Marxismo o feminismo (y tercera parte)

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Marisol Fernández

III. La “Cuestión de la Mujer” no es la “Cuestión Feminista”

El marxismo descubrió las leyes del desarrollo social y, con su aplicación, desveló la misión histórica del proletariado como clase: es la clase en ascenso, la verdaderamente revolucionaria, la única capaz de ser dirigente hacia el progreso social y la emancipación de toda la humanidad. Es la única que puede lograr llevar a la mujer hacia la igualdad real.  Y no habrá -como no hubo- revolución de la clase obrera sin la participación de la mujer como tal. Así lo demuestra la experiencia histórica de las mujeres a lo largo de su historia de lucha como protagonistas. Así lo muestra la experiencia de la Revolución Bolchevique y la existencia de la URSS. No es por tanto nada nueva la frase que se ha apropiado el movimiento feminista: “sin mujeres no hay revolución”

El leninismo elevó el marxismo aplicando la dialéctica marxista frente al materialismo capitalista, su ideología y su carácter antagónico en las condiciones del imperialismo del capital; elevó  la lucha de la clase obrera convirtiéndola en dirigente hacia la conquista del poder a través de su organización política, expresión de su ideología y representante de sus intereses. Junto con Stalin al frente del nuevo Estado obrero, máximo representante de los intereses de la clase obrera y de los trabajadores, iniciaron el camino no solo de la emancipación de clase, también hacia la emancipación de la mujer con el hombre y en la sociedad. Y es que efectivamente, para los comunista, la cuestión de la mujer es una cuestión también de clase.

La mujer no solo padece violaciones o maltrato físico; no solo se ve sometida a la prostitución o los mandatos del hombre en su casa o fuera. No sólo es esclava del hombre, sino que lo es por ser esclava del capital. Puede ejercer de propietaria o de asalariada. Por eso necesita tomar conciencia sobre la situación que vive, de su opresión como mujer, de cómo ha llegado a esa situación y del por qué para poder emanciparse totalmente. La mujer también es un “ser social”; según se desarrolla su existencia así se determina su conciencia.

“La familia, la familia burguesa contemporánea, con todas sus tradiciones morales y sus bases civiles, ha entrado en una larga crisis. Los matrimonio son cada vez más precarios y la prostitución adquiere proporciones inquietantes. Este hecho lo reconocen por igual las feministas burguesas y quienes comparten las concepciones del proletariado. Las dificultades de la vida conyugal que hoy aplastan, en mayor o menor medida, a las mujeres de todas las capas: he ahí otro fenómeno también indiscutible. Queda, por lo tanto, ver si existe una comunidad de tendencias entre las feministas y las trabajadoras en los métodos de estudio y de solución de la cuestión familiar y verificar gracias a los esfuerzos de quién, si de las feministas o del proletariado en conjunto, podrá ser liberada la mujer del pesado yugo familiar.

Veamos ante todo lo que pretenden obtener las feministas en el campo de las relaciones familiares y conyugales.

Las feministas situadas más a la derecha, es decir, las que por su situación social tocan a la gran burguesía, traen como banderas dos cuestiones principales: 1) el cambio del matrimonio religioso por el matrimonio civil, lo cual facilitaría a la vez el divorcio; y 2) la posibilidad de separación de bienes de los cónyuges en aquellos países donde aún no se ha establecido.”[1]

Ambas cuestiones benefician a los intereses del capitalista, al hombre burgués porque lo que se defiende es la preservación de los bienes materiales, la herencia del padre y la madre a la vez, tener la independencia económica como mujeres, del marido. Se coloca pues por delante el interés de no tocar la propiedad privada. Así lo demuestra actualmente la existencia de mujeres con altos cargos en el poder no sólo de gobiernos, también en grandes empresas o en los Bancos, en las instituciones representativas del capital como el Fondo Monetario Internacional, etc.

“Las feministas “de izquierda” encaran la cuestión de modo distinto. No hay que olvidar que proceden, sobre todo, de entre las mujeres instruidas y poseedoras de una actividad independiente, si bien no tienen fortuna heredada o adquirida de otra forma; pero han creado su propia independencia en la vida merced al salario que ganan… Pero la intelectual independiente no necesita del matrimonio en cuanto transacción económica; incluso si el marido es lo bastante independiente económicamente, por lo que toda reglamentación y legalización de una relación no puede sino reducir su independencia y arrebatarle una parte de esa libertad de la que la burguesa emancipada se enorgullece habitualmente”[2]

Nadie como la marxista Kollontai para describir el feminismo como una concepción burguesa. Así nuestras feministas actuales como entonces, no necesitan al hombre para mantenerlas, se explayan defendiendo que la mujer pueda elegir libremente sin sentir responsabilidad ni atadura alguna con el otro sexo.

La mujer obrera, como miembro de la clase obrera necesita, para romper sus cadenas, conocer su propia historia que está ligada a la historia del hombre y se desarrolla en procesos no solo de sometimiento y opresión. Su historia se desarrolla primero siendo un miembro social que representa una autoridad entre los que la rodean; incluso su capacidades ayudan a desarrollar otro modo de producir lo que en lugar de darle mayor autoridad se la quita y la lleva a convertirse en esclava y, por esa existencia y condición de vida, va tomando conciencia del lugar que ocupa en la sociedad y se revela; su lucha por conquistar sus derechos -que ha de defender continuamente- avanza hacia la conquista de sus intereses, como mujer y como obrera; así se fortalece y desarrolla su conciencia que la lleva como miembro de la clase en ascenso, a una lucha sin tregua contra su opresor, la sociedad capitalista mientras la acerca a la igualdad social con el hombre. Avanza hasta lograr su emancipación y la de su clase. En ello radica la cuestión de la mujer para el marxismo.

“Cualquiera que conozca las tesis fundamentales del materialismo histórico sabe que los “humanos”  son impotentes para modificar a su antojo las formas de su vida social, ya que esas formas derivan lógicamente de la relaciones económicas de producción existentes. Todo lo que puede hacerse es percatarse de la tendencia evolutiva que está a punto de realizarse en el organismo social y acelerar el ritmo de ese proceso de transformación, que no se lleva a cabo, por lo general, sin dolor”[3]

El materialismo histórico marxista debe mostrar a la mujer la dialéctica de la materia, de su propia vida en el transcurso de las sociedades. De ahí que se hable de la cuestión de la mujer a pesar de que a las feministas que además se definen marxistas, no les agrade y empujen la lucha de la obrera y trabajadora hacia la cuestión feminista. Es la moral burguesa, resultado de la forma de vida que impone el capitalismo, junto con el Estado que lo representa, quién con sus hechos educa y consiente que el patriarcado estructural, innato al modo de producción capitalista y a la existencia de la propiedad privada, tome forma en un machismo cada vez más humillante, agresivo y violento. Y como señalo Kollontai, a pesar de los cambios producidos por el desarrollo de la sociedad capitalista y sus contradicciones, podemos seguir diciendo que “El proletariado es la única clase en la que el aspecto de cálculo económico está más o menos enteramente excluido de la unión conyugal, la única clase en que el matrimonio es un acto psico-fisiológico, o sea justamente tal como lo pretenderían las feministas”.

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La cuestión feminista.

El feminismo desde sus comienzos ha empujado a la mujer obrera a apartarse de su misión histórica, hacerla olvidar que se convierte, lo mismo que el hombre obrero, en miembro necesario para ejercer la Dictadura del Proletariado, establecer la igualdad no solo con los hombres sino entre el propio colectivo de mujeres al ir eliminando las clases sociales. Pero, además, el feminismo propone como eje fundamental, para liberar a la mujer, los placeres del sexo para identificarse como mujer. Defiende “el amor libre” sin observar que no podrá darse mientras existan condiciones y causas que empujen al encadenamiento y la sumisión.

No se es marxista para ser feminista, sino para defender los intereses de la mujer y ayudarla a conquistar su emancipación. No se es marxista para ser feminista, sino que se es marxista y no feminista porque siendo marxista se defiende el movimiento femenino en su lucha contra el sistema de producción basado en la propiedad privada, causa de su opresión y esclavitud, causa de la desigualdades sociales y de la esclavitud de la mujer.

