El PCPE y el PCOE han anunciado la apertura de un proceso de acuerdos que los puede llevar a la unidad organica entre ellos. Pero… ¿es ese el proceso unitario que necesitan los comunistas españoles?
Con toda legitimidad -según argumenta el autor de este artículo – los comunistas españoles han estado envueltos a lo largo de los últimos 40 años en constantes «uniones» y «desuniones». Lo cierto es que, sea por las razones que sean, esos «procesos unificadores» no han dado ni una sola vez un resultado estable y positivo en ninguna de las organizaciones que se lo han propuesto. ¿A qué se debe que se produzca este dramático desenlace una y otra vez? En esta ocasión, el Partido Comunista de los Pueblos de España y el Partido Comunista Obrero español han iniciado el principio de un proceso que puede llevarles a la unificación. Aday Quesada comenta, no sin cierta ironía, la trayectoria histórica «unificadora» de ambas organizaciones.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
Por enésima vez, dos organizaciones comunistas del Estado Español han iniciado un proceso político que no sólo pretende lograr la unificación entre ellos, sino que además aspiran a que otros grupos de similar ideología terminen agregándose al proyecto iniciado.
En efecto, la pasada semana el Partido Comunista Obrero Español (PCOE), y el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), decidieron concertar lo que denominaron «un marco programático para la unidad de acción de los comunistas».
No es esta, ni mucho menos, la primera vez en que estas mismas organizaciones han intentado embarcarse en un proceso de unificación. En el año 2000, ambos Partidos celebraron un «Congreso de Unidad», en el que ambas organizaciones, al menos formalmente, se fusionaron. Pero el intento acabó como el «rosario de la aurora» El experimento unitario apenas duró unos años, concluyendo con las consabidas y agrias descalificaciones de «revisionistas», «dogmáticos».
En esta ocasión, sin embargo, los dos Partidos rubrícantes del «acuerdo», no han llegado firmar su fusión orgánica, pero dicen haber abierto un proceso en el que la unificación podría ser su colofón final.
En el acto de firma del «acuerdo» suscrito la pasada semana, (ver vídeo adjunto), el Secretario General del PCPE, Carmelo Suárez manifestó que
«Hoy nos hemos reunido para firmar este acuerdo de colaboración entre el Partido Comunista Obrero Español y el Partido Comunista de los Pueblos de España. Este acuerdo es la expresión de un trabajo ya realizado, así como de la voluntad política de ambas organizaciones de crear condiciones para avanzar en la unidad comunista de este país».
Por su parte, Francisco Barjas, Secretario General del PCOE, estimó que el acto que celebraban era un «paso importante» hacia la unificación de los comunistas, pero en absoluto la fusión final.
«Desde hace algún tiempo –expresó– hemos venido discutiendo con los camaradas del PCPE sobre la situación en la se encuentra la clase trabajadora. Somos conscientes de la necesidad de dar pasos que nos permitan estar en condiciones de confrontar con un sistema que se encuentra en estado terminal. Esperamos que este proceso de acuerdos se extienda, dando lugar a un Partido Comunista fuerte, en el que pueda aglutinarse todos los comunistas de las naciones que componen el Estado español».
LA INTRINCADA TRAYECTORIA DE LOS PARTIDOS EN TRANCE UNIFICADOR: PCPE Y PCOE
EL PCPE
Sin embargo, si se atienden a las experiencias unitarias de los comunistas españoles en el curso de las cuatro últimas décadas, no hay razones que nos permitan ser muy optimistas respecto a esta última tentativa. Además del malogrado «Congreso de Unidad» entre el PCOE y PCPE del año 2000, esta última organización sufrió hace apenas un par de años , un turbulento proceso de desintegración en el seno de sus propias filas, que concluiría con una escisión orgánica que iba a dar lugar a la aparición del Partido Comunista de los Trabajadores de España.
En efecto, en abril del 2017, en el curso de la celebración del V Pleno del Comité Central del PCPE, una parte del Comité Central del PCPE, designó a Ástor García como nuevo Secretario General del PCPE, en sustitución de Carmelo Suárez, que había estado ocupando ese cargo a lo largo de los últimos 15 años.
Como ha sido habitual en las grescas intrapartidarias entre los comunistas españoles,- y no solo de los comunistas-, los habituales epítetos descalificadores volvieron a llover como armas arrojadizas de uno al otro lado.
Pero ¿cuáles fueron realmente los elementos ideológicos que enfrentaron de manera tan fraticida a los militantes del PCPE? ¿Se trataba, acaso, de diferencias tácticas o estratégicas, referidas a la lucha politica cotidiana? ¿O serían, quizá, discrepancias de carácter doctrinal?
La verdad es que aunque rebuscamos en medio de la opaca refriega en la que se vió envuelta la dirección del PCPE, nunca llegamos a saber con certeza cuáles habian podido ser las abisales diferencias ideológicas que tan virulentamente habian provocado la contienda Carmelo Suárez versus Astor García.
Pero lo que sí se puede afirmarse es que el dislate de aquella cainita confrontación llegó a tener ribetes carcajeantemente surrealistas. Ambos grupos, atrapados en una suerte de delirium tremens, llegaron a calificarse mutuamente de «troskistas», provocando un descabellado escenario que por momentos nos retrotrajo a los desternillantes gags del film británico «La vida de Brian» de los Monty Python .
