CHILE.- Ennio Vivaldi: “No me importa la plata, no me importan los sueldos, lo que me importa es lo que hicieron con el concepto de universidad”

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Fotos: Universidad de Chile

El exrector de la Universidad de Chile, hoy de embajador en Italia, se mete al debate por los sueldos en la Universidad San Sebastián. «no se puede tratar el sistema universitario como se tratan los negocios. Hay diferencias fundamentales entre la lógica de las universidades y la lógica de las empresas y los negocios. Ahí no hay perdón de Dios», asegura el médico.

“En primer lugar quiero aclarar que no me voy a pronunciar respecto a la persona que ha estado en el vortex de todo esto, porque no me corresponde como representante del Estado chileno hablar de figuras públicas chilenas”. La advertencia la hace al teléfono el embajador de Chile en Italia, Ennio Vivaldi, exrector de la Universidad de Chile entre los años 2014 y 2022. Se refiere a Marcela Cubillos, candidata a alcaldesa por Las Condes, y la polémica que desató el sueldo de $17 millones que recibía en la Universidad San Sebastián.

“Es una institución privada y ellos son los que definen los sueldos”, dijo Cubillos para defenderse de su remuneración. Es en ese aspecto que el diplomático quiere profundizar: en cómo para algunos la instituciones de educación superior pueden funcionar como cualquier empresa en el mercado.

Vivaldi —fuera de sus funciones por la hora de la entrevista— quiere darse un espacio para reflexionar en los dilemas que desnudó el caso, que tienen que ver con la realidad de la educación superior en Chile y cómo operan las universidades privadas.

Sin ir más lejos, el año pasado Vivaldi publicó un libro que se llama: “La universidad pública amenazada. 40 años en el mercado chileno de la educación superior”.

“La noticia me llegó por muchos lados y no sé por qué tanto escándalo. Estoy seguro que hay muchos casos muy parecidos a este y creo que a menos que alguien realmente sea muy limitado intelectualmente, era obvio que eso iba a pasar en el momento en que se tomaron las decisiones que se tomaron respecto a educación superior en Chile. Esto me recuerda cuando llevaban a la guillotina o a la horca a los de la Edad Media y salían todos a tirarle tomate y a gritar y a abuchearlo. Pero con eso no ganamos nada. Así que lo que tenemos que hacer es pensar seriamente por qué se tomaron esas decisiones”, dice el médico.

¿Qué decisiones concretamente?

—Son muy claras. Una, congelar el estudiantado que concurre a las universidades públicas. Dos, hacer un importantísimo aumento de la matrícula a costa de, digamos, ir yendo hacia el sistema privado. Esto lleva, por ejemplo, a que en un momento dado en Chile había más estudiantes matriculados en universidades vinculadas a un consorcio extranjero que estudiantes en universidades vinculadas al Estado. Eso es fantástico. ¿Usted sabe que la matrícula de las universidades públicas llegó a ser un 25% de la matrícula universitaria y un 15% de la matrícula de la educación terciaria en general?

Pero uno hubiese pensado que después del movimiento estudiantil de 2011, con el fin al lucro en las universidades, se había puesto un límite.

—Bueno, por supuesto. Lo que creo importante es que se haga un análisis, un estudio de qué consecuencias tuvo la decisión de privatizar la educación superior en Chile y transformarla en un negocio, o hacerla actuar con la lógica de un negocio. No me importa a esta altura echarle la culpa a este o los otros, pero eso es lo primero que hay que reconocer con el fin de reevaluar la situación. Esto que estoy diciendo lo ha dicho gente como, por ejemplo, Arturo Fontaine.

También recuerdo una vez que Ignacio Walker dijo que “las universidades estatales tienen una relación especial con el gobierno y tienen funciones que son propias”. Pero esos principios no fueron, en la práctica, puestos en juego. En un momento dado, por ejemplo, se estaba dejando a tres universidades públicas sin gratuidad. Ese es el segundo gran punto que yo quiero hacer, que es el punto de que cuando hay una falta de respeto por los más elementales conceptos, cuando la intelectualidad desaparece y lo que queda es esto de considerar que la educación superior es un excelente negocio, entonces no tienes ninguna posibilidad de que eso resulte en una política de educación superior mínimamente coherente.  