Desde el movimiento feminista “marxista” se señala que “la “cuestión de la mujer” no ha sido nunca la “cuestión feminista”. Que la cuestión feminista se refiere a las causas de la desigualdad social entre hombres y mujeres, del predominio del hombre sobre la mujer” lo que le sirve para iniciar la crítica al marxismo y recriminarle que “su análisis sobre la posición de la mujer parte de la relación de ésta con el sistema económico y no de la relación de la mujer con el hombre[4]

Es evidente que ello no tiene nada que ver con un análisis marxista. Nada que ver con el análisis de Kollontai que toma la observación de la vida de las mujeres, de todas, y de sus posiciones de clase en esa vida.

Al leer a la feminista Heidi Hartman se nos viene a la mente aquello de que el materialista mecanicista estudia las ciencias separándolas; entiende el desarrollo de la materia en procesos independientes; no ve el conjunto, ve un antagonismo pero no aprecia la unidad de contrarios. No ve o no quiere ver ni comprender que esa unidad de contrarios en su participación social empuja a la mujer, y al hombre, hacia la supresión del modo de producción capitalista, eliminando la propiedad privada y con ello, estableciendo unas relaciones que eliminaran el actual enfrentamiento hombre-mujer. Y ¿por qué? Pues ya se ha dicho, por incorporarse la mujer como fuerza productiva al trabajo social. Posiblemente surjan otras contradicciones que serán resultado del propio desarrollo natural, no basado en la esclavitud de un humano por otro humano.

Para sentirse seguras en su defensa feminista y exhibirse como marxistas, dicen aplicar el “método” marxista para señalar que “muchos marxistas suelen afirmar que, en el mejor de los casos, el feminismo es menos importante que la lucha de clases y que, en el peor, divide a la clase obrera”.[5]

Y como la feminista Harmant, el PCE del año 1978 señalaba

Con frecuencia se han limitado a repetir algunos de los textos clásicos, dejando de lado muchos de los planteamientos iniciales o por lo menos no profundizando en los mismos. A la cuestión de la especificidad de la opresión femenina no se ha dado otra respuesta que remitirla, casi en exclusiva, a la lucha de clases”[6]

Y nos preguntamos ¿Acaso el marxismo no afirma que la lucha de clases es el motor de la historia?; ¿que el hombre y la mujer son protagonistas de esa historia?; ¿que su papel está determinado por el lugar que ocupan en la organización social? Pero ¿qué marxismo han estudiado estas supuestas comunistas? Quizás solo lo tergiversan en función de sus intereses como mujeres que pretenden ser dirigentes en el orden social establecido que es el capitalismo. Y desde luego, tampoco desarrollan el marxismo.

Son un ejemplo de cómo el reformismo y el oportunismo no son más que reflejo de ese materialismo mecanicista que se convierte en reaccionario en el desarrollo social. Son las excusas para no aceptar el marxismo-leninismo. Acabamos de responder más arriba a estas críticas. Se utiliza el materialismo marxista para poder sostener aquello que en su tesis feminista no se sostiene.

El feminismo no puede sostenerse ya en el viejo feminismo que luchaba por tener una posición en política (educación igual que el hombre, es decir para la burguesa; ganar lo mismo que el hombre, es decir tener asignaciones económicas como los varones burgueses; derecho al voto y a ser elegidas representantes políticas de los intereses de las mujeres, es decir alcanzar el poder, etc.) Eso ya lo han conquistado. Las mujeres ya son presidentas y gerentes de empresas y monopolios, presidentas de Gobiernos y jefas de las fuerzas armadas burguesas, banqueras y grandes ejecutivas, etc. Y una vez más, como entonces, las mujeres que aspiran a tener más poder necesitan de la mujer obrera para lograr sus egoístas intereses individuales.

Es justo apoyar lo que las feministas gritan en las calles defendiendo intereses que son por derecho propio de las mujeres obreras y trabajadoras, pero también es justo y necesario ver su contrario.

El feminismo que, como ya se ha señalado, comenzó siendo una ideología burguesa que reclamaba como objetivo último el derecho a intervenir en la dirección y organización social, traslada la lucha de clases a una lucha de géneros:

“El género es lo que podría llamarse el “sexo social”, es decir todo lo que es social en las diferencias constatadas entre mujeres y hombres, en las divisiones del trabajo o en los caracteres que se atribuyen a uno u otro sexo. Como se ha constatado que varían de una sociedad a otra (la división del trabajo no es la misma, las mujeres hacen en determinadas sociedades lo que los hombres hacen en otras) se ha sacado la conclusión de que existe un aspecto variable de los sexos, un aspecto construido socialmente al que se llama “género”.[7]

No en vano ya la feminista Simone de Beauvoir afirmó “no se nace mujer, se aprende a serlo”. Y apoyando a Simone, Christine Delphy puntualiza que el “género crea al sexo”. Así se da pie a todo tipo de teorías y comportamientos sociales que no expresan más que la degeneración del ser humano bajo las condiciones del capitalismo. La existencia natural se transforma obligadamente en lo antinatural y lo que debía ser otra forma normalizada de existencia se convierte en instrumento de comportamientos y luchas que acaban siendo reaccionarias ante la vida.

Efectivamente, la manera de producir cambia y modifica la economía de la sociedad y la sociedad misma. Y no al revés. Lo que las mujeres y los hombres realizan con cada modo de producción no es intercambiar trabajos sino, por el contrario, cada vez más tienden a verse realizando los mismos. Lo que indica un grado mayor de socialización. La mujer de la clase opresora, como el hombre de su clase, se convierte en burguesa; La mujer no burguesa vende su fuerza de trabajo en la fábrica o como cajera o reponedor además de cuidar el hogar; y el hombre obrero vende su fuerza de trabajo en la fábrica o como reponedor o cajero y, además, al formar parte de las filas de desempleados se ve empujado a realizar los cuidados del hogar. Y es que no se puede definir el comportamiento de los colectivos de personas por las particularidades, se han de hacer en base al comportamiento colectivo general. Una vez más muestran su materialismo mecanicista. Aíslan los individuos para poder defender su tesis.

Pretenden demostrar que el trabajo doméstico es base fundamental de la “opresión específica de las mujeres”. Los marxistas no niegan que en el hogar exista opresión. Lo que los marxistas puntualizan es que el hombre traslada las ideas que se producen con su existencia como asalariado fuera del hogar, reproduciendo la opresión que el mismo recibe fundamentalmente sobre la mujer y sus hijos.

También es cierto que hay mucha porquería en la existencia obrera. Necesita evadirse de los problemas que le acosan o simplemente de ese tiempo que le sobra y con el que no sabe que hacer: alcoholismo, drogas de todo tipo que sirven para embriagar su orgullo y hacerle perder su dignidad como persona, embruteciéndolo. Y en esto, la mujer también está avanzando hacia la igualdad. El capital no da más opciones.

Simone de Beauvoir analizó lo que ellas llaman el rol femenino siendo su obra más conocida “El Segundo Sexo” donde muestra una filosofía existencialista cuyo punto de partida es reconocer que lo masculino es lo preferente. Por ejemplo, afirma que al expresar la idea de ser humano, siempre se hace por defecto usando la figura del hombre o de hombre y mujer, nunca la de la mujer. Otro ejemplo que critica es que existen productos específicos “para mujeres” que se distinguen por el color rosa o la forma, lo que indica que el modelo estándar es del hombre. Utiliza el concepto de “lo otro” para recalcar que “el género femenino está siempre girando en torno a lo masculino, lo femenino es un atributo, una extensión de lo masculino”. Ella plantea todo lo contrario a lo que el marxismo a través del materialismo histórico demuestra.

Para Simone de Beauvoir y sus seguidoras, la historia ha sido escrita por hombres, tanto literal como simbólicamente, y ello es símbolo de dominación y sometimiento de las mujeres y motivo de la alienación de la mujer. Echa por tierra todos los valores y capacidades de las mujeres a lo largo de la historia, de su papel en la sociedad y en la vida, con su propia individualidad, en lugar de ver cómo la mujer participa en la historia como protagonista. Aun siendo esclavizada y oprimida, es un individuo necesario para la sociedad y por ello debe recuperar su autoridad como protagonista frente al protagonista hombre. No sin ni sobre el protagonista hombre.

