Espacios paridisíacos compartidos en familia o con amigos cercanos, cafés que no podían postergarse, cumpleaños, barbacoas, encuentros frente al mar, paseos por la ciudad, conversaciones improvisadas o una junta para echar unas cervezas. La gente se resiste a cumplir, porque aquí somos así, y nos atrevemos incluso a protestar. ¿Qué es el coronavirus si no le tengo miedo?
Las fotos en Instagram (IG) serían la delicia de cualquiera, la verdad, de estar en una situación normal. Verlas mientras estamos en momento más álgido de la enfermedad, sin embargo, es una oda a la irresponsabilidad. ¿Cómo vamos a salir de esto si cada quien entiende que, como está sano, puede hacer lo que quiera? ¿Por qué tanta indolencia?
¿Es que olvidan que los portadores sanos contagian igual? ¿No les conmueve saber que han muerto ya 691 personas y hay otras 182 que se encuentran en estado de gravedad?
Las justificaciones duelen. Habrá distanciamiento social y mascarillas, dicen, como si eso fuera suficiente. Luegos los ves abrazados, sin mascarillas, exponiéndose como si fueran infalibles. Pero, ¿no se han detenido a pensar que también exponen a los demás? ¿Es justo que todos sigamos pagando por unos cuantos?
Mientras acusan al Gobierno de inflar los números, diciendo que quiere que la gente coja miedo y no vaya a votar, salen a las calles a correr el riesgo de enfermar. Al hacerlo, aunque no quieran verlo, se exponen a no poder ir a las urnas. ¿De verdad vale la pena llevar la contraria de una forma tan absurda?
A veces parecería que muchos creen que el virus no existe. Sólo así se entiende que sean cretinos.