—¿Y quiénes tienen que responder?

—Es imprescindible que en Chile se haga una crítica de lo que ocurrió en educación superior. Hay algo factual, se dijo que muchos niños deberían ser primera generación de profesionales. ¿Esos jóvenes terminaron su carrera? ¿Lograron un título universitario? Si lograron el título universitario ¿pudieron emplearse? ¿No hubiera sido mucho más lógico que el aumento de la matrícula se hubiera hecho a través del sistema público? ¿Por qué no fomentar una educación terciaria con un técnico profesional que garantiza las tareas de trabajo y que se hacen en función de lo que son los proyectos que el Estado como tal tiene, que el país como tal tiene? Es cuestión de ver cuáles son los porcentajes de graduación que tienen algunas universidades. Cuánto fue lo que se devolvió del CAE. Los datos del CAE son patéticos al respecto. 

Entonces a mí me encantaría que alguien tuviera la honestidad intelectual de decir “Chile tomó esta decisión respecto a educación superior y esto es el balance que se hace de las consecuencias de esas decisiones”.

“No se puede tratar al sistema universitario como se tratan los negocios”

Vivaldi viene insistiendo hace años en que las universidades estatales están perdiendo peso en desmedro de la privatización.

Un ejemplo de ello es que la Universidad San Sebastián recibe incluso más recursos que algunas universidades públicas desde el Estado por el Crédito con Aval del Estado y becas.

¿Usted pone en duda la entrega de recursos públicos a estas universidades privadas que tienen fines de mercado? 

—No. El énfasis no lo pongo ahí. En énfasis lo pongo en que el concepto de universidad es un concepto. Y ese concepto tiene una definición en todas partes del mundo. Nosotros hemos llevado a expertos de todo el mundo, de calidad mundial, a la Universidad de Chile a hablar del tema. ¿Qué dicen? Lo mismo que he dicho yo: no se puede tratar el sistema universitario como se tratan los negocios. Hay diferencias fundamentales entre la lógica de las universidades y la lógica de las empresas. Ahí no hay perdón de Dios. 

Hay mucha bibliografía de eso. Por ejemplo, del director del Centre for Global Higher Education del Instituto de Educación de la Universidad College de Londres, Simon Marginson, o Brian Pusser

A mí no me importa la plata, no me importan los sueldos, lo que me importa es lo que hicieron con el concepto de universidad. Y ahí es donde tienen que hacer una autocrítica y por último verlo en términos objetivos. ¿Sirvió o no sirvió esa política de mercantilizar la educación superior? ¿Qué resultados tuvo? Lo que a mí me encantaría es que se dijera que esto fracasó como los tipos que entienden de estas cosas en el mundo dijeron que iba a fracasar.

Han defendido el sueldo de Marcela Cubillos diciendo que en cualquier empresa uno puede definir el sueldo de sus trabajadores. La respuesta a varios les hace sentido e incluso pareciera tener cierta lógica.

—Por supuesto. Pero obvio. Ellos tienen toda la razón y pueden gastarse la plata en lo que quieran. Y hay algo que yo mismo escuchaba en conversaciones entre rectores. Se preguntaban: “¿Cuáles son los criterios para que una carrera sea rentable?” Y decían: “Si no tengo tantos estudiantes, la carrera no es rentable y la cierro”. ¿Me entiende? Por ejemplo, pedagogía en historia. Sin embargo, la universidad de Playa Ancha aunque tuviera cuatro estudiantes en pedagogía de historia, hacía a pérdida la carrera. Ese es el cambio de lógica total. Lo que quiero decir es que perderse en que alguien tiene un sueldo millonario, a mí no me interesa. Es obvio que una empresa privada hace lo que quiere, la plata no tiene ninguna transparencia.

Por eso es que es obvio que ninguna universidad va a querer ser tratada como una universidad pública, lo cual quedó muy claro muchas veces. Todos querían ser tratados como universidades tradicionales privadas, porque tienen una situación infinitamente más cómoda.

—¿Por qué no se han logrado avances en tanto tiempo?

