Otra vez a vueltas con la prueba de acceso a la universidad

Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

José Luis Pazos

El objetivo de la denominada enseñanza académica -la etiquetada como profesional va por otro lado- no es superar la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU / selectividad / EBAU / EVAU). No, el objetivo expresado en la legislación educativa es lograr la educación integral de todo el alumnado y conseguir que cada uno llegue a desarrollar el máximo de sus potencialidades para tener la vida que desee. ¡Pero qué lejos sigue estando la teoría de la realidad cuando llegamos ante la PAU!

Foto: Ministerio de Educación, FP y Deporte

Todos los años asistimos al mismo escenario mediático en las últimas semanas del curso escolar. Casi aburre, si no fuera por la importancia que tiene para el futuro de nuestras y nuestros jóvenes. Hoy en día, tras tres años de infantil, seis de primaria, cuatro de la ESO y dos de bachillerato, es decir, después de un mínimo de 15 años, se coloca a una parte del alumnado ante unos exámenes en los que se lo juegan todo en unas pocas horas. Si nada les ha hecho repetir curso, y digo “les ha hecho” porque, sí, yo también soy de los que afirma que falla el sistema y no el alumnado; repito, si nada les ha hecho repetir curso, habrán dedicado entre la quinta y sexta parte de su vida estimada a soportar un sistema educativo que premia principalmente lo que menos vale para esa vida pero que, sin embargo, es precisamente lo que tendrá un peso demasiado decisivo en lo que esta podrá ser: la memorización absurda orientada a vomitar todo en los exámenes, sin importar el olvido posterior.

Así las cosas, nos repiten una serie de bulos que solo pretenden defender una prueba infumable que debería haber desaparecido hace tiempo. Analicemos brevemente los más habituales.

Bulo 1: Es una barrera fácil de superar

En adelante me voy a quedar con otro término para etiquetar la PAU: criba. Le hace mayor justicia, porque para eso ha existido siempre esta prueba. Cada año podemos observar cómo aparecen los comentaristas de lo irreal. Hablan de que cada vez es más fácil superar la criba, porque con el paso de los años nos vamos acercando al cien por cien de aprobados. Parecería que les molesta que esto pueda llegar a darse. En realidad, sí. Por eso, como cada vez llegaban a la universidad más hijos de la clase obrera -todo el que depende de un salario es clase obrera, aunque se considere otra cosa-, se inventaron el nuevo modelo de grados más máster. Estos últimos con precios prohibitivos, si no puedes acceder o mantener una beca. Además, muchos ni tan siquiera son habilitantes. Pero no se conforman con la criba económica que se hace para poder tener estudios superiores, sino que además tienen que cerrar la puerta todo lo que puedan.

Este curso escolar parece que incluso la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) haya entrado en ello, mencionando eso del supuesto facilismo de la prueba y el inflado artificial de las notas. Y llama la atención que lo hagan porque, que lo sostenga la derecha mediática y social no puede sorprender, ya que lo dicen todos los años, pero los rectores de las universidades no deberían jugar también al engaño con la ciudadanía.

Vamos a ver. Se examina el alumnado de contenidos que acaba de superar al aprobar el Bachillerato, así que, salvo que su profesorado les haya aprobado por su cara bonita, no debería sorprender que vuelvan a aprobar. Es decir, si evaluamos a un delfín en su capacidad para nadar, a un mono en la de subir a los árboles, o a un águila imperial en la de volar de forma majestuosa por nuestros cielos, aprobarán nuestras pruebas con seguridad. Y solo los necios considerarían que algo ha salido mal al evaluar esas capacidades.

Bulo 2: Si aprueban todos, no es una criba real

Es que no es cierto que apruebe todo el alumnado, es más, es rotundamente falso que estemos en casi un cien por cien de aprobados. Al contrario, estamos muy lejos de esas cifras. Asistimos cada año a uno de los engaños a los que nos someten en materia educativa. Nos hablan de casi un cien por cien de aprobados, pero se añade en la letra pequeña una cuestión clave que pasa desapercibida deliberadamente: que ese supuesto perfecto porcentaje se da sobre el alumnado presentado.

Si nos vamos a las estadísticas oficiales del año 2023, observaremos que la cifra de alumnado matriculado era de 305.289, el presentado 299.351 y el aprobado de 275.868. Cálculos sencillos nos dan cifras de superación de la prueba del 92,15% sobre el presentado, y de 90,36% sobre el matriculado. ¿Dónde está el 100%? Puede que haya personas a las que les parezca despreciable que una de cada diez personas matriculadas no haya superado la criba, pero para mí es un fracaso de la prueba y del sistema que la décima parte del alumnado que acaba de titular en Bachillerato no supere una prueba que dice evaluarles exclusivamente de lo que acaban de aprobar. ¿A que ya no suena igual?

