GLOBALIZACIÓN: CIVILIZACIÓN Y BARBARIE | POR EDGAR MORIN

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Globalización: civilización y barbarie | por Edgar Morin

» En todo el planeta crecen las comunicaciones, pero aumenta la incomprensión. Las sociedades son cada vez más dependientes entre sí, pero están cada vez más dispuestas a desgarrarse unas a otras. La occidentalización engloba al mundo, pero provoca como reacción encierros identitarios étnicos, religiosos y nacionales..»  Edgar Morin


 Texto del
filósofo y sociólogo francés de la teoría de la información Edgar Morin,   reconocido por su trabajo sobre la complejidad y el «pensamiento complejo». El siguiente texto fue publicado por los diarios Le Monde y Clarin en el año 2003. Traducción de Cristina Sardoy.

Por: Edgar Morin

El progreso científico permitió la producción y la proliferación de armas de destrucción masiva, nucleares, químicas y biológicas. El progreso científico e industrial generó un proceso de deterioro de la biosfera, y se amplía el círculo vicioso entre crecimiento y degradación ecológica.

La globalización del mercado económico, sin regulación externa ni verdadera autorregulación, creó nuevos islotes de riqueza pero también zonas crecientes de pobreza; suscitó y suscitará crisis en cadena y su expansión continúa bajo la amenaza de un caos al cual contribuye considerablemente.

Los avances de la ciencia, la técnica, la industria, la economía que actualmente propulsan la nave espacial Tierra no son regulados ni por la política, ni por la ética. Por consiguiente, lo que en principio debía garantizar el progreso cierto aporta, sin duda, posibilidades de progreso futuro, pero también genera y aumenta peligros.

Los avances antes mencionados se acompañan de numerosas regresiones bárbaras. Las guerras se multiplican en el planeta y se caracterizan cada vez más por sus componentes étnicos y religiosos.

En todas partes, la conciencia cívica retrocede y las violencias gangrenan las sociedades. La criminalidad mafiosa pasó a ser planetaria. La ley de la venganza reemplaza la ley de la justicia pretendiendo ser la justicia verdadera.

Las concepciones maniqueas se apoderan de las mentes haciendo profesión de racionalidad. Los locos de Dios y los locos por el oro se desatan. Ambas locuras tienen una conexión: la globalización económica favorece el financiamiento del terrorismo que apunta a infligir una herida mortal a dicha globalización.

En este terreno, al igual que en otros, la barbarie rencorosa surgida de lo profundo de las eras históricas se combina con la barbarie anónima y fría propia de nuestra civilización.

Cegueras

En todo el planeta crecen las comunicaciones, pero aumenta la incomprensión. Las sociedades son cada vez más dependientes entre sí, pero están cada vez más dispuestas a desgarrarse unas a otras. La occidentalización engloba al mundo, pero provoca como reacción encierros identitarios étnicos, religiosos y nacionales.

Las mentes abstractas ven la ceguera de los fanáticos, pero no la suya. Las dos cegueras, la de la irracionalidad concreta y la racionalidad abstracta, se conjugan para ensombrecer el siglo naciente.

Hace tiempo señalé que Oriente Medio se hallaba en el centro de una zona sísmica planetaria donde se enfrentaban las religiones entre sí, las religiones y la laicidad, Este y Oeste, Norte y Sur, países pobres y países ricos.

El conflicto palestino-israelí, en el centro de esa zona sísmica, constituía de por sí como un cáncer cuyas metástasis podían llegar a expandirse por el mundo.

Las intervenciones masivas de Tsahal en territorio palestino y los atentados kamikazes en territorio israelí intensificaron un círculo vicioso infernal que ya no está localizado.

Efectivamente, la represión mortífera de Israel desencadenó una ola antijudía inaudita en el mundo musulmán, que retomó los antiguos temas del antijudaísmo cristiano y el antijudaísmo nacionalista occidental, de manera que el odio contra Israel se generaliza en odio hacia lo judío.

