Cuando los niños son asesinados, ¿qué hay que celebrar?

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Vijay Prashad

Cuando los niños son asesinados, ¿qué hay que celebrar?

Tras conocerse la noticia de que Han Kang –la escritora surcoreana– había ganado el Premio Nobel de Literatura, su padre –el novelista Han Seung-won– le preguntó dónde quería dar una rueda de prensa para hablar del galardón. Ella publicaba su ficción en Changbi y su poesía en Munhakdongne, y ambos esperaban acogerla. Al principio, Han Kang, la autora de 53 años de «La vegetariana», ganadora del Premio Booker 2016, pensó que hablaría con la prensa. Pero después, tras reflexionar, le comentó a su padre que en su lugar debía hacer una declaración. «Con el recrudecimiento de la guerra y la muerte de personas cada día», dijo a la prensa a través de su padre, «¿cómo podemos tener una celebración o una conferencia de prensa?»

El Comité Nobel concedió este año el Premio de la Paz a la organización Nihon Hidankyo «por sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y por demostrar mediante el testimonio de testigos que las armas nucleares no deben volver a utilizarse nunca más». El grupo fue formado en 1956 por supervivientes de los ataques nucleares estadounidenses sobre Hiroshima y Nagasaki. Su misión desde el principio ha sido conseguir la prohibición de las armas nucleares y otras armas horrendas. Parte de su repercusión había consistido en celebrar actos el 6 de agosto, Día de Hiroshima, para dar a conocer los peligros de dichas armas (lamentablemente, estos actos han perdido repercusión, pero quizá el Premio Nobel eleve su categoría). En su conferencia de prensa, uno de los codirectores de Nihon Hidankyo, Toshiyuki Mimaki (que había sido alcanzado por la radiación atómica en Hiroshima a la edad de tres años), dijo: «Pensaba que el premio iría a parar a los que trabajan duro en Gaza… En Gaza hay niños sangrando sostenidos [por sus padres]. Es como Japón hace 80 años».

Se parece a Japón en sus efectos: los «niños sangrantes» a los que se refiere Mimaki han sido una visión constante durante el último año. Pero no se parece a Japón en su ejecución. Sólo un pequeño número de personas conocía el potencial mortífero de la bomba atómica cuando el ejército estadounidense la lanzó sobre Hiroshima y tres días después sobre Nagasaki. Tras la caída de las bombas, primero Japón y luego los Estados Unidos impidieron a los periodistas informar sobre su impacto. Ciento catorce empleados del Chugoku Shimbun, el principal periódico de Hiroshima, murieron en el ataque. Los que quedaron crearon Cuerpos de Reporteros Verbales o Kudentai para ir de un lado a otro y proporcionar información en persona sobre las posibilidades de ayuda. Yoshito Matsushige, del periódico, tomó algunas de las fotografías más evocadoras de la devastación. Dos reporteros extranjeros –Leslie Nakashima (asiático-americano) y Wilfred Burchett (australiano)– atravesaron las barricadas para informar desde Hiroshima. «Lo que había sido una ciudad de 300.000 habitantes se había desvanecido», escribió Nakashima para United Press International el 31 de agosto de 1945.

Las bombas siguen cayendo

De hecho, la ciudad no ha desaparecido. A pesar del abrumador bombardeo israelí (en Gaza se utilizó una potencia de fuego mucho mayor que en Hiroshima y Nagasaki), los palestinos permanecen a lo largo y ancho de Gaza en sus casas y en los refugios. Se niegan a marcharse, según me cuentan muchos de ellos, porque recuerdan las historias de sus abuelos y padres de 1948; cuando los israelíes les echaron de sus pueblos entonces, nunca les permitieron regresar. Ese sentimiento de desafío, combinado con el hecho de que realmente no hay ningún lugar a donde ir, ha mantenido a los palestinos entre escombros.

Y los israelíes no han detenido sus bombardeos. No hay una bomba atómica, sino miles de bombas letales que siguen lloviendo desde los aviones israelíes. En diciembre de 2023, las autoridades israelíes designaron al-Mawasi, justo al oeste de Jan Yunis, como zona humanitaria o segura. A pesar de ello, Israel ha seguido atacando asentamientos y refugios dentro de esta zona segura, reduciendo lo que ya era exiguo a una fracción de lo que se había designado para la población. La densidad de población por kilómetro cuadrado en esta zona es de aproximadamente 35.000 habitantes, muy superior a la del lugar más denso del planeta (Macao, una pequeña ciudad, con una densidad de población de 21.000 habitantes) y, a modo de comparación, la densidad de población en los Estados Unidos es de 35 personas por kilómetro cuadrado.

En una semana de este mes, los israelíes atacaron tres escuelas convertidas en refugios en Deir al-Balah, 15 kilómetros al norte de al-Mawasi, según informó Abubaker Abed: la escuela Ahmed al-Kurd (5 de octubre), la escuela al-Ayesha (3 de octubre) y la escuela secundaria femenina Rufaida al-Aslamia (10 de octubre). Los ataques israelíes contra la escuela Rufaida poco antes de las 11:30 de la mañana mataron a 28 palestinos, muchos de ellos niños y ancianos, y entre ellos a dos miembros del personal del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Las bombas cayeron, según informó Imad Zakout, cuando los coordinadores del refugio estaban repartiendo leche maternizada a los niños y a sus padres.

Las bombas lanzadas por Israel – las GBU-39 – son fabricadas por Boeing y están diseñadas para esparcir metralla y causar grandes daños físicos incluso a los que sobreviven a la explosión. Nadie en el refugio acepta la afirmación de Israel de que alcanzó a operativos de Hamás. Las personas han sido identificadas y todo el mundo las conoce y sabe que no forman parte de ninguna estructura de Hamás. La persona muerta más joven era Mila Alaa al-Sultan (de 6 años) y la mayor Sumaya Younis al-Kafarna (de 87 años). Entre los muertos hay un policía muy querido llamado Salem Ruwaishid al-Waqadi (26 años) y el administrador de la escuela llamado Ahmed Adel Hamouda (58 años).

Los humanos dan miedo

A quienes hayan leído Actos humanos (2016), de Han Kang, no les sorprenderá su reacción ante el Premio Nobel y el genocidio de Gaza. Cuando ella tenía 10 años, en 1980, la dictadura militar surcoreana de Chun Doo-hwan desató una fuerza terrible contra el Levantamiento de Gwangju por la democracia. Esta violencia, en la ciudad natal de Han Kang, provocó la muerte y heridas a miles de personas. Cuando tenía 13 años, su padre le mostró un álbum de fotografías de la violencia. «Si hubiera sido mayor», reflexionó Han Kang en 2016, «habría vivido el despertar social por la ira contra el nuevo régimen militar. Pero era demasiado joven. Mi primer pensamiento fue que los humanos dan miedo».

Actos humanos narra la historia de varios personajes desde mayo de 1980 hasta el presente: Jeong-dae muere en el levantamiento, Eun-sook y Kang Dong-ho recogen a los muertos, Kim Jin-su va a la cárcel y se suicida diez años después, mientras que Seon-ju es torturada por los militares. Son historias poderosas de coraje y dignidad humana frente a una violencia terrible. Eso es lo que Han Kang y otros ven en el predicamento palestino: la violencia israelí es horrenda, pero la notable resistencia de los palestinos exige que los humanos cometan actos que rechacen la sensación de que «los humanos dan miedo».

Fuente: Globetrotter
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