Las feministas radicales toman como una de sus herramientas el marxismo. Ella, Simone, fue quien dijo que “el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente”: desigualdad por sexo y por género es un problema a abordar colectivamente. No es culpa del individuo mujer sino del sistema patriarcal. Destaca el interés por la sexualidad y por el concepto de género.

Como marxistas entendemos que Simone lo que expresa es el reflejo de lo que siente y vive en el círculo que la rodea, un círculo no obrero que ha tratado siempre a la mujer como objeto, como una cosa. La mujer de la clase obrera nunca ha sido el objeto hasta que el capitalismo ha socializado esa idea que tiene sobre la mujer burguesa. La obrera era la madre de los hijos obreros que necesariamente servirían para obtener nuevos ingresos; la obrera era la mujer que apoyaba al obrero cuando necesitaba sentir que el trabajo no era todo, era la que cuidaba de su salud y de la salud de la familia. El capital transformó todo eso a base de humillar, explotar y quitar la dignidad al obrero.

Pero el feminismo, manteniendo su principio fundamental -hacer que el hombre ceda su autoridad a la mujer a través del voto femenino en la democracia burguesa, aprobar leyes que no discriminen, acceder a la propiedad y su administración para no ser sólo la administradora de la economía doméstica-, ha ido pasando por diferentes procesos de evolución y desarrollo hasta llegar a la decrepitud.

El feminismo “marxista” del que hemos desenmascarado su traición a los principios marxistas, también pertenece a ese feminismo radical de los años 60 y finales de los 70. Sostiene  que el problema de la mujer es de fondo, definiéndolo como un fenómeno social e histórico que debe atacarse por el colectivo de la mujer. Mientras que las feministas liberales defienden que la opresión es de tipo coercitivo, es decir que expresa imposición y violencia, el feminismo radical entiende que la opresión de la mujer es fruto del sistema de dominación, el patriarcado, que se reproduce siglo tras siglo.

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El feminismo, con cada paso que da, es más anticientífico.

Pero el feminismo no carece de luchas internas dado que la pluralidad permite la existencia de ideas contrapuestas. El feminismo radical da lugar a, feministas de la igualdad y feministas de la diferencia.

De un lado, las feministas de la diferencia que defienden la igualdad entre hombres y mujeres  pero no la igualdad de las mujeres con los hombres. (Victoria Sendón de León). Estas consideran el liberalismo y el marxismo ideologías masculinas y defienden que la liberación de la mujer solo es posible si se aparta de la referencia de los hombres. Es heredero del feminismo cultural que apostaba por una cultura propia de las mujeres

Y de otro lado, el feminismo de la igualdad que mantiene la crítica hacia el mundo masculino, la división sexual del trabajo y el patriarcado.  Su origen está en el sufragismo y se nutre de entre los partidos y organizaciones de izquierdas. Tiene como objetivo que la mujer llegue a acceder al mismo estatus que ocupan solo los hombres, afirmando que la opresión de la mujer se ha realizado a través de los roles de género asignados artificialmente al nacer. (Simone de Beauvoir). Apuesta por negociar cambios en las leyes para lograr la igualdad de mujeres y eliminar los privilegios del hombre sobre la mujer. Niega la existencia de valores femeninos y señalan que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión. (Christine Delphy, Lidia Falcón, Celia Amorós).

Pero unas y otras interpretan la discriminación hacia la mujer como resultado de un sistema histórico de opresión y dominación económica, política y cultural llamado patriarcado. Sus diferentes interpretaciones y su apuesta por las no diferencias han posibilitado que se desarrolle lo que comenzó siendo el movimiento Queer[8] en una teoría reaccionaria que frente a la debilidad de individuos que no encuentran su lugar en la sociedad, se individualizan en colectividad, apoyando la anarquía de las relaciones que el sistema capitalista impone y que va en interés de la existencia de la propiedad privada, la cual ellos no reconocen como instrumento de opresión.

Todas estas teorías lanzadas desde el mundo burgués, desde su filosofía plasmada en textos escritos y lanzados por intelectuales burgueses, defienden el capitalismo criticando su opresión pero sin eliminar la propiedad privada, y se disfrazan de progresistas. Pretenden demostrar que la mentalidad masculina ha impuesto los géneros, que al cuerpo del hombre se le llame masculino y al de la mujer, femenino, y que ser gay, lesbiana o transexual ha de ser lo normal y la definición de los géneros, lo impuesto.

“En efecto, las normas morales que reglamentan la vida sexual humana no pueden tener más que dos finalidades, dos destinos:1) asegurar a la humanidad una descendencia sana, normalmente desarrollada, ayudar a la selección sexual en interés de la especie. 2) contribuir al avance de la psicología humana, a su enriquecimiento en cuanto se refiere a sentimientos de solidaridad, de camaradería, de colectividad. La moral actual, al servir únicamente a los intereses de la propiedad, no cumple ninguna de ambas tareas. Todo el complejo código de la  moral sexual contemporánea, con el matrimonio monogámico indisoluble, teniendo sólo raramente el amor como base, con la anchamente extendida institución de la prostitución, no sólo no contribuye al saneamiento y a la mejora de la especie, sino que incluso favorece la “selección sexual en sentido contrario”. La moral contemporánea lleva a la humanidad por la senda de una continua degeneración”[9]

El capital no sabe cómo eliminar de la historia la experiencia de la URSS que puso en jaque toda la moral burguesa.

De igual forma que no le importa invadir países y promover guerras para obtener beneficios a costa de seres humanos, tampoco se cansa de lanzar una y otra vez, una y otra más, nuevas teorías a través de individuos que no tienen otro oficio que sentirse superiores y descubridores. Son burgueses o de mentalidad pequeño burguesa, con aspiraciones, hombres y mujeres que llenan las mentes de los jóvenes más débiles -ante el sentimiento de exclusión provocada por la propia moral burguesa, a causa de sus condiciones de vida material, física y de sensaciones- de idealismo y antimaterialismo como guía de sus vidas. Hacen que dejen de importarles cómo sobrevivir. Sus padecimientos son culpa de los diferentes, de los géneros, de los que no comprenden sus  relaciones con otros individuos…. Les impiden indagar en su propia historia evitando que se incluyan en lugar de excluirse cada vez más.  Les transmiten nuevas formas, bajo la moral burguesa, de expresarse, vestirse y sentir que les enfrente a la sociedad.

Pero lo peor es cómo estas teorías llevan a que la degeneración se instale como una normalidad: “Los pedófilos están tratando de ganar la aceptación de la comunidad LGBT para “cambiar el punto de vista de la sociedad” sobre su “tendencia sexual””.[10] Vergüenza de la humanidad que no podemos esconder sino eliminar. Son los dirigentes y defensores del capitalismo cuyo ocio se basa en humillar, oprimir y explotar. Son los depravados que la naturaleza humana debe eliminar junto con la propiedad privada y las clases sociales.

La reproducción de la vida en su nacimiento es función de las mujeres, así es la naturaleza y lo contrario es antinatural, artificial, lo que no indica más que otra forma de opresión y sometimiento para la mujer al quitarle su carácter de feminidad. Un carácter que el capitalismo comercializa. Se puede llegar a reconocer que la homosexualidad, si así la ciencia lo demuestra, puede tener componentes genéticos y, desde luego, respetar que el individuo elija si quiere unas relaciones íntimas solo con personas del mismo sexo. El respeto por el hombre, el respeto por la mujer, la lucha contra la explotación del humano por el humano también incluye la lucha contra esa opresión y manipulación hacia el humano que en su sexualidad se expresa diferente. Y ese respeto no puede llevar a validar la degeneración, a normalizar el abuso y el salvajismo sobre los cuerpos de mayores y menores. Los marxistas defendemos la ciencia, con ella una humanidad digna de vivir sana y alegre, rehuyendo de su propia destrucción.

La  dialéctica es la que muestra los desarrollos y comportamientos de la naturaleza y el ser humano. El feminismo, con cada paso que da, es más anticientífico.

