¿Qué vale la crítica en la República Dominicana?

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Por Odalís G. Pérez
Especial para Quisqueyaseralibre.com
Mucho y poco. Mucho, cuando se trata de un valor sociocultural, estético, histórico
y teórico. Poco, cuando la misma quiere ser mercado, parcela, nombre, uso social,
rencilla y solamente representación individual del crítico. La huella crítica de la
crítica de arte está ahí, en su monolingüismo, en su campo (¿estrecho? ¿libre?) de
subjetividad. En la República Dominicana de hoy la crítica, en todos los campos
disciplinarios, le teme mucho a la resistencia social. El cuerpo que la representa
esconde su cabeza. Se trata de un uso muchas veces personal. No quiere nada con
el fundamento de su función. (¿Dislocación de un dispositivo, de una economía
analítica, de un sentido, o, del sentido social?).
¿Qué es la crítica de arte para un pueblo como el nuestro? ¿Conoce este país, sus
instituciones, el Estado, la escuela, los políticos, los intelectuales lo que es la
crítica de arte o la crítica en general? Los críticos de arte no conocen el verdadero
alcance intelectual de su oficio. Y no se trata de historia, theoria, arquè o telos ,
especulación,búsqueda, fundamento o finalidad. En el país dominicano, lo que
muchas veces sucede es la sustitución de una función y con ello la falsificación de
una meta, de un horizonte, de un uso cultural, de una “contrariedad” de la
reflexión.
¿Ironía de la historia o historia de una ironía? ¿Cuándo empezó a funcionar la
crítica de arte como sentido de lo social en el país? No sabemos ciertamente. La
visión de un sentido crítico atormenta (¡como siempre!) en el país. Fácilmente el
crítico se convierte en un reseñista o periodista de ocasión, traicionando así su
campo de operación, significación o interés. Los cuerpos, la pantalla, toda una
tecnología que acomoda el sentir placer o goce desde el ámbito de la frialdad,
concurren hoy en una lectura muchas veces vaciada o viciada por el uso
megalómano y mitómano de un supuesto poder corrompido hasta los tuétanos, que
ofrece “el arte” y a la vez lo niega como derecho y práctica.
La historia de los cambios e intercambios simbólicos ha tenido en este país muchos
accidentes e incidentes. Basta con estudiar la línea de producción del sentido
artístico local, para darse cuenta que el mismo se ha concretizado como
adaptación, sentido de la oportunidad, reverencia, nombre extranjero, nombre
falso, negocio, invención contextual y otros vicios que han obstruido, en muchos
casos, el arte crítico y la verdadera crítica de arte.
El canon artístico dominicano se ha querido establecer, en nuestro caso, mediante
intereses, imposturas, querellas de jóvenes contra viejos y de viejos contra jóvenes,
de autoridades críticas, nombres extranjeros y falsos historiadores que quieren
decirnos lo que es nuestro arte, lo que es o debe ser nuestra cultura. Se trata de un
obstáculo que no ha podido explicar esa crítica de arte que organiza, dispone,
decide, da permisos, acepta o rechaza el producto artístico en el país. Se trata,
entonces, de los usos y vicios de la institución represiva, de la institución oficial
como exclusión del otro, o de lo “otro”.
Hemos percibido a todo lo largo del proceso artístico y cultural dominicano la
ausencia de una reflexión verdaderamente crítica, pues en nuestro caso la crítica de
arte y el crítico de arte no dialogan con su sociedad, sino con los artistas que se han
establecido sobre la base de un concurso, un negocio de la interpretación y un
nombre muchas veces fabricado o prefabricado. Acomodado al nombre público de
un sujeto y a su falsa jerarquía; ese crítico empresario, coleccionista vendedor, alcahuete, adquiriente de obras, fabricador de nombres y falsas empresas públicas
y privadas; “escritor” de centenares de textos para catálogos, periódicos o revistas,
está acostumbrado a “matar el arte”, a excluir la obra de su determinación
histórico- social, en fin, está acostumbrado a salirse de la interpretación y de la
historia cultural.
Si el crítico de arte de nuestros días se reconociera en el orden de una filosofía del
sentido y de la alteridad, estaría capacitado entonces para escribir la historia del
sentido y de la alteridad desde un compromiso dinámico con lo social. Pero el
espacio de la subjetividad y de los intercambios simbólicos remite a bordes y
centros de miradas que reclaman la verdad de la integración. El crítico de arte no
es únicamente analista de cuadros, esculturas, fotografías, dibujos, instalaciones o
acciones artísticas. Tampoco es solamente un sujeto adscrito o inscrito en una
asociación nacional e internacional que agrupa a otros sujetos de igual o mayor
condición. Su función y valor van más allá de la firma o la empresa, de su nombre
o adscripción.
En efecto, la crítica de arte, como ya hemos visto, es un fenómeno ligado a la
sociedad, a un espacio público o privado. Las articulaciones, reconocimientos y
movimientos de la función crítica van más allá de la obra de arte alcanzando, de
esta suerte formas, significados, valores estéticos y pragmáticos insospechables. El
verdadero crítico de arte debe replantearse los puntos principales de su quehacer,
tomando en cuenta la relación entre producto artístico, recepción y contexto. Las
conjunciones, posicionamientos, reversiones, reconstrucciones o divergencias de
toda crítica, conforman su naturaleza, funcionamiento y sentido.
Pensamiento, análisis de formaciones ideológicas, historia institucional, historia
cultural, teoría y práctica de las esferas públicas y privadas, intersocialidades, interpretación y comprensión de lenguajes, le sirven de base a la crítica y a los
críticos para redefinir cada vez más su lugar en la sociedad civil. Pero las
estructuras del conocimiento cultural y artístico motivan una pedagogía y una
crítica de los productos y productividades que aseguran el valor, la apertura y la
formatividad del sujeto social.
Los procesos de formación intelectual en el país, deben ser estudiados por el crítico
de arte para fundamentar su criterio especial o especializado, en un orden
intelectual amparado en certezas y visiones socialmente contingentes. De ahí la
importancia de nuestra pregunta que sirve de título a nuestro ensayo: ¿Qué vale la
crítica en República Dominicana? Toda respuesta a esta pregunta merece en
nuestro caso una reconsideración y autocrítica.
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