La reorganización de la enseñanza se convirtió en un punto esencial de la Revolución Cultural. Se empezaron a escuchar en las escuelas numerosas críticas contra un sistema que no había rebasado, en lo sustancial, las fórmulas y métodos consagrados por la burguesía. Desde antes, el 12 de abril de ese mismo año (1966), se había celebrado en Tsinán una conferencia de cuadros de la enseñanza superior durante la cual se subrayó vigorosamente la necesidad de colocar en primer plano a la política. También en la calle se habían expresado numerosas críticas, así como en los establecimientos de enseñanza, contra el sistema de exámemenes, los programas escolares y los métodos utilizados. Los estudiantes declaraban que la enseñanza, tal como era practicada, estaba separada de la realidad; que los estudiantes estaban aislados de la vida del pueblo y no tenían contacto con la práctica política y científica ni con la producción; que los hijos de burgueses gozaban de ventajas respecto de los hijos de obreros y campesinos, que a menudo eran molestados o ignorados; que el sistema alentaba una emulación de tipo capitalista y una selección de estilo burgués, que favorecía el servilismo y el carrierismo y en realidad formaba nuevos letrados y no servidores del pueblo. En resumen, esta enseñanza aparecía ante sus ojos como extremadamente marcada por la vestigios del pasado. La necesidad de transformarla y renovarla completamente era imperiosa.
En una carta dirigida al Comité Central, reproducida en la prensa, los alumnos de enseñaran media exigieron asimismo que se transformase esa enseñanza que aumentaba la diferencia entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, entre los obreros y los campesinos, la ciudad y el campo, lo que era contrario al socialismo, cuyo objetivo es reducir las desigualdades para hacer posible el paso de toda la sociedad al comunismo.
Otros alumnos de enseñanza media de la capital, en una carta en que daban apoyo a la precedente, acusaron al sistema pedagógico en vigor de colocar la política en segundo plano, de favorecer la formación de tecnócratas y, en consecuencia, propiciar la restauración del capitalismo. Evocando la necesidadad para el socialismo de formar intelectuales de tipo nuevo, ligados al pueblo, con conciencia proletaria, estos estudiantes declaraban en su carta: «Lo que nosotros destruimos no es sólo un sistema de exámenes, sino el yugo cultural que soporta desde hace miles de años el pueblo chino; destruimos el nido en que se criaron la aristocracia intelectual y las capas sociales con salarios elevados; destruimos el trampolín que conduce al revisionismo moderno«.
Entonces, los establecimientos escolares crearon y construyeron la vanguardia de la Revolución Cultural en sus inicios. Entre los jóvenes estudiantes de la enseñanza media y universitaria es donde tuvo lugar primero la toma de conciencia, al igual que en diversos medios culturales. El fenómeno que consiste en el importante papel desempeñado por los intelectuales al principio de un movimiento revolucionario ha sido comprobado por la historia en varias ocasiones. En la misma China, existía un precedente, el «Movimiento del 1 de mayo de 1919«, que colocó en la vanguardia desde los primeros tiempos de la revolución que, en tres decenios. transformó al país.
El 13 de junio se dio a conocer una decisión del Comité Central del Partido y del Consejo de Estado (Gobierno) referente a la prórroga de los exámenes y al aplazamiento de un semestre para las inscripciones en las escuelas.
Las escuelas y facultades suspendieron sus cursos. Sin embargo, los estudiantes, alumnos y profesores, asistían diariamente. Se ocupaban durante muchas horas del día y algunas veces de la noche en discusiones acerca de la pedagogía, la politica y sus mutuas relaciones. La dirección del Partido deseaba realizar la transformación de la enseñanza tomando en consideración y como base las opiniones y sugestiones formuladas por los estudiantes y profesores. Se investigaron profundamente las formas en las que los establecimientos escolares hablan funcionado en el pasado y se realizaron encuestas acerca del comportamiento de los antiguos administradores. Los volantes y folletos se multiplicaron en el interior de las escuelas y facultades. Los muros y los patios se cubrieron de cartelones, de consignas escritas en caracteres gigantes. Ese decorado característico de periódicos murales, de carteles colgados, superpuestos, amontonados, se extendió por todas partes en el transcurso de los meses, pasando de las escuelas a las calles de las ciudades, transformando los muros y las aceras en un torbellino de literatura multiforme y efervescente. A principios de junio de 1966 acababa de desarrollarse un primer episodio de la Revolución Cultural Proletaria. Fue todavía bastante poco espectacular, salvo durante las últimas semanas, pues en el extranjero nadie notó nada antes de mayo. Sin embargo, este episodio representó para Mao Tse-tung una victoria nada despreciable. Además de haber logrado la expulsión del poder de una primera e importante fracción de opositores, consiguió asimismo suscitar un movimiento ideológico nacional, en principio fundado sobre la participación de toda la población. Hasta ahora, sólo la juventud intelectual habla verdaderamente pasado a la acción, pero ése era el inicio normal de toda revolución. A este respecto, es curioso observar la existencia en China de una impugnación estudiantil que, aunque orientada en otro sentido, es similar en muchos puntos a la que existe en diversos países capitalistas. Es interesante hacer notar que fueron las facultades de letras las que produjeron a la ideólogos y que esos estudiantes fueron también en China los más ardientes.
Extraído del libro «Historia de la Revolución Cultural Proletaria en China» de Jean Daubier