«Debemos incluir como una competencia necesaria el área ecosocial dentro del currículo»
Es de extrema urgencia - escribe Gerardo Rodríguez - que nuestro sistema educativo se dote de instrumentos para profundizar en la educación para la sostenibilidad (...).
Por GERARDO RODRÍGUEZ (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Es de extrema urgencia que nuestro sistema educativo se dote de instrumentos para profundizar en la educación para la sostenibilidad, educación absolutamente necesaria para fomentar un cambio de hábitos y de modos de vida que a todas luces parecen insoslayables.
La emergencia ambiental es el desafío más grave que afronta la humanidad, como apunta la Comunidad Científica, ya que se trata de un problema global que tiene en el cambio climático su cara más visible, aunque no la única. La emergencia ambiental afecta a todos los nichos biológicos y a todos los ecosistemas y sus catastróficas consecuencias ya están ocurriendo. Una de esas consecuencias, como todos los veranos, son los voraces incendios de nueva generación que adquieren colosales dimensiones debido a la falta de lluvias y al abandono de los campos y los montes por un modo de vida más urbanita.
La nueva ley educativa que sustituirá a la nefasta LOMCE debe de estar a la altura de los tiempos y la educación en competencias debe incluir, decididamente, la competencia ecológica o ecosocial. Una competencia es un conjunto de saberes, habilidades y valores que capacitan al alumnado en un campo concreto, en este caso en el campo social y medioambiental. Esta competencia debe romper la vieja dicotomía en la que se ha asentado la Cultura Occidental y, por tanto, la educación desde el inicio de la Modernidad, incluso desde el momento fundacional de la propia Cultura Occidental en la antigua Grecia. La definición del ser humano como ser racional por naturaleza, constituyó el predominio de la razón sobre cualquier otro ámbito de la naturaleza humana, ese ser predominantemente racional lo escenificó en primer lugar Ulises, caracterizado como el hombre astuto en la “Odisea”, capaz de vencer las fuerzas naturales en su regreso a Ítaca.
Posteriormente, con la invención de la filosofía centrada en el logos, tanto Platón como Aristóteles pusieron las bases para que, ya en la Modernidad, Descartes profundizara en esa ruptura entre una sustancia pensante (res cogitans) y una materia circundante (res extensa) con un predominio de la primera sobre la segunda, subordinada a sus deseos. El capitalismo como modelo económico dominante y la Revolución Industrial como inicio de una sociedad basada en el predominio de la ciencia y la técnica forjó un ser humano donde la razón instrumental sepultó las emociones, los sentimientos, las pasiones y todo aquello que hiciera referencia a la naturaleza, incluido el cuerpo humano, que fue concebido como una cosa que pendía debajo del intelecto y que, en todo caso, era objeto de cuidado pero en modo alguno podía ser motor de nuestra acciones. Mucho antes, ya la religión lo concebía como objeto de pecado que había que reprimir. La educación academicista fue uno de los efectos de esta concepción filosófica occidental. Todas las materias, incluidas las llamadas humanidades, son consideradas de esa manera, analizadas desde el punto de vista racional marginando los afectos. En Canarias recientemente se han puesto las bases para un cambio de paradigma al concebir al ser humano como un ser dotado de razón y de emociones también. EMOCREA es un reflejo de ello, un área que abarca de 1º a 4º de Educación Primaria que introduce el conocimiento y la gestión inteligente de las emociones en el aula. Es sin duda un avance que es necesario complementar con un área en donde el alumnado rompa la vieja dicotomía cartesiana entre el ser humano y la naturaleza y ponga las bases para una profundización en el cuidado de ésta. Somos miembros de una comunidad de iguales que deben interactuar para cuidar el planeta en que habitamos, donde todo está interconectado e interrelacionado y en el que debemos actuar localmente para que la repercusión sea global, concibiendo los problemas medioambientales desde un enfoque holista que debe de ser arraigado a edades tempranas en el ámbito educativo.
Esta competencia de educación ecosocial debe de ser recogida en la LOMLOE, hay muchas razones para ello, entre ellas y dada su gravedad y los efectos que provocan están la pérdida de biodiversidad, la deforestación, las consecuencias para la salud, la seguridad y las pérdidas humanas y económicas, pero es el cambio climático el principal desafío y tener una ciudadanía formada y responsable es un deber del sistema educativo. Hay que verbalizar que el cambio climático mata y esa dimensión dramática debe de ser contemplada como una urgencia y tratada con la seriedad y el rigor que requiere. Si ya sabemos que el tabaco mata y hemos hecho campañas para evitar su consumo y mentalizar a la ciudadanía, debemos saber también que el comportamiento que tenemos con la naturaleza y nuestros propios hábitos de vida y de consumo pueden ser nefastos y hay que transformarlos también.
Por tanto, debemos incluir como una competencia necesaria el área ecosocial dentro del currículo de la LOMLOE y extenderlo a todo el alumnado para forjar un nuevo tipo de ser humano que se interrelacione con los demás y con la naturaleza desde la responsabilidad y los cuidados. Así está contemplado en el apartado relativo a educación que contiene el documento de la “Agenda 2030” de la ONU para el desarrollo sostenible, que debemos cumplir como un deber moral para las nuevas generaciones.
(*) Gerardo Rodríguez (Profesor de Filosofía, Titulado en Capacitación Agraria y miembro del Secretariado Nacional del STEC-IC).