La Reforma Universitaria en el siglo XXI
Saludos al III Congreso de La Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de Colombia
Septiembre de 2011
(Acompañado de DOCUMENTOS HISTÓRICOS
del movimiento estudiantil latinoamericano:
Deodoro Roca, Julio Antonio Mella, José
Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara)
- Palabras sobre los exámenes (Deodoro Roca)
- El concepto socialista de Reforma Universitaria (Mella)
- La Reforma Universitaria: Ideología y reivindicaciones (Mariátegui)
*Discurso sobre el rol de la Universidad (Che Guevara)
Néstor Kohan
(Integrante de la Cátedra Che Guevara de Argentina)
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Como San Martín y Bolívar y como el Che, como revolucionarios latinoamericanos,
los mejores hijos de nuestro pueblo sabrán hacer honor a nuestras hermosas
tradiciones revolucionarias, transitando gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal
camino de la segunda y definitiva independencia de los pueblos latinoamericanos.
Mario Roberto Santucho (“Robi”, “El Negro”)
¡Salud, hermanos y hermanas de Colombia! Alegría enorme enterarnos
y saber que el movimiento estudiantil está de pie y sigue luchando a
pesar de tanta represión y hostigamiento contra el movimiento popular
colombiano. La lucha de ustedes por una educación gratuita y al
alcance de todos y todas es también nuestra, en el sur de la Patria
Grande, Nuestra América.
Desde 1918 hasta hoy, casi un siglo después, la larga marcha de la
Reforma Universitaria ha planteado siempre, al mismo tiempo, la doble
tarea de transformar la Universidad y cambiar la sociedad.
Deodoro Roca, redactor del Manifiesto Liminar de junio de 1918 y el
primer ideólogo de la Reforma Universitaria de Córdoba (que dio
nacimiento a un movimiento continental que ya lleva un siglo) nos
enseñó que detrás de la Universidad y sus debates pedagógicos… se
encuentra un mundo entero por descubrir y transformar. No habrá
reforma universitaria sin cambios radicales en la sociedad. Ni en
Colombia ni en ningún país del mundo.
No debemos parcelar nuestra lucha. Ni solo cambios educativos y
pedagógicos, ni exclusivamente cambios económicos, sociales y
políticos. ¡Ambos al mismo tiempo! Un nuevo proyecto pedagógico —que
cuestione no sólo los contenidos sino también la estructura jerárquica,
elitista y burocrática que gobierna actualmente los estudios
académicos, sus “claustros” medievales, las normas de producción,
consumo y circulación del saber e incluso sus formas de evaluación y
consagración— implica y presupone, necesariamente, un nuevo
proyecto de sociedad. Constituye una ilusión absolutamente errónea e
ingenua el pretender cambiar la Universidad dejando intacto todo el
andamiaje social, político e institucional del cual la Universidad es
expresión en el terreno de la pedagogía y la ideología.
“El puro universitario es una cosa monstruosa”, afirmaba Deodoro
Roca y tenía toda la razón. Lucha estudiantil y debate pedagógico que
no se prolonguen en una lucha por cambiar cada país, el continente y el
mundo constituyen un escapismo de la peor calaña. Sencillamente
apesta.
Ese ha sido justamente, durante el último cuarto de siglo por lo menos,
el señuelo que las ONGs subvencionadas por el imperialismo y otras
agencias de financiamiento “inocente” (como el Banco Mundial…) han
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promovido entre el mundo académico, sus estudiantes, sus
profesores/as y sus intelectuales. Bajo la bandera tramposa del
“profesionalismo” y el culto mediocre del “especialista” se ha inducido el
apoliticismo. Usando mal y de manera frívola y superficial las
reflexiones de Pierre Bourdieu sobre las diferencias entre el “campo
intelectual” y el “campo político” (haciendo caso omiso de las
conclusiones del último Bourdieu que revisa y modifica su propia
teoría), se nos pretendió recluir en el mundo gris y opaco de las revistas
“con referato” para eludir cualquier involucramiento y cualquier
compromiso con las luchas sociales de nuestros pueblos.