La violencia ciega de los kamikazes palestinos, amén de los atentados de Al-Qaeda, ampliaron la ola de antiislamismo, no sólo en Israel sino también en Occidente, no sólo entre los judíos de diásporas, sino de manera más general en medios diversos, como lo prueba el libro de Oriana Fallaci contra el islam, religión identificada a su rama fanática y regresiva.

El agravamiento de la situación podría crear nuevos focos de conflicto en el interior de los países.

Francia, con su numerosa población de origen musulmán y su importante población de origen judío, pudo evitar hasta ahora que la violencia de jóvenes magrebíes y la exasperación proisraelí llevaran al enfrentamiento.

Un nuevo desborde en Oriente Medio llevaría a un aumento del odio y la violencia, y la Francia laica pasaría a ser teatro de una guerra étnico-religiosa entre dos categorías de sus ciudadanos. Además, aunque su creación no haya estado vinculada con el conflicto palestino-israelí, Al-Qaeda, luego de los atentados de Kenya, hizo suya la causa palestina para justificar sus masacres.

El círculo vicioso palestino-israelí se globaliza, el círculo vicioso Occidente-islam se agrava. La guerra de Irak eliminará a un horrible tirano, pero intensificará los conflictos, los odios, las revueltas, las represiones, los terrores y corre el riesgo de convertir una victoria de la democracia en una victoria de Occidente sobre el islam.

Las olas de antijudaísmo y antiislamismo se fortalecerán y se instalará el maniqueísmo en un choque de barbaries denominado «choque de las civilizaciones».

El responsable de la mayor potencia occidental se ha vuelto aprendiz de brujo; en su lucha miope contra los efectos del terrorismo, favorece sus causas; en su oposición a las regulaciones económicas y ecológicas, favorece las degradaciones de la biosfera.

La barbarie del siglo XX desató en muchas áreas de humanidad los flagelos de dos guerras mundiales y de dos supertotalitarismos. Los rasgos bárbaros del siglo XX siguen todavía presentes en el XXI, pero la barbarie del siglo XXI, preludiada en Hiroshima, trae consigo además la autodestrucción potencial de la humanidad.

La barbarie del siglo XX había suscitado terrores policiales, políticos, concentracionistas. La barbarie del siglo XXI contiene, después del 11 de setiembre de 2001, una potencialidad ilimitada de terror planetario.

Lo único que pueden hacer los países para resistir a la barbarie planetaria es encerrarse en sí mismos de manera regresiva, lo cual refuerza la barbarie. Europa es incapaz de afirmarse políticamente, incapaz de abrirse reorganizándose, incapaz de recordar que Turquía fue una gran potencia europea desde el siglo XVI y que el Imperio otomano contribuyó a su civilización. (Olvida que fue el cristianismo, en el pasado, el que se mostró intolerante hacia todas las demás religiones en tanto que el islam andaluz y otomano aceptaba al cristianismo y al judaísmo).

A nivel mundial, las tomas de conciencia son dispersas. La internacional ciudadana en formación es embrionaria. Todavía no ha surgido una sociedad civil planetaria. La conciencia de una comunidad de destino terrestre sigue estando diseminada. Falta formular una verdadera alternativa.

La idea de desarrollo, considerado «perdurable» incluso, toma como modelo nuestra civilización en crisis, la civilización que justamente debería reformarse. Impide que el mundo encuentre formas de evolución distintas de las calcadas de Occidente.

Impide generar una simbiosis de las civilizaciones, que integre lo mejor de Occidente (los derechos del hombre y la mujer, las ideas de democracia) pero que excluya lo peor. El desarrollo mismo está animado por las fuerzas descontroladas que llevan a la catástrofe.

