Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Especial para Quisqueyaseralibre.com
Ocurre que grupos de personas desaprensivas, con dependencia
patológica de las bebidas alcohólicas, dan a entender que la
sociedad dominicana anda a la deriva. Las autoridades cerraron
hace unos días un bar clandestino que amanecía diariamente con
fiestas en su interior. Los participantes fueron arrestados.
Parece que estamos formados por sujetos carentes de dominio
personal y que además pretenden imponer su indisciplina al
grueso de la población. No solo vulneran disposiciones legales,
como la cuarentena y el toque de queda, sino que laceran el
sentimiento colectivo. Nada importa, sino sus banalidades.
Tal cosa quedó demostrada en el hecho perverso de revestir la
fachada de una casa con la apariencia de “Iglesia pentecostés”
en cuyo interior los impíos celebrantes se daban a los placeres y
gozaban la burla que esto significaba para la sociedad y sus
autoridades. El Juidero era el nombre de aquel templo de Baco.
Un individuo que en medio de la desafortunada crisis sanitaria
que vivimos no es capaz de contener sus apetencias juergarias
revela otra incapacidad: la de vivir junto entre personas. Convivir
implica aceptar las reglas por las que todos hemos de regirnos.
No hacerlo disminuye la condición humana.
Resulta muy perceptible y preocupante el énfasis con el que
algunos hombres, incluso con altos niveles de estudio, proclaman
la consigna “Hoy se bebeeee”. Sus actitudes se tornan
inversamente proporcionales a los roles que desempeñan como
entes sociales. Su ejemplo es desconcertante.
No es un hecho cualquiera que se recurra al ardid de disfrazar
como templo religioso un espacio acondicionado para el
consumo de bebidas, y peor en franca violación de la ley como
de normas elementales para la vida en comunidad. Es una
afrenta para el sentimiento religioso de la mayoría de
dominicanos.
Un portón metálico que hubo de derribar la Policía resguardaba
a los irresponsables cuando se daban a sus arrebatos
descontrolados. Pero nada resguardaba el sentido de ética social
y responsabilidad ciudadana de los involucrados, porque
perdieron estos dos atributos antes de entrar al sitio.
El bar El Juidero es consecuencia de males acumulados en la
conciencia colectiva. Uno de esos males es la predisposición para
burlar normas que rigen para todos. Otro mal que nos hace ver
como una sociedad torcida es la dependencia del consumo de
alcohol, como si se tratara de un componente vital.
No es coincidencia que en las fiestas clandestinas, según ha
informado la Policía, actúen como animadores “artistas” que
andan por caminos equivocados y que lo muestran con su estilo
de vida. Tampoco extraña que en esos encuentros clandestinos
se usen sustancias alucinógenas.