
Un análisis histórico comparativo entre las bajas en la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española y americana, con los efectos letales del Covid19
Según mantiene Máximo Relti en este artículo, los efectos en bajas humanas que ha provocado la pandemia sobre la población de la Europa occidental capitalista han sido cuantitativamente similares a los que podía haber provocado un conflicto bélico de la envergadura de la II Guerra Mundial, en el que se hubiera utilizado como arma esencial la «bomba de neutrones», en lugar de las armas convencionales. Asimismo, Relti establece una comparación estadística entre los muertos en batalla durante la Guerra Civil y los 100.000 ciudadanos españoles muertos por efecto de los contagios mortales ocasionados por el Covid19.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La pandemia de coronavirus ha sido una auténtica desgracia para la Humanidad, de la que sólo podemos recordar un precedente de dimensión aproximada en el último siglo: la pandemia de la llamada “gripe española” del año 1918.
Alrededor de 5 millones de personas en todo el mundo han muerto, fulminados por el contagio del virus del COVID-19. Las consecuencias que la pandemia ha dejado sentir sobre la vida de la población europea han sido casi cuantitativamente similares a la que hubiera podido provocar en el mismo continente un conflicto bélico de la envergadura que tuvo la II Guerra Mundial, en el que se hubiera utilizado como arma esencial de guerra la “bomba de neutrones”, un artefacto de invención estadounidense, cuya principal cualidad consiste en no destruir los edificios, sino en acabar de manera selectiva con la vida humana. Las «bajas» por el coronavirus equivalen a las que habrían provocado centenares de estas “bombas de neutrones”, lanzadas sobre pueblos o grandes ciudades del viejo continente.
LA “GUERRA NEUTRÓNICA» DEL COVID 19
En Europa, con 447 millones de habitantes, ha perecido más de un millón y medio de contagiados por el coronavirus. Se trata de una cifra realmente espectacular. Particularmente, si recurriéramos a comparaciones históricas para lograr establecer una jerarquía de relevancia.
Veamos. En el Reino Unido, por ejemplo, durante el curso de toda la Segunda Guerra Mundial murieron 330.000 personas,sumando a esa cifra no sólo los soldados abatidos en los frentes de batalla, sino también las víctimas de los perseverantes bombardeos alemanes sobre territorio británico.
Francia, no sólo fue un país cuyo Ejército resultó derrotado velozmente por las tropas nazis, y territorialmente ocupado por la Wehrmacht, sino que en 1944 llegó a convertirse en el gran escenario bélico de la Europa occidental, después del desembarco aliado en Normandía. Alrededor de 150.000 franceses murieron en el transcurso de toda la Segunda Guerra Mundial, una cifra casi equivalente al número de ciudadanos que han muerto víctimas del coronavirus en el curso de los últimos 21 meses: 123.000 franceses fallecidos, a fecha de 31 de diciembre.
En Italia, durante la II Guerra Mundial murieron 336.000 italianos en los diferentes frentes de batalla abiertos por el expansionismo imperial fascista de Mussolini. A fecha de hoy han fallecido 135.000 personas en ese país, víctimas del coronavirus.
Bélgica fue otro país rápidamente ocupado por la “guerra relámpago” desencadenada por los nazis. Durante su participación en el conflicto bélico murieron 10.000 soldados belgas, sin que agreguemos a esta cifra las víctimas ocasionadas por los bombardeos nazis. Los muertos por coronavirus en Bélgica duplican la cifra de muertos por la Segunda Guerra Mundial: 27.000 fallecidos.
Sólo en dos países europeos que participaron en la II Guerra Mundial las cifras comparativas entre los muertos provocados por la presente pandemia y las víctimas ocasionadas por el conflicto bélico son incomparables por las distancias estadísticas existentes entre ellas. Son los casos de Alemania y de la Unión Soviética (ahora Rusia).
En Alemania, a fecha de hoy han fallecido por la pandemia 106.000 personas. Durante la Guerra Mundial murieron 5.100.000, entre los soldados muertos en el frente y los civiles fallecidos durante la confrontación.
En la Rusia de nuestros días, el número de fallecidos por coronavirus alcanza la escalofriante cifra de casi 300.000 víctimas. Al final de la segunda contienda mundial, más de 25 millones de soviéticos, entre civiles y militares, habían perdido la vida desde que en junio de 1941 la URSS fuera invadida por la poderosa máquina de guerra alemana.
