En la primera ola que tuvo su clímax en agosto las muertes llegaron a 90 mil, un verdadero record mundial. En la segunda ola que acaba de iniciarse –y que podría ser peor de acuerdo a varios especialistas–, ¿a cuánto ascenderá el número de víctimas, en caso que no hagamos nada? Y todo esto, mientras, nos siguen contando el mismo cuento: el cuento de la vacuna.
Ya es “oficial”: estamos ante una segunda ola del Covid 19. Y lo peor es que todo indica que, luego de la política genocida aplicada por Vizcarra, ahora, con Sagasti, sufriremos la continuidad de la misma política sin que nadie por arriba diga y haga nada, incluidas las direcciones de “izquierda” que se encuentran enfocadas en la campaña electoral.
A estas aturas no hay dudas sobre la magnitud del desastre que nos dejó la primera ola en enfermos, muertos y destrucción de empleos y salarios, y la responsabilidad del gobierno de Vizcarra, no solo por su incompetencia, corrupción y mentiras, sino por su política que estuvo centrada en salvar los negocios capitalistas y no la salud y vida de los trabajadores y el pueblo pobre.
Cuando lo peor parecía haber pasado y ya nos acostumbramos a vivir una nueva “normalidad”, se inicia la segunda ola. Hace rato se venía hablando de ella pero nadie o muy pocos lo creía, empezando por el mismo gobierno que siguió abriendo toda la economía, borrando los pocos controles y hasta llegó a desmontar todo el sistema de emergencia sanitaria que a duras penas puso en pie en la primera oleada. Así, la segunda ola nos vuelve a coger casi desnudos como la primera.
El mayor crimen de toda esta política es la mentira sobre la vacuna, tanto del gobierno Vizcarra como el de Sagasti. La aplicación de la vacuna lleva tiempo y aún no se conoce la duración de su efecto inmune; pero contar con ella ya es al menos una esperanza de solución. En ese camino ya están los países desarrollados y los países vecinos. Pero Perú está en NADA: no hay vacuna ni fecha para su llegada. Ahora sabemos que todo lo que dijo el corrupto Vizcarra respecto a ella eran puras mentiras; no obstante, orondamente, desarrolla su campaña electoral. Y Sagasti solo le agrega más palabreo a la misma política porque no concreta ningún acuerdo de compra. En realidad la política de fondo de Sagasti sigue siendo la misma que la de Vizcarra y que es dictada por la CONFIEP: el contagio masivo y la inmunidad de rebaño que lleve a la muerte a los que tengan que morir.
Si algo muestra mejor que la política sanitaria que se aplica es capitalista es precisamente el tema de la vacuna. Una operación simple de compra no se realiza –más allá de la incompetencia y corrupción–, porque no se quiere gastar en la protección de la salud de la población trabajadora y pobre. Lo mismo sucede con las pruebas moleculares: siendo el mejor medio para detectar y controlar la expansión del virus, no se la adquiere hasta hoy. El centro de la política estatal ante la pandemia ha sido el regateo de recursos para la compra de camas, UCI, oxígeno, medicinas básicas y hasta para contratar médicos y personal asistencial.
Cuando hablamos de la segunda ola estamos hablando de una amenaza real. Hoy ya todo el sistema sanitario está nuevamente colapsado: no hay camas y la gente muere esperando o buscando una UCI. Y, para peor, la nueva cepa del virus es mucho más contagioso y violenta en su expansión. En Europa –incluido los países que eran reticentes—están volviendo a aplicar cuarentenas por el rápido crecimiento de los contagios y de las muertes, y cuando ya ellos iniciaron la aplicación de la vacuna. Es posible que muy pronto estemos como en los peores días de la pandemia.
El mismo gobierno sabe de esta amenaza. En el caso más benigno el MINSA prevé un nuevo millón de contagios y 20 mil muertos, lo que en cifras reales nos acerca a los resultados de la primera ola. Pero Sagasti anuncia medidas tibias (ampliación del horario de toque de queda, restricción a las salidas los fines de semana, reducción en los aforos de algunos servicios), porque su prioridad es garantizar el funcionamiento de los negocios capitalistas.
Es cierto que medidas severas como la cuarentena se hicieron impopulares porque la mayoría depende de su trabajo diario y el gobierno no le garantiza la subsistencia, pero hasta hoy es la medida más efectiva de un plan de contención del virus. Con su anuncio de que solo lo aplicará en “última instancia”, Sagasti nos está diciendo que dejará correr los contagios hasta cuando ya no pueda, lo que es un acto criminal que solo defiende la CONFIEP.
Peor todavía, no anuncia ningún cambio en la política de destinar miserias para la emergencia. No es posible que a estas alturas la Federación Médica anuncie una huelga porque el gobierno no quiere atender sus demandas. No es posible que el mismo gobierno haya observado la ley que permite el nombramiento de todo el personal médico de Essalud. No es posible que hasta ahora se les adeude a muchos que fueron contratados durante la emergencia. Lo mismo sucede con la compara de camas UCI, cuando se ofrecieron 5 mil para este año y aún seguimos en 1800. ¡Basta de ningunear recursos para la salud pública!
Lo mismo sucede en los lugares de trabajo donde desde el inicio de la pandemia se privilegió la ganancia sobre la salud de los trabajadores que fueron empujados al contagio y muchos a la muerte. Ahora, con la segunda ola, los trabajadores vuelven a ser expuestos al mal y con ellos sus familias. Y no solo eso: con ese pretexto se seguirán extendiendo la suspensión perfecta, los ceses colectivos y la infinidad de abusos laborales.
Ante esta nueva situación estamos ante la necesidad de enfrentar y denunciar la política criminal del gobierno y de los empresarios, y de incorporar a nuestra plataforma de lucha la exigencia de un efectivo plan de emergencia sanitaria, con recursos y centrado en la defensa de la salud y la vida del pueblo trabajador y no de las ganancias capitalistas.
Esto depende de que nosotros los trabajadores, tomemos en nuestras manos esta lucha unida y decidida, por la defensa de nuestra vida, salud, salarios y empleos, evitando así que el genocidio de la primera ola vuelva a repetirse.