“La humanidad de hoy atraviesa una crisis sexual que no sólo es aguda en su forma, sino que –lo cual resulta mucho más desfavorable y perjudicial- es una crisis que se prolonga…Cuanto más se prolonga la crisis, más adquiere un carácter esquizofrénico, más parece la situación actual como sin salida, y más ardiente se lanza la humanidad sobre todos los medios posibles de solución de esta “cuestión maldita”. Pero, a cada nueva tentativa, el complejo embrollo de las relaciones intersexuales no hace más que liarse más, y da la impresión de que no se advierte el único hilo con ayuda del cual conseguiríamos por fin romper el nudo invulnerable. La humanidad debátase asustada de un extremo a otro, pero el circulo mágico de la cuestión sexual continúa cerrado igual que lo estaba antes”[11]

Por ello nuestra tarea como marxistas-leninistas no es dejarnos llevar por debates que eluden la gran fuerza de la mujer obrera para hacer posible los grandes cambios sociales que pueden conquistarse, en parte, con el poder popular, pero que solo pueden satisfacerse con la revolución proletaria y el poder obrero, mediante su dictadura de la que ella formará parte. La sexualidad que no humilla, que no somete ni explota, que permite formase y desarrollarse como individuo no es negativa ni opresora. Trasladar el sentido de propiedad a esas relaciones, el sentir de “lo mío es importante y lo tuyo es ajeno a mi interés”, es depravar la inteligencia humana, es la expresión de la moral burguesa que mina la inteligencia del ser humano sobre su propia existencia para convertirlo en un continuo esclavo.

Solo la experiencia de la sociedad soviética ha permitido demostrar la fuerza del marxismo, la capacidad del poder proletario para alcanzar la igualdad social y el pleno desarrollo del individuo bajo las condiciones de unas relaciones basadas en el interés de la clase obrera y la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción.

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IV. La gran experiencia soviética: la cuestión de la mujer

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Tras el triunfo de la Revolución Rusa de 1917 se abrió para las mujeres una gran victoria en la lucha por su emancipación. Si la victoria fue conquistar junto al obrero el poder del Estado soviético, la conquista fue obtener la igualdad ante la ley no solo por y para las mujeres soviéticas sino que fue el motor de empuje para miles de mujeres en países bajo influencia capitalista que se organizaron y lucharon por sus derechos. Y la primera medida de poder fue el nombramiento como Comisario del Pueblo para la Asistencia Social de una mujer, Kollontai (octubre del 1917 a marzo de 1918) que elaboró la primera reglamentación sobre protección de la mujer.

Antes de la revolución en Rusia solo el 8% de las mujeres tenían una actividad profesional aunque en 1918 subió a un 40%. En 1921 “la mayoría de las mujeres trabajaban en la industria textil, en la higiene pública, en el transporte, en talleres de confección de ropa, en la administración pública, en las escuelas…pero sin tener en cuenta esto debemos constatar desgraciadamente que la colaboración activa de las mujeres en la administración de la economía, en los comités de empresa y en los consejos de economía despueblo es extraordinariamente pequeña; ”señalaba Kollontai que además añadía “la conciencia y las costumbres tradicionales no pueden evidentemente caminar al mismo paso que los enormes cambios en el sector de la producción de los que nosotros mismos somos testigos.

La mujer soviética era consciente de sus limitaciones, no por ganas, sino porque la masa de mujeres no estaba aún preparada para esos cambios. Tampoco los hombres. Hoy podemos decir sin embargo que la experiencia de la mujer es mucho mayor, la participación activa en la producción, aun bajo las condiciones de esclavitud y opresión la fortalece y, al mismo tiempo, el desarrollo de la sociedad con los nuevos modelos de familia, con mayor independencia de la mujer, con los avances técnicos y científicos, llevan a la mujer en condiciones muchísimo más favorables hacia la nueva sociedad y la emancipación ante la vida estará mucho más cerca.

Sin embargo, en el capitalismo, ser mujer obrera y trabajadora bajo la esclavitud asalariada -porque sin salario se muere uno de hambre-, determina la diferencia salarial. Es una de las luchas presentes a fecha de hoy, en el siglo XXI, entre las mujeres. Con la República socialista soviética, eso cambió. Los salarios dependían del tipo de trabajo realizado y, además, se establecían criterios para las distintas categorías de salario como la formación previa necesaria, la peligrosidad, el grado de dificultad, etc… Por otra parte, el salario dejó de estar influenciado por la oferta y la demanda de empleo siendo los propios trabajadores quienes fijaban los salarios y el consejo central de sindicatos se ocupaba de aceptar esas tarifas obligatorias para todas las empresas de la rama correspondiente y en toda la República de trabajadores.

Las leyes laborales protegían a las mujeres prohibiéndose las horas extraordinarias, el trabajo nocturno, realizar trabajos en que tuvieran que coger cargas de más de 4 o 5 kilos, etc. El Estado garantizaba ocho semanas antes del parto y otras ocho después a aquellas mujeres cuyos trabajos requerían de fuerza física; y dieciséis semanas que, a partir de 1920, recibían las empleadas que realizaban trabajos estresantes como mecanógrafas, telefonistas, médicos, enfermeras, … según se había establecido, para equipararlas con las mujeres que trabajaban en la industria.

No podemos reprochar que la falta de conocimientos profesionales llevara, a aquellas mujeres trabajadoras de la República Socialista, a verse empujadas a realizar trabajos mal pagados y sin especializar durante los primeros años de la Revolución.

También en la RDA (República Democrática Alemana constituida en octubre de 1949, refrendada por una nueva constitución en 1968 aprobada en plebiscito por el 94,5 % de los ciudadanos con derecho a voto), en 1985, de la población activa, el 49% eran mujeres; un gran adelanto si lo comparamos con el año 2000 en la Unión Europea, donde la tasa media de mujeres en la población activa era del 43,5% (también se hallaba por delante la República Socialista de Checoslovaquia donde, en 1985,  alcanzaba el 46,1%).

La independencia de las mujeres a nivel económico fue muy superior en los extintos países socialistas que la de las mujeres de los países capitalistas después de casi dos siglos de democracia burguesa.

Como en la URSS, en los extintos países socialistas se cumplía la regla “igual salario a igual trabajo”. En la RDA el ingreso en el hogar de la mujer equivalía al 40%. El Estado facilitaba formación para elevar el nivel de titulación y preparación práctica a las mujeres, y sus programas permitían que abandonarán temporalmente el puesto de trabajo para formarse recibiendo el 80% de su salario. La seguridad de poder acceder a un puesto de trabajo, tener asegurada la vivienda, la educación, la sanidad y la jubilación, la cultura, el deporte… permitía a la mujer un desarrollo pleno de su vida, lo mismo que para el hombre.

Insistimos, estos derechos son motivo de las presentes luchas de la mujer, en especial de las obreras y trabajadoras en el capitalismo.

La gran ayuda del poder obrero, con la participación de la mujer, la ponía al frente de su emancipación. En la República Soviética, de seis consultorios para mujeres embarazadas y lactantes, se pasó, en 1917, a más de 200 consultas para embarazadas y 138 para lactantes. Y junto a la creación de consultorios se mostraba a la mujer lo importante de su maternidad, de la higiene, de la lactancia. El lema fue “No eres madre exclusivamente para tus propios hijos, sino para los de todos los obreros y campesinos”.

No, no habla de que la mujer cuide de todos a la manera de la esclavitud capitalista. Por el contrario “Tras esta solución se halla el propósito de conservar constantemente despiertos los sentimientos maternales de nuestras mujeres que ejercitan actividades profesionales, pues no podemos permitir que una madre –quizá incluso comunista- niegue la leche materna a un niño extraño. A un niño que ha causa de su desnutrición se encuentra débil, no puede negarle ayuda porque no sea su propio hijo”.[12]

Hoy, en pleno siglo XXI, se está extendiendo el que los bebés son una mercadería que con dinero es posible adquirir, mientras en el mundo, incluso en cada país desarrollado, hay niños abandonados deseosos de poder recibir el cariño que por circunstancias se les ha negado. Las mujeres venden su maternidad. También bajo las democracias reinantes en Europa se bombardea desde los medios de comunicación, a la manera de información burguesa, cómo cientos de niños que vienen de países donde la miseria y las guerras les impiden vivir, son encerrados en centros de menores como si se coleccionaran especies del mundo. Y ante la soledad y la falta de cariño y atención que esperan recibir, algunos de estos chavales con 14,15, 17 años, se rebelan y salen a las calles a conseguir su manutención hurtándola o negociando con las drogas y, de alguna forma, vengarse de quienes los rechazan por ser extranjeros. De todas formas, ¿a qué otra cosa puede dedicarse en las calles?

