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El informe FAROS 2024 de la Escuela de Salud del Hospital San Juan de Dios revela que el 13% de fracaso escolar se debe en gran parte a las dificultades de aprendizaje y los trastornos del neurodesarrollo que las motivan
“Sentirse seguro en la escuela es fundamental para poder aprender”, afirma la neuropsicóloga pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu (SJD), Roser Colomé. Ella ha coordinado el último informe FAROS con el cual, desde hace catorce años la Escola de Salut del SJD plantea, de acuerdo con problemáticas de actualidad, “los retos que tenemos delante, convirtiéndose en un ámbito de reflexión sobre qué nos puede venir”, según explicó el director de planificación del Hospital SJD, Josep Serrat, en la presentación del informe.
Este 2024, el informe se ha titulado El aprendizaje y los trastornos del neurodesarrollo. Claves para evitar el fracaso, y se ha centrado en cómo estos trastornos pueden estar detrás del fracaso escolar que causa el 13,7% de abandono de los estudios antes de finalizar la Secundaria, en el caso de los jóvenes de todo el Estado español, y el 14% en Catalunya, según datos del Ministerio de Educación. En la Unión Europea, según la Eurostat, “solo Rumanía, con un 16,6% de abandono escolar prematuro supera el nivel del Estado español.
Los trastornos del neurodesarrollo afectan a entre un 5 y un 15% de la población en edad escolar. No son una enfermedad, sino un grupo amplio de condiciones heterogéneas que se originan durante el desarrollo cerebral y llevan a la alteración o dificultad en la realización de ciertas actividades. Pero, a pesar de no ser considerados enfermedad, según explican los especialistas, si estos trastornos no se detectan y no se dan las ayudas necesarias que permitan compensar las dificultades que comportan, tendrán una repercusión importante en el bienestar físico y mental de los niños y de sus familias. Es por ello que los trastornos del neurodesarrollo son, en palabras de la neuropsicóloga Roser Colomé: “factores de riesgo de sufrir trastornos psicopatológicos en la edad adulta”.
Las dificultades de un niño en la adquisición de ciertas habilidades cognitivas, como el lenguaje, la lectura y el procesamiento matemático, que inciden en su capacidad de atención o de relacionarse con los otros pueden ser debidas a un trastorno del neurodesarrollo.
Tal como indica la neuropsicóloga del SJD, “en el fracaso escolar, influyen factores sociales, culturales y contextuales, pero los factores neurobiológicos relacionados con el funcionamiento del cerebro tienen mucha importancia”. Por eso -señala- “tenemos que aprovechar toda la evidencia que las neurociencias aportan sobre cómo se aprende y cómo funciona el cerebro, y que ciertos factores contextuales, junto con la genética, influyen en el fracaso escolar”.
Detección precoz
Cualquier niño puede vivir una situación de dificultad de aprendizaje, la diferencia con lo que se considera trastorno, tal como dice la neuropsicóloga del equipo de UTAE del hospital SJD, Anna López, “es cuando estas dificultades o deshabilitados interfieren en el ámbito emocional, causando frustración o dificultades para relacionarse y desarrollar las tareas del día a día”. Pero -precisa López- “cuanto antes se detectan las dificultades, antes se puede empezar a ayudar, y el pronóstico será mejor. La detección precoz puede nivelar las capacidades con el desarrollo normal, porque los cerebros están en desarrollo todavía”. Por lo tanto, como apunta Josep Serrat, “el infradiagnóstico o el diagnóstico tardío son un problema porque el cerebro, con la edad, va perdiendo plasticidad”.
Los especialistas en los trastornos del neurodesarrollo destacan el gran papel de los docentes como primeros detectores de las dificultades detrás de las cuales se puede llegar a diagnosticar muy pronto algún tipo de trastorno. Los expertos son bien conscientes de cómo socialmente estos diagnósticos a menudo son muy temidos por los padres, por los prejuicios que socialmente se construyen alrededor de etiquetas vinculadas a los diagnósticos. La neuropsicóloga Roser Colomé responde a esto puntualizando que “un hashtag no tiene evidencia científica, y sí una connotación peyorativa, y con ella no se hace un plan de trabajo, mientras que, con un diagnóstico, sí”. Aclara que el diagnóstico es la herramienta de comunicación entre los profesionales que tienen que establecer un tratamiento y acompañamiento, a partir de la homologación de síntomas que marca un diagnóstico. “El diagnóstico facilita los objetivos y la comunicación entre los profesionales”, apunta también la psicóloga clínica del hospital SJD, Montse Gómez. Cómo dicen los responsables del informe FAROS, saber lo que pasa de manera integral es clave para hacer una intervención de calidad y tan efectiva como sea posible.
