
¿Cómo se configuraron los roles de forajidos y sheriffs en una sociedad capitalista emergente y violenta?
Del «Lejano Oeste», engañosamente inmortalizado por Hollywood, se ha ocultado de forma deliberada una realidad de complejas dinámicas sociales y económicas. En este artículo, nuestro colaborador Manuel Medina explora cómo forajidos y sheriffs, lejos de ser opuestos, reflejaban las turbulentas condiciones de una sociedad capitalista en violenta formación. ¿Qué paralelismos pueden trazarse hoy entre la justicia en el Viejo Oeste y las prácticas actuales en Estados Unidos? ¿Qué queda de esa cultura en ese país?
POR MANUEL MEDINA(*), PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
El Lejano Oeste americano, esa enorme extensión de tierras donde héroes y villanos se enfrentan en un duelo eterno entre justicia y crimen, ha sido inmortalizado por Hollywood y por la literatura barata. Sin embargo, tras las imágenes de pistoleros y sheriffs, de revólveres humeantes y miradas desafiantes, se esconde una realidad mucho más compleja y cruda. La narrativa simplificada de buenos contra malos, tan vendida por Hollywood, oculta cuáles fueron las verdaderas dinámicas sociales y económicas de una sociedad capitalista en formación.
Tras la Guerra Civil estadounidense, el país entró en una fase de reconstrucción y expansión. Las oleadas de inmigrantes y la rápida proliferación de campamentos mineros y ciudades ganaderas crearon un entorno caótico y anárquico. En este contexto, los forajidos y los sheriffs no eran figuras diametralmente opuestas, sino productos de su entorno. La delgada línea entre la ley y la anarquía se desdibujaba fácilmente, y no era raro que un mismo individuo alternara entre ambos roles.
DESMITIFICANDO EL LEJANO OESTE
La mitología creada sobre el Lejano Oeste está plagada de personajes que han sido transformados en héroes o villanos, dependiendo de la necesidad narrativa. Pero la verdadera historia de estos personajes es mucho más contradictoria. Los forajidos y los sheriffs compartían a menudo un terreno común, nacido de las turbulentas condiciones sociales y económicas de aquella época. En una sociedad capitalista en formación, con recursos abundantes, oportunidades económicas y una competencia feroz, los límites entre la ley y el crimen eran extremadamente difusos.
Uno de los elementos clave que unían a estos dos grupos era su habilidad en el manejo de armas, especialmente el revólver. Los modelos de la época, como el Colt Pacemaker y el Smith & Wesson, se convirtieron en herramientas indispensables tanto para los forajidos como para los sheriffs. La habilidad con estas armas definía a ambos bandos y a menudo determinaba quién sobrevivía en los enfrentamientos inevitables que se producían en las ciudades fronterizas.
La justicia en el Lejano Oeste era rápida y severa. Los sheriffs y marshals, elegidos a menudo mediante procesos electorales plagados de corrupción y manipulación, eran figuras ambiguas, muy lejos de ser intachables. Los intereses de los barones ganaderos, los magnates del ferrocarril y otros poderes económicos influyentes podían influir fácilmente en las elecciones, asegurando que el sheriff elegido fuera favorable a sus intereses o susceptible de ser amenazado o corrompido.
En situaciones de caos extremo, cuando la violencia reinaba en las calles, los ciudadanos a veces recurrían a contratar a comisarios con un pasado oscuro o una reputación de pistoleros despiadados para restaurar el orden. Estos comisarios, aunque oficialmente representantes de la ley, a menudo compartían las mismas tácticas brutales que los forajidos a los que perseguían.
El cuerpo de los Rangers de Texas es un ejemplo de cómo la violencia se institucionalizaba para mantener el orden. Reorganizados en 1874 bajo el gobernador Richard Coke, los Rangers se enfrentaron tanto a los forajidos como a los conflictos entre colonos blancos y nativos. La fuerza especial de los Rangers, dirigida por el capitán L. H. McNelly, se centró en combatir a los ladrones de ganado y a los bandidos en la frontera con México.
Los Rangers de Texas y otros cuerpos policiales del Lejano Oeste representaban la institucionalización de la violencia para mantener el orden. Estos agentes de la ley, a menudo corruptos y vinculados a intereses económicos, empleaban tácticas brutales similares a las de los forajidos que perseguían.
Pero que ello sucediera de esa forma no debería de extrañarnos. La militarización que actualmente se produce en la policía en Estados Unidos, no es más que un reflejo de la continuidad de aquella violencia que era también institucional. La respuesta policial a la delincuencia y a las protestas sociales de hoy a menudo implica el uso de fuerza excesiva, algo que puede provocar la violencia en lugar de mitigarla. Las políticas de «mano dura» y la criminalización de comunidades vulnerables perpetúan un ciclo de violencia y desconfianza hacia las instituciones.