Pero no solo en la extinta Unión Soviética los niños y los adolescentes fueron cuidados y atendidos para que vivieran sus infancias felices y sanas.

A fecha de hoy, la Cuba socialista “actualmente cuenta con 11,2 millones de habitantes, de los cuales 2,3 millones corresponden a la población con edades por debajo de los 18 años; lo que constituye un 21 % del total…La tasa neta de matrícula en la enseñanza primaria es del 99.1%, y la tasa bruta de escolarización en la educación secundaria del 96.4%, con altos índices de paridad de género en todos los niveles de enseñanza. Por otra parte, todos los nacimientos son registrados y un 99.9 % de los mismos ocurre en instituciones de salud, asistido por personal calificado. En 2015, Cuba se convirtió en el primer país del mundo que ha sido certificado como libre de la transmisión materno-infantil del VIH y la sífilis congénita… El Estado prioriza el desarrollo integral de la primera infancia con programas de educación y salud como el Programa de Atención Materno-Infantil, el Programa “Educa a tu hijo” y la atención en los círculos infantiles. La cobertura de atención a la primera infancia es del 96 %, mediante modalidades formales y no formales. La atención a personas discapacitadas es prioritaria en la política social dirigida a elevar su calidad de vida y la igualdad de oportunidades”,[13] y todo ello con un bloqueo económico, comercial y financiero permanente por parte del imperialismo estadounidense y los sumisos países del mundo a su servicio.

Con el Estado Soviético, las mujeres trabajadoras tenían protegida su maternidad. Se crearon las condiciones de trabajo que salvaguardasen la salud de la madre y su hijo. “Más de cincuenta tipos diferentes de trabajo que podrían ser específicamente perjudiciales para el organismo femenino están prohibidos para las mujeres. Pero no hay nada permanente en esta prohibición. Como resultado de la reconstrucción industrial generalizada, de la creciente mecanización del trabajo y de las vastas mejoras que se están realizando en la higiene industrial, la posibilidad de emplear a mujeres sin dañar su salud se extiende continuamente a nuevos tipos de trabajo. Además, los peligros específicos para la salud de las trabajadoras en ciertos tipos de trabajo se eliminan sistemáticamente mediante medidas apropiadas.”[14] En 1956, el las leyes laborales prohibían el empleo de mujeres en trabajos relacionados con la fundición y vertido de metal fundido, laminación de metales calientes, limpieza de tuberías de gas, etc.

Antes de la revolución, “Si una mujer queda embarazada, la expulsan de la fábrica. Las mujeres trabajadoras, por lo tanto, ocultaron su embarazo, se torturaron hasta que se volvieron locas por el dolor y con frecuencia dieron a luz en la tienda. Inmediatamente después del parto, las mujeres tendrían que volver a trabajar… lo que puede ser más terrible que una madre que no quiere a su hijo, y hubo muchas mujeres trabajadoras que maldijeron a sus hijos”.[15]  A mitad de los años 50 ya se había logrado, defendiendo las condiciones favorables para el desarrollo normal de los bebés, que, además de sus permisos anuales, las mujeres tuvieran un permiso de maternidad cuya duración fue de 56 días antes y 56 días después del parto, es decir, 112 días o casi cuatro meses. En el caso de partos con riesgos para la madre o el bebé, o el nacimiento de más de un bebé, la licencia postnatal se alargaba contando además con las ayudas que prestaba el Estado.

Pero  junto a los cuidados de la maternidad, considerado un deber social, también se valoraba el aborto. Desde noviembre de 1920, se legalizó el aborto. Según las palabras de Kollontai: “¿y por qué podemos legalizar el aborto en esta situación? Porque el proletariado no soporta ninguna política de gazmoñería e hipocresía. Mientras no se hayan asegurado las condiciones de vida de las mujeres los abortos seguirán practicándose. Aquí no hablamos de las mujeres de la clase burguesa, que por lo general tienen otros motivos muy distintos para el aborto, como, por ejemplo, el deseo de prevenir una partición de herencia o de llevar una vida placentera sin molestias evitando los sacrificios de la maternidad, conservar la figura o incluso el temor a perder durante unos meses la “temporada de diversiones”, etc.”.[16] Quizás en estas palabras de Kollontai encontremos también alguno de los motivos por los que, en 1936, Kollontai defendió, con la nueva constitución promovida por Stalin, que se decidiera aceptar el aborto solo en casos de peligro para la madre u otras circunstancias adversas.

La culpabilidad que se achaca a Stalin en realidad fue una decisión tomada por las mujeres obreras y trabajadoras que pudieron debatir en los soviets de fábrica y de barrios sobre esa posibilidad de anular el derecho al aborto. Si fue un error o no, deberemos concluirlo cuando estudiemos profundamente cómo se desarrolló el papel histórico de la mujer en la sociedad soviética.

Y efectivamente, bajo las condiciones de vida capitalistas, el aborto es un derecho democrático por el que luchar para no ahogar más a las mujeres obreras y trabajadoras. Pero como marxistas-leninistas debemos defender, igual que defendemos que se respete el cuerpo de la mujer por los hombres, que la mujer obrera misma respete su propio cuerpo. Es necesario por su salud y por su imprescindible presencia sana y fuerte, física y mental, en la lucha del proletariado contra el capital.

Lenin, sobre la miserable vida que llevaban las mujeres en Rusia, se dirigía así a las mujeres obreras tras la Revolución:

“Donde hay terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede haber igualdad entre el hombre y la mujer ni siquiera ante la ley.

Donde no hay terratenientes, capitalistas y comerciantes, donde el poder de los trabajadores edifica la nueva vida sin estos explotadores, existe igualdad entre el hombre y la mujer ante la ley.

Pero esto no basta.

La igualdad ante la ley no es igualdad en la vida. Necesitamos que las trabajadoras consigan la igualdad con los trabajadores no sólo ante la ley, sino también en la vida. Para esto es preciso que las trabajadoras intervengan cada vez más en la administración de las empresas públicas y en la administración del Estado.

Al participar en el trabajo de administración, las mujeres aprenderán rápidamente y se pondrán a la misma altura con los hombres.

Elegid más obreras al Soviet, lo mismo comunistas que sin partido. Con tal de que sean obreras honradas, capaces de realizar una labor inteligente y concienzuda, aunque sean obreras sin partido, ¡elegidlas al Soviet de Moscú!

¡Más obreras en el Soviet de Moscú! ¡Que el proletariado de Moscú demuestre que está dispuesto a hacer y hace todo lo necesario para la lucha hasta la victoria, para la lucha contra la vieja desigualdad, contra la vieja humillación burguesa de la mujer!

El proletariado no puede lograr la libertad completa, a menos que logre la libertad completa para las mujeres.”[17]

Y es que

“La opresión capitalista de las mujeres en la industria, la gran cantidad de mujeres campesinas que no poseían tierras, la posición inferior de las mujeres en la sociedad, su condición subordinada en el hogar se combinó para hacer que las mujeres en la Rusia prerrevolucionaria fueran culturalmente atrasadas y sometidas. Solo el 13% de las mujeres en la Rusia prerrevolucionaria tuvieron la oportunidad de obtener una educación, y éstas eran principalmente de familias de los sectores privilegiados y ricos de la población: la nobleza, la burguesía, los funcionarios del gobierno y el clero. Casi todas las mujeres trabajadoras y campesinas eran analfabetas.

La condición de las mujeres rusas era miserable, pero la de las mujeres de nacionalidades no rusas en las regiones periféricas de la Rusia zarista era realmente espantosa. A la opresión nacional-colonial del zarismo y al yugo de la burguesía rusa y los terratenientes nativos se agregaron las tradiciones del feudalismo, la esclavitud y el patriarcado que eran fuertes en las regiones coloniales orientales de la antigua Rusia. Las mujeres se mantuvieron recluidas y tuvieron que usar el velo de crin en público. La poligamia, el matrimonio de menores y la venta de niñas pequeñas como «novias» eran prácticas comunes. Este atraso no solo fue el resultado de la historia de Oriente, sino que también se debió a la brutal política nacional del zarismo.