En muchos casos, establecer los límites de un trastorno del desarrollo es difícil y, según detalla Roser Colomé, “dentro de los diagnósticos hay mucha variabilidad, y cada niño o niña tendrá particularidades diferentes”. Y lo que es muy común -añade- “es que sea frecuente la comorbilidad, es decir, la conjunción de trastornos en un mismo niño, por la base neurológica que comparten los trastornos del neurodesarrollo”. En cualquier caso -alerta Colomé- aunque una criatura no cumpla todos los criterios que tenemos claros de un trastorno y los límites no sean claros, “si no los ayudamos, son más vulnerables a sufrir depresión o ansiedad y un entorno hostil, donde el esfuerzo no logra las expectativas, puede generar una configuración de la vivencia que puede llevar a problemas psicológicos”.
Tratamiento holístico
Ante cualquiera de estos trastornos, según explica la neuropsicóloga Anna López, “el objetivo principal es un tratamiento holístico, no compartimentado. Hay que intentar mejorar el bienestar de los niños y niñas teniendo en cuenta el impacto emocional, académico, social y familiar del trastorno”. De hecho, los profesionales hablan de una afectación familiar cuando un hijo o hija sufre uno de estos trastornos. Por eso -precisa el especialista de SJD- “la intervención se tiene que hacer en tres contextos: el centro escolar, en el ámbito familiar e individualmente, con la criatura, hay que trabajar en los tres escenarios”.
“La familia ante un diagnóstico sufre un conflicto entre aquello que espera y lo que está recibiendo en el presente”, expone la psicóloga Montse Gómez. Por eso -dice- “se tiene que evaluar el impacto en cada miembro y en el pensamiento de este, porque para intentar que el efecto negativo no derive en un sufrimiento crónico”. Para hacerlo -añade- “es necesario ponerse en manos de profesionales especializados, porque el estrés parental que sufren los padres se tiene que vigilar porque es un predictor del bienestar de los niños”.
Profesionales de la psicología y la psiquiatría, junto con los educadores, “aportarán el apoyo, serán los aliados de las familias, desde el respeto y la confianza”, explica Gómez. Y admite que “a veces hay frustración, porque los cambios no van tan rápidos, pero también en este sentido tendrá que ser el psicólogo clínico el aliado y apoyo”. En este tratamiento holístico, “entre todos se utiliza el diagnóstico como una manera de hablar el mismo idioma y remar hacia el mismo lugar”, añade Gómez. Los expertos recuerdan, además, que un diagnóstico libera, sobre todo porque permite comprender muchas circunstancias.
Los responsables del informe recuerdan que un buen rendimiento escolar no solamente supone el éxito académico, sino que también contribuye a reforzar la autoestima, potencia el desarrollo emocional y genera perspectivas positivas de futuro. Para conseguirlo, es importante conocer cómo aprende el cerebro y los factores neurobiológicos que interactúan con otros factores sociales, culturales y contextuales. Por eso los especialistas en trastornos del neurodesarrollo piden más colaboración entre el mundo educativo y los neurocientíficos que van dejando evidencia de, por ejemplo, el beneficio de promover ciertos hábitos saludables para organizar el cerebro y compensar o ayudar a hacer que las dificultades no sean más numerosas ni más grandes. Porque, saber y comprender los procesos neuropsicológicos que actúan cuando se aprende, supone identificar dificultades de aprendizaje y abordarlas mediante la aplicación de nuevas metodologías basadas en la detección y la intervención.
Dentro de los hábitos saludables, hablamos de temas como la higiene del sueño, por la importancia de dormir, porque es cuando el cerebro consolida los aprendizajes. También una buena nutrición mejorará las capacidades de organización y planificación y, según precisan los especialistas en el informe, también una buena salud de la microbiota tiene cierta repercusión positiva en los receptores que sirven para consolidar los aprendizajes. El ejercicio físico, matinal más que por la tarde, y cuestiones que quizás pueden pasar más desapercibidas, como la postura para estudiar, también pueden contribuir a la mejora del aprendizaje y a la plasticidad del cerebro, factores, todos ellos, que la escuela puede ya tener en cuenta porque la evidencia científica los confirma como acciones beneficiosas contra el fracaso escolar.
En cuanto a la investigación, los especialistas se muestran optimistas por el avance de técnicas como la neuroestimulación, todavía en estudio, pero que se basa en activar áreas cerebrales para mejorar habilidades como la atención y la planificación. También se progresa en la investigación de biomarcadores que ayudarán a detectar cuanto antes mejor aquello que en el cerebro podría indicar un trastorno del neurodesarrollo, a tiempo de corregirlo o precisar más los diagnósticos y, por lo tanto, los tratamientos.
El 14º Informe FAROS incluye una revisión sobre los diferentes trastornos del neurodesarrollo (TND) descritos en la versión del 2010, con dos cambios importantes. Por un lado, se han incorporado dos tipos de trastornos nuevos: los trastornos del espectro autista (TEA) y la discapacidad intelectual. Por otro lado, se ha eliminado el trastorno de aprendizaje no verbal (TANV), a causa de su poca aceptación en la comunidad científica. Incluye un capítulo sobre qué son y que no son las Altas Capacidades (ACI).
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