EL «CAPITALISMO SALVAJE» DEL FAR WEST
La mitología del Lejano Oeste, sin embargo, transformó a estos pistoleros institucionales en figuras heroicas, perfectamente comparables con los caballeros andantes medievales o con Robin Hood. El cine y las novelas baratas se han encargado de perpetuar esa imagen, glorificando a los pistoleros como defensores de la justicia y el orden. Pero en la realidad, estas figuras eran mucho más complejas y sus acciones estaban impulsadas por intereses personales y económicos. Jesse y Frank James, por ejemplo, eran considerados héroes por algunos sudistas resentidos con la política de reconstrucción del Norte. A pesar de sus actividades delictivas, sus contemporáneos sureños los veían como defensores de la «Causa Perdida» del Sur. Sin embargo, la realidad es que estos forajidos operaban al margen de la ley y utilizaban la violencia para alcanzar sus propios fines.
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La violencia del Lejano Oeste fue en realidad una manifestación de las profundas desigualdades y conflictos de poder que caracterizaron la expansión estadounidense. Los forajidos y los sheriffs eran productos de un sistema en el que la ley y el orden eran frágiles y a menudo manipulados por intereses económicos y políticos. La mitología que surgió de esta época, aunque fascinante, frecuentemente oculta las complejidades y contradicciones de estos personajes y sus roles en la historia.
Pero además, sucedía que la economía del Oeste también fue un factor determinante. La fiebre del oro y la expansión del ferrocarril atrajeron a miles de personas en busca de fortuna, pero también crearon enormes desigualdades sociales y conflictos de intereses. Los grandes barones del ganado y los magnates del ferrocarril no dudaban en utilizar la violencia para proteger sus inversiones y expandir sus territorios. Los sheriffs y otros agentes de la ley se encontraban en medio de estos conflictos, navegando entre las demandas de los poderosos y la necesidad de mantener el orden público.
El Lejano Oeste representó una sociedad capitalista en abrupta formación, desarrollándose en condiciones extremadamente peculiares y caóticas. Esta fase de la expansión estadounidense estuvo marcada por varios factores que son característicos en el desarrollo de un sistema capitalista en sus primeras etapas. La fiebre del oro, la explotación de tierras para la agricultura y la ganadería, y la expansión del ferrocarril fueron motores económicos fundamentales. Estas actividades atraían a miles de personas en busca de oportunidades económicas, creando un ambiente de competencia feroz y despiadada.
Los barones ganaderos, los magnates del ferrocarril y otros grandes empresarios representaban la acumulación de capital y el poder económico. Estos individuos y sus corporaciones utilizaban su influencia para manipular las leyes y las elecciones, asegurando que sus intereses estuvieran protegidos, a menudo a expensas de los trabajadores y pequeños propietarios.
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Kevin Costner, como Wyatt Earp, en la película de 1994 dirigida por Lawrence Kasdan
La rápida acumulación de riqueza por unos pocos contrastaba con la pobreza y la precariedad en la que vivía la mayoría. Esta desigualdad azuzó los conflictos sociales y fomentó la violencia como medio de resolución de disputas económicas y territoriales.
El llamado “espíritu del Lejano Oeste” estuvo siempre impregnado de individualismo y de la búsqueda del éxito personal. Los mitos del «hombre hecho a sí mismo» y del «sueño americano» vigente en la sociedad norteamericana de nuestros días, estaban encarnados en figuras como los pioneros, los buscadores de oro y los empresarios de aquellos días, que se aventuraban en un territorio desconocido con la esperanza de hacer fortuna.
El carácter abrupto que tuvo el proceso de formación de una sociedad capitalista en los Estados Unidos, con la ausencia de regulaciones efectivas, así como con una notable debilidad de las instituciones legales existentes, permitió una gran cantidad de actividades ilegales y la aplicación arbitraria de una justicia construida ad hoc. Este vacío de poder dio lugar a una suerte de «capitalismo salvaje» donde la ley del más fuerte era la invariablemente que prevalecía.
Las oleadas de inmigrantes que llegaban al Oeste en busca de mejores oportunidades laborales se convirtieron en la mano de obra necesaria para la construcción del ferrocarril, la explotación minera y el trabajo en los ranchos. Estos inmigrantes a menudo enfrentaban condiciones de trabajo extremas y una intensa explotación.
La introducción de nuevas tecnologías, como el revólver Colt y el telégrafo, así como la expansión del ferrocarril, fueron factores cruciales que aceleraron el desarrollo económico y la integración del Oeste con el resto del país.
