÓN REAL


       Las consignas sobre inclusión y equidad en la Agenda 2030 no van acompañadas de ningún análisis sobre la estructura de clase y el control oligopólico. Para Immanuel Wallerstein, el sistema-mundo moderno ha estado marcado por la concentración del poder y la riqueza en un reducido número de actores hegemónicos.

   La Agenda no altera este patrón: las élites económicas mantienen su dominio, amparadas en indicadores que miden el “progreso” pero no el reparto real de recursos.

     Samir Amin, crítico de la dependencia, denunció que sin rupturas profundas, las periferias continúan subordinadas a los centros del poder económico global. En lugar de desmantelar la desigualdad, la Agenda 2030 sirve como un barniz que pretende hacer más digerible el orden vigente.

V. COOPERACIÓN INTERNACIONAL: UNA DIPLOMACIA DE LA DEPENDENCIA


      La cooperación internacional que se promete no rompe las jerarquías globales. Países considerados “desarrollados” siguen imponiendo condiciones a los “en vías de desarrollo”, consolidando de esa forma  la dependencia estructural.

    Frantz Fanon, al denunciar las formas encubiertas de colonialismo, nos alertaba contra las ayudas que, en el fondo, consolidan la subordinación.

      La Agenda 2030, con su lenguaje de alianzas y colaboración, no afronta la realidad de un sistema internacional diseñado para mantener a ciertas regiones del mundo en un papel periférico. Por el contrario, facilita la entrada de capitales foráneos, legitima la explotación de recursos naturales y mano de obra barata, y somete las políticas nacionales a los dictámenes de inversores externos.

VI. CRISIS AMBIENTAL: UNA SOLUCIÓN TECNOLÓGICA SIN ROMPER LA LÓGICA DEL BENEFICIO


      Las metas ambientales de la Agenda 2030 son presentadas como un antídoto ante la catástrofe ecológica. No obstante, al no cuestionar el afán de ganancia infinita, las propuestas se reducen a políticas de mitigación parcial.

      Friedrich Engels advertía, ya desde el siglo XIX, que la naturaleza, tratada como un mero depósito de recursos, eventualmente pasaría factura.

    Sin embargo, la Agenda se limita a estimular mercados de carbonofomentar energías “limpias” pero controladas por grandes consorcios y apostar por la eficiencia sin frenar el consumo desmedido.

    La crisis ambiental tiene raíces en la dinámica misma de la acumulación, como han subrayado pensadores críticos actuales, entre ellos Jason W. Moore, quien analiza la relación entre naturaleza y capital. Pero la Agenda 2030 no pone en cuestión la lógica productivista; solo maquilla sus consecuencias.

VII. EDUCACIÓN, SALUD Y FALSAS PROMESAS DE INCLUSIÓN SOCIAL
 

     La universalización de la educación y la salud son proclamadas como objetivo, pero ignora que estas  áreas se están mercantilizando cada vez más. 

    Mientras las escuelas y hospitales se privatizan y los servicios públicos se desmantelan, la Agenda ofrece metas numéricas de acceso sin revisar las condiciones de trabajo docente o la estructura salarial.

     Ni la precariedad laboral, ni la desprotección social se resuelven con compromisos abstractos. La educación es convertida en una mercancía, la salud un privilegio, y la Agenda 2030, al no modificar la base económica, solo promete el espejismo de la equidad.  

VIII. DISCURSOS SOBRE PAZ Y JUSTICIA: UNA NARRATIVA SIN CONFLICTO
 

     La Agenda 2030 habla de sociedades pacíficas y justas, pero omite el conflicto inherente a un sistema que provoca exclusión. No se menciona la represión contra comunidades que defienden sus territorios frente a megaproyectos energéticos o mineros, ni el rol de las fuerzas estatales en contener la protesta social.

     Como también recordaba Rosa Luxemburgo, la violencia estructural surge del mismo orden que concentra la riqueza y marginaliza a las mayorías.

   La Agenda evita describir cómo, tras bambalinas, los intereses corporativos promueven políticas represivas, y las instituciones “sólidas” a las que se aspira se configuran al servicio de quienes poseen los recursos, sin atender las demandas populares por justicia material y autonomía.

IX. LA DEMOCRACIA ECONÓMICA Y LA PARTICIPACIÓN POPULAR AUSENTES


     La Agenda 2030 no plantea la democratización de la economía, ni el empoderamiento real de las comunidades.

     Samir Amin insistía en la necesidad de romper las cadenas del imperialismo económico para que los pueblos definan sus propios modelos de desarrollo. Sin embargo, la participación ciudadana en la Agenda se limita a la consulta superficial y a la difusión de mensajes optimistas.

    Los principales beneficiarios del orden global siguen siendo las élites transnacionales, mientras los movimientos sociales, las organizaciones de base y los grupos históricamente excluidos apenas encuentran espacios formales, que en realidad son meros escenarios para validar decisiones ya tomadas.

X. CONCLUSIONES: UNA RENOVACIÓN DEL ORDEN EXISTENTE BAJO NUEVO EMBALAJE
 

    La Agenda 2030, presentada como horizonte moral y humanista, termina funcionando como una sofisticación retórica del orden imperante.

    Lenin describió el imperialismo como la fase superior de la expansión capitalista, y esta Agenda no es más que una reedición de esa expansión bajo el pretexto de metas globales.

     Immanuel Wallerstein observaba que las desigualdades entre centro y periferia no se superan con reformas superficiales, y la Agenda 2030 encaja perfectamente en la lógica reformista que preserva las cadenas invisibles de la dependencia.

     Por su parte, David Harvey alerta recordando que el simple embellecimiento del capitalismo no es suficiente: la producción de desigualdad es inherente a su dinámica interna.

     Esta Agendaal no proponer una redistribución real del poder y la riqueza, ni el control colectivo de los recursos, ni poner en cuestión la producción orientada al lucro, no hace más que apuntalar un edificio con grietas estructurales. El ropaje moral pretende convencernos de que el sistema puede “humanizarse” sin alterar su esencia.

     La Agenda 2030 se presenta como solución, pero conserva los cimientos de la injusticia: es decir, las jerarquías económicas, la acumulación privada, la explotación laboral, la mercantilización de derechos básicos la subordinación de las mayorías a los intereses del gran capital.

   La catarata de buenas intenciones, indicadores e informes técnicos no alcanza para cuestionar la lógica intrínseca del orden global. Como han coincidido diversas voces críticas a lo largo de la historia, ninguna verdadera transformación surgiría de planes que no toquen las estructuras fundamentales de la propiedad, la producción y la distribución.

      Sin estos cambios profundos, la Agenda 2030 es tan solo la enésima promesa del sistema para legitimarse y fortalecerse.

https://canarias-semanal.org/art/35754/la-agenda-2030-un-proyecto-deliberadamente-tramposo
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