Qué representan los candidatos en el ajedrez político americano?
¿Qué significa realmente este enfrentamiento aparentemente ‘pugilístico’ entre dos viejos zorros de la política americana? ¿Son Trump y Biden meros peones de una élite mayor, o hay algo más profundo detrás de este ‘show electoral’? ¿Representan verdaderamente a sectores antagónicos de la sociedad estadounidense o es todo parte de una misma estrategia de poder? Descubre qué hay detrás del ruidoso escenario preelectoral estadounidense.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
El reciente reto de Donald Trump a Joe Biden de debatir públicamente hasta «en 20 ocasiones si fuera preciso» sus respectivas propuestas políticas de cara a las próximas elecciones presidenciales es, sin duda, una expresiva muestra de la naturaleza competitiva y de espectáculo que caracteriza a la política estadounidense. Sin embargo, debajo de ese escenario espectacular, pletórico de luces y estrellas, existen otras muchas razones que no suelen acompañar los artículos y análisis políticos que aparecen en los medios de comunicación españoles.
En realidad, ¿qué es lo que hay tras ese enconado enfrentamiento, aparentemente «pugilístico», entre los ancianos políticos norteamericanos Biden y Trump?
¿Se trata tan sólo del choque individual entre dos egos gigantescos que se disputan el trofeo presidencial de la Casa Blanca?
¿Están representando cada uno de ellos a clases sociales diferentes o antagónicas que justifiquen la virulencia del litigio furibundo?
¿Propone el candidato republicano un «modelo de sociedad» diferente al que defiende el candidato demócrata?
¿Qué es lo que realmente hay tras este ruidoso «show electoral» que hoy se está representando en los Estados Unidos?
¿QUIÉN REPRESENTA QUÉ?
A nuestro modo de ver, el enfrentamiento entre Joe Biden y Donald Trump, que hoy tiene lugar en el contexto de la política estadounidense, debiera ser analizado más allá de los perfiles personales de cada uno de los candidatos o de los partidos políticos que los nominaron, prestándole atención preferente a los intereses de la clase dominante y a las estructuras económicas que cada uno de ellos representa.
En el caso específico de los Estados Unidos, donde los candidatos pertenecen tan sólo a dos partidos políticos con concepciones ideológicas básicamente similares, Trump y Biden constituyen la expresión de las diferentes fracciones de las clases hegemónicas norteamericanas, así como diversos enfoques y políticas que afectan tanto a la política interior como a la exterior, en sincronía con los intereses puntuales de cada una de esas fracciones de poder.
Con objeto de resumir brevemente en este artículo nuestro punto de vista al respecto, evitando embrollarlo con otros aspectos, ciertamente importantes, pero también secundarios en relación con nuestro puntual propósito, esquematizaríamos nuestra opinión de la siguiente manera:
JOE BIDEN Y EL PARTIDO DEMÓCRATA
Biden y los actuales políticos del Partido Demócrata representan a corrientes asociadas con los sectores del capital financiero, tecnológico, así como a un sector de la industria de servicios, en el que se incluyen igualmente algunas grandes Corporaciones favorecedoras de las políticas de un «libre mercado» con «regulaciones moderadas», afines a la globalización y a los acuerdos comerciales internacionales.
Aunque históricamente el Partido Demócrata ha sido visto, -de forma errónea-, como cercano a los sindicatos y a la clase trabajadora estadounidense, en el curso de las últimas décadas, esta supuesta relación parece haber cambiado radicalmente. Aunque Biden ha continuado intentando mantener el apoyo de sindicatos y de las minorías, promoviendo políticas de «bienestar social» y ‘derechos laborales» dentro de un marco fuertemente capitalista, la realidad cotidiana estadounidense ha ido esfumando progresivamente las expectativas de esos sectores en relación con las políticas del Partido Demócrata.
Ideología y Política:
En no pocos ámbitos progresistas norteamericanos se interpretó en el pasado que los proyectos políticos del Partido Demócrata constituían una alternativa para construir un modelo de sociedad con un sistema «capitalista con rostro humano». Sin embargo, los hechos que caracterizaron el período presidencial de Obama terminaron desmintiendo esa conjetura. Presentándose ante el mundo como aladid de la paz y y de la concordia internacional, Barack Obama terminó resultando el mandatario estadounidense que promovió más intervenciones militares y guerras en el exterior a lo largo de su mandato. Y aunque alegaba tratar de «estabilizar el sistema capitalista estadounidense» mediante reformas y políticas destinadas a mitigar las peores desigualdades del Sistema sin alterar sus estructuras fundamentales, los resultados de las mismas no variaron sustancialmente los obtenidos por los presidentes que le precedieron.
DONALD TRUMP Y EL PARTIDO REPUBLICANO
Trump, por su parte, representa a los sectores más tradicionales del capitalismo estadounidense, incluyendo los de la industria manufacturera, el petróleo y gas, y un sector significativo del empresariado que propugna políticas de desregulación, reducción de impuestos para los ricos y un enfoque nacionalista en la economía.
No obstante, paradógicamente, Trump ha logrado capitalizar también el enorme caudal de descontento de sectores de la clase trabajadora que se sienten hondamente perjudicados por las políticas «proglobalización» de las últimas Administraciones demócratas. Ofreciendo un discurso en el que se mezcla el proteccionismo económico con la relocalización de las empresas estadounidenses que en el curso de las últimas décadas fueron ubicadas en el exterior, ha concitado la adhesión, incluso, de sectores populares pero históricamente educados a lo largo de décadas en el ultraconservadurismo macartista.
Ideología y Política:
El papel que desempeña Donald Trump podría ser visto como el de un representante de una política más agresiva del capitalismo en la política económica interior, donde el nacionalismo, el proteccionismo y la retórica populista son utilizadas con objeto de mantener la hegemonía de determinadas fracciones de la clase dominante norteamericana, mientras que, por otra parte, se trata de debilitar las regulaciones laborales y ambientales en beneficio esas mismas élites económicas.
A nuestro juicio, pues, nos equivocaríamos si contempláramos el enfrentamiento entre Trump y Biden como una simple secuencia de una lucha entre dos personalidades políticas situadas en las antípodas, en lugar de interpretar esa confrontación como la expresión competitiva entre diferentes sectores del capital estadounidense con intereses contrapuestos. En realidad, cada candidato está representando alianzas entre diferentes fracciones de la clase capitalista norteamericanas y con las políticas que reflejan esos intereses.
Más allá de las diferencias estilísticas existentes entre ambos candidatos, que ciertamente las hay, lo que se está operando en el seno de una sociedad norteamericana en estado de profunda crisis por el amplio retroceso de los EE.UU. como potencia hegemónica frente a otras potencias capitalistas emergentes como China, no es un cambio en las ‘relaciones de producción» o un intento de superar las condiciones extremas en las que el sistema ha colocado a la sociedad estadounidense, sino una lucha encarnizada entre los intereses económicos de dos sectores de la clase dominante, que luchan denodadamente por su preservación y prevalencia.