Las uzbekas, turcomanas, tayikas, kazajas, azerbaiyanas, así como las mujeres de todas las demás nacionalidades oprimidas por el zarismo, eran seres sin ningún derecho, una mera chattel a disposición de sus amos. Analfabetas, encerradas en la casa del padre o esposo que tenían el poder de la vida y la muerte sobre ellas, llevaron una existencia miserable. «Muchas fueron las lágrimas que regaron las tierras de Bokhara», dice una carta escrita por mujeres trabajadoras de Asia Central a las mujeres de Transcaucasia. «Esas lágrimas, derramadas durante toda la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, nunca se pueden olvidar… En el Bokhara de los Emires, una mujer tenía cinco amos: su primer amo era Dios, su segundo amo era el Emir, su tercer amo era su empleador, el dueño de la tierra y el agua, su cuarto amo era el mullah y su quinto, su esposo. Nos vendieron por dinero, por arroz, intercambiado por todo tipo de productos básicos; cuando todavía éramos niñas, nos regalaron en matrimonio con viejos que ya tenían varias esposas. Éramos esclavas de nuestros maridos”.

En breve, en lenguaje oficial, los documentos conservados en nuestros archivos estatales muestran una imagen impactante de la actitud hacia las mujeres y los niños en las regiones periféricas de la Rusia zarista. Aquí, por ejemplo, hay una declaración presentada ante el tribunal de la ciudad de Kuba (Azerbaiyán) por un residente de un pueblo cercano, Nagy Karbimar Nur Ali ogly: «Con respecto a mi sierva y sus cuatro hijos pequeños, a saber: Naringyul, sus hijas Gaibat y Saibat, sus hijos Karchagi y Fatulla; estos cinco campesinos que he vendido voluntariamente al teniente Mahmed-Hanbek, residente de Kuba, por 500 rublos en plata, y por lo tanto él, Mahmed-Hanbek, tiene derecho a la posesión de los campesinos antes mencionados «.[18]

Lenin no pudo ver cómo la industrialización permitió que la economía nacional, con el avance de la técnica, se desarrollara empleando maquinaria en los procesos en que intervenía la fuerza de trabajo y, con ello, que la mujer pudiera participar más ampliamente en importantes ramas de la producción. Así, “de 1929 a 1941, el número de trabajadoras y empleadas aumentó más de tres veces y media y constituyó alrededor de 12 millones o 38.4 por ciento de todos los trabajadores.”[19]

La guerra contra Hitler y el fascismo, afectó profundamente al desarrollo de la economía al movilizar todos sus recursos internos[20] para garantizar la victoria y afectó también a la mujer.

En la industria, la proporción del trabajo femenino aumentó del 27,9% en 1929 al 41,6% en 1939  y  en 1947, la Unión Soviética alcanzó el nivel de producción industrial anterior a la guerra. En 1955, el nivel de producción industrial anterior a la guerra se superó más de tres veces y el de 1913 más de 27 veces… Es necesario decir que durante 1951-55 el ingreso nacional de la URSS aumentó en un 68 por ciento. Sobre la base de un aumento sistemático en la productividad del trabajo y la reducción de los precios, los salarios reales de las fábricas, oficinas y otros trabajadores aumentaron en 1955 en un 39 por ciento en comparación con 1950, mientras que el ingreso real de los campesinos aumentó en un 50 por ciento. A la población se le suministran más alimentos y bienes de consumo con cada año que pasa… El rápido desarrollo de la economía nacional y el aumento de los niveles de vida de la población han creado condiciones favorables para la realización de la igualdad total y general de la mujer en la esfera económica.”[21]

De nuevo volvemos a intuir uno de los motivos por los que se consideró que el pleno derecho al aborto ya no servía a los intereses del proletariado. E insistimos, el estudio de la sociedad soviética ha de llevarnos a valorar si fue o no acertado, en lugar de caer en los análisis que se realizan con criterios de la filosofía y moral burguesas.

La experiencia de la URSS echa por tierra que el salario de las mujeres en las mismas condiciones de trabajo que el hombre suponga una pérdida económica. Por el contrario, ya en 1930 se abolió el desempleo y con el desarrollo de la industria socialista y la agricultura colectiva, a través de los planes quinquenales aplicados por Stalin, la incorporación de las mujeres a la producción social aumentó.

En el campo, al contrario que en las ciudades, el proceso de emancipación económica de la mujer fue más lento. Antes de la revolución las mujeres trabajadoras del campo estaban sometidas a una esclavitud que tienen poco que envidiar las trabajadoras hoy día.

“El siguiente contrato, que las mujeres empleadas en la finca del conde Potocki tuvieron que firmar, proporciona una ilustración gráfica del poder desenfrenado de los terratenientes y el sistema de explotación inhumana de las trabajadoras agrícolas:

Yo, una campesina de la aldea… por mi propia voluntad, contrato para trabajar en la finca del Conde Potocki por un período de 144 días hábiles, sin descansos, haciendo cualquier tipo de trabajo agrícola que me ordenen, por un salario de 34 rublos para todo el tiempo. He recibido un anticipo de 10 rublos, el resto me será pagado más tarde, de acuerdo con lo que habré ganado. Estoy de acuerdo:

1) Para trabajar desde el amanecer hasta el atardecer.

2) Si salgo del trabajo sin una excusa legal, reembolsaré el doble del anticipo y perderé mi salario por el trabajo realizado.

3) Me comprometo a presentarme a trabajar cada vez que me convocan.

4) Si me convocan para trabajar un domingo o un día festivo, no tengo derecho a rechazarlo.

5) Si dejo la propiedad sin permiso en un día festivo o en un día laborable, debo trabajar fuera del horario.

6) Si me enfermo o muero, mi familia debe trabajar por el período acordado en mi lugar.

7) Bajo ninguna circunstancia puedo dejar mi trabajo antes de que expire este contrato.

Soy consciente de las condiciones anteriores y firmo mi nombre a las mismas”.[22]

 Junto al campesinado, pobre y medio, en el campo también se encontraba el terrateniente y los Kulaks. Tenían un peso importante aún las relaciones de propiedad privada, y que las mujeres campesinas tenían muy arraigado.

Con la abolición de las leyes zaristas, como a todos los trabajadores, a las mujeres campesinas se las alfabetizó, se las involucró en las actividades públicas y en los Soviets de gobierno.

“Lenin consideraba la lucha por hacer que el campo socialista fuera la última y decisiva batalla contra el capitalismo. «Mientras vivamos en un pequeño país campesino, hay una base económica más segura para el capitalismo en Rusia que para el comunismo», escribió. La salida, dijo, era construir industrias pesadas a gran escala que pudieran suministrar maquinaria a la agricultura y, con esto como base, reorganizar la agricultura en líneas socialistas. El camarada Stalin desarrolló los preceptos de Lenin en una teoría integral, la teoría de la colectivización de la agricultura. El partido bolchevique persuadió a los campesinos a tomar el camino de la agricultura colectiva y dirigió a la población del campo en una ofensiva contra los explotadores de kulak que resistían ferozmente. Bajo el sabio liderazgo del camarada Stalin, el Partido y el Gobierno pusieron en práctica su enseñanza sobre la colectivización. En el campo, como en las ciudades, triunfó el socialismo.”[23]

Defender y resolver la “cuestión de la mujer” aquí desarrollada tiene que ser el objetivo de las marxistas leninistas frente a “la cuestión feminista”.

.

El Día Internacional de la Mujer obrera y trabajadora.

Cuando el movimiento feminista, en enero del 2018 acordó la convocatoria de una huelga de mujeres para el 8 de marzo, destacó, entre sus demandas, “que no se nos felicite ese día 8 de marzo” recalcando así que debía ser un día de lucha de las mujeres contra el patriarcado.

Por el contrario, las marxistas llaman a celebrar el 8 de marzo porque es un orgullo pertenecer al colectivo de mujeres de la clase obrera que con valentía y coraje se enfrentó al Zarismo, alentando a los obreros a la revolución que elevó al poder a las mujeres obreras y campesinas, dejando absortas a las feministas del mundo capitalista.

