
Un estudio académico estadounidense revela cómo la pandemia ha afectado de manera dramática a las clases populares, a la vez que ha enriquecido como nunca antes, a las grandes multinacionales.
Según nuestro colaborador Manuel Medina, una de las primeras precisiones que hizo el presidente del gobierno español al declarar el «Estado de Alarma» hace más de un año, fue que el «coronavirus no entendía de clases sociales… que afectaba lo mismo a ricos que a los pobres». Nada ha sido más incierto que aquellas afirmaciones formuladas en su día por Sánchez. Los primeros datos sociológicos que se empiezan a conocer ponen de manifiesto que los devastadores efectos de la pandemia han afectado de manera dramática a las clases populares. A su vez, revelan que las multinacionales han sido las grandes beneficiarias de los contagios. ¿Qué factores han influido en que las cosas se hayan producido de esta manera?
Por MANUEL MEDINA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Una de las primeras precisiones que hizo el presidente español Pedro Sánchez en el momento en el que decretó en abril del 2020 el «Estado de Alarma» por la pandemia del Covid19 fue que el virus no tenía identidad social, ni de género. Según dijo, afectaba de igual manera a los ricos y a los pobres.
Aunque las pandemias históricas conocidas han mostrado que en sus contagios la enfermedad «selecciona» a determinadas clases sociales por encima de otras, casi nadie en aquella circunstancia se atrevió a desmentir la declaración presidencial. A los sindicatos institucionales la solemne afirmación oficial no pareció afectarles. No sabemos si porque estimaban que sus «representados», los asalariados españoles, se encontraban blindados contra la infección o porque carecían simplemente de esa visión «de clase» que tantas veces se ha visto ratificada por la historia.
Ni siquiera una formación política como «Unidas Podemos», supuestamente portadora de herramientas ideológicas para realizar el correspondiente «análisis concreto de la situación concreta» se atrevió entonces -y tampoco después- a desmentir la histórica y socialmente infundada afirmación del primer mandatario español.
Los medios de comunicación, como correspondía, repitieron también, una y otra vez, el mantra de que «el virus no tiene clase social», que más que una convicción pretendía ser un mensaje subliminal para lograr el apaciguamiento social al que todos debíamos contribuir. Sin embargo, los hechos suelen ser siempre tozudos y acaban por imponerse, a trancas y barrancas, más tarde o más temprano, a esas supuestas «verdades» construidas que de forma irreflexiva terminamos asumiendo.
PANDEMIA Y CLASES SOCIALES
Un reciente estudio académico realizado en los EE. UU. acaba de poner en evidencia que la desigualdad social ha sido un factor determinante en la propagación y el impacto letal del virus. Cuanto más bajo se está situado en la escala social, mayor ha sido y es el riesgo de contraer la infección, de ser hospitalizado y de no sobrevivir al COVID-19.
El estudio en cuestión presenta tres razones, tan poderosas como persuasivas, para aceptar sus conclusiones:
En primer lugar, la salud de las personas más pobres es generalmente peor que la del resto. Por ejemplo, la obesidad hace estragos entre los más pobres. Y su dieta más barata no sólo contribuye a esta obesidad, sino que también provoca que su organismo sea menos inmune a la hora de resistir el ataque del Covid 19. A ello se agrega todo un conjunto de factores asociados al estilo de vida, que convierte sus organismos en menos resistentes frente al virus.
Como segundo factor que propicia el contagio se encuentran las condiciones laborales. Los trabajadores mejor pagados, pudieron eludir los contagios permaneciendo en casa. No sucedió lo mismo con la mayoría de los asalariados que, al estar sus profesiones asociadas al trabajo físico, no pudieron permitirse ese lujo. Las llamadas «profesiones de contacto» las ejercen siempre los más pobres o los peor pagados. Este amplio sector de la población laboral se ha encontrado a lo largo de toda la pandemia en la «primera línea de fuego» de los contagios. Los asalariados pertenecientes a este estrato social fueron aquellos que durante el «estado de alarma» se trasladaban a sus puestos de trabajo en el metro o en autobuses atestados de pasajeros. En el Estado español, además, debían pasar horas en estos estos espacios de alto riesgo, mientra la máxima autoridad sanitaria del país se permitía afirmar que el uso de las mascarillas no resultaba imprescindible para defenderse de la infección. ¿Lo recuerdan?
Finalmente, en tercer lugar, las personas ubicadas en la base de nuestras verticalísimas pirámides sociales suelen tener menos confianza en las recomendaciones gubernamentales y -según este estudio – al poseer niveles culturales más bajos tienen a ignorar más las medidas de seguridad recomendadas.
Estas tres razones han hecho que la expansión de la pandemia de Covid 19 sea portadora de una clarísima identidad de clase .
El estudio estadounidense al que hacemos referencia pone igualmente de manifiesto que los habitantes de los barrios más pobres de una ciudad como Amberes tienen casi tres veces más posibilidades de ser infectados por el virus que aquellos que habitan en los barrios de las clases medias o de los profesionales asalariados de alto nivel. Si trasladáramos a las grandes urbes del Estado español un esquema de análisis similar al que utiliza el estudio estadounidense, ¿con cuantas sorpresas nos tropezaríamos?
