PCML.- República Dominicana desde una perspectiva progresista y revolucionaria.

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UNIDAD REVOLUCIONARIA, ANTIIMPERIALISTA, PATRIÓTICA Y DEMOCRÁTICA

COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA (MARXISTA LENINISTA)


El escenario político dominicano se caracteriza por el dominio de la clase oligárquica, terratenientes y grandes empresarios que, como los pro- españoles y los afrancesados, no confían en la existencia de una nación verdaderamente independiente. En tal sentido, las organizaciones revolucionarias tenemos que asumir la defensa de la soberanía nacional, planteándonos la revolución democrática de nuevo tipo, con pasos
ininterrumpidos hacia al socialismo y el comunismo.

El logro de este objetivo solo es posible mediante la toma del poder, el cual, tomando en cuenta, la realidad nacional e internacional, ha de conquistarse a través de la lucha parlamentaria, es decir, la participación electoral; lo que
nos plantea la interrogante de cómo participar; pues, como es sabido, se perdió el reconocimiento electoral.

Esto, nos lleva a la disyuntiva de si buscamos nuevamente el reconocimiento electoral o esperamos pactar con alguna de las organizaciones del litoral progresista que aún lo conservan.

Tomando en cuenta que como enemigo externo de la nación dominicana tenemos al imperialismo norteamericano y como interno a la clase dominante (burguesía, terratenientes, oligarquía…), estos, en conjunto, constituyen el blanco fundamental. La clase dominante se sustenta en el imperialismo y viceversa.

De manera que no debemos caer en el error de limitarnos a cuestionar al partido de gobierno, sino a todo el arcoíris político representante de los interese del sistema.

Tenemos que ver a estos elementos (imperialismo, clase dominante y partidos que los representan) como un todo, al que precisamos derrotar.

Conscientes, como establecimos más arriba, de que el poder, en las actuales condiciones, hay que conquistarlo por la vía electoral, nuestros métodos de luchas tienen, necesariamente, que vincularse con esta realidad. De modo que todas nuestras acciones (luchas sociales, luchas populares, luchas políticas…) han de procurar ganar adeptos, dentro los conglomerados que movilizamos, para nuestra causa política electoral.

La participación electoral es una guerra que solo se gana con votos, por lo que no debemos desperdiciar esfuerzos en acciones cuyo resultado no sea el de ganar el favor del electorado.

Ligarnos a las masas, acompañándolas en sus justas demandas. Tomar los campos, las calles, los barrios y las fábricas, incentivando la lucha de los campesinos por la toma de la tierra, la de los sectores populares por mejora
en los servicios y la de los obreros por sus conquistas salariales y mejores condiciones laborales; pero sin ocultar nuestro rostro político. Que sepan, sí, que se enteren de nuestras aspiraciones de ganar los ayuntamientos, el
congreso y el gobierno nacional.

No solo debemos ser buenos luchadores populares o sociales para ellos,
sino también buenos administradores. Así debemos hacer que nos vean,
para que nuestros sacrificios se transformen en votos para nuestra propia
causa y no para la del partido de la oposición con mayores posibilidades de
disputarle el poder al de turno.

La experiencia nos dice que esos mismos compañeros que participan y se movilizan junto a nosotros en las luchas reivindicativas son los que en las elecciones votan por los candidatos de los partidos tradicionales y no por
los nuestros.

Y en esto, diversos factores influyen. Entre ellos, el clientelismo político. Sus elevados niveles de pobreza los hacen extremadamente vulnerables a torcer la intención del voto a cambio de pequeñas dádivas. Otro factor, lo constituye las escasas posibilidades de triunfo que perciben en nosotros, es decir no nos ven como una real opción de poder. Y, además, nos reclaman, muy frecuentemente, que estamos muy fraccionados.

Estos dos últimos aspectos debemos tomarlos muy en cuenta. Necesitamos fortalecernos, necesitamos crecer. Y para ello, la unidad de la izquierda y de todo el litoral progresista resulta indispensable.

Empezar por aquellas organizaciones que tienen más afinidades sería un buen ejercicio. De hecho, ya se existen algunos polos e indicios de otros. El PPT, el Movimiento Redes, el PCU y el PCML participaron juntos en el último
proceso electoral y gozan de muchas coincidencias. Otro bloque se vislumbra entre el PCT-FA, FR y MPD.

Hay muchos otros partidos y movimientos de ideología marxista aún dispersos, a los que necesitamos acercarnos con una propuesta definida.

