Estados Unidos lleva dos semanas en convulsión, con millones de personas en las calles por motivos que trascienden la brutalidad policial y el racismo. Políticos de todos los colores manifiestan sus opiniones, condenando, apoyando o tratando de cooptar el movimiento de protesta. Entre estos últimos hallamos desde viejos halcones, como Obama, Clinton o Pelosi, pesos pesados del Partido Demócrata -ya en campaña-, hasta alevines blancos y negros con chaqueta de radicales pero sirvientes del capital, pasando por alcaldes y jefes de la policía y el ejército, que intentan convertir la demostración de fuerza de las protestas en performances y coreografías.
POR CLARA LÓPEZ GONZÁLEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En 2016, el jugador de la liga profesional de fútbol americano, Colin Kaepernick, recibió numerosas críticas por haberse arrodillado mientras sonaba el himno nacional al comienzo de un partido, como señal de protesta por la discriminación racial en su país. En represalia, la Federación Nacional de Fútbol (NFL por sus siglas en inglés) le tuvo bastante tiempo marginado, impidiéndole jugar en ningún equipo de la liga; aunque, en contrapartida, más deportistas comenzaron a imitar su gesto.
Quién iba a decir que, casi cuatro años después, ese gesto de doblar la rodilla contra el racismo y la brutalidad policial iba a ser adoptado por las elites estadounideses que antes lo habían denostado.
En medio de la convulsión social provocada por el asesinato policial de George Floyd, el último de una larga lista, políticos de toda laya manifiestan sus opiniones, condenando, apoyando o tratando de cooptar el movimiento de protesta. Entre estos últimos hallamos desde viejos halcones, como Obama, Hillary Clinton o Nancy Pelosi, pesos pesados del Partido Demócrata -ya en campaña-, hasta alevines blancos y negros con chaqueta de radicales pero sirvientes del capital, pasando por alcaldes y jefes de la policía y el ejército, que intentan convertir la demostración de fuerza de las protestas en performances y coreografías. En las redes sociales se han visto incluso imágenes de burguesitos de Brookling besando las botas y hasta lavándoles los pies a manifestantes negros.
Mientras los soldados bailan al son de la “Macarena” frente a los manifestantes, la policía dispara contra ellos para después arrodillarse en señal de falsa solidaridad con las protestas, y la cúpula del Partido Demócrata hace lo propio en el Capitolio. Imagen chocante la de la plana mayor demócrata, con Nancy Pelosi y Charles Schumer a la cabeza, con la prenda étnica kente al cuello y arrodillados en silencio durante ocho minutos -los mismos que Floyd estuvo agonizando bajo la rodilla de Chauvin-, en uno de los peores oportunismos fotográficos de todos los tiempos. Chochante e hipócrita, cuando menos, pues el Partido Demócrata no ha tenido menos papel que el Republicano en la creación y mantenimiento del régimen policial y carcelario de EE.UU.
Hillary Clinton, que, como no podía ser menos, se ha mostrado estos días muy consternada por la muerte de Floyd, fue la que en 1994, siendo su marido presidente, apoyó la Crime Bill, ley que llevó a un aumento exponencial de la población reclusa en todo el país o lo que se conoce como mass incarceration, arma especialmente dirigida contra la clase trabajadora y las minorías raciales. No hace falta desplegar aquí toda la hoja de servicios criminales de esta señora dentro y fuera de su país, o la del ex-presidente Obama, que no ha dudado en afirmar que la muerte de un hombre negro en custodia policial “no debería ser normal en los EE.UU de 2020”, aunque lo fue y mucho durante sus ocho años de mandato.
En el entierro de George Floyd hizo titulares el alcalde de Mineápolis, Jocob Frey, arrodillado junto al ataúd y llorando desconsoladamente. El mismo que, cuando asumió el cargo, lo primero que hizo fue aprobar un enorme incremento en el presupuesto de las fuerzas policiales. Para los vecinos de la ciudad que lo recuerdan, este gesto suyo es simplemente una farsa.
De modo similar, la alcaldesa del distrito de Columbia (Washington DC), Muriel Bowser, ha sido muy aplaudida porque ha rebautizado una calle con el nombre Black Lives Matter, mientras al mismo tiempo también aboga por dar más dinero a la policía, proyecta construir una nueva cárcel para encerrar pobres, está al servicio de los constructores millonarios y se mostró a favor de la infame práctica del Stop and Frisk (parar y cachear), que puso en vigor Bloomberg, ex-alcalde de Nueva York, cebándose con la población negra e hispana.