Tenemos que cuestionar este modelo de Universidad. No basta con
reclamar mayor presupuesto para la educación. Tampoco con pedir
únicamente educación gratuita, incluso si se propone nacionalizar
empresas para financiar la educación (ambas banderas justas y
legítimas, desde ya). El movimiento estudiantil debe ser menos tímido.
Nuestros proyectos deben ser más ambiciosos. No alcanza con
mantener intacta la actual Universidad simplemente dotándola de
mayor cantidad de dinero. ¡Hay que cambiar de raíz esta universidad,
que hoy es legitimadora del orden capitalista dependiente y de su
cultura colonial!
El Che Guevara nos reclamó ““Qué la universidad se pinte de negro, que
se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los
profesores, que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de
pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al
pueblo”. Ese y no otro es el viejo sueño de Simón Bolívar y Simón
Rodríguez. Moral y luces. Una nueva pedagogía, desde una nueva ética
y en el marco de un nuevo horizonte político de cambios radicales.
Históricamente, el estudiantado formó parte de lo más avanzado del
movimiento popular latinoamericano. Fue parte de (disculpas si esta
categoría asusta, pero sigue siendo útil) la vanguardia en la lucha
popular contra las injusticias y por un mundo mejor. De allí nace la
famosa consigna de la Reforma Universitaria de 1918: «¡Obreros y
estudiantes: unidos adelante!» Violeta Parra, entrañable compositora
y cantante chilena, lo inmortalizó en aquella famosa canción: “¡Me
gustan los estudiantes!” (también conocida como “¡Qué vivan los
estudiantes!”), tantas veces repetida en fogones juveniles y reuniones
estudiantiles.
Sin embargo, hoy en día la situación ha cambiado. El estudiantado es
carne de una feroz disputa entre el campo revolucionario y el
imperialismo. La USAID y la NED, entre otras “instituciones benéficas y
desinteresadas” (como hace décadas lo fue la Fundación Ford, otra
máscara de la CIA) ponen gruesas sumas de billetes para dividir,
neutralizar, cooptar y comprar al movimiento estudiantil de nuestro
continente.
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No es casual que en Venezuela un segmento importante del
estudiantado esté enrolado y se movilice bajo banderas y consignas
profundamente reaccionarias, elitistas y que no le pertenecen. Algo
similar sucede en algunas regiones de Bolivia, donde el movimiento
universitario se ha dejado arrastrar por la derecha racista y
“autonomista” contra los indígenas, contra el campesinado y contra la
clase obrera. En ambos casos se deja ver la garra del imperialismo, sus
departamentos de “guerra psicológica”, sus instituciones de cooptación
disfrazadas de “inocente y suave sociedad civil”.
Para enfrentar esta manipulación necesitamos sembrar en amplios
sectores de la juventud y el movimiento estudiantil la semilla de la
conciencia rebelde, insumisa, clasista, patriótica y antiimperialista, no
sólo entre los militantes ya convencidos sino también entre los
descreídos, los “apolíticos”, los puramente académicos y los que sólo
asisten a la universidad para obtener un título que les permita
encontrar empleo y reproducir su fuerza de trabajo en el mercado.
Si esa es la tarea del momento en América Latina, en la especificidad
del caso colombiano, el movimiento estudiantil se enfrenta a un intenso
peligro, mucho mayor que en el resto de sus compañeros y compañeras
del continente. Su militancia cotidiana en centros de estudiantes debe
realizarla en medio de una represiva “seguridad democrática” disfrazada
de amplia y pluralista, pero que deja el país regado de fosas comunes,
«falsos positivos» (curioso eufemismo), desplazados y muertos por
doquier.
