PRIMER NÚMERO DE «ISKRA».

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«Iskra en 1900»

Por Esteban Zúñiga

«La organización de un periódico político central para toda Rusia -se decía en «Iskra»- debe ser EL HILO CONDUCTOR: siguiéndolo podemos desarrollar, ahondar y ampliar incesantemente esta organización (es decir, la organización revolucionaria, siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión). Hagan ustedes el favor de decirnos: cuando unos albañiles colocan en diferentes sitios las piedras de una obra grandiosa y sin precedentes, ¿es una labor «sobre el papel» tender el cordel que les ayuda a encontrar el lugar preciso para las piedras, que les indica la meta de la obra común, que les permite colocar no sólo cada piedra, sino cada trozo de piedra, el cual, al sumarse a los precedentes y a los que sigan, formará la hilada recta y completa? ¿No vivimos acaso un momento de esta índole en nuestra vida de partido, cuando tenemos piedras y albañiles, pero nos falta precisamente el cordel visible para todos y al cual puedan atenerse?» 

(V. I. Lenin. Obras Completas. Tomo 8 (Enero-agosto de 1902) – Página 172. «¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento». «¿Puede un periódico ser organizador colectivo? Editorial Progreso. Moscú).

El 24 de diciembre de 1900 se publicaría, en la ciudad alemana de Leipzig, el primer número del periódico «ISKRA» («La Chispa»). Siendo su lema «Una chispa puede incendiar la pradera». Esa «chispa» que permitiera organizar y formar a una nueva generación de cuadros obreros e intelectuales que pasarían a convertirse en la vanguardia del partido revolucionario a construir en los años siguientes.

Periódico dirigido por un Comité de Redacción, que estaría formado por seis miembros: Gueorgui Plejánov, Pável Axelrod, Vera Zasúlich -los llamados «viejos»-, Aleksandr Potrésov, Yuli Mártov y Vladimir Lenin -los «jóvenes»-. Siendo éste último quien, en los hechos, dirigiría el periódico. 

Comportándose en continua tensión, teniendo siempre su efectiva utilización, a quién llegaba y para que servía. Una actitud constante en él, escribiendo cartas a los redactores, aportando, también, con críticas, sugiriendo ideas para nuevos artículos… Posteriormente, en 1901, se incorporaría a este grupo Nadezdha Krúpskaia, compañera de Lenin, como secretaria de la redacción.

Antes, estando Lenin en el destierro de Siberia, había planeado la necesidad de tener un periódico que ayudara a la conformación de un partido revolucionario, fruto de la unificación de los distintos grupos marxistas existentes en Rusia, a la vez que sirviera para difundir las ideas socialistas entre la casa obrera rusa. Así, una vez finalizado su destierro, Lenin se pondría manos a la obra. Todo ello bajo la idea principal de que este periódico, lejos de ser una mera empresa literaria fuera un instrumento decisivo y directo de la actividad revolucionaria.

Posteriormente, en su libro «¿QUÉ HACER?» (1902), Lenin sintetizaría los primeros dos años de su trabajo en «ISKRA»… Con el ascenso y extensión de las luchas obreras de fines del siglo XIX, muchos trabajadores se irían acercando a las ideas del marxismo, pero el problema que Lenin veía era que, aunque desde 1898 existía el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), tanto la clandestinidad como las detenciones masivas, las deportaciones y al acecho de la autocracia zarista habían desarticulado las células regionales que se iban conformando al calor de los conflictos, causando el debilitamiento de un dirección centralizada de un movimiento revolucionario. Por eso «ISKRA», para Lenin, debería publicarse en Europa y desde allí, salvado las dificultades, distribuirse por Rusia.

La intención, principal y esencial, de Lenin, en aquellos momentos, quedaría reflejada en el primer editorial de «ISKRA», bajo el título de «LAS TAREAS URGENTES DE NUESTRO MOVIMIENTO» -que reproducimos a continuación-, en el cual muestra claramente su posición sobre la necesidad inmediata y urgente de la creación de un partido revolucionario y unitario.

«TAREAS URGENTES DE NUESTRO MOVIMIENTO»

V. I. LENIN.

Escrito en octubre y los primeros días de noviembre de 1900.

