Escribe: Mijail Ilich
Ver a Lenin a través de los ojos de la persona que más lo amó nos permite conocer de una manera más humana quién fue él, Lenin, el águila de las montañas -como lo llamó Stalin-, el conductor de las masas obreras y campesinas que tomaron y construyeron el poder soviético. Vemos, a través de esos ojos amorosos y duros de quien lo quiso hasta la muerte, sus virtudes acompañadas de defectos, su buen ánimo revolucionario seguido de una natural desmoralización ante las dificultades, entre otros conflictos internos. Esa persona, que acompañó a Lenin de 1893 hasta 1924, año del fallecimiento del revolucionario ruso, fue Nadezhda Krúpskaya, quien escribió “Lenin. Su vida. Su doctrina”, un libro que, más allá de lo biográfico, nos muestra al Lenin que sufría tensiones y dudaba, pero que sobre todo, nos legó las enseñanzas acerca de lo que tiene que hacer todo dirigente al servicio del pueblo. A continuación, entre las múltiples ideas y enseñanzas que aquel libro relata, nos detendremos en aquellos aspectos que resumen sustancialmente la totalidad de la biografía de Lenin bajo los ojos de Krúpskaya.
Capacidad de organización y dirección: poner al Partido a la cabeza del movimiento
Los años de Lenin como revolucionario antes de la toma del poder fueron años de construcción del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Krúpskaya narra la contradicción presente en aquellos años entre el avance del movimiento obrero y las muchas veces que el POSDR quedó rezagado, esto a pesar de la constante lucha de Lenin por hacer que el partido de la clase obrera sea realmente un partido de vanguardia, es decir, un partido que encabezara el movimiento social que, en diversas ocasiones, estallaba de manera espontánea en huelgas y movilizaciones sin que un centro de mando o un grupo dirigente pueda orientarlo correctamente. La experiencia de la revolución de 1905, que fracasó y acrecentó la reacción zarista, además de dejar en escombros el aparato orgánico del POSDR, fue uno de los puntos de quiebre en donde se consolidó y se afirmó la capacidad de Lenin para dirigir a la fracción bolchevique. Tanto Lenin como Krúpskaya señalarán que sin la experiencia de 1905 la revolución de 1917 hubiera costado más y que, a pesar de la derrota y la pulverización de las redes clandestinas del partido tras aquel intento revolucionario, lo que quedaba en pie -y ello era lo importante- era la convicción de los obreros de que, más temprano que tarde, la victoria del proletariado llegaría. Fue así que, en medio del desorden de pequeños círculos marxistas, Lenin impulsó la creación de un periódico para toda Rusia que sirvió a la constitución de las vías sanguíneas del POSDR, organizando así el partido proletario antes de 1905. Posteriormente, en medio del caos de la reacción zarista (1905 en adelante), Lenin perseveró en nuclear a los militantes y en reconstruir las redes clandestinas del POSDR, articulando nuevamente el núcleo dirigente con las masas obreras, luchando por la existencia del partido proletario contra los liquidacionista de izquierda y de derecha. Como cerebro de la organización del POSDR Lenin fue el centro de dirección del movimiento obrero ruso. No hay, pues, capacidad de dirección sin talento organizativo.

Lucha constante dentro de las propias filas de la fracción bolchevique
La lucha fraccional dentro del POSDR, una vez constituido el partido e iniciados sus congresos, no solo ocurría entre bolcheviques y mencheviques, sino también dentro de las propias filas de la fracción bolchevique.
Krúpskaya relata con detalles las divergencias importantes entre bolcheviques y mencheviques, señalando, entre muchos argumentos conocidos, uno a tomar en cuenta por su actualidad: el reformismo de los mencheviques se debía a su negativa total a romper con la burguesía liberal, dado que consideraban a esta clase y sus representantes políticos como elementos determinantes dentro del proceso revolucionario ruso, incluso más que a los mismos obreros y campesinos. Si esto generaba el reformismo del menchevismo, el otro extremo, el izquierdismo, era lo que pululaba al interior del bolchevismo, a lo que se sumaba la vacilación entre muchos de sus militantes ante la posibilidad de trabajar con el menchevismo para lograr la unidad del partido. En ese sentido, Lenin se movió en un mar de conflictos dentro de las mismas filas del bolchevismo, por lo que a su talento de organizador y a su perfil de dirigente tiene que agregarse algo más: el tacto para saber reencauzar a sus seguidores hacia la línea correcta y la férrea lucha para establecer, como se suele decir, una lucha de clases dentro de la misma izquierda, dentro del bolchevismo.
