La educación universitaria y su carácter de clase: ¡por el partido proletario para cambiarla!
Este año la educación universitaria reanuda su presencialidad prepandémica y, aunque quedan resquicios de ciertas medidas anti COVID, lo cierto es que la situación del curso pasado comienza a disiparse.
Sin embargo, nos quedan aún muy vívidas las experiencias de la gestión capitalista en esta crisis del COVID-19 sobre el campo de la Educación Pública; que vuelve a demostrarnos, a la mayoría trabajadora que integramos la comunidad, que la Educación no es una cuestión ajena a los intereses de la oligarquía financiera. De hecho, en lo que llevamos de inicio de curso ya vemos nuevas leyes integrándose en nuestro sistema educativo que van en pos de seguir estrechando el lazo de la relación pública-privada, por ejemplo, la nueva ley de FP y la LOSU que integran el modelo dual de prácticas en la privada, lo cual supone un gran regalo para los capitalistas privados ya que los estudiantes son mano de obra gratis, o sea; las prácticas se convierten en una gran explotación económica y en una desvalorización de la fuerza de trabajo del proletariado.
Esta tendencia a la mejora de las condiciones para la empresa privada, no ocurre porque un gobierno sea más o menos “neoliberal”, o más o menos de “izquierdas”, sino por la propia relación que tiene la Educación Pública, dependiente del Estado burgués, con el sistema capitalista en el que se integra. ¿Para qué sirve entonces la Universidad o los estudios superiores? Forman a la clase obrera en conocimientos más especializados requeridos para puestos de trabajo de un nivel avanzado, normalmente mejor remunerados, estos puestos suelen ser minoritarios, es decir, el grueso de la clase obrera tan solo se necesita que esté alfabetizada y tenga conocimientos básicos. Por eso la gran mayoría no puede, por los elevados costes económicos y la dificultad ante la cada vez más recortada educación básica pública; ni necesita seguir con sus estudios, lo que acorta mucho más de lo pobremente esperado en la sociedad burguesa, el nivel de cultura y conocimiento de nuestra clase. Cabe mencionar que, además de que el nivel educativo de la clase obrera sea peor y únicamente suela llegar a las etapas obligatorias como estudiante; también la calidad educativa suele ser cuestionable ya que los conocimientos impartidos no son sinónimo de científicos, especialmente en las ramas sociales y económicas, donde predomina la falsa ideología burguesa, véase como ejemplos la pervivencia de la religión en las aulas, la admiración a empresarios como A. Ortega en asignaturas de economía donde el contenido referido a ese aspecto es directamente falso, o incluso, que no se impartan cuestiones laborales cuando la inmensa mayoría son asalariados.
Además, los puestos más especializados son difíciles de conseguir dado su menor número, por lo que la competencia es mayor, y normalmente se atribuyen los mejores trabajos a quien tiene contactos con las clases adineradas o pertenecen a estas. El sistema, por mucho que se nos venda como meritocrático, científico o que valore el esfuerzo, nunca estará hecho generalmente para los estudiantes de clase obrera, ni para que opten a un puesto de trabajo de tal calibre o consigan medrar hacia una vida mejor, ni para educarlos obviamente social o económicamente. Con estas ideas (meritocracia, esfuerzo, competencia,…) los capitalistas se sirven de la educación para transmitir la ideología que les beneficia, la burguesa, que nos cuenta la historia y ciencia desde una perspectiva y que, evidentemente, nos ofrece un discurso en sintonía con la supuesta posición que deberíamos de tener en el mundo, la de los trabajadores sumisos y no revolucionarios.