Pero, vamos a recordar otro dato, que es del curso escolar 2008-09. Resulta que, de esta promoción que llegaron a afrontar la prueba en 2023, empezaron el primer curso de educación primaria -primer curso obligatorio- un total de 448.245 alumnas y alumnos, y ya hemos dicho que han superado la criba de la que hablamos tras segundo de bachillerato 275.868; es decir, dejando a un lado el índice de idoneidad, que en nada sustancial cambiará el resultado que nos interesa, con un cálculo sencillo nos da que solo un 61,54% ha llegado por esta vía a los estudios superiores. Qué lejos estamos del cien por cien. ¿Seguro que les sigue pareciendo facilísimo? ¿Siguen pensando que el proceso educativo no criba?

Sí, lo sé, y lo comparto: hacer bachillerato y pisar una universidad no debe ser necesariamente el objetivo de todo el mundo, ni lo primero, la única vía para llegar a lo segundo. Otras elecciones son tan o más dignas y respetables, pero no me negarán que los porcentajes anteriores deberían callar la boca a quienes siguen con los bulos del 100% y el facilismo.

Bulo 3: El éxito se consigue al matricular al alumnado en los centros que obtienen el 100% de aprobados

¿El 100% de aprobados sobre qué cifra? Porque, como hemos dejado claro, depende de cómo obtengan ese dato. Todos los años comprobamos que hay centros que tergiversan sus estadísticas para captar clientela. Y sí, tanto en la red privada como en la pública se ha caído en el espectáculo anual de los anuncios donde se habla del 100% de aprobados que consigue el centro educativo. No se dice cuántos se quedaron sin presentar, una parte de los cuales lo hicieron por “recomendación” para poder aprobar el Bachillerato, con “acuerdos” verbales no muy defendibles ética y legalmente. O qué porcentaje de alumnado suspende y repite porque, ante su insistencia en presentarse a la criba y poder “estropear las estadísticas del centro”, se decide que así no podrá ocurrir. Cierto, son pocos casos porcentualmente, pero es inaceptable que alguien se vea ante ese escenario que, de no existir la prueba, no viviría. Y sí, son situaciones reales que observamos todos los años quienes nos implicamos en la vida diaria de los centros educativos.

Pero, además, ¿tenemos todas las personas la misma concepción sobre lo que significa el éxito educativo? No teman, ese debate necesita su propio tratamiento, por lo que no lo abordaré ahora. Pero, estoy seguro de que no seré el único que piensa que el éxito es otra cosa muy distinta que superar una simple prueba que no te da prácticamente nada.

Bulo 4: Quienes superan la prueba, superan la criba

No, falso de nuevo. Ahora les toca ver qué nota total tienen y cómo les coloca eso ante las plazas disponibles. Y con suerte, mucha suerte para la mayoría, podrán dedicarse a lo que les apasiona. Además, si en su familia no sobra el dinero, tendrán que apostar por una beca -no siempre se concede- y enfrentarse a una decisión arriesgada, porque lo es lanzarse a por estudios superiores teniendo que simultanearlos con trabajos para aportar ingresos a la familia. Les restará tiempo de dedicación a estos estudios y, con frecuencia, a repeticiones de materias en segundas matrículas, pérdida de becas e, incluso, su devolución. Siempre hay quien, por el miedo a meter a su familia en gastos que no podrá afrontar en algún momento, decide abandonar antes de empezar, aceptando que el sistema gana y él o ella pierde. Y encima no faltará quien diga que se debería haber esforzado más. ¿Más?

Mientras, quienes tienen la fortuna de no verse obligados a tener que estudiar y trabajar a la vez, parten con indudable ventaja, puesto que el dinero de su entorno familiar les asegura la tranquilidad en los estudios, la dedicación exclusiva a estos, y el dinero suficiente para pagar las repeticiones que sean necesarias. Ya tienen buena parte de la criba superada de partida. Si a esto le sumamos que, en las universidades privadas, al contrario que en las públicas, la nota no impedirá hacer estudio alguno que realmente se desee, ya que esto solo depende del talón bancario que se pueda poner encima de la mesa, pues es solo cuestión de tiempo y de dinero, y no tanto ni de esfuerzo ni de capacidad.

Desafortunadamente hay muchas alumnas y alumnos que acaban estudiando grados universitarios que no son los que habían soñado, áreas en las que seguramente podrían haber brillado porque les apasionaban, pero una nota decide que no será ese el futuro que iniciarán tras haber superado la criba. Tenemos un sistema que genera más frustraciones que alegrías, y que pierde talento por enfocarlo a cuestiones que no levantan la misma pasión. Trabajar en algo que te apasiona no es trabajar, es vivir, es disfrutar.

Bulo 5: Que no sea una prueba única es un perjuicio para el alumnado

Hace poco se escenificaba un acuerdo en la derecha de este país por el que se anunciaba que todas las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular tendrían a partir de ahora una PAU común. Después de hablar durante años de la necesidad de la misma prueba para todo el alumnado del país, es decir, de tener una prueba única, se han tenido que apear de ese objetivo por inviable, salvo que se fuera hacia un camino difícil de transitar, porque la forma de conseguir una prueba única que respondiera a sus objetivos políticos y sociales sería obviar, en primer lugar y entre otras cosas, la parte autonómica de los currículos. ¿Lo podrían llegar a hacer? Sí, pero eso formaría parte del desmontaje de las competencias en educación de las comunidades autónomas, y de estas últimas propiamente. No es que buena parte de sus dirigentes no lo sueñen, e incluso lo digan, pero no se atreven a iniciar ese camino.