Pero la contundencia puesta de manifiesto por el Estudio aludido pone de relieve más cosas. Por ejemplo, que el 10% de los más pobres tienen más del doble de probabilidades de ser hospitalizados que el resto de la población. Y agrega, además, un hecho contundente que nuestros sociólogos y estadísticos deberían de haber puesto ya en conocimiento de la sociedad: que ese mismo 10% de los pobres tienen hasta cinco veces más posibilidades de morir por un contagio epidémico. Si realizáramos una similar traslación al complejo urbano de las grandes ciudades españolas, posiblemente nos daríamos de bruces con los resultantes datos comparativos. Lamentablemente, que sepamos, esos datos no están todavía disponibles en España. ¿Lo podrán estar algún día con cierto nivel de fiabilidad?
¿POR QUÉ LA PANDEMIA MULTIPLICÓ EL NÚMERO DE MULTIMILLONARIOS?
Si bien el espectro de la muerte ha planeado vorazmente sobre los más pobres, no ha sucedido lo mismo con los beneficios generados por la pandemia para la clase social adversa. Es decir, la gran burguesía.
El Covid 19 no sólo ha sido una tragedia para los sectores sociales más pobres que habitan en el mundo capitalista, sino que ha profundizado de manera abisal la brecha que siempre ha existido entre ricos y pobres.
Según un periódico tan liberal-conservador como el «Washington Post», la recesión provocada por la pandemia ha sido la más desigual que se haya conocido en la historia moderna. O, dicho de otra forma, ha sido la pandemia históricamente registrada que ha afectado de forma más benévola o implacable, según la clase social de que se trate.
La balanza entre el coste y el beneficio de acuerdo a la clase social de la que se sea integrante viene determinada de la forma siguiente. Si por una parte, decenas de millones de personas terminaron dando con su vida en el desempleo, en la pobreza absoluta o, en el peor de los casos, en el sepulcro, como contraposición, las 32 multinacionales más grandes del planeta vieron multiplicar sus ganancias en 109 mil millones de dólares en el año 2020.
Según ha indicado la conocida revista Forbes, el año pasado 493 multimillonarios sumaron mágicamente sus nombres a las listas ya existentes de millonarios planetarios. La propia revista reconoce que se trata de un récord que hasta el día de hoy no había sido batido.
Sin embargo, cuando se analiza cuál es el origen de esas fortunas el toque mágico de la sorpresa se esfuma rápidamente. Al menos 40 de esos nuevos multimillonarios aparecen asociados a empresas involucradas en la lucha contra la pandemia.
Los grandes consorcios farmacéuticos Stéphane Bancel de Moderna y Ugur Sahin de BioNTech contaron en todo momento con supergenerosos subsidios y el «desinteresado» apoyo gubernamental para el desarrollo de sus vacunas. Para nadie constituye ya un secreto no sólo el reiterado incumplimiento de estos laboratorios en relación con las fechas de entrega de las vacunas contratadas, -lo que ha supuesto miles de muertos-, sino también la eficacia limitada de algunas de ellas, que hoy van a convertir la vacunación en una suerte de ritual que millones de personas se verán obligadas a repetir cada X número de meses.
La riqueza combinada de esos súper ricos aumentó en no menos de $ 5,100 mil millones entre marzo de 2020 y marzo de 2021. Un incremento nada menos que del 62 por ciento. Estos números increíbles son equivalentes a lo que producen anualmente tres mil millones de personas en riqueza.
Y, finalmente, un dato curioso que se ha podido detectar en algunos países europeos: no existen precedentes del número de Lamborghinis o Ferraris vendidos el pasado año 2020.
LA RELACIÓN DESIGUAL EN LA PANDEMIA ENTRE PAÍSES «RICOS» Y «POBRES»
Pero, si como hemos pretendido poner de relieve en este artículo, el Covid distingue claramente a las clases sociales «seleccionando» a sus víctimas en los países «ricos», con no menos crueldad se comporta a la hora de tratar a los denominados países «pobres».
De acuerdo con los últimos datos, los países desarrollados pronto dispondrán de más de mil millones de «vacunas excedentes». Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, a día de hoy alrededor de 10.000 personas están muriendo diariamente al no disponer de los suministros vacunales que requiere la demanda en sus países . En opinión de la OMS, decenas de miles de muertes serían perfectamente prevenibles, si las vacunas se distribuyeran mundialmente de una forma más equitativa.
Los 30 países más pobres del mundo han vacunado solo al 2% de su población, en comparación con el 57% del conjunto de los países con ingresos altos. En el Congo, por ejemplo, la tasa de vacunación es del 0,1%. En Chad, del 0,27%. En Haití, del 0,24%. Y en Tanzania del 0,36%.
Pero sucede, además, que, con el grado de movilidad que existe en todo el planeta, la existencia de grandes masas de la población mundial sin vacunar, que multiplica las posibilidades de que el virus continúe sufriendo mutaciones, abre la puerta a futuros y previsibles «saltos cualitativos» del Covid de todavía incalculables repercusiones.
Es por eso por lo que el acaparamiento de vacunas por parte de los países económicamente poderosos es, a medio plazo, simplemente suicida. Pero, ¿no lo son igualmente la concentración de capitales, la brecha entre la pobreza y la riqueza, el crecimiento desmedido, el deterioro de la naturaleza, el crecimiento armamentístico o el imperialismo?