—Es que esto lo anunció todo el mundo. Era predecible. Asumamos que en un momento en Chile en que podríamos haber reconstruido un sistema educacional en los niveles medio y superior, tan fuerte como el que tradicionalmente hubo, y en la práctica lo que terminamos haciendo fue lo diametralmente opuesto. Y eso fue desastroso. El haber mercantilizado la educación superior en Chile fue desastroso. Para empezar, que un Estado cierre una universidad propia o pretenda cerrarla porque la universidad está a pérdida. O sea, ¿qué razonamiento de Estado es ese? 

“¿No les da vergüenza la fuerte correlación entre los puntajes de la prueba de ingreso con el nivel socioeconómico de las familias?”

El exrector Vivaldi dice ser bueno para las analogías. “Era lo que siempre me elogiaban los alumnos”, dice al teléfono. En este caso también da algunos ejemplos.

“Lo que se ha hecho aquí es como, por darte una imagen, que un médico tuviera un montón de remedios y los destinara a la ‘chuña’. ¿Cómo va a tener un mínimo de estructura mental? Aquí en la parte de las decisiones que se han ido tomando en el sistema educacional, obedecen a lógicas que no tienen absolutamente nada que ver con el objetivo que las universidades han tenido siempre, que es incorporar a los jóvenes a la historia del conocimiento y dotarlo de las capacidades para ejercer profesiones”, plantea.

Además, Vivaldi aprovecha de abordar la crisis que percibe en toda la educación nacional. “¿No era eso acaso obviamente predecible si tomas todas las cosas que se han hecho en Chile? Cuando ahora se aborda la crisis del Instituto Nacional, no era absolutamente predecible si lo dejaron botado como lo dejaron. ¿No les da vergüenza la fuerte correlación entre los puntajes de la prueba de ingreso con el nivel socioeconómico de las familias? Con todo el esfuerzo que hacemos para que la prueba trate de reducir eso”, se pregunta.

Y añade: “En Chile ocurre que se sienten orgullosos porque tantos puntajes nacionales entraron a su universidad. Si eso no significa que estén entrando los mejores estudiantes como tratan de hacerlo parecer, eso significa que están entrando los más ricos, porque tienen plata para pagar los preuniversitarios y para pagar un mejor colegio. Pero si tratas de explicar eso, no hay dónde hacerlo”.

¿Usted cree que los chilenos están disconformes?

—A eso respondo pidiéndole a cada chileno que se pregunte si como joven, o padre, está contento con lo que hoy se ofrece en Chile como educación terciaria. Si está contento con lo que hay que pagar, si está contento con si los hijos se reciben o no se reciben, si pueden ejercer o no pueden ejercer, si pueden entrar a las carreras que quisieran o no. 

¿Cree que se ha perdido mucho su batalla? 

—No, no, no. Nosotros nunca la demos por perdida, ni la vamos a dar por perdida. Y tuve el tremendo, tremendo honor y alegría de haber dirigido la universidad estatal en la defensa de los valores de la academia, sin lugar a dudas. 

Pero quiere poner el foco en el abandono de las universidades públicas. 

—Correctísimo. Y más aún, en quienes piensan que el éxito de las universidades públicas conspira contra las universidades privadas. Porque al mirar el negocio de las universidades privadas, es lógico pensar que aquellos que lo ven en una mirada mercantilista no van a querer que a las universidades públicas les vaya bien. Cuando uno se mueve a nivel de la educación hay ciertos conceptos mínimos de lo que tiene que ser. Si en vez de eso, mandas todo al diablo y lo transformas en un negocio ,y no tienes más criterio que cómo te está yendo, entonces después de eso pueden pasar cosas.

Para cerrar. ¿Realmente no le sorprendió un sueldo de $17 millones en una de estas universidades? 

—O sea, la verdad es que no me voy a referir a lo particular, pero no solo no me sorprende un sueldo de esa categoría. Tampoco me podría sorprender que una universidad decidiera hacer un stud (donde se crían caballos) en el Club Hípico y tener 18 caballos corriendo. O comprarse un equipo de fútbol. Si no hay absolutamente nada que lo regule. Si no hay ninguna obligación de invertir en cosas que tengan que ver con la vida académica ni cosas por el estilo. Pueden hacer lo que quieran.

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