Lo probable y lo inevitable

En su libro «Pour un catastrophisme éclairé», Jean-Pierre Dupuy propone reconocer lo inevitable de la catástrofe para poder evitarla. Pero, más allá de que el sentimiento de lo inevitable puede llevar a la pasividad, Dupuy identifica de manera abusiva lo probable con lo inevitable.

Lo probable es aquello que, para un observador en un tiempo y un lugar dados, disponiendo de las informaciones más confiables, se presenta como el proceso futuro. Y efectivamente todos los procesos actuales llevan a la catástrofe.

Pero sigue siendo posible lo improbable, y la historia pasada nos demostró que lo improbable podía reemplazar a lo probable, como sucedió a fines de 1941, comienzos de 1942, cuando la probable larga dominación del imperio hitleriano sobre Europa se volvió improbable para abrir paso a una probable victoria aliada.

De hecho, todas las grandes innovaciones de la historia quebraron las probabilidades: fue lo que pasó con el mensaje de Jesús y Pablo, con el de Mahoma, con el desarrollo del capitalismo y luego el socialismo.

Por lo tanto, la puerta a lo improbable está abierta aunque el aumento mundial de la barbarie lo vuelva inconcebible en el momento actual.

Paradójicamente, el caos en el que la humanidad corre el riesgo de caer trae consigo su última chance. ¿Por qué? En primer lugar, porque la proximidad del peligro favorece las tomas de conciencia, que entonces pueden multiplicarse, ampliarse y hacer surgir una gran política de salvación terrestre.

Y sobre todo por la siguiente razón: cuando un sistema es incapaz de tratar sus problemas vitales, o bien se desintegra o bien es capaz, en su desintegración misma, de transformarse en un metasistema más rico, capaz de tratar esos problemas.

La humanidad es actualmente incapaz de tratar sus problemas más vitales, empezando por el de su supervivencia. Es técnicamente capaz pero políticamente incapaz de eliminar el hambre del mundo.

Esta incapacidad alcanza hoy su punto culminante en la paradoja argentina, cuya producción alimentaria es cinco veces superior a las necesidades de la población, pero un gran número de niños (25% para la provincia de Tucumán) sufre de desnutrición grave. Obviamente, en el mundo actual, es imposible realizar lo posible. Aquí puede resultarnos útil la idea de feedback o «retroacción».

Esta noción, formulada por Norbert Wiener, designa la amplificación y la aceleración descontrolada de una tendencia dentro de un sistema. En el mundo físico, un feedback positivo lleva infaliblemente a ese sistema a la desintegración.

Pero en el mundo humano, como lo señaló Magoroh Maruyama, el feedback positivo, al desintegrar antiguas estructuras anquilosadas, puede suscitar la aparición de fuerzas de transformación y regeneración. La metamorfosis de la oruga en mariposa nos ofrece una metáfora interesante: cuando la oruga entra en el capullo, lleva a cabo la autodestrucción de su organismo de oruga y este proceso es al mismo tiempo el de formación del organismo de mariposa, que será a la vez igual y distinto de la oruga. Eso es la metamorfosis.

La metamorfosis de la mariposa está organizada previamente. La metamorfosis de las sociedades humanas en una sociedad—mundo es aleatoria, incierta y está sujeta a los peligros mortales que no obstante le son necesarios. Por eso la humanidad puede llegar a naufragar en el momento de dar a luz su futuro.

Sin embargo, así como nuestro organismo contiene cepas celulares no diferenciadas capaces, como las células embrionarias, de crear todos los distintos órganos de nuestro ser, del mismo modo la humanidad posee las virtudes genéricas que permiten las nuevas creaciones; si bien es cierto que estás virtudes están adormecidas, inhibidas bajo las especializaciones y las rigideces de nuestras sociedades, las crisis generalizadas que las sacuden y sacuden al planeta podrían suscitar la metamorfosis que se ha vuelto vital. Por eso es necesario pasar por la desesperanza para recuperar la esperanza.

https://www.bloghemia.com/2021/12/globalizacion-civilizacion-y-barbarie.html

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