En definitiva, la educación aún siendo la pública, en la sociedad burguesa, dividida en clases sociales antagónicas, nunca ha sido, ni será para las clases trabajadoras, o sea, las clases más precarias y vulnerables de la sociedad; ya que nada puede quedar al margen de esta y mucho menos la educación organizada por el Estado, que es el representante de la clase en el poder. Por eso, pese al cambio de rectorado, consejeros, ministros o gobiernos, nuestra situación no varía en exceso. Como vemos, unos y otros, siguen sacando proyectos de ley que integran cada vez más las relaciones de la empresa privada en la administración pública educativa siendo esto realmente, por lo que sabemos, no una excepción, sino la consecuencia lógica del capitalismo, dejando espacios y proyectos de becas para ellos, permitiendo que existan estudiantes que trabajan, en sus prácticas, sin obtener un sueldo por ello, etc. En este caso hablamos de la LOSU implementada por un ministro de Unidas Podemos, que sigue en la línea de la política del Plan Bolonia del ministro del PP, J. Ignacio Wert. También vemos como se profundiza el dominio de las grandes empresas, por ejemplo Google y Microsoft en el mercado educativo, así como de los bancos, por ejemplo BBVA y Santander, en la gestión de la universidad pública. El gasto público aunque también tiene una parte de enseñanza positiva -especialmente la más técnica-, sirve en parte de manera inevitable para la formación en los ideales capitalistas de la clase obrera y es un gasto que revierte en lucrativos negocios para los capitalistas, entre otras formas, obtienen un beneficio directo a través de las prácticas no remuneradas de los estudiantes o la propia educación concertada. Mientras tanto, con una financiación cada vez más recortada en la Educación, y con sueldos y economías familiares más mermadas, los estudiantes de clase obrera, trabajadores y profesorado sufrimos las externalizaciones, con su consecuente aumento de precios y reducción de salarios, de los servicios sociales públicos: cafeterías, comedores o limpieza… Al igual que los problemas propios derivados de la crisis de la pandemia, significando esto que tenemos menos tiempo para la conciliación con la vida personal y menos recursos para formarnos (lo que afecta sobre todo a las mujeres trabajadoras: no existen apenas guarderías, ni otros servicios asequibles y de calidad que ayuden a la mujer obrera a liberarse de las tareas domésticas). Incluso el trasladarnos a nuestros centros cuesta cada día más, en la actualidad, no existe un servicio de transporte útil y barato para muchos de nosotros. Sabemos cuál es el estado de la mayoría de autocares y la poca cantidad de estos, sin mencionar la realidad laboral de los conductores. Y esto no se mejora, no porque no se pueda hacer, sino porque no interesa. Porque actualmente, está sirviendo para delimitar mucho más la entrada de las clases trabajadoras a los estudios superiores entre otros aspectos a los que afecta.
Nuestra educación deja mucho que desear en materia práctica, ¿cuántos de nosotros soñamos con cómo iba a ser la carrera y cuánto nos iba a gustar estudiar lo que nos interesa? Sin embargo, nos encontramos con una institución burguesa más, que pese a las potencialidades dado el trabajo de la comunidad universitaria, se queda en un mero tránsito al interés del mercado laboral y su competencia capitalista.
Solo existe una opción para garantizarnos una educación para nosotros, la clase obrera, esa opción implica de nuestra organización revolucionaria, de la creación de un Partido para nuestra clase, que permita la unión de nuestras fuerzas para derrocar el sistema capitalista, y los parásitos burgueses, que viven de nuestro trabajo. ¿Esto implica que debamos dejar de lado la lucha por la mejora de la educación pública y el acceso a esta de la clase obrera? Por supuesto que no. Defenderemos siempre toda conquista que ayude a que podamos formarnos de la mejor manera, y que se pueda extender la guía del socialismo científico de mucho más rápidamente, pero no debemos engañarnos, este sistema no nos dará la Educación óptima, nunca será accesible para todos ni completamente gratuita y siempre tendrá, como principio, mantener los intereses burgueses en primera línea, sabiendo las limitaciones objetivas que tiene por su carácter de clase, en lugar de los nuestros. Conquistemos nuestro futuro.