Enfrentando al mismo tiempo la cooptación y la represión, el
movimiento juvenil necesita recuperar la rebeldía emancipatoria y
libertaria de Simón Bolívar y el igualitarismo de Simón Rodríguez, junto
con el ejemplo insurgente de todos los libertadores de la Gran Colombia
y de Nuestra América. Para ello resulta imprescindible la solidaridad.
A nivel continental, el estudiantado se pone de pie nuevamente. La
juventud chilena nos enseña que a la modorra y a la mediocridad
posmoderna por fin les ha llegado la noche. Vale la pena participar e
incluso jugarse la vida por una nueva educación y una nueva sociedad.
Y si las cosas no siempre salen bien, a no desanimarse, tener paciencia
y prolongar la lucha a largo plazo. Es el tiempo de tomar decisiones no
para un par de años sino para toda la vida.
Los desafíos no terminan cuando se acaban las carreras universitarias.
¡Al contrario! Allí comienzan realmente. Cuando uno estudia, el sistema
capitalista (hasta en los países más represivos) permite cierta rebeldía e
incluso hasta cierto «hippismo», pero ni bien el estudiantado se recibe
se acaba la aparente «flexibilidad». Allí los engranajes de la maquinaria
de dominación se aceitan y requieren que la gente que pudo estudiar
abandone de una buena vez todas al ambivalencias juveniles, se ponga
directamente y sin más dilaciones al servicio del capital. Llega entonces
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la hora de “madurar”…, es decir, de arrodillarse y subordinarse al poder
capitalista. Poder que olvida fácilmente los «pecadillos juveniles» y
requiere de los entonces profesionales que se conviertan en aquello que
se espera de ellos: buenos peones y oficiales del capital.
Si no existe una buena y sólida organización estudiantil, si no hay
semillas bien sembradas, el estudiantado que culmina sus estudios se
incorporará inmediatamente al mundo empresarial y/o al Estado
represor. Pero si en cambio se abonó bien el terreno y se consolidó un
poderoso movimiento estudiantil (que tenga un proyecto global de
universidad y de país, no sólo tres o cuatro consignas agitadoras para
una asamblea o una manifestación), la rebeldía podrá prolongarse una
vez que se sobrepase la obtención del título. Quien haya logrado
construir una conciencia y una sólida identidad política clasista,
patriótica, antiimperialista y socialista no se dejará comprar. No
alquilará su conciencia y su saber. Trabajará, quizás en el mercado,
para comer y sobrevivir, pero pondrá todo lo adquirido, todo su saber,
su experiencia, su voluntad y su energía, al servicio de la revolución y
de las grandes tareas y fuerzas de transformación social.
Para dar esa disputa, no solo presente sino fundamentalmente futura,
pensando no únicamente en el 2011 sino de aquí a varios años, incluso
décadas, hace falta consolidar y fortificar el movimiento estudiantil (en
Colombia y en toda América Latina), en estrecha alianza con el
movimiento de graduados y profesores, rompiendo la lógica corporativa
de los “claustros” en función de un mismo proyecto político de alcance
nacional y continental: la Patria Grande bolivariana y el socialismo.
Alianza que debe prolongarse fuera de la universidad, junto con la clase
trabajadora, el campesinado, el movimiento indígena y popular y todos
los movimientos de lucha.
En definitiva, las tareas son inmensas, los desafíos más anchos aún.
Estamos seguros que ustedes seguirán firmes en la lucha sin equivocar
el rumbo y sin dejarse tentar por los falsos cantos de sirena del poder ni
los gobiernos de turno.
Y si en algún momento se aburren, no se olviden lo que advirtió Lenín:
no hay nada más divertido que luchar por la revolución (incluso es
mucho más divertido que escribir sobre ella). - Seguro nos encontraremos en la lucha
Abrazos fuertes desde el sur y no aflojen
Néstor Kohan y compañeros/as de la Cátedra Che Guevara