El hecho de que sólo 174.000 soldados estadounidenses murieran durante su corta participación en la Segunda Guerra Mundial pone de relieve que los Ejércitos sobre los que realmente recayó el peso de la guerra fueron el alemán y el soviético. La victoria y la derrota en la II Gran Guerra se dirimió entre ambas potencias.
LA GUERRA DE SECESIÓN AMERICANA
Existen más datos, no obstante, que podrían ayudarnos a comprender con mayor precisión la enorme magnitud de una pandemia que ha sido tratada de manera deliberadamente trivial e irresponsable por parte de los medios de comunicación occidentales. Remarcamos: trivial e irresponsable, pero sobre todo: deliberadamente.
En el curso de los cuatro años que duró la Guerra Civil norteamericana entre el Norte y el Sur (1861-1865), murieron alrededor de 620.000 personas, entre combatientes y civiles. Desde el punto de vista histórico, la Guerra de Secesión ha sido la más relevante de todas las guerras en las que los Estados Unidos se han visto envueltos a lo largo de su historia. En la guerra de Corea, los Estados Unidos perdieron 40.000 soldados. Según las cifras oficiales estadounidenses, enVietnam perecieron en actos de guerra 58.000 soldados norteamericanos.
A 31 de diciembre de 2001, 819.000 estadounidenses han fallecido contagiados por la pandemia en tan sólo 21 meses.
Mientras centenares de miles de asalariados norteamericanos morían sin poder contar siquiera con la ayuda de la Seguridad social para sus atenciones médicas, un presidente empeñado en salvar los suculentos negocios de quienes le habían aupado a la primera magistratura del país presionaba con todo tipo de recursos a sus conciudadanos para que ninguno se atreviera a dejar de acudir al trabajo, sugiriéndoles, de paso, la ingestión de insólitos brebajes para curar los efectos potencialmente mortales del contagio con coronavirus.
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
En España, las estadísticas oficiales durante el último siglo y medio han resultado siempre sospechosamente polémicas. Pese a que supuestamente tenemos un “gobierno de izquierdas”,tampoco en esta ocasión las estadísticas que tienen que ver con la pandemia han sido una excepción. Mientras el Ejecutivo de la Coalición gobernante mantiene que “sólo” se han producido 88.000 muertos por contagio pandémico, otras fuentes, -unas más objetivas y científicas, y otras descarada y partidariamente interesadas-, sitúan la cifra de las víctimas del coronavirus por encima de los 100.000 muertos en el último año y medio.
Dado el caos inicial que se produjo en el control y el seguimiento de la mortalidad en las residencias de ancianos, ambas cifras -las del Gobierno y las extraoficiales- pudieran ser perfectamente consideradas como verosímiles. Tampoco la diferencia entre unas y otras rebajan o aumentan el peso de los estragos humanos que ha causado la pandemia en el Estado español.
En relación con las cifras de muertos durante la Guerra Civil -1936-1939- en los frentes de batalla, existe también una cierta discordia en la interpretación de los datos existentes. Sin embargo, existe casi unanimidad entre los historiadores en la estimación del número de las víctimas en los frentes de batalla. Las cifras más aceptadas por la mayoría oscilan entre los 150.000 y los 200.000 muertos. El conocido historiador estadounidense Gabriel Jackson, por ejemplo, asegura que el número de víctimas en los diferentes frentes de batalla durante la Guerra Civil no sobrepasó la cifra de 100.000.
Agrega Jackson que tras la aceptación tácita por parte de Franco de que la contienda civil había provocado un millón de muertos se escondía el avieso propósito de infundir el terrortanto entre la población, como entre sus enemigos políticos. Que el dictador aceptara esa macabra distorsión no resulta nada extraño. Desde las primeras fechas del levantamiento fascista, los militares insurrectos dejaron meridianamente claro -y no se recataron de declararlo así ante la prensa extranjera- que la finalidad de su brutalidad era crear terror en la población. El propio “Caudillo” declaró a un periódico británico que si para acabar con el marxismo era preciso fusilar a un millón de españoles, no le temblaría el pulso a la hora de hacerlo.
Otra cosa fueron las cifras que alcanzó el número de víctimas a causa de la dura represión durante la guerra y después de ella, así como los efectos letales del hambre, las privaciones sin fin y las enfermedades generadas por el que posiblemente ha sido el conflicto civil más importante en la historia de la Europa contemporánea.