Krúpskaya narra cómo Lenin rompía amistades con quienes se iban alejando de la línea correcta, pero no por una cuestión de subjetivismo o motivado por rencillas personales o murmuraciones de pasillo: lo que definía todos los aspectos de la vida de Lenin, como lo veremos más adelante, eran los principios, y justamente fue la persistencia de Lenin lo que hizo de él un centro de actividad que alejaba a los vacilantes y acercaba a los militantes, que orientaba y combatía las posiciones externas e internas de sus compañeros de la fracción bolchevique.
Trabajo clandestino y abierto

La totalidad de los años entre 1893 y 1917 son de una ardua labor por articular el trabajo clandestino -es decir, ilegal, oculto, en las sombras del Estado ruso- con el trabajo abierto -participación en la Duma, agitación y propaganda en fábricas, plazas, publicación de revistas y periódicos bajo el amparo de la libertad de prensa, etc.-. Pero, ¿qué implica un trabajo clandestino y un trabajo abierto? A lo largo del relato de Krúpskaya se observa que gran parte de la lucha tuvo que ser en la clandestinidad debido a la represión zarista, pero esto en ningún momento llevó a Lenin a ocultar sus intenciones sobre la toma del poder para la clase obrera o a camuflar las consignas del POSDR, planteando en todo momento a los obreros la verdad de la importancia de la lucha por el poder político. El trabajo clandestino, en ese sentido, fue una exigencia que impuso la realidad, fue una necesidad para conseguir los objetivos revolucionarios. De la misma forma, el trabajo abierto, que principalmente se desarrolló a través de la participación de diputados bolcheviques en la Duma rusa, no llevó a Lenin a suprimir el trabajo clandestino, de conspiración y preparación de la insurrección, volcándose a participar únicamente en las instituciones del Estado. Muy por el contrario, Lenin combatió en todo momento las posiciones que buscaban liquidar al partido eliminando o bien el trabajo clandestino o bien el trabajo abierto. Por lo tanto, un equilibrio correcto entre trabajo clandestino y abierto, que permita un aprovechamiento de las ventajas de cada una de estas formas de lucha, es aplicar la dialéctica en el campo de la lucha política. Lenin manejó magistralmente ambos modos de lucha, demostrando una vez más un dominio excepcional de la dialéctica en el campo de lo concreto.
La literatura política
La importancia de los artículos políticos para los trabajadores, quienes exigían “literatura ilegal” – como lo llamaba Krúpskaya –, es vital. El entusiasmo de los trabajadores por este tipo de literatura era tal que ellos mismos se encargaban de repartirla y cruzar con dicho material las fronteras de Rusia a riesgo de ser arrestados y condenados a trabajos forzados, el destierro o la ejecución. No puede entenderse la proliferación de revistas y periódicos, que a lo largo de su vida Lenin impulsó o apoyó, sin prestar atención a la razón de esos órganos de propaganda. ¿De qué sirve un periódico que registre las polémicas de los dirigentes? ¿Qué papel cumple una revista que explique la situación obrera o nacional? Sirven y cumplen un papel de vital importancia, tanto revistas como periódicos, porque sin el aprendizaje teórico de los obreros, sin el papel de esclarecimiento de los dirigentes, el movimiento social no podía educarse y sacar debidamente las lecciones de toda experiencia anterior, no desenmascara las falsas posiciones respaldando las posiciones revolucionarias, no combate ideológicamente al enemigo externo ni al adversario interno. Por ello, no hay momento en el cual Lenin, según lo redactado por Krúpskaya, haya soslayado la importancia de los periódicos y revistas que propaguen la literatura marxista. Además de medios de comunicación, también estos órganos de prensa servían como elementos de organización del POSDR, pues muchas veces las conexiones que este partido lograba eran por medio de sus órganos de propaganda. He ahí la importancia de la literatura política, que no solo sirve para concientizar y abrir la lucha política, sino también para organizar -como bien lo señala Lenin en el “¿Qué hacer?”- las estructuras y los contactos del partido de la clase obrera.