Algo parecido sucede con el progresismo.
Según las pasadas elecciones, la principal diferencia política, reflejada hasta ahora, en entre las fuerzas de avanzadas, es la de las alianzas o no con los partidos del sistema. Esto impidió la conformación de un bloque único de
carácter progresista.

Pese a esta diferencia de tipo electoral y otras que en los demás terrenos puedan existir, entendemos que se debe practicar la unidad de acción en todos los escenarios posibles. Esto facilita el ascenso en los niveles
unitarios, así como el paso de un escenario de menor trascendencia a otro mayor.

Llegar a las elecciones del 2028 con la construcción de un gran frente único, progresista y revolucionario, ha de ser nuestro principal reto; el cual se debe trabajar a la par con el crecimiento de la UDI, pues el fortalecimiento
nuestro facilita la unidad. Y recordar que tenemos pendiente la legalización de un instrumento político, que bien podría ser UDI, Frente Unido de Salvación Nacional, PPT, o cualquier otro nombre, lo cual ha de discutirse en su momento.

Este frente unitario debe armarse de una correcta plataforma política quesintetice los ejes fundamentales a establecer como necesidad del país.
Nuestras posiciones deben, claramente, diferenciarse de las de los partidos tradicionales, entreguistas, neoliberales, autocráticos, defensores de los intereses de la oligarquía y negadores de los derechos de los trabajadores.

En tal sentido, hemos de plantearnos la defensa de la soberanía nacional, de nuestro aparato productivo y del medio ambiente, la eliminación de la propiedad terrateniente, la libertad política y sindical de los trabajadores, la transformación del sistema educativo y de salud, lucha contra la impunidad y la corrupción, establecimiento de una nación agroexportadora, libre de toda potencia extranjera y un gobierno verdaderamente democrático.

A partir de ahí, desplegar un conjunto de consignas que conecten con la plataforma establecida y que las grandes masas las asimilen y las hagan suyas.
Tenemos que ser capaces, tomando como bandera de lucha esta plataforma y como medio de agitación las consignas que de ella fluyan, de encantar a una buena parte del electorado, de modo que logremos blindarlos contra el clientelismo y se sumen 24/7 a nuestra causa.

Organizar políticamente a nuestros familiares, vecinos, compañeros de estudio, de trabajo, a nuestros hermanos de iglesias, en definitiva, a todo con quien tengamos algún tipo de relación, debe formar parte de nuestro
día a día.

Donde quiera que se esté librando algún tipo de lucha, ahí debemos estar, elevando esa lucha espontánea hacia un nivel consciente. De esta manera fortalecemos los espacios de masas y el instrumento político.

Junto al aparente repunte que a nivel continental y global exhiben las ideas más conservadoras, marcha también un veloz despertar que se contrapone al estado de cosas del viejo sistema. El imperialismo norteamericano, promotor de este atraso, pierde terreno, tanto en el ámbito del comercio como de la tecnología. Y aunque no para en sus agresiones de todos tipos, no puede ya actuar igual que ayer.

Se forman nuevos bloques económicos, como las denominadas cinco economías del BRICS, integradas por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que amenazan la supremacía del dólar como moneda de cambio internacional.

Como revolucionarios estamos llamados a impulsar la lucha contra la hegemonía del imperialismo estadounidense, apoyando los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina y del mundo.

Debemos, hoy más que nunca, levantar la bandera de la solidaridad internacional, consciente de que en la medida en que otras naciones, zafadas de las garras del imperialismo, se desarrollan, se incrementan así, de igual manera, las posibilidades de que en otros países, que como el nuestro no han dado ese paso, las organizaciones de carácter
antiimperialistas y revolucionarias, tomando aquellas como ejemplos, les resulte mucho más fácil convencer a su pueblo de las ventajas que resultan de un país gobernado por un partido o una coalición de izquierda a cuando
lo hace la derecha.

Para no caer en precipitaciones y aventurerismo, se hace necesario empezar a abordar, desde ya, los planes y tácticas electorales a emplear. Y en función de esto preguntarnos: ¿cómo estructurarnos? ¿Qué necesitamos? ¿Con qué contamos? ¿Cómo dar a conocer nuestros planteamientos? ¿Cómo sembrarnos en el imaginario político de los electores? Además, descubrir nuestras debilidades, nuestras fortalezas.

Resumido en una frase: “poner la política al mando”

COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA (MARXISTA LENINISTA)

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