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«En realidad, la ciencia no podría progresar si no estuviera basada en inculcar la necesidad de retar, de cuestionar la doctrina, cuestionar la autoridad, buscar alternativas, usar tu imaginación, actuar libremente siguiendo tus propios impulsos.» —Noam Chomsky
Artículo del filósofo, Linguista y activista político, Noam Chomsky, sobre el papel de la educación.
Por: Noam Chomsky
Nos podemos preguntar cuál es el propósito de un sistema educativo, y, desde luego, hay agudas diferencias al respecto. Existe la interpretación tradicional que viene de la Ilustración y que sostiene que la mayor meta en la vida es investigar y crear, buscar las riquezas del pasado, tratar de interiorizar aquellas partes de ellas que son significativas para ti y proseguir la búsqueda por entender a tu propia manera.
El propósito de la educación desde este punto de vista es simplemente ayudar a las personas a encontrar las formas de aprender por ellas mismas. Eres tú, el aprendiz, el que va a tener logros a lo largo de su educación, y depende en realidad de ti lo que llegarás a dominar, hacia dónde irás, cómo lo usarás, cómo le harás para producir algo nuevo y emocionante para ti y quizá para los demás.
Ése es un concepto de educación. El otro concepto es esencialmente adoctrinamiento. La gente piensa que, desde la infancia, hay que poner a los jóvenes en un molde en el que seguirán órdenes, aceptarán los marcos existentes sin cuestionar, etcétera, y esto es a menudo bastante explícito. Así, por ejemplo, después del activismo de los años 1960’s había una gran preocupación de parte de un amplio sector educado de que los jóvenes se estaban volviendo demasiado libres e independientes, que el país (Estados Unidos) se estaba volviendo demasiado democrático y demás; y de hecho hay un estudio importante sobre lo que llamaron “la crisis de la democracia”—demasiada democracia—que argumentaba que existen ciertas instituciones que son responsables por el adoctrinamiento de los jóvenes, y que no están haciendo bien su trabajo. Eran las escuelas, las universidades, las iglesias, y las tenemos que cambiar para que realicen su trabajo de control adoctrinario más eficazmente. Eso provenía del sector liberal internacionalista, el sector de la opinión educada. Y, de hecho, desde entonces se han tomado muchas medidas para tratar de cambiar el sistema educativo hacia un mayor control, mayor adoctrinamiento, más formación vocacional, se impone una carga que condena a los estudiantes y los jóvenes a una vida de obediencia y demás.
Eso es el opuesto de lo que mencioné antes como la tradición que proviene de la Ilustración, y hay una lucha constante entre ambos. En las universidades y las escuelas, ¿enseñas para pasar exámenes o formas en investigación creativa, en seguir los intereses que te generó el material presentado y que quieres investigar ya sea por ti mismo o en cooperación con otros? Esto ocurre hasta el nivel de posgrado y la investigación, son dos modos diferentes de ver el mundo. Cuando llegas, digamos, a una institución de investigación como en la que estamos actualmente (el Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT), en el nivel de posgrado, se sigue esencialmente la tradición de la Ilustración. En realidad, la ciencia no podría progresar si no estuviera basada en inculcar la necesidad de retar, de cuestionar la doctrina, cuestionar la autoridad, buscar alternativas, usar tu imaginación, actuar libremente siguiendo tus propios impulsos. El trabajo cooperativo con los demás es constante aquí como puedes ver simplemente caminando por los pasillos. Ésa es mi visión de lo que debería ser un sistema educativo desde el jardín de niños, pero ciertamente hay estructuras poderosas en la sociedad que preferirían que la gente fuera adoctrinada, se amoldara, no hiciera demasiadas preguntas, fuera obediente, realizara los roles asignados y no tratara de sacudir los sistemas de poder y de autoridad. Ésas son las decisiones que tenemos que tomar como personas del sistema educativo, donde sea que nos encontremos—como estudiantes, maestros, como gente tratando de moldearla desde afuera en la dirección que pensamos que debería ir.