“Una resolución aprobada el 8 de marzo de 1913, en una reunión masiva de mujeres en San Petersburgo, dijo: “El proletariado exige que el sufragio universal se extienda a las mujeres trabajadoras, para que ellas también puedan participar en la lucha por la conquista del poder político, que es un requisito previo para el logro del socialismo «.[24]

El 8 de Marzo es un motivo de felicitación porque las mujeres salen en todo el mundo a las calles no solo para reivindicar la igualdad de derechos, también para luchar por su emancipación. Es el día en que la obrera y trabajadora sale y debe salir a exigir y reivindicar no solo su derecho a un trabajo contra el desempleo, sino también que en él se respete su salud, que se le remunere igual que al hombre si el trabajo es el mismo y se realiza en iguales condiciones, que se la forme y prepare para realizar trabajos sin discriminación por sexo, una educación pública y gratuita que forme a niños y niñas sin ninguna discriminación, una educación que respete las ganas de conocimiento de los jóvenes adolescentes en base al respeto a la naturaleza y a las personas. Igualmente, la obrera ha de luchar por la eliminación de leyes que hacen prevalecer los intereses en base a la propiedad privada, y por leyes que permitan a la mujer obrera conciliar su derecho a trabajar y a su maternidad independientemente de la obligación del padre a conciliar su trabajo con los deberes de padre, porque las madres solteras también existen. Es un día en que las mujeres obreras y trabajadoras muestran su apoyo a las luchas de los obreros y trabajadores contra el capital.

Pero no olvidamos que esta lucha también incluye a las mujeres que trabajan en el campo, bien como pequeñas propietarias o bien como jornaleras a cambio de un salario. También las inmigrantes, mujeres que buscan una vida mejor. Porque ellas, las campesinas y jornaleras padecen como las obreras, la esclavitud que sobre ellas ejerce el capitalismo desplazándolas a las filas del paro y con salarios que impiden vivir dignamente.

Por tanto, el 8 de marzo también es un día en que las mujeres obreras y trabajadoras han de luchar por la paz y contra las guerras imperialistas que matan y asesinan, reprimen y saquean a otros pueblos donde otras mujeres obreras y trabajadoras  y sus hijos, como ellas, además de sufrir por la explotación de sus caciques y capitalistas, han de soportar las miserias y la muerte de una guerra ajena a sus intereses. Contra el fascismo que nuevamente se presenta como instrumento del imperialismo capitalista yanki y europeo. Contra la OTAN.

El 8 de marzo, ha de reflejar la firme lucha contra los usurpadoras de los intereses de la mujer obrera y por el Internacionalismo.

Lenin señalo una realidad sobre los países donde existe el capitalismo. Sigue vigente hoy en día que: “ni un solo estado democrático europeo, ni una de las repúblicas más avanzadas, ha logrado esto, porque donde existe el capitalismo, donde se conserva la propiedad privada de la tierra, la propiedad privada de las fábricas y las obras, donde se conserva el poder del capital, los hombres conservarán sus privilegios.”[25].

Sin embargo, en 1978 y en nombre de las mujeres obreras organizadas en el PCE, las feministas definiéndose marxistas concluían:

“Pero ninguna de estas reformas ni avances pueden realizarse en España sin que se produzca un cambio fundamental en la forma de Estado. Sin que se proclame la III República y se acabe definitivamente con la Monarquía es imposible eliminar la corrupción generalizada de ciertos dirigentes políticos y económicos, cuyo germen y base se encuentran en la Casa Real aliada con los grandes poderes: la Iglesia, el Ejército, la burguesía industrial, los latifundistas del sur, que se oponen a cambiar el régimen que se instauró el año 1978 en España. Solo con la República podremos empezar a  construir la democracia política, social y económica en nuestro país que incluya a todas las clases sociales y en especial a las mujeres.”[26]

Estas mujeres militantes despreciaron las enseñanzas de la Revolución de 1917, y a pesar de definirse marxistas, no parece llamarles la atención que en Rusia

“[…] el 7 de noviembre de 1917 se estableció el poder de los trabajadores en este país. Desde el principio, el gobierno soviético se fijó el objetivo de existir como el gobierno de los trabajadores que se oponen a toda explotación. Se fijó el objetivo de destruir la posibilidad de que los terratenientes y los capitalistas exploten a los trabajadores, de destruir el gobierno del capital. El objetivo del gobierno soviético era crear las condiciones en las que los trabajadores pudieran construir sus propias vidas sin la propiedad privada de la tierra, sin la propiedad privada de las fábricas y obras, sin esa propiedad privada que en todas partes, en todo el mundo, incluso donde reina la libertad política completa, incluso en las repúblicas más democráticas, ha puesto a los trabajadores en condiciones de pobreza y esclavitud asalariada, y a las mujeres en una posición de doble esclavitud.”[27]

Y no solo olvidaron, sino que desprecian todos los logros que las Repúblicas soviéticas del Estado proletario dieron a las mujeres  y a sus hijos, a la clase obrera y al campesinado. Desprecian a las mujeres que en Rusia conquistaron el poder poniendo en práctica todas sus reivindicaciones.

“El proletariado no puede lograr la libertad completa sin conquistar la plena libertad para la mujer”.[28]

Sólo el marxismo revolucionario, solo el Partido Comunista, heredero del partido de Lenin y Stalin denuncia que  «donde hay terratenientes, capitalistas, comerciantes, no puede haber igualdad entre hombres y mujeres, incluso ante la ley”.

En la Republica socialista, no solo se concedió el derecho al trabajo sino que, a la vez, para sacar a la mujer de esa unidad que forman matrimonio y tareas del hogar, se crearon “las cantinas públicas”, lo que hoy se conocen como comedores sociales o públicos que si en el capitalismo sirven para dar de comer a aquel que no tiene, bajo el socialismo tenían la misión de posibilitar que las familias comieran fuera del hogar, evitando que la mujer tuviera que cocinar tras llegar del trabajo. Llevó su tiempo que este proceso de sacar a la mujer del hogar aumentara su independencia a pesar de que los comedores públicos ahorraban fuerza de trabajo, alimentos y energías a las mujeres. Casi siempre es la fuerza de la costumbre, la fuerza de la moral capitalista la que pone freno al desarrollo emancipador de la mujer.

La revolución leninista demostró en la práctica que la desigualdad y la opresión de las mujeres tienen su raíz en la desigualdad de las clases, en la existencia de clases causada por el sistema de propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre. Y “el marxismo, según la definición de Stalin, es la expresión científica de los intereses fundamentales de la clase obrera.”

No nos olvidamos de la prostitución en sus diferentes formas y que es una consecuencia fundamentalmente de la falta de condiciones para salir adelante en la vida; por la existencia de la compraventa y de propiedad que los proxenetas ejercen sobre las mujeres, por el desprecio hacia esta profesión ingrata para la mujer que la degrada socialmente y, sobre todo, porque es una fuente de dinero para los vagos rastreros y miserables del capital. El Estado de la República Soviética mostraba preocupación por el ejercicio de esta “profesión”. Kollontai nos cuenta que en los primeros momentos de la Revolución, si bien el Estado se ocupaba de la maternidad de la mujer y de su hijo, no lo hacía tanto por las circunstancias en que la convertían en madre. Desde que se instauró el trabajo obligatorio, se persiguió a las prostitutas, no tanto por ejercer esta actividad como por no trabajar participando en la producción social. El problema no era si estaban con uno, dos o más hombres. Tanto si se mantienen por el marido como por el amante o como profesional a costa de otros hombres, lo único que indica es que no se alimentan de su propio trabajo productivo. El objetivo era pues facilitar las mejores condiciones de vida para la mujer aumentando sus posibilidades de trabajar en la producción social, creando riquezas para ella y el colectivo social, evitando su situación de debilidad ante el hombre.

