Washington, Daniel Gorosito Pérez
Bertolt Brecht, poeta, dramaturgo y director teatral nacido en la Selva Negra alemana el 10 de febrero de 1898, y fallecido el 14 de agosto de 1956 en Alemania Oriental, entre otros pensamientos extraordinarios nos regaló el siguiente: “Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”.
Muchos se comportan como si estuvieran bajo el tiro de los cañones cuando sólo están bajo el tiro de los binóculos.
Brecht escribió el texto que lleva el título de este escrito en Berlín durante el año 1934. Sabemos que este intelectual fue un maestro en la temática. Según Brecht, “quien hoy pretenda combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad debe superar cuando menos cinco dificultades”.
Estas son: I. Valor de escribir la verdad; II. la sagacidad de reconocer la verdad; III. el arte de hacer a la verdad manejable como arma; IV. el juicio de escoger a las personas en cuyas manos la verdad se hace efectiva, y V. la maña de propagar la verdad entre muchos. Es indudable la vigencia de estos conceptos de Brecht que pasaré gustoso a compartir con ustedes.
I. El valor de escribir la verdad
Parece hecho obvio que quien escribe escriba la verdad, es decir, que no la sofoque o la calle, o no diga cosas falsas, que no se pliegue ante los poderosos ni engañe a los débiles. Cierto, es bastante difícil no plegarse ante los poderosos y bastante poderoso engañar a los débiles.
Decir que los buenos fueron vencidos no por buenos sino por débiles requiere valor. Poco valor se necesita en cambio para lamentarse, en general, de la maldad del mundo y del triunfo de la brutalidad, y para sacudir la amenaza que flota sobre el espíritu cuando se vive en una parte del mundo en que eso aún se permite.
Muchos se comportan como si estuvieran bajo el tiro de los cañones cuando sólo están bajo el tiro de los binóculos. Sólo exteriormente se comportan como los que dicen la verdad. El mal que sufren es no saber la verdad.
II. Sagacidad de reconocer la verdad
Ya que es difícil reconocer la verdad, que por doquier sofocan, muchos creen que escribirla o no escribirla es problema de carácter; creen que basta el valor, y olvidan la segunda dificultad: encontrar la verdad. En ningún caso se podrá decir que encontrarla será fácil.
En primer lugar, no es fácil darse cuenta de cuál verdad vale la pena decir. Por ejemplo: también es cierto que las sillas sirven para sentarse, y que la lluvia cae de arriba para abajo. Muchos poetas escriben verdades de esta especie, similares a pintores que cubrieron con naturalezas muertas las paredes de un barco que se hunde.
Sólo mediante cuidadosa observación se puede reconocer que no dicen sino que la silla es silla y que nadie puede hacer nada si la lluvia cae de arriba para abajo. Esta gente no sabe encontrar la verdad que vale la pena escribir. La persona que anota sólo pequeños hechos no está en capacidad de hacer manejables los problemas de este mundo.
Pero la verdad tiene este fin y ningún otro. Aquella persona no está a la altura de escribir la verdad. Cuando uno está listo para escribir la verdad y es capaz de reconocerla quedan aún tres dificultades para superar.
III. El arte de hacer la verdad manejable como arma.
La verdad debe ser dicha para sacar de ella determinadas conclusiones sobre el propio comportamiento. Cuando se quiere escribir con eficacia la verdad sobre ciertas condiciones deplorables, se requiere escribirla de tal manera que se puedan reconocer las causas evitables.
Cuando las causas evitables se reconocen, las condiciones deplorables pueden combatirse.
IV. El juicio de escoger a personas en cuyas manos la verdad se hace efectiva
Gracias a la secular rutina que rige el comercio de los escritos en el mercado de las opiniones y de las figuraciones, es decir, gracias al hecho de que el escritor no debía ya cuidarse de vender sus escritos, se afirmó en el escritor la convicción de que su cliente o comitente, el mediador, se ponía a disposición de todos sus escritos.
Él pensaba: yo hablo y quien me quiera escuchar me escuchará. En realidad, él hablaba, y quien podía comprarlo lo escuchaba; sus palabras no eran oídas por todos, y quien las oía no quería oírlas todas.
De esto se hablaba con insistencia, aunque no bastante; sólo cabe subrayar que “escribir para alguien” se cambió en “escribir”. La verdad no se puede simplemente escribir, es indispensable escribirla para alguien que sepa usarla.
El conocimiento de la verdad es un proceso que escritores y lectores tienen en común. Para decir cosas buenas se necesita saber escuchar bien y oír cosas buenas. La verdad debe ser dicha con medida y oída con medida. Y para nosotros que escribimos es importante saber a quién le decimos y quién lo dice.
La verdad es combativa: no sólo combate la mentira, sino a determinadas personas que la propagan.
Bertolt Brecht consideraba que se deben superar las cinco dificultades al mismo tiempo porque no podemos indagar la verdad sobre la barbarie de ciertas condiciones sin pensar en los que sufren tal estado de cosas.
V. La maña de propagar la verdad entre muchos
Hay muchos orgullosos de tener el valor de decir la verdad, felices de encontrarla, cansados, quizá, del fatigante trabajo de darle forma manejable, impacientes por verla en posesión de aquellos cuyos intereses defiendan, a quienes no parece necesario usar de particular maña para divulgarla.
Así el esfuerzo de su trabajo se desvanece. En todos los tiempos se usó la astucia para difundir la verdad, cuando la sofocaban o desfiguraban.
Confucio falsificó un viejo y patriótico calendario histórico. Sólo sustituyó ciertas palabras. Donde decía: “El soberano de Kun hizo matar al filósofo Wan, por decir esto y aquello”, Confucio en lugar de “matar”, ponía “asesinar”. Si decía que el tirano tal, de los tales, cayó víctima de un atentado, ponía “ajusticiado”.
Con esto Confucio inició una nueva forma de juzgar la historia. La maña de Confucio se puede usar aún hoy. Él sustituía los juicios injustos sobre ciertos acontecimientos nacionales por otros justos.
Como conclusión, Bertolt Brecht consideraba que se deben superar las cinco dificultades al mismo tiempo porque no podemos indagar la verdad sobre la barbarie de ciertas condiciones sin pensar en los que sufren tal estado de cosas, y mientras, combatiendo cada impulso de pusilanimidad, tratamos de descubrir las verdaderas relaciones mirando a los que están preparados para utilizar el conocimiento de ellas, debemos también pensar en ofrecerles la verdad de tal modo que se convierta en arma en manos suyas, y con tanta maña, que el enemigo no descubra ésta.
Tal se requiere cuando se pide al escritor escribir la verdad.