A la luz de las dramáticas experiencias por las que han atravesado en España las organizaciones comunistas en estos últimos cuarenta años, no son pocos los que se preguntan si lo que realmente se ha escondido tras estas tumultuosas batallas fraccionales, no son otra cosa que inconfesables ambiciones personales o meros intereses grupales.
Sea como sea, en aquel bullicioso rifirrafe, la peor parte pareció habérsela llevado el sector del PCPE, encabezado por Carmelo Suárez, que en la desplumante escaramuza no sólo perdió en peso a la totalidad de la organización juvenil, -los CJC-, sino también el apoyo y el reconocimiento de instituciones y organizaciones comunistas internacionales tan significativas como la de «Iniciativa de Partidos Comunistas y Obreros», del poderoso Partido Comunista de Grecia, del Partido Comunista de Italia, del Partido Comunista de México, del Partido Comunista de Turquía, del Partido del Trabajo de Austria y de otros Partidos que a partir de ese momento solo reconocieron oficialmente a lo que hoy es el Partido de los Trabajadores Comunistas de España.
La dirección del PCPE, no obstante, trató de mitigar el cerco internacional al que se habia visto sometido, intensificando sus relaciones con el Partido Comunista de Venezuela, el Partido del Trabajo de Corea, el Partido Comunista de Cuba, y el Partido Comunista de Vietnam, y otras organizaciones politicas internacionales con las que tuvo la oportunidad de celebrar encuentros bilaterales.
EL PCOE
Sin embargo, en estos infaustos procesos «unificadores» y «desunificadores», el PCOE aventaja con creces al PCPE. La propia aparición del Partido Comunista Obrero Español, fue el resultado de una escisión del histórico PCE.
Enrique Líster, legendario jefe militar del Quinto Regimiento durante la Guerra Civil española, tras su salida del Partido Comunista de España en 1973, fundó el PCOE, una organización que si bien tenia entonces una escasísima implantación en España contaba, no obstante, con numerosísimos apoyos entre los exilados españoles en la Unión Soviética. El PCOE pretendió ser una réplica crítica a las crecientes corrientes eurocomunistas que ya se estaban reproduciendo como setas en las filas del PCE.
Ya en 1976, apenas transcurridos tres años después de su propia fundación, el PCOE ya realizó sus primeros amagos unificadores, cuando anunció su intención de fusionarse con la «Oposición de Izquierdas del PCE (OPI)», uno de cuyos más destacados militantes fue el abogado canario Fernando Sagaseta, que años después sería diputado por la coalición electoral Unión del Pueblo Canario. Pero por razones que desconocemos aquella fusión no llegó nunca a materializarse.
Cuando en el año 1986, Santiago Carrillo fue expulsado del PCE, Líster y los militantes de la organización que había fundado, reingresaron en las filas del PCE, que por aquellas fechas encabezaba Gerardo Iglesias. Un núcleo de la dirección de esta organización, sin embargo, se opuso rotundamente a la integración en la misma, con un argumento que el tiempo se encargó de corroborar de forma contundente: que el PCE no había dejado de ser eurocomunista, ni mucho menos, con la expulsión de Santiago Carrillo.
Sin embargo, su entonces Secretario General, Enrique Líster, dio una orden marcialmente tajante: «Hay que regresar a casa». Quien fuera general del Ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial, descalificó con términos muy duros a aquellos que desde la dirección de su Partido se oponían a ese retorno: «Son cuatro chapuceros que no comprenden una palabra del momento que vivimos», manifestó entonces Lister al periodico El País.
Con motivo de su «retorno a casa», – las vueltas que da la vida -, Enrique Líster auguraría que el PCPE, que por entonces lideraba Ignacio Gallego, «se terminará sin pena ni gloria, cuando se acaben los cuartos y ciertas cosas». El PCPE no desapareció, ciertamente, pero su presidente Ignacio Gallego con todo su equipaje – entre el que se encontraban valijas tan valiosas con Enrique Santiago y Moral Santin– desembarcó nuevamente en los muelles del PCE.
Desde abril del año 2010, el PCOE está liderado por Francisco Barjas, que ha propiciado una severa revisión autocrítica de la trayectoria histórica recorrida por el Partido que hoy lidera.
EPÍLOGO
Con colofón o sin colofón, acabe como acabe este «proceso de acuerdos» que han anunciado el PCPE y el PCOE, lo que parece evidente es que la ausencia en estos momentos de una organización comunista en España con incidencia social, tiene y tendrá consecuencias graves para el futuro próximo de la clase trabajadora y de otros sectores asalariados del país. Como sucediera en 1982 con la llegada del PSOE a la Administración del aparato del Estado, el proyecto político y económico del llamado «gobierno progresista» vuelve a situar a los trabajadores ante una coyuntura en la que la inexistencia de una síntesis entre la teoría y la práctica política nos vuelven a situar a todos frente a un espantoso vacío. La necesidad perentoria de una presencia organizada, y con peso, de los comunistas en la sociedad española, no debe admitir ya ningún tipo de dilaciones.
Otra cosa bien diferente es si los protagonistas de la iniciativa objeto de este comentario, van a ser o no los que la situación politica española está demandando. Pero igualmente es justo recordar que los tortuosos vericuetos por los que transcurre la Historia suelen ser, en no pocas ocasiones, tan inescrutables como imprevisibles.