Los partidos burgueses y en gran medida los reformistas y revisionistas del marxismo, se esfuerzan por aislar la lucha de obreras y trabajadoras de la lucha de clases del proletariado en su conjunto, utilizando para ello, con mucha palabrería, la causa común de las mujeres. Las feministas burguesas se esfuerzan por que las mujeres trabajadoras sean ciegas al capitalismo, usando los términos de la feminista Hartman. Se apropian de la lucha de las mujeres trabajadoras por sus derechos.  Las líderes del movimiento feminista distraen la atención de las mujeres de su principal enemigo, los capitalistas y los terratenientes.

Desenmascarar al feminismo burgués es liberar a las obreras y trabajadoras de la influencia de las ilusiones burguesas femeninas y mostrarles que los esfuerzos de las feministas tienen el objetivo de apartarlas de la lucha de clase que sostiene la clase obrera frente al capital.

Con la Revolución, miles de mujeres trabajadoras y campesinas se convirtieron en dirigentes activas de la nueva sociedad. El Partido había creado los «Comités de Mujeres Trabajadoras» y, en 1918, fueron suplidos por los Departamentos para el trabajo entre mujeres cuya función era lograr “la participación de las mujeres en el trabajo práctico de los organismos gubernamentales y las organizaciones sindicales y cooperativas”.

El Primer Congreso de Mujeres Trabajadoras y Campesinas de toda la Unión Soviética tuvo lugar en noviembre de 1918, en Moscú, en plena Guerra Civil. Solo un año antes, el proletariado había tomado el poder. Así se ponía en marcha la organización de la educación política de las obreras y campesinas.

En octubre de 1927 se celebró un Congreso de mujeres que participaban en los Soviets urbanos y rurales que concluyó con un estudio del trabajo realizado durante 10 años por el Estado soviético: “En 1927 había 21.221 mujeres en soviets urbanos, 146.251 en soviets de aldea. Alrededor de 20,000 mujeres campesinas participaron en el trabajo de los Comités de Ayuda Mutua Campesina. En 52 provincias, 102.146 mujeres fueron elegidas asesoras de personas. El número total de trabajadoras y campesinas organizadas que participaron en actividades públicas (delegadas) fue de 620,000.”[29]

El sistema económico soviético creó  las condiciones necesarias para que las mujeres lograsen lo principal para su emancipación: igualdad económica, igualdad de condiciones con los hombres en la producción y oportunidades ilimitadas para participar en la industria pública estableciéndose así su autoridad en la sociedad.

Con la teoría del marxismo-leninismo y con Stalin como dirigente y líder, la Unión soviética se convirtió en una potencia industrial técnicamente independiente del capitalismo europeo y estadounidense. Consiguió que, en 1940, la producción de la industria pesada fuera doce veces mayor que en 1913, lo que les preparó para enfrentar la guerra contra el fascismo que se avecinaba.

La agricultura colectiva puso fin a la pobreza y transformó millones de pequeñas granjas campesinas individuales en un nuevo sistema de agricultura colectiva, incorporando a miles de mujeres que así se liberaban del peso del trabajo doméstico, también gracias a las plantas de energía eléctrica, las guarderías infantiles y los hospitales de maternidad que se construyeron en las zonas rurales.

El avance de la cultura y las oportunidades de participar en ella, las bibliotecas, la radio, el cine, el deporte fueron gradualmente extendidos por toda la Unión Soviética, convirtiéndose en el nuevo escenario donde se desarrollaba la historia en que hombres y mujeres eran los protagonistas en el camino hacia su emancipación total.

De todo lo expuesto se concluye que, desde el marxismo-leninismo, las condiciones de vida de la mujer bajo el capitalismo constituyen la cuestión de la mujer y, por tanto, un frente de la lucha de clase del proletariado.

.

¡¡Adelante el movimiento femenino proletario en lucha por los derechos de las mujeres obreras y trabajadoras!!

¡¡Adelante la clase obrera en la lucha por la emancipación de la mujer!!

¡¡Adelante la lucha de la clase obrera por el socialismo y el comunismo!!

.

———

NOTAS:

[1] A. Kollontai. Marxismo y Revolución sexual. ”La Unión Libre”

[2] ídem Marxismo y Revolución sexual.

[3] ídem Marxismo y Revolución sexual.

[4] Heidi Hartman. Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo

[5] ídem Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo

[6] Liberación de la mujer. Proyecto de programa del PCE. Comisión de la mujer del Comité Central

[7] Entrevista a Christine Delphy: El género, sexo social. Cuestiones sobre trabajo doméstico y las diferencias de género. Revista Pan y Rosas. Mayo 2003.

[8] Queer proviene del inglés y significa raro. Diversidad de orientaciones sexuales, de identidades sexuales y de género…

[9] A. Kollontai. Marxismo y Revolución sexual. Lucha de clases y sexualidad.

[10] https://larepublica.es/2018/07/12/los-pedofilos-piden-aceptados-colectivo-lgtb/

[11] A- Kollontai. Marxismo y la Revolución sexual. La relaciones intersexuales y la lucha de clases

[12] A. Kollontai. La mujer en el desarrollo social. La dictadura del proletariado: el cambio revolucionario de la vida corriente

[13] https://www.unicef.org/cuba/adolescence.html

[14] La posición de la mujer en la URSS.  G. N. Serebrennikov. Londres. Victor Collancz LTD 1937

[15] Mujeres en la tierra del socialismo.  Nina Vasilievna Popova  Secretaria del Consejo Central de Sindicatos de Todos los Sindicatos y Presidenta del Comité Antifascista de Mujeres Soviéticas

[16] A. Kollontai. La mujer en el desarrollo social. La dictadura del proletariado: el cambio revolucionario de la vida corriente.

[17] Lenin. Mujeres y sociedadhttps://revolutionarydemocracy.org

[18] Mujeres en la tierra del socialismo. Nina Vasilievna Popova  Secretaria del Consejo Central de Sindicatos de Todos los Sindicatos y Presidenta del Comité Antifascista de Mujeres Soviéticas

[19] Igualdad de mujeres soviéticas en la esfera económica. Informe de N. Popova, Secretario del Consejo Central de Sindicatos de toda la Unión Septiembre de 1956 https://revolutionarydemocracy.org

[20] 1.850 empresas industriales, 98.000 granjas colectivas, 1.876 granjas estatales, 2.890 estaciones de máquinas y tractores, 1.710 ciudades y más de 70.000 aldeas fueron destruidas como resultado de la guerra. Unos 25 millones de personas quedaron sin techo sobre sus cabezas. No estoy diciendo nada acerca de los millones de mutilados y lisiados, de las familias que han perdido a sus sostenes, padres, esposos e hijos; No estoy pensando en el hecho de que cada día de guerra requería una enorme cantidad de aviones, armas y proyectiles. El pueblo soviético gastó enormes recursos materiales y laborales para producirlos. “Igualdad de mujeres soviéticas en la esfera económica”. Informe de N. Popova

[21] Ídem Igualdad de mujeres soviéticas en la esfera económica.

[22] Mujeres en la tierra del socialismo. ”La revolución de octubre trajo a las mujeres trabajadoras libertad y felicidad“. Nina Vasilievna Popova Secretario del Consejo Central de Sindicatos de Todos los Sindicatos y Presidenta del Comité antifascista de mujeres soviéticas Editorial de Lenguas Extranjeras Moscú 1949

[23] ídem Mujeres en la tierra del socialismo. “El poder de la economía nacional de la URSS“.

[24] ídem Mujeres en la tierra del socialismo. “La revolución de octubre trajo a las mujeres trabajadoras libertad y felicidad”.

[25] Lenin. Mujeres y sociedadhttps://revolutionarydemocracy.org

[26] Partido feminista de España. Programa.

[27] Lenin. Mujeres y sociedadhttps://revolutionarydemocracy.org (Tareas movimiento femenino  en la República Soviética. Discurso en la IV conferencia de obreras sin partido , septiembre 1919)

[28] Lenin. A las Obreras. Febrero 1920

[29] Mujeres en la tierra del socialismo. “Mujeres soviéticas: constructores iguales de la sociedad socialista” Las mujeres comienzan a participar activamente en el trabajo público y gubernamental. Nina Vasilievna Popova Secretario del Consejo Central de Sindicatos de Todos los Sindicatos y Presidenta del Comité antifascista de mujeres soviéticas. Editorial de Lenguas Extranjeras, Moscú 1949

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