Los medios corporativos, en un intento por blanquear a las fuerzas policiales, han destacado las imágenes de policías arrodillados frente a los manifestantes. Lo que algunos llaman, con razón, “copaganda” (propaganda policial), ha tenido expresiones increíbles en varios estados y en la propia ciudad de Nueva York, donde los periodistas grabaron y fotografiaron a varios agentes arrodillados, los mismos que al día siguiente arrojaban al suelo de un fuerte empujón a un hombre de 75 años dejándolo gravemente herido.
En Flint (Michigan), el jefe de la policía, Chris Swanson, salió ante un grupo de manifestantes, sin uniforme, diciendo que él y sus chicos habían dejado las porras en casa y estaban allí para unirse a ellos y hacer “una marcha, no una protesta”. Esto lo ha difundido hasta la prensa deportiva, como el Marca. Lo increíble es que hubo quien los vitoreó. La propaganda surte efecto en algunos sectores que no saben u olvidan que Swanson tiene una cárcel repleta de gente negra, la mayoría de ellos por no poder pagar las fianzas que se les imponen, y saca miles de dólares al año de la contrata que hizo con la empresa que provee el servicio de llamadas y vidioconferencias, de cada una de las cuales este sheriff tan simpático se lleva una comisión, toda vez que prohibió oportunamente las visitas presenciales.
Muy difundidas han sido igualmente las imágenes de un teniente-coronel de la Guardia Nacional de Minnesota arrodillado, dirigiéndose a la multitud congregada en Mineápolis. A estos soldados se les ha visto en otros lugares bailando al son de la “Macarena” invitando a la gente a seguir el ritmo, lo que no es sino una táctica de contra-insurgencia que el ejército estadounidense han practicado en lugares como Afganistán o Irak, especialmente con grupos de jóvenes y niños a los que después reventaban con sus bombas.
Y en esta fiesta de la propaganda, para lograr su mayor efectividad, no podían faltar los alevines del Partido Demócrata que se presentan como jóvenes radicales, especialmente su sección negra o lo que la izquierda negra llama la “Black Missleadership Class” (la clase de mal-líderes negros). Así se hizo viral el vídeo de una de ellas, Tamika Mallory, en el que hace un alegato enérgico contra el racismo y la brutalidad policial.
Mallory, que los medios presentan como activista de Black Lives Matter, fue una de las promotoras de la Marcha de Mujeres sobre Washington, tras la victoria de Donald Trump, que fue organizada entre bambalinas por el Partido Demócrata. Por eso no debe extrañar que, en una entrevista en el diario de Soros en España, preguntada por la mejor forma de articular todas esas reivindicaciones en este momento, respondiese:
«En las urnas en noviembre, esa es la mejor manera, que la gente vaya y vote. También, es la mejor manera de que el movimiento se mantenga fuerte. Ya hemos llorado, ya hemos debatido. Ahora hay que votar y recuperar nuestro país«.
Lo que Millory no dice es lo que piensan muchos estadounidenses: que, cuando votaron al primer Presidente negro, con el primer Fiscal General negro, siguieron llorando y no sirvió de nada.
La alcaldesa negra de Atlanta (Georgia), Keisha Lance Bottoms, reprendió a los manifestantes por enfrentarse a su policía y asaltar el edificio del que fuera fundador de la candena CNN, el millonario Ted Turner. Enfurecida les dijo:
«Turner fundó la CNN en Atlanta hace 40 años porque él creía en lo que somos como ciudad (…) la CNN cuenta nuestras historias y vosotros estáis desgraciando su edificio … marchaos a casa”.
Como sostienen los editores de Black Agenda Report,
«estos aliados de la oligarquía contemplan cualquier ataque al sistema como un ataque contra ellos mismos, su estatus y jerarquía. Tienen razón; deben ser tratados como el enemigo. Pero la clase de mal-líderes negros -el enemigo interno- insiste en que ellos son nuestros líderes por derecho, cuando de hecho su alianza es con la clase dirigente: los Señores del Capital como Ted Turner”.
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