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Colin Farrell, como Jesse James, en American Outlaws (Forajidos) (2001)
El Lejano Oeste fue, pues, una época de intensos conflictos y desigualdades, una fase brutal de la formación de una sociedad capitalista en los Estados Unidos. La narrativa simplificada de Hollywood, que presenta a los pistoleros y sheriffs como héroes y villanos en una lucha eterna entre el bien y el mal, oculta las complejidades y contradicciones de esta realidad histórica. La verdadera historia del Lejano Oeste es una de lucha de clases, intereses económicos y violencia, donde los límites entre la ley y el crimen eran extremadamente difusos y confusos.
¿QUÉ NEXOS EXISTEN ENTRE EL VIEJO OESTE Y LA SOCIEDAD AMERICANA ACTUAL?
Como el lector habrá podido constatar, en el Far West americano, la autodefensa era una necesidad práctica. Los asentamientos eran precarios, con infraestructuras mínimas y una falta general de instituciones que pudieran mantener el orden. En este vacío de poder, la capacidad de protegerse a uno mismo y a sus bienes resultaba esencial. Los individuos portaban armas no solo para protegerse de los forajidos, sino también para resolver disputas y mantener el orden en una sociedad donde la ley formal era débil o inexistente.
Pero ¿qué nexos siguen entrelazando aquella sociedad de hace tan solo 160 o 170 años y la Norteamérica de hoy?
En la sociedad estadounidense actual, la cultura de la autodefensa continúa siendo una parte integral de esa sociedad. La Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que garantiza el derecho a portar armas, y es defendida con furibunda vehemencia por una parte no despreciable de la sociedad estadounidense de hoy. La posesión de armas es vista allí como un derecho individual fundamental y una medida necesaria para la autodefensa. Este concepto es reforzado con la percepción de inseguridad y la desconfianza en las instituciones para proteger a los ciudadanos.
En el «Lejano Oeste» de hace siglo y medio, el mito del «hombre hecho a sí mismo» y la figura del pistolero que defiende la justicia por su cuenta fueron glorificados en la época del Lejano Oeste. Los forajidos y los sheriffs, con sus habilidades en el manejo de armas, se convirtieron en héroes míticos. Esta narrativa de individualismo y autosuficiencia ha calado profundamente en la cultura estadounidense.
En el Hollywood de nuestros días, los medios de comunicación continúan glorificando en uso de las armas: los individuos pueden y deben protegerse a sí mismos. Las películas, programas de televisión y videojuegos presentan a personajes que resuelven problemas mediante el uso de la fuerza, reforzando de esta manera la percepción de que las armas son una solución legítima y efectiva para enfrentar los peligros.
En el viejo «Far West», el acceso a armas de fuego era relativamente sencillo. Las armas como el Colt Pacemaker y el Smith & Wesson eran comunes y estaban al alcance de casi cualquier mano. La habilidad con estas armas definía a los individuos y frecuentemente determinaba quién sobrevivía en los enfrentamientos.
Pero en los EEUU de Joe Biden el acceso a armas de fuego continúa siendo libérrimamente amplio. Las leyes de armas varían de un Estado a otro, ciertamente, pero en general, la posesión de armas está bastante extendida. Los EEUU tienen a día de hoy una de las tasas más altas de propiedad de armas per cápita en el mundo. La facilidad de acceso y la prevalencia de armas contribuyen a la alta incidencia de violencia armada, incluyendo tiroteos masivos y la violencia doméstica.
En el viejo Oeste existía un entorno donde la ley y el orden eran fácilmente quebradizo. Por ello mismo, las armas proporcionaban una sensación de seguridad personal. La capacidad de defenderse y defender a la comunidad era crucial en un territorio salvaje y en constante conflicto.
En los EEUU de nuestros días, la percepción de inseguridad que la gente tiene sigue siendo un factor importante que impulsa a la posesión de armas. No pocos estadounidenses sienten que deben estar preparados para defenderse en caso de amenazas, ya sean delictivas, terroristas o incluso gubernamentales. Esta percepción se ve alimentada por los medios de comunicación, que destacan de forma constante los incidentes de violencia y crimen.
La relación entre el uso de armas en el Viejo Oeste y el uso actual en Estados Unidos pone de manifiesto una estrecha continuidad entre valores culturales y percepciones de seguridad que han perdurado a lo largo del tiempo. La autodefensa, el individualismo, la glorificación de las armas y el acceso generalizado a las mismas, son elementos que hunden sus raíces, sin duda, en el Lejano Oeste americano.
(*) Manuel Medina es profesor de historia y divulgador.