Publicado el 24 de diciembre de 1900, en el Nº. 1, del periódico «Iskra»:

(Fuente: V. I. Lenin. Obras Completas. Tomo 4 (1898-abril de 1901). Páginas 291-296. Editorial Progreso. Moscú, 1981).

«La socialdemocracia rusa ha declarado ya en varias ocasiones que la tarea inmediata del partido obrero ruso debe ser el derrocamiento de la autocracia, la conquista de la libertad política. Esto lo declararon hace más de 15 años los representantes de la socialdemocracia rusa, los miembros del grupo Emancipación del Trabajo, lo declararon también, hace dos años y medio, los representantes de las organizaciones socialdemócratas rusas que en la primavera de 1898 formaron el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Pero, a pesar de estas reiteradas declaraciones, el problema de las tareas políticas de la socialdemocracia en Rusia vuelve a plantearse en la actualidad. Muchos representantes de nuestro movimiento manifiestan sus dudas en cuanto al acierto de la mencionada solución del problema. 

Dicen que la lucha económica tiene una importancia predominante, relegan a segundo plano las tareas políticas del proletariado, empequeñecen y restringen estas tareas e incluso manifiestan que las disquisiciones sobre la formación de un partido obrero independiente en Rusia son simple repetición de palabras dichas por otros y que los obreros deben sostener el modo exclusivo la lucha económica, dejando la política para los intelectuales en alianza con los liberales. Esta última declaración del nuevo símbolo de la fe (el tristemente célebre «Credo») se reduce ni más ni menos que a considerar menor de edad proletariado ruso y a negar en redondo el programa socialdemócrata. En realidad, «Rabóchaya Misl» (sobre todo en el «Suplemento Especial») se ha manifestado de hecho en el mismo sentido. La socialdemocracia rusa atraviesa un período de vacilaciones y de dudas que la hacen llegar hasta a negarse a sí misma. De un lado, el movimiento obrero se aparta del socialismo: se ayuda a los obreros a librar la lucha económica, pero de ningún modo se les explica a la vez, o se les explica insuficientemente, los fines socialistas las tareas políticas de todo el movimiento en su conjunto. De otro lado, el socialismo se aparta del movimiento obrero: los socialistas rusos comienzan de nuevo a hablar cada vez más de que la lucha contra el gobierno debe ser sostenida exclusivamente por los intelectuales, pues los obreros se circunscriben a la lucha económica.

A nuestro juicio, son tres las circunstancias que han preparado el terreno a estos lamentables fenómenos. 

En primer lugar, los comienzos de su actividad los socialdemócratas rusos se limitaron al simple trabajo de propaganda en círculos. Al pasar a la agitación entre las masas, no siempre pudimos evitar el caer en otro extremo. 

En segundo lugar, al principio de nuestro derecho a la existencia en la lucha contra los adeptos de Voluntad del Pueblo, que concebían la «política» como una actividad divorciada del movimiento obrero y reducían la política a una simple conjura. Al rechazar una tal política, los socialdemócratas caían en otro extremo, relegando a segundo plano la política general. 

En tercer lugar, al actuar desperdigados en pequeños círculos obreros locales, los socialdemócratas no prestaron la debida atención a la necesidad de organizar a un partido revolucionario que coordinase toda la actividad de los grupos locales y permitiese montar con acierto la labor revolucionaria. Ahora bien, el predominio de una actividad dispersa va unido de modo natural al predominio de la lucha económica.

Todas estas circunstancias dieron lugar a la inclinación hacia un solo aspecto del movimiento. La tendencia «economista» (en la medida de que así se puede hablar de «tendencia») motivó los intentos de erigir esta estrechez de miras en una teoría particular, los intentos de utilizar para este fin la «bernsteiniada» en boga, la «crítica del marxismo» en boga, que preconizaba las viejas ideas burguesas bajo un nueva bandera. Estos intentos no hicieron más que originar el peligro de debilitar los vínculos entre el movimiento obrero ruso y la socialdemocracia rusa, como combatiente de vanguardia por la libertad política. De ahí que la tarea más urgente de nuestro movimiento consista en reforzar estos vínculos.