Lo que sí me parece importante es reflexionar sobre cuál es la base de su posicionamiento: el que sea perjudicial que no sea única, ahora común. Las diferencias de lo que finalmente han explicitado no justifican el abandono del acuerdo que ha impulsado el ministerio de Educación y Formación Profesional, que ha buscado recomponer una prueba en algunas de sus lagunas actuales y, sobre todo, encaminarla hacia una prueba de mayor evaluación competencial, superando la mera evaluación de la memorización de la que antes hablaba. Y, por supuesto, se podrían haber pactado algunas cuestiones menores que puedan haber quedado quizá pendientes. Pero, la postura defendida por el Partido Popular viene, entre otras cosas, derivada de que, al tener pruebas distintas, el resultado en las notas en unas comunidades autónomas es injusta con el alumnado de otras, al denunciar que la dificultad de la prueba no es la misma en todas.

Vamos a suponer por un momento que esto fuera cierto. ¿Y? No hacía falta modificar el modelo para tener resultados comparables. Cuando existe diferencia en los resultados dentro de intervalos de datos, achacable a que los parámetros de medición no han sido idénticos, la estadística elemental ofrece herramientas para comparar adecuadamente aquello que no parece comparable. Ese no es el problema real.

Pero es que, además, ¿por qué es injusto que no haya una única prueba en todo el país para superar la PAU, si no se hace esto en otro escenario educativo? Es decir, ¿los exámenes de las diferentes universidades son idénticos para conseguir superar los mismos grados y máster? No, no lo son, y eso no invalida sus titulaciones. Es más, si tienen varias semanas de exámenes, como por ejemplo la UNED, en cada semana el examen es distinto, incluso con variación de su grado de dificultad -trata de ajustarse, pero no siempre se consigue-, y esto no es ni motivo de recurso por su alumnado. Y podemos seguir, ¿hay dos exámenes iguales en una misma materia de, por ejemplo, segundo de la ESO, o quinto de Primaria? No, porque la libertad del docente para ajustar las evaluaciones a su grupo-aula es un valor positivo en sí misma. Entonces, ¿dónde está el perjuicio en que las diferentes comunidades autónomas ajusten las pruebas a sus currículos reales? No existe, es ficción.

Sigo defendiendo que la PAU debe desaparecer pero, ¿merece una oportunidad el nuevo modelo?

Defiendo su eliminación porque el formato que hemos tenido hasta la actualidad me ha demostrado reiteradamente varias cosas: perjudica al alumnado de la escuela pública, donde ese inflado artificial de las notas no ha existido y, en todo caso, si se ha producido en algún caso, nada comparado con lo sucedido en la privada -concertada o no-; no garantiza que el alumnado que supera la criba esté realmente preparado para enfrentar el grado universitario que quiere realizar, porque nunca ha buscado saberlo; y cercena la posibilidad de que el alumnado brille en las áreas que le apasionan, porque la falta de inversión, de oferta de plazas, y las notas obtenidas -siempre injustas para este asunto- les deja sin la posibilidad de tener el futuro con el que sueñen.

Para mí, precisamente, la solución pasa por: incrementar la inversión; ampliar la oferta de plazas, para que todo el alumnado pueda dedicarse a lo que le apasione; y aplicar procesos que descubran potenciales en el alumnado, competencias si se prefiere, aunque no es lo mismo, porque descubrir una potencialidad supone encontrar una riqueza interior que permitirá conseguir lo que no esté presente en ese momento.

A pesar de lo anterior, ¿merece el nuevo modelo de criba una oportunidad? El nuevo enfoque, más orientado a evaluar competencias adquiridas, me parece un cambio que puede llevar en el futuro al escenario que me parece más adecuado, que sería el de descubrir potencialidades. Admito dos cosas: puede que este escenario sea mejor que el que yo defiendo, y estoy dispuesto a comprobar el resultado antes de reiterar mi posición; y que para llegar al escenario que me gustaría es muy posible que éste sea un camino intermedio e indirecto adecuado. Ya lo veremos en el futuro.

Nuestro periodismo es democrático e independiente . Si te gusta nuestro trabajo, apóyanos tú también. Página informativa sobre eventos que ocurren en el mundo y sobre todo en nuestro país, ya que como dice nuestro editorial; creemos que todo no está perdido. Sabemos que esta democracia está presa sin posibilidad de salvarse aunque su agonía es lenta. Tenemos que empujar las puertas, son pesadas, por eso, necesitamos la cooperación de todos. Soñamos con una patria próspera y feliz, como idealizó el patricio Juan Pablo Duarte. necesitamos más que nunca vuestra cooperación. Haciendo clic AQUÍ ó en el botón rojo de arriba
Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Noticas Recientes

Opinión