El temperamento de Lenin
La pasión política de Lenin, que muchas veces golpeaba su salud, es contada por Krúpskaya con mucho énfasis, al mismo tiempo que relata los ataques nerviosos que su esposo sufría al punto de tener que abandonar una ciudad o el trabajo partidario para descansar por semanas o meses, alejado de toda correspondencia, periódico o contacto. Aunque esto pueda verse como un defecto, no lo es de ninguna manera dado que con el tiempo dicho estado nervioso es controlado por Lenin y mejoraba así su forma de afrontar cada situación enervante. ¿De qué sirve conocer esto? Pues sirve para saber que en toda lucha es inevitable experimentar momentos de dolor, tristeza y desánimo que llegan a afectar la salud de todo aquel que esté involucrado en ella. No obstante, lo valioso de todo esto es la superación de ese estado, no ocultándolo, sino combatiéndolo, tal como lo hacían Lenin y Krúpskaya, practicando el nado, la pesca, la cacería o simplemente caminando por días para despejar la mente. Así, vemos como Lenin combate internamente sus propios defectos aplicando radicalmente medidas que le ayuden a mejorar y avanzar en su temperamento.
Los principios por sobre las diferencias de superficie
Parte crucial de este libro es reconocer cómo Lenin se movía, en todo ámbito de su vida, guiado por los principios del marxismo y de la clase obrera. No hay un solo ámbito de la vida de Lenin en los que él oculte sus principios o los ponga a un lado para para enfrentar alguna situación. Si encuentra, como lo cuenta Krúpskaya a lo largo del libro, alguna diferencia personal con alguien, Lenin puede fácilmente superar esa diferencia en la medida en que coincida en los principios con esa persona, dejando de lado los pareceres u opiniones que normalmente un individuo puede tener desde una perspectiva personal. Es por ello que, si Lenin rompía vínculos personales con alguien, no era por alguna circunstancia casual o por razones amicales, sino porque en primera instancia ya se habían roto los lazos políticos basados en principios. Hay una carta de Lenin a Lunarcharski que cita Krúpskaya en donde Lenin comenta que “la amistad es la amistad y la política es la política” y que, a razón de ello, él está dispuesto a luchar por la unidad del partido combatiendo a antiguos amigos y junto a viejos enemigos dependiendo de la discordancia o coincidencia de estos con los principios del POSDR. En ese sentido, podemos ver cómo Lenin promueve un trabajo desprovisto de todo subjetivismo y de todo oportunismo, resaltando la necesidad de evaluar toda discrepancia desde el punto de vista de los principios. Si hay coincidencia en los principios, todo lo superficial debe dejarse de lado; si no hay coincidencia, debe combatirse todo aspecto que nazca de dicha divergencia principista.
Conclusión: una vida solo para la revolución
Los pasajes más vitales del libro son cuando Krúpskaya relata el suicidio de los esposos Paulo Lafargue y Laura Marx. Lo hace con el fin de mostrar que para Lenin el único motivo para vivir era la revolución.
Es conocido el suicidio de Lafargue y Laura Marx, pero es poco conocido el impacto de este hecho sobre Lenin. Tanto él como Krúpskaya concuerdan en que su suicidio se debió a que ya no tenían las fuerzas suficientes para aportar a la lucha. Lenin, recuerda Krúpskaya, diría: “Si uno no puede trabajar ya por el partido, debe ser capaz de mirar la verdad en la cara y morir como los Lafargue”. Esta frase tiene una inmensa validez para entender el compendio total de recuerdos que Krúpskaya nos muestra: Lenin habló de todo lo que era necesario hablar, hizo todo lo que era necesario hacer y luchó todo lo que se debía luchar, porque era lo necesario para la revolución y, por tanto, era lo más importante para Lenin.
En el exilio, en Siberia, en medio de las grandes derrotas individuales o colectivas que todo militante marxista puede afrontar, Lenin nunca hizo lo que deseó sino lo que tenía que hacer. Si tuvo que pescar, lo tuvo que hacer para mejorar su salud; si tuvo que escribir sobre cultura y literatura, lo tuvo que hacer para forjar una cultura y literatura rusa para los obreros; si escribió sobre filosofía, luchando contra los empiriocriticistas, tuvo que escribirlo para demostrar las raíces filosóficas del revisionismo que renegaba del marxismo. Si hizo lo que hizo fue porque lo tuvo que hacer, descartando de su vida lo innecesario y lo pasajero. En esas circunstancias, bajo esas razones, Krúpskaya fue su compañera. Quedan sobre el tintero diversos temas que la compañera de Lenin escribe en el libro que hoy reseñamos, tales como la cuestión de las nacionalidades, la emancipación de la mujer o la situación de la tierra en Rusia, pero consideramos que esos son temas muy cruciales como para tocarlos en un texto pequeño como el presente. Hoy solo hemos presentado a Lenin a través de los ojos de Krúpskaya.
FUENTE: CENTRO MAOÍSTA DE INVESTIGACIÓN.