La socialdemocracia es la unión del movimiento obrero con el socialismo. Su cometido no estriba en servir pasivamente al movimiento obrero en cada una de sus fases, sino en representar los intereses de todo el movimiento en su conjunto, señalar a este movimiento su objetivo final, sus tareas políticas y salvaguardar su independencia política e ideológica. Desligando de la socialdemocracia, el movimiento obrero se achica y adquiere por fuerza un carácter burgués. 

Al sostener exclusivamente la lucha económica, la clase obrera pierde su independencia política, se convierte en un apéndice de otros partidos y traiciona el gran precepto: «La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera.» En todos los países hubo un periodo en que el movimiento obrero y el socialismo existieron por separado, siguiendo caminos distintos y en todos los países, sólo la fusión del socialismo con el movimiento obrero creó una sólida base tanto para el uno como para el otro. Pero en cada país está unión del socialismo con el movimiento obrero fue lograda a lo largo de un proceso histórico, siguiendo una vía particular, de acuerdo con las condiciones de lugar y tiempo. En Rusia, la necesidad de la unión del socialismo con el movimiento obrero fue proclamada hace ya mucho en el terreno teórico, pero en la práctica esta unión sólo va haciéndose efectiva en nuestros días. Este proceso es muy difícil y no tiene nada de extraño que vaya acompañado de diferentes vacilaciones y dudas.

¿Qué enseñanza se desprende para nosotros del pasado?

La historia de todo el socialismo ruso hizo que su tarea más urgente fuera la lucha contra el Gobierno autocrático, la conquista de la libertad política. Nuestro movimiento socialista se concentraba, por decirlo así, en la lucha contra la autocracia. Por otro lado, la historia muestra que en Rusia la separación entre el pensamiento socialista y los representantes avanzados de las clases trabajadoras es mucho mayor que en otros países y, que de perdurar esta separación, el movimiento revolucionario ruso está condenado a la impotencia. De aquí se deduce lógicamente el deber que esta llamada a cumplir por la socialdemocracia rusa: llevar las ideas socialistas y la conciencia política a la masa del proletariado y organizar un partido revolucionario ligado indisolublemente con el movimiento obrero espontáneo. 

Mucho ha hecho ya en este sentido la socialdemocracia rusa, pero es aún más lo que queda por hacer. A medida que crece el movimiento, se amplía el campo de actividad de la socialdemocracia, el trabajo es cada vez más diverso y aumenta el número de militantes del movimiento que concentran sus energías en la realización de diferentes tareas planteada por las necesidades cotidianas de la propaganda y la agitación. Este fenómeno es completamente natural e inevitable, pero obliga a prestar singular atención a que las tareas parciales del trabajo y los distintos procedimientos de lucha no se conviertan en algo que se baste así mismo, y a que la labor preparatoria no adquiera el rango de trabajo personal y único.

Nuestro cometido principal y fundamental consiste en coadyuvar el desarrollo político y a la organización política de la clase obrera. Quien relega este cometido a segundo plano y no subordina a él todas las tareas parciales y los distintos procedimientos de lucha, se sitúa en un camino falso e infiere grave daño al movimiento. 

Relegan este cometido, en primer lugar, quienes exhortan a los revolucionarios a luchar contra el Gobierno con las fuerzas de círculos aislados de conspiradores, desligados del movimiento obrero. 

Relegan este cometido, en segundo lugar, quienes restringen el contenido y el alcance de la propaganda, agitación y organización políticas, quienes estiman posible y oportuno obsequiar a los obreros con «política» solamente en momentos excepcionales de su vida, solamente en casos solemnes, quienes sienten excesivo afán de empobrecer la lucha política contra la autocracia, reduciéndola a reclamar a ésta ciertas concesiones, y se preocupan muy poco de que la reivindicación de concesiones se transforme en una lucha sistemática e irrevocable del partido obrero revolucionario contra la autocracia.

«¡Organizaos!», repiten a los obreros en los más diversos tonos en «Rabóchaya Misl» y todos los partidarios de la tendencia «economista». Como es natural, nos solidarizamos por entero con esta llamada, pero añadiendo sin falta: organizaos no sólo en sociedades de ayuda mutua, en cajas de resistencia y en círculos obreros, sino también en un partido político, para la lucha decidida contra el Gobierno autocrático y contra toda la sociedad capitalista. 

Sin esta organización, el proletario no es capaz de elevarse hasta el nivel de una lucha consciente de clases. Sin esta organización, el movimiento obrero está condenado a la impotencia: con las cajas de resistencia, los círculos y las sociedades de ayuda mutua exclusivamente a la clase obrera no conseguirá jamás cumplir la gran misión histórica a la que está llamada: emanciparse a sí misma y emancipar a todo el pueblo ruso de su esclavitud política y económica. Ninguna clase ha logrado en la historia instaurar su dominio si no ha promovido a sus propios jefes políticos, a sus representantes de vanguardia, capaces de organizar el movimiento y dirigirlo. También la clase obrera rusa ha demostrado ya que es capaz de promover a tales hombres: la lucha de los obreros rusos, que en los cinco o seis años últimos ha alcanzado vasto desarrollo, muestra que la clase obrera posee una gran masa de fuerzas revolucionarias y que las persecuciones del Gobierno, por feroces que sean, lejos de disminuir, acrecientan el número de obreros que ansían al socialismo, la conciencia política y la lucha política.

El Congreso de nuestros camaradas en 1898 planteó con tino la tarea, y no repitió palabras ajenas, como expresó una simple afición de «intelectuales»… Y nosotros debemos emprender con decisión el cumplimiento de estas tareas, poniendo al orden del día el problema del programa, de la organización, y de la táctica del Partido. Ya hemos dicho cómo concebimos los puntos fundamentales de nuestro programa, pero, naturalmente, éste no es el lugar para desarrollar en detalle estos puntos. Tenemos el propósito de dedicar a las cuestiones de organización una serie de artículos en los próximos números. 

Este es uno de nuestros problemas más acuciantes. En este sentido nos hemos quedado muy a la zaga de los viejos activistas del movimiento revolucionario ruso. Es preciso reconocer abiertamente esta falla y dedicar nuestras fuerzas a una organización más conspirativa del trabajo, a una propaganda sistemática de las normas de nuestro trabajo y de los procedimientos para desorientar a los gendarmes y para no caer en las redes de la policía. 

Hay que preparar hombres que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida, hay que preparar una organización tan numerosa que pueda aplicar una rigurosa división del trabajo, en los distintos aspectos de nuestra actividad.

Por último, en lo que atañe a las cuestiones técnicas, aquí nos limitaremos a lo siguiente: la socialdemocracia no se ata las manos, no limita su actividad a algún plan previamente preparado o a un solo procedimiento de lucha política, sino que admite todos los procedimientos de lucha con tal de que correspondan a las fuerzas reales del Partido, y permitan lograr los mayores resultados posibles en unas condiciones dadas. 

Si existe un partido bien organizado, una huelga puede convertirse en una manifestación política, en una victoria política sobre el Gobierno. Si existe un partido bien organizado, la insurrección en una localidad aislada puede transformarse en un revolución triunfante. Debemos recordar la lucha reivindicativa contra el Gobierno y la conquista de ciertas concesiones no son otra cosa que pequeñas escaramuzas con el adversario, ligeras refriegas en las avanzadillas, y que la batalla decisiva está por venir. 

Tenemos enfrente la fortaleza enemiga, bien artillada, desde la que se nos lanza una lluvia de metralla y balas que se lleva a los mejores luchadores. Debemos tomar esta fortaleza, y la tomaremos si todas las fuerzas del proletariado que se despierta las unimos a todas las fuerzas de los revolucionarios rusos en un solo partido hacia el que tenderán todos los elementos vivos y honestos de Rusia. Sólo entonces se verá cumplida la gran profecía del obrero revolucionario ruso Piotr Alexée: 

«¡Se alzarán los brazos vigorosos de millones de obreros, y el yugo del despotismo, protegido por la bayonetas de los soldados, saltará hechos pedazos!».

Amistad Hispano-Soviética: PRIMER NÚMERO DE «ISKRA». (amistadhispanosovietica.blogspot.com)

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