En síntesis. A la luz de estos datos se puede colegir que la pandemia de coronavirus en 21 meses ha tenido en España un efecto letal que se aproxima, en lo que a la contabilidad de bajas humanas se refiere, al número de muertos resultantes de las diferentes batallas libradas a lo largo de los tres años que duró la Guerra Civil española.
UNA BREVE REFLEXIÓN FINAL.
En China, Corea del Sur, Corea del Norte, y otros países asiáticos, en los que la pandemia tuvo su primer brote, las cifras totales de fallecidos resultan insignificantes si se las compara con las de Europa y América. En China, por ejemplo, con una población de 1.402 millones de habitantes,tan sólo han fallecido hasta ahora 4.636 personas. En Corea del Sur han muerto hasta el día de hoy otras 4.387 personas.
Posiblemente el hecho de que China y otros países limítrofes hayan podido resistir exitosamente -pese a su población multimillonaria- los fuertes embates de la pandemia obedezca a razones multifactoriales. Una cultura ancestral, la conservación de una disciplina colectiva por encima de la individual y, en el caso de China, los fuertes vestigios que todavía perviven como herencia del régimen social y político anterior, parecen haberse impuesto sobre el interés inmediatode mantener a toda costa sonando sin parar el timbre de la caja registradora, como ha sucedido en Europa, Rusia y los Estados Unidos.
Desde una visión no cortoplacista de los beneficios, los chinos comprendieron rápidamente que era preferible perder ingresos durante un mes, que estarlo haciendo a lo largo de casi dos años. Por ello, con una agilidad realmente sorprendente, procedieron a bloquear herméticamente el avance del virus allí donde se presentara. Con ese objetivo no dudaron en confinar por tiempos muy definidos a decenas de millones de personas, manteniendo intactos tanto sus salarios como los servicios de alimentación cotidianos. Y esa estrategia, enlazada claramente con el interés colectivo, ha terminado resultando extraordinariamente efectiva.
En cambio, en los países del capitalismo clásico occidental, el desenlace de la estrategia del interés cortoplacista ha resultado fatal, catastrófico, para una parte importante de la población donde se ha aplicado. Particularmente para los sectores sociales más débiles, como son los ancianos, la gran masa de asalariados obligados a acudir al trabajo pese a los riesgos, los más pobres y también para los considerados socialmente como “sectores marginales” e «improductivos». Las clases hegemónicas occidentales no lograron que sus respectivas economías salieran del profundo atolladero en el que ya se encontraba. Ni tampoco que la salud de sus ciudadanos fuera preservada de la tragedia.
Sin embargo, por encima de cualquier otra consideración, la pandemia ha servido para enfatizar en el Estado español algunos aspectos políticamente muy relevantes. Los currantes cotidiano, aquellos que imperativamente se han visto obligados a embarcarse cada mañana en los autobuses o en los metros urbanos atestados de gente, para ser conducidos a sus centros de trabajo, igualmente abarrotados por otras decenas centenares o de miles de currantes, no pudieron contar nunca a lo largo de estos casi dos años con la llamada a la movilización en defensa de su salud y de sus puestos de trabajo. Tampoco los trabajadores españoles tuvieron la posibilidad de contar con organizaciones políticas poderosas que les sirvieran para urdir la defensa de sus intereses. No hubo sindicatos que con su acción movilizadora, con la organización y la protesta sirvieran para enfrentar la ofensiva en toda regla emprendida por la gran patronal, defendiendo así la preservación de su salud y la de los suyos.
Si algo ha sido puesto definitivamente de manifiesto en la evolución de la pandemia en el Estado español es que tanto los jóvenes como los ancianos, los asalariados como los parados, los universitarios como los profesionales, los hombres como las mujeres, nos encontramos atrapados en una sociedad que, después de 40 años, se encuentra en un estado de total desarticulación social y política.
Ya es hora que empecemos a reconocer que las clases sociales hegemónicas han logrado imponer en la sociedad la primacía del sentimiento del “sálvese quien pueda”. Como ha sucedido en otras ocasiones en la historia del movimiento obrero, retrotraer una situación como la que vivimos requerirá necesariamente, y con igual